Por Sofía Gervaz
sevengoeseight
En marzo de 1959 salió al mercado la muñeca Barbie. Ruth Handler, de Mattel, la había creado para su hija, Barbara, quien ya estaba aburrida de jugar con bebotes a “las mamás”. Quería algo más.
Diez años después, Betty Friedan, una de las referentes del feminismo liberal, publicó La mística de la feminidad (1969), un ensayo atravesado por el concepto del “malestar que no tiene nombre […] una inquietud, una sensación de insatisfacción, un anhelo que las mujeres padecían”. Esas mujeres, en esa época de posguerra en la que tenían las casas y las vidas perfectas, donde limpiaban, hacían las camas y preparaban la comida para sus maridos, luchaban para no pronunciar la pregunta más difícil: “¿Eso es todo?”.
Con un poco de eso, un camino de la heroína tradicional, cuestionamientos existenciales y la búsqueda del ser mujer, mucho plástico y un exceso de rosado, llega la película Barbie (2023), de Greta Gerwig.
Protagonizada por Margot Robbie (Había una vez en Hollywood) como Barbie, y Ryan Gosling (La La Land) como Ken, la historia que propone Gerwig es fresca, graciosa, cuestionadora y, a la vez, nostálgica.
¡Bienvenidos a Barbie Land!
La idea de hacer una película de Barbie con actores de carne y hueso estaba en los planes de Hollywood desde hace 15 años. El proyecto fue saltando de estudio, de guionista y de actriz hasta llegar a lo que desde este jueves 20 de julio está en salas de cine: una de las películas más esperadas del año, un fenómeno de marketing que se trascendió a sí mismo y se cruzó con otro de los lanzamientos más anticipados del 2023, Oppenheimer, de Christopher Nolan.
Greta Gerwig dirige y coescribe esta adaptación junto con su pareja, y también cineasta, Noah Baumbach. Con muchísimo rosado (un dato curioso es que la producción agotó todo el stock de pintura de ese color) y plástico, nos presenta Barbie Land, un escenario que recuerda a aquellos creados en la niñez y nos lleva adentro del juego mismo.
En Barbie Land las casas no tienen paredes, no hay límites, no hay privacidad; los vasos están vacíos, las olas en la playa son de plástico, el agua no sale de la ducha; la ropa aparece mágicamente y ¡no hay escaleras! Barbie jamás necesitó escaleras, porque cuando jugás con Barbie usás la imaginación.
Todo es plástico y es fantástico.
Dentro de ese universo, todos los días son perfectos, todas las noches son noches de chicas, todo es ideal hasta que Barbie pregunta, risueña y al pasar: “¿Nunca pensaron en morirse?”. Entonces, la fantasía se rompe, empieza a resquebrajarse. Los pies se aplanan. Hay un “malfuncionamiento” que tiene que ver con el cuestionamiento de la existencia misma. ¿Pero es posible que una muñeca se pregunte esto? Claro que sí, porque no es más que una representación de aquellos que juegan con ella, en el juego y en la mímica es donde podemos hacernos también esas preguntas. De este modo, Gerwig logra trasladar un dilema filosófico al terreno de la comedia, al ámbito de lo lúdico, y lo hace funcionar y lo sostiene durante todo el largo de manera magistral. Logra hacernos reír y, a la vez, que nos cuestionemos lo que realmente está pasando.
Barbie: el camino de una heroína
En Barbie Land, todas las Barbies tienen una profesión, una razón de ser; Barbie es todo, Ken es solo Ken. Son presidentas, físicas, escritoras, sirenas, doctoras, obreras, astronautas, entre otras; son más que una simple Barbie. Sin embargo, la Barbie protagonista es una muñeca estereotípica, que solo es bonita, perfecta, no tiene una profesión, no tiene un deseo, no ocupa un rol en la sociedad, no sabe quién es.
Ante la perfección de ese universo plástico y fantástico, Barbie empieza a sufrir de ese “malestar que no tiene nombre” del que habla Friedan y mencionado anteriormente; el hecho de tenerlo todo y a la vez no tener nada hace que surjan pensamientos acerca de su propio ser, su razón de estar en el mundo, sus deseos de realización personal o profesional, con ser alguien. En un mundo en el que Barbie puede ser lo que sea y quiera, tiene que buscar su propósito. Necesita más.
Como en todo camino del héroe tradicional, es necesario un guía: Barbie va a recurrir a Weird Barbie (Kate McKinnon), la muñeca rara de ese mundo, quien tiene la información de cómo funciona el Mundo Real, sabe qué es lo que le está pasando a Barbie y qué tiene que hacer y por dónde ir. Con este personaje, Gerwig apela a la nostalgia, ya que es esa muñeca que todos tuvimos y que terminó así porque no dejamos de jugar con ella, porque la sacudimos y la tiramos; lavamos, cortamos y secamos su pelo una y otra vez; le mordimos las manos y los pies; se le salió la cabeza, se quedó sin cuello y perdió una pierna.
Al igual que Dorothy en El mago de Oz (1939) —una de las referencias más claras; la película está proyectándose en el cine de Barbie Land— necesita recorrer el camino amarillo para llegar al castillo del mago y volver a salvo a su casa, Barbie debe salir de su mundo, recorrer ciertos lugares, llegar al Mundo Real, enfrentarse a este, buscar a la niña que juega con ella, volver a casa y descubrirse.
En ese camino va a encontrarse con Gloria (America Ferrera), una secretaria de Mattel, y su hija, Sasha (Ariana Greenblat). Así como Barbie, Gloria también está cuestionándose quién es, qué quiere y hacia dónde va su vida. Dos personajes que están conectados, del mundo de la fantasía de Barbie Land al mundo real; un paralelismo entre la mujer de carne y hueso y la muñeca, con una conexión tan fuerte que lo que le pasa a una le pasa a la otra, porque no importa si sos mujer o muñeca, lo que importa es encontrar el lugar de cada una en el mundo, encontrarse a sí misma.
¿Eso es todo?
La película está atravesada de referencias e influencias que la misma Gerwig ha mencionado en diferentes entrevistas: las cinematográficas, como 2001: Odisea en el espacio a Bailando bajo la lluvia y más; a las de ciertos personajes icónicos de la historia de Barbie como Midge, que fue sacada de circulación porque estaba embarazada, o Allan, el amigo de Ken que no es Ken y que podía usar su misma ropa; o el personaje bíbilico de Jezabel, Proust y En busca del tiempo perdido; y más, muchas más, algunas están ahí, a la vista, y simplemente hay que afinar el ojo para encontrarlas.
Además, está construida sobre sí misma y lo que narra, siendo constantemente metaficcional y autorreferencial, consciente de sí, con una narradora (Helen Mirren) que interactúa con el espectador, rompiendo la cuarta pared; o con la presencia de los muy varones y muy ejecutivos de Mattel, que tienen el conocimiento de Barbie Land y desean capturar a esa muñeca descontrolada.
Todo esto está acompañado de una banda sonora increíble, con la música más pop del momento, desde Dua Lipa a Lizzo, pasando por las hermanas Haim y Billie Eilish, hasta la reversión de la clásica canción de Aqua “Barbie girl”, por Nicki Minaj. Y se corona con la canción de Ken, “I’m just Ken”, en una de escenas más brillantes de la película, ejecutada por el mismísimo Gosling en la que es —para mí— la mejor actuación de su carerra.
Sin embargo, no todo es fantasía y color de rosa, el filme plantea problemas y conflictos que son del mundo real; Gerwig usa este medio para criticar problemas reales, del día a día, de la sociedad moderna, de la propia Barbie y de lo que representa, y es lo que la llevará al conflicto consigo misma y al cuestionamiento de su propia existencia.
Como decía esa frase tan pegadiza y un poco cliché de alguna de las tantas publicidades de Mattel: “Soy lo que quiero ser. Soy una Barbie girl”. Al final, y más allá de todas las discusiones que podamos tener al respecto, de los cuestionamientos que podemos hacerle a esta muñeca que perpetúa un modelo hegemónico de cuerpo y de belleza, de las críticas al sistema capitalista y más, así como Barbie, nosotros también podemos ser lo que queramos ser, solo tenemos que encontrarnos.
Por Sofía Gervaz
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