Lo más conocido de él, seguramente, sea esto:

Que era francés. Que era fotógrafo. Que escribía, pero que no se lo distinguía por eso. Que murió en 2007 con 42 años. Que se suicidó pocos días después de entregarle una novela a su editor. Que esa novela se llamaba Suicidio. Que estaba escrita en segunda persona. Que ese narrador le hablaba a un “tú” que se había quitado la vida.

Que se llamaba Edouard Levé.

Lo que se sabe poco, o poco en relación con lo anterior, es que tiene cuatro obras en prosa: Oeuvres (Obras), Diario, Autorretrato y Suicidio.

Edouard Levé.

Y de la tercera trata este texto. Autorretrato es una serie de declaraciones que describen o afirman datos. Fue publicado en 2005 por Dalkey Archive Press. Las narra un yo, una primera persona. Tiene 117 páginas (depende de la editorial, pero se aproxima a eso) y está escrita en un solo párrafo.

117 páginas en un solo párrafo.

En esa obra, Levé se expone tanto que parece desaparecer entre tantas oraciones. Se borra a sí mismo en una prosa que se autoexplora. A veces duele, a veces alegra, a veces dice cosas como esta:

“Si me miro en el espejo durante el tiempo suficiente, llega un momento en que mi rostro deja de significar algo”.

Este libro es un bloque de texto largo, incesante. Es un conjunto de oraciones que tiene como recurso principal la parataxis, la colocación de dos oraciones cuyos significados no se conectan de forma evidente.

Un ejemplo sería: “Raymond Poulidor es uno de los nombres menos sexys que conozco. Me gusta la ensalada principalmente por el crujido y la vinagreta”. O: “Yo archivo. Hablé con Salvador Dalí cuando tenía dos años”.

Este libro renuncia a la síntesis y, en vez, opta por ser un conjunto de ramitas recogidas del piso. No hay desarrollo, no hay coordinación, no hay flujo consciente. Lo escribió durante su viaje a Estados Unidos en 2002, donde también fotografió la serie Amérique, que trata de ciudades muy chicas que comparten nombre con ciudades grandes de otros países.

Este libro es desnudo, es la transformación de algo que no tiene vida hacia algo que respira, que suda, que llora, que gime, que habla, que grita, que ríe, que convulsiona, que camina, que odia, que ama, que es casi humano. Si Levé exploró, más de una vez, con luz y con fotografía, su propio rostro, esta es una exploración de todo aquello, pero con palabras.

Este libro es un autorretrato de palabras.