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Cine
Cannes y el cine

“Anora”: La Palma de Oro de Sean Baker, sueños fugaces y el falso cuento de hadas

La nueva película de Sean Baker se estrenó en el Festival de Cannes y se llevó a casa una merecidísima Palme d´Or.

07.06.2024 16:58

Lectura: 15'

2024-06-07T16:58:00-03:00
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Por Nicolás Medina
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¿Cómo empezar a hablar de Sean Baker y su cine?

Podríamos decir que Baker es uno de los directores más relevantes de lo que va del siglo XXI, lo cual viene como anillo al dedo al alinearse con el estreno de su primer largometraje, Four Letter Words, en el 2000. Pero la realidad es que, a pesar de ser su ópera prima, es también la obra menos conocida del neojerseíta. Obra en la cual ya dejaba entrever su estilo e interés narrativo. La historia proponía un humor que Baker nunca soltaría, y que utilizaría a lo largo de su filmografía como medio para hacer películas que también son estudios cuasi antropológicos o sociales que probablemente ningún académico podría exponer con tanta transparencia y efectividad. En el caso de Four Letter Words, Baker se metía en la psiquis del hombre joven estadounidense, tomando como base un planteo que ya se había vuelto casi que un subgénero, pero aspirando a algo totalmente distinto. ¿Cuántos años pasaron para que el cine cuestionara estos arquetipos? Bueno, Baker lo hizo primero.

También podríamos tomar como punto de partida su segunda película, Take Out (2004) en la que Baker deja en claro, por un lado, el tipo de historias que quería contar: relatos transparentes sobre las parias que la sociedad —y el cine— tienden a marginalizar y, cuando no, se pasan para el otro extremo celebrándolas y romantizándolas. A su vez, fue con Take Out (la cual co-dirigió con Shih-Ching Tsou) con la que Baker entra en el circuito de festivales: se estrena en Slamdance Film Festival, recorre más de 20 festivales y luego de varios años, obtiene su estreno oficial y es nominada al John Cassavetes Award de los Independent Spirit Awards en 2008. Todo con la historia de un inmigrante chino que tiene tan solo 24 horas para pagar una deuda a unos contrabandistas, todo sin tapujos ni decorados, y no para hablar solo sobre su personaje, sino sobre los inmigrantes en su general.

Take Out de Sean Baker y Shih-Ching Tsou

Take Out de Sean Baker y Shih-Ching Tsou

En el mismo año que Take Out se hacía con su nominación, Baker también se hacía presente en los Independent Spirit Awards con su tercer largometraje, Prince of Broadway (2008), otra historia sobre un buscavidas que vende marcas truchas en Nueva York hasta que su ex aparece con un hijo del que el protagonista no tiene ni idea. La película termina por ser una especie de oda moderna al neorrealismo, naturalista, improvisada, con actores no profesionales que, combinada con su dispositivo, puede dar la impresión de ser un documental.

En 2012, con Starlet Baker incluye en su narrativa algo que parecía que ansiaba incorporar, y que, de hecho, sería un elemento central para todas sus historias: el trabajo sexual —en diferentes formas, colores y tamaños—. En este caso, lo hacía a través de una amistad improbable entre una joven actriz porno y una anciana, nuevamente jugando con esta idea de que todo lo que sube, tiene que bajar.

“Filmada con un IPhone”

Pero lo cierto es que, a pesar de todo su trabajo previo (cuatro películas en 12 años para un cineasta independiente no es poca cosa), el nombre de Baker se vuelve tendencia con la llegada de Tangerine en 2015. En esta, Baker nos propone acompañar a un conglomerado de personajes envueltos en las peripecias del trabajo sexual: Sin-Dee Rella (nótese el juego no menor en el nombre), una chica trans que se gana la vida como trabajadora sexual y que acaba de salir de prisión; Alexandra, otra trabajadora sexual  trans que en verdad aspira a ser cantante; y Razmik (Karren Karagulian, recurrente colaborador de Baker), un taxista armenio con esposa, hijos y una familia conservadora, que oculta su gusto por la compañía de las mujeres trans, y de Alexandra en particular. Cuando Sin-Dee sale de prisión, se entera que su novio (que, a su vez, es su proxeneta), está saliendo con una chica cisgénero, lo cual desencadena en una persecución con ambiente navideño (sí, todo esto es una película navideña), que pone en pantalla las historias no contadas —o ignoradas— de las calles de Hollywood, específicamente la intersección de Santa Mónica y Highland.

