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