Documento sin título
Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Mismo hemisferio

“Aue”, de Nueva Zelanda a Uruguay: una novela que demuestra la casi autoría del traductor

La primera novela de Becky Manawatu fue traducida por Rosario Lázaro Igoa a través de la editorial uruguaya Forastera.

08.01.2024 16:27

Lectura: 9'

2024-01-08T16:27:00-03:00
Compartir en

Por Federica Bordaberry

“A veces no se puede traducir hasta ningún punto. En todos los intentos habidos, Baudelaire en español resulta poco más que un prosaico hablador”, escribe Idea Vilariño, que además de poetisa era traductora, por ejemplo, de obras dificilísimas como las de Shakespeare.

Porque no es lo mismo leer la última estrofa del poema “Pájaro azul” de Charles Bukowski, que leer la última estrofa del poema “Bluebird” de Charles Bukowski.

No es lo mismo leer esto:

luego lo vuelvo a meter,

pero él canta un poquito

ahí dentro, no lo he dejado

morir del todo

y dormimos juntos de esa

manera

con nuestro

pacto secreto

y es suficientemente tierno como

para hacer que un hombre

llore, pero yo no

lloro, ¿tú

sí?

Que leer esto:

Then I put him back

But he's singing a little

In there, I haven't quite let him die

And we sleep together like that

With our secret pact

And it's nice enough to make a man

Weep, but I don't weep, do

You?

“Pero casi siempre se puede, y cuando se puede es una tarea hermosa y endiablada, difícil y exigente”, termina la frase de Vilariño, que aparece en el libro Idea. La vida escrita (2007, Cal y Canto).

Es que “la traducción siempre propone otro texto. La discusión en torno a la pérdida y la ganancia es tributaria de una visión que pone al texto original como el principio, casi como un texto sagrado. Y olvida que traducir es reescribir, y que lo que estás leyendo es tal autor traducido por tal traductor. Con esto no quiero decir que no haya un trabajo milimétrico con el texto de partida y una búsqueda bastante febril para dar cuenta de su complejidad en la traducción. Eso lleva meses, es una tarea bastante obsesiva y con una reverencia total a lo que el texto se trae entre manos”, explica Rosario Lázaro Igoa a LatidoBEAT.

Se pierde, entonces, un texto en su idioma original, pero se gana otra cosa. Se gana, en este caso, una nueva novela neozelandesa en español. Eso es lo que sucede con Aue, la última novela traducida por Lázaro Igoa de la editorial uruguaya Forastera.

“En Uruguay hay una tradición de publicación de libros de autores extranjeros (traducidos o no) muy rica. Con Forastera quisimos recuperar algo de eso, que es una forma mínima de reclamar una voz en el mercado editorial, acaparado por otras voces que a menudo nos suenan lejanas, ajenas. No me parece saludable pensar en nuestro país como un mero destinatario de literatura, de arte, de traducciones, y creo que en la editorial creemos que es mucho más interesante imaginar un país que crea, escribe, traduce, y que puede cambiar cosas, tener un impacto, empezar discusiones, y no simplemente ser una suerte de cámara de ecos, siempre desfasada, de lo que dicen otros”, dice Francisco Álvez Francese, editor de la novela y parte del equipo creador de Forastera, a LatidoBEAT.

Entonces, Forastera es una editorial local especializada en textos traducidos. El primero de su catálogo fue Divertimentos mecánicos, de la francesa Suzanne Doppelt, traducido por Isabel Retamoso y prologado por Roberto Appratto.

Foto: Mateo Arizcorreta

Foto: Mateo Arizcorreta

Conformada por Mateo Arizcorreta, Mariana González y Francisco Álvez Francese, las propuestas de qué libros publicar pueden venir de ellos mismos o de terceros. De hecho, la tercera novela que publicarán en la primera mitad del 2024, La torre del amor de la francesa Rachilde (cuyos derechos de autor pasaron al dominio público el año pasado) fue propuesto por el traductor argentino Ariel Dilon.

Ganadora de los premios Jann Medlicott Acorn de ficción, del Mito Q Best First Book of Fiction 2020 y el Ngaio Marsh a mejor novela de crímenes, Aue, originalmente publicado en 2019, fue el debut narrativo de Becky Manawatu (1982, Nueva Zelanda). Se convirtió, tras su publicación, en la novela neozelandesa más vendida de 2020 y 2021.

La acción se sitúa en Nueva Zelanda en dos tiempos, siguiendo a los personajes Taukiri y Arama, un par de hermanos huérfanos, y se desarrolla en varias voces para mostrar sus vidas tumultosas.  

Esta traducción de Aue, de Becky Manawatu (1982), es el resultado de muchas horas de trabajo de la traductora, Rosario Lázaro Igoa, y el equipo de Forastera. Pero, además, es el apoyo de fondos que permiten el trabajo de la editorial. El primer libro tuvo un apoyo de la Embajada de Francia en Uruguay y este segundo de Creative New Zealand, que depende del estado neozelandés.

Así como en el original, que está escrito en inglés, las palabras en maori están en lengua extranjera, el Aue de Forastera decidió mantenerlas tal cual, sin nota a pie de página y con el mismo glosario al final del libro.

Según Lázaro Igoa, el objetivo era conservar la ajenidad de términos y expresiones en el texto en español. La tensión que resulta es relevante porque, aunque para una lectora o lector de Nueva Zelanda no sea tan importante, en la medida en que el maori se enseña en las escuelas, la ajenidad que sentimos los rioplatenses es la misma que siente alguien en Australia o en Inglaterra, donde el libro también está publicado.

“Porque no se trata solo de lidiar con otra lengua, sino, también, a menudo, de pasar a otro contexto cultural, a otro ámbito religioso o histórico, a otra cosmovisión, de saltar de un clima cortesano al de un grupo de marineros borrachos, de pasar a otras formas de lo vulgar, del humor, del amor, y hay que hacerlo con ánimo aplicado, asumiendo difíciles compromisos, con mirada inteligente y sutil. Porque, como escribió en alguna parte Bertrand Russell, la lengua es un cementerio de metáforas”, escribe Vilariño en aquel libro que reúne su vida escrita (2007, Idea. La vida escrita, Cal y Canto).

Es que elegir traducir al español rioplatense, la variante del español que hablamos y en la que también creamos los uruguayos “es una opción estética y claro que política. El español neutro es una ficción que, en realidad, obedece a una cierta configuración, bastante colonialista, del mercado editorial. Se ha dicho que hay una moda de traducir al rioplatense, como si fuera un signo de esnobismo que la lengua de traducción sea la misma que la de creación. Diría que el proceso de traducción en sí es menos complejo y más productivo que andar eligiendo palabras y expresiones que no nos pertenecen”, dice la traductora de Aue.

En cuanto a las expresiones, en la novela varían según los narradores. Arama, un niño chico que se equivoca al hablar, tiene presente cierta inadecuación. Tauk, su hermano adolescente, usa jerga callejera, por lo que demandó piruetas con los insultos.

Para recrear el ambiente de pandillas de los personajes Toko y Jade, por ejemplo, Lázaro Igoa recurrió a expresiones muy rioplatenses, pero que conviven con palabras en maori. “No queríamos que se transformara en una novela uruguaya, sino que, en cierto modo, se notara esa extranjería y se estableciera un diálogo con la literatura de acá”, explica.

“Lo que nos gustó es que es un libro sobre un tema del que leímos poco, del que sabemos poco, y que está escrito con gran inteligencia. Es decir, es cierto que trata un asunto complejo, sobre la violenta historia de la cultura maori en Nueva Zelanda, pero además Becky Manawatu decidió hacerlo de un modo muy sofisticado, con varias voces que se alternan —incluyendo la de un niño— y lo hace de manera convincente, atractiva. Es algo que no vemos en las librerías uruguayas, y que nos interesaba proponer, además de la relación que podemos llegar a tener con ese país tan lejano con el que compartimos hemisferio”, explica Álvez Francese.

Hay quienes ni si quiera piensan en cómo sonaría una obra en su lenguaje original. Hay quienes no recuerdan que las palabras, además de significado, son significante. Que el frasco que envuelve a la definición tiene formas distintas y, por lo tanto, connotaciones distintas. Que no es lo mismo decir “velvet” que “terciopelo”, o “satisfaction” que “satisfacción”.

Hay quienes poco saben que los traductores son autores de representaciones restringidas de obras literarias. Esto último es una idea de la académica Katerina Bantinaki en un estudio que plantea la posibilidad de considerar a los traductores, en cierta medida, autores.

En realidad, más que plantear una posibilidad, lo afirma.

En un libro que para muchos hubiera sido ilegible, ahora un uruguayo puede leer oraciones como “Estuve mucho tiempo en aquella agua. Después de tanto tiempo, se te mete dentro”.

Foto: Mateo Arizcorreta

Foto: Mateo Arizcorreta

Sin embargo, si a un uruguayo no le dicen que la palabra “aue” es la palabra maorí designada para un grito doloroso, es imposible que lo entienda con la lectura de la misma.

“Los buenos libros, por más cliché que sea decirlo, saben deslindarse de los escenarios en los que ocurren. Por una parte, para los lectores del Río de la Plata puede funcionar como una ventana abierta a un espacio remoto, pero que también guarda semejanzas con lo que conocemos: el viento, el mar inclemente, las poblaciones remotas, la dureza de los seres para adaptarse a ese entorno. Hablamos de la Isla Sur de Nueva Zelanda y de los maori, un pueblo originario históricamente relegado desde que llegaron los europeos a aquellas islas”, explica Lázaro Igoa.

Agrega que, “al mismo tiempo, lo interesante es que Aue propone un acercamiento en varios tiempos a una familia y lo hace deteniéndose en la violencia que la atraviesa, que la cercena, la desmembra. En ese sentido, es una historia por completo universal, entrañable en las voces de cada narrador, y que genera identificación en quien lee, no importa de dónde sea. Prueba de ello es el éxito que ha tenido la novela fuera de fronteras”.

Una novela que, además de ser literariamente universal, o artísticamente universal, lo es en sus referencias culturales. Tanto es así, que fue posible armar una playlist que reúne todas las canciones que menciona el libro.

“Se tiende a minimizar la naturaleza eminentemente literaria de la traducción. No, no hay ni puede haber una ciencia de la traducción, aunque esta puede y debe estudiarse científicamente. Del mismo modo que la literatura es una función especializada del lenguaje, la traducción es una función especializada de la literatura”, escribió Octavio Paz en Traducción: literatura y literalidad (1971, Tusquets). Ese mismo pasaje es el que utiliza Ana Inés Larre Borges en un prólogo de Idea Vilariño y la traducción, publicado en diciembre de 2023.

Por Federica Bordaberry