Para cuando la película termina y comienzan los créditos, una placa nos hace saber que toda la película fue rodada con un IPhone 5s. Práctica que, si bien otros directores habían experimentado, nadie había llegado a hacerlo con la calidad que lo logró Baker.

Baker ha comentado que inicialmente la decisión se debió a dos cuestiones: presupuestales y de continuidad. Y es que el director estadounidense es, antes que nada, un adicto al cine. Aún con dificultades presupuestales, visualizó que la continuidad era un aspecto clave para seguir desarrollando su carrera. Con su espíritu indie, decidió adaptarse a los recursos que tenía disponibles: una historia que contar, la intención de filmar en locación, y un celular (que finalmente terminaron siendo tres, luego del rodaje uno fue vendido para desquitar costos, y otro fue donado al museo de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas).

Se encargó de conseguir estabilizadores para fotografiar la película, y también lentes especiales que se montaban sobre la cámara de los IPhone. Una vez que se comenzaron a ver los resultados, Baker entendió que para la historia que quería contar, la herramienta que había elegido le permitía dialogar con el dinamismo, el trabajo in situ y el celular le permitía — paradójicamente — un acercamiento sumamente humano a sus personajes. Pero, como apasionado por el cine (cualquier entrevista del director explicita su conocimiento casi enciclopédico del séptimo arte), Baker quería volver a filmar en celuloide. Esto fue lo que hizo en The Florida Project (2017), la cual filmó en 35mm.

Desmitificando los cuentos de hadas

Ya con Tangerine, Baker había coqueteado con la idea de ir en contra del imaginario Disney. El viaje de Sin-Dee Rella (Cenicienta) por Los Ángeles en busca de su "príncipe" infiel antes de que llegue la medianoche. Y tras el éxito de Tangerine, The Florida Project tuvo una llegada internacional mucho más amplia, que a su vez contó con Willem Defoe como parte del elenco, y fue estrenada en la Quincena de Realizadores (Directors´ Fortnight) del Festival de Cannes.

El nombre de la película se toma de cómo se conoció a los parques temáticos de Disney antes de que se concretaran, y es que la historia nuevamente ocurre a la sombra de uno de los entornos más romantizados en las narrativas actuales. Ya le había tocado a Nueva York, a Los Ángeles y a Hollywood, ahora era hora de que el director encontrara la historia de Moonee, una niña de seis años cuya familia y amigos luchan para sobrevivir en un motel (cuyo gerente es interpretado por Defoe), en las afueras de Florida. La película sigue a Moonee, sus amigos y sus pequeñas grandes aventuras que se yuxtaponen con la realidad que ocurre tanto dentro de la habitación de la madre de Moone —que recurre al trabajo sexual para proveer a su familia y a sus propios vicios—, como fuera de esta de la mano de los turistas que visitan los parques de Orlando, sin prestar atención a lo que ocurre a unos pocos minutos del Magic Kingdom. Creando así un entorno surreal desde los ojos de la pequeña Moonee que puede remitir hasta la obra de Truffaut y a Los 400 golpes y la idea de una infancia cruda cargada de adversidad.

The Florida Project de Sean Baker

The Florida Project de Sean Baker

Y es así como en la filmografía de Baker se empieza a detectar una recurrente subversión de los elementos tradicionales de los cuentos de hadas. Algo similar a lo que Ariel Dorfman y Armand Mattelart describen en su análisis sobre las historietas de Disney. Baker toma los símbolos y narrativas convencionales del mundo Disney —la búsqueda del amor, la felicidad, etc.— y los sitúa en contextos de marginalidad y lucha cotidiana. Si Dorfman y Mattelart exponen cómo las historietas de Disney perpetúan ideologías de consumo y conformismo social bajo un manto de fantasía, Baker revela las realidades ocultas y a menudo incómodas que subyacen bajo la superficie del sueño americano que el cine no ha hecho más que pulir. Tangerine y The Florida Project desmantelan la ilusión del "final feliz", proponiendo una visión más honesta y cruda de la vida, donde estos personajes vibrantes y llenos de esperanza, deben enfrentar desafíos reales que no se resuelven mágicamente.

Red Rocket: Life is sweet

Para 2021, da la impresión de que Baker se sentía demasiado serio, el humor que permeaban sus películas anteriores había dado paso a un tono más sombrío y crítico en su lectura. Y llegó Red Rocket (2021), en la cual Baker retoma ese equilibrio único entre humor negro y drama que lo caracteriza. La película, estrenada en el Festival de Cannes de ese año como parte de la competencia oficial, sigue la historia de Mikey Saber, un actor porno caído en desgracia que regresa a su ciudad natal, Texas, después de fracasar en Los Ángeles. Pero Baker quería que la realidad se filtrara en la película. El director, que siempre se muestra humilde, honesto y vulnerable, es tan curioso cómo consciente de que nadie conoce estos micro-mundos mejor que quienes los habitan o han habitado. Así que para este caso, el oriundo de New Jersey no solo volvió a recurrir a actores no profesionales que se encontró haciendo scouting en Texas, sino que también eligió a Simon Rex para darle vida a Mikey.

Simon Rex tuvo sus momentos de popularidad en la industria mainstream. Trabajó como presentador para MTV y salió en varias de la saga Scary Movie, pero su entrada en la industria del entretenimiento no comenzó en la pantalla grande sino en la industria del cine para adultos, específicamente en películas pornográficas gay a principios de los años 90. Baker no podía encontrar a alguien mejor para darle vida a este personaje sin ningún tipo de escrúpulos que, en la película, se enamora de Strawberry (la increíble Suzanna Son), una joven de 17 años que trabaja en una tienda de donas y que lleva al personaje de Rex al éxtasis más alto, para luego musicalizar su caída con Bye Bye Bye de NSYNC, (para la cual de hecho no se contaba con presupuesto, así que se le pidió permiso a los cinco miembros de la banda para poder usarla y re-versionarla).

Red Rocket de Sean Baker

Red Rocket de Sean Baker

Anora, la verdadera Cenicienta de Baker

Luego de todo esto, Sean Baker acaba de lograr lo que definió como su sueño de vida: hacerse con la Palma de Oro, el mayor galardón del Festival de Cannes, con el estreno de su nueva película, Anora, en la cual este vuelve absolutamente todo lo que hizo destacar a cada una de sus películas y marcar hitos en su carrera, pero en una obra tan humana y cálida como realista y desgarradora.

Pero no es que toda esta combinación de elementos previamente presentados por Baker termine por hacer una especie de pastiche de highlights de la carrera del autor. Todo lo contrario. La película se siente única, fresca y actual, y no por menos fue que compitió (y siguiendo la idea de competencia, ganó) con bestias como Coppola, Schrader, Cronenberg y con algunos de los autores más relevantes de la actualidad como Lanthimos, Abassi y Sorrentino.

Anora, quien le da nombre a la película, aunque prefiere que la llamen “Ani”, es una stripper, bailarina y escort que trabaja en un club en Manhattan. Su trabajo consiste en seducir y hacer compañía a los visitantes más destacados del club con su inigualable carisma (es una especie de referente dentro de las chicas que trabajan allí) bajo las luces coloridas y fluorescentes que dan vida al antro. Algo que contrasta inmediatamente cuando vemos su vida bajo la luz natural y sin maquillaje: una rutina llena de colores fríos, y opacos, donde la música del club se sustituye por la contaminación sonora que musicaliza la vida de Ani fuera del club. 

Pero la vida de Anora está a punto de cambiar, o eso nos promete la primera secuencia de la película, ovacionada hasta no poder más en el Grand Theatre Lumiere en el Festival de Cannes. Una travelling lateral de derecha a izquierda recorre en cámara lenta los lap dance de las diferentes bailarinas del club hasta llegar a Anora, mientras suena Greatest Day de la banda británica Take That en colaboración con Robin Schulz y Calum Scott, uno de participantes destacados del Britain's Got Talent de 2015 — otra decisión meta cinematográfica de Baker, puesto que la canción original no cuenta con la voz del chico dorado de Simon Cowell, que apareció de la nada y se convirtió en un fenómeno mundial—.

Tras esta secuencia inicial que corta en seco, se da la presentación de este mundo de Cenicienta en el que vive Ani, los paralelismos con el cuento. Las hermanastras malvadas, por ejemplo (otras escorts que envidian abiertamente la belleza y el éxito de Anora), son ineludibles. Y al igual que en el relato original, en una noche de baile —solo que de baile en un club de strippers—, llega el príncipe encantador: Ivan, cuyo nombre real es Vanya Zakharov, un adolescente ruso, rico y malcriado que inmediatamente cae bajo el hechizo de Anora y quien, al ver en este niño ingenuo una oportunidad, no duda en ofrecerle sus servicios de manera privada por fuera del club.

Así, Ani llega al castillo de Vanya, una casa en un barrio privado con portería, mucamas y un ascensor incorporado para subir al segundo piso. Resulta que Vanya es hijo de un oligarca ruso y está de vacaciones antes de empezar a trabajar para la empresa de su padre. Para disfrutar esas vacaciones, no duda en ofrecerle a Anora 15 mil dólares por una semana de compañía exclusiva. En esa semana, Baker llevará nuevamente nuestras emociones hacia la esperanza más grande para dejarnos caer y recordarnos que es lo que hemos estado viendo realmente.

Como buen cineasta, Baker nos manipula, pero de una manera transparente, sutil, y siempre priorizando su película y no la segunda lectura que, para el final, será imposible no hacer. Ani y su falta de amor propio con tal de conseguir dinero se presentan sin tapujos, Vanya, su machismo y masculinidad cuestionable, pero a la vez torpe e inmadura, se retratan con un humor que roza lo humillante. Pero Baker sabe, luego de todas sus películas, que siempre hay un roto para un descocido, y cuando llegamos a conocer realmente a los personajes, nos creemos que posiblemente sean el uno para el otro. Sabemos que habrá un giro de tuerca, algo que nos hace apretar los dientes y cerrar los ojos como un perro esperando una cachetada luego de que hizo algo malo pero no se aleja de la escena del crimen.

Anora - Festival de Cannes

Anora - Festival de Cannes

De a poco, la película se vuelve un poco menos Cenicienta y un poco más una versión actualizada y menos sazonada de Pretty Woman. Solo que en Pretty Woman sí había un “y vivieron felices para siempre”. En Anora, Baker nos da este final feliz durante una fracción de segundo, luego de que Vanya le propone a Ani viajar a Las Vegas y casarse, de esta manera, él se librará de sus obligaciones con su padre, y ella tendrá la vida que siempre quiso. Algo que no dejará para nada feliz a los padres del joven, que sienten su honor manchado al enterarse que su hijo se ha casado con, lo que ellos entienden, es una prostituta. Porque, claro, ellos no han sido testigos de la aparente gestación de este vínculo humano y honesto que nos ha hecho Baker a nosotros. Lejos de volverse un retrato sombrío y duro sobre los juegos de poder entre clases sociales, es ahí, donde el humor y la irreverencia se apoderan del relato.     

Baker es fanático del caos, y es que en última instancia Anora es tan anárquica como precisa. A nivel de puesta en escena, la combinación de planos secuencia vertiginosos y composiciones completamente estáticas en conjunto crean una atmósfera que oscila entre la euforia y la desesperación.

Anora - Festival de Cannes

Anora - Festival de Cannes

Por momentos, puede dar la impresión de que algunas cosas quedarán inconclusas. Pues no, Baker se guarda lo mejor para el final. Haciendo brillar a Mikey Madison (quien interpreta a Anora), y con quien nos hace reflexionar sobre el lenguaje de afecto o como cada uno es capaz de comunicarse dependiendo del recorrido que ha tenido su vida.

Acompañando el punto de vista de Anora, vemos lo tumultoso, vibrante y frenético de la vida, no se trata precisamente de una de esas películas en las cuales sus personajes se transforman, sino que van progresivamente revelando su naturaleza y su vida interna ante el espectador, algo posiblemente todavía más valioso que una transformación forzada.

Anora todavía no cuenta con fecha de estreno local. Pero es de esperarse que eventualmente llegue a pantallas uruguayas, tanto Starlet como Tangerine fueron estrenadas por Cinemateca (quienes recientemente las volvieron a exhibir en honor a la Palma de Oro de Baker); The Florida Project fue estrenada en varias salas nacionales, y Red Rocket formó parte de la selección del José Ignacio International Film Festival en 2022.

Por Nicolás Medina
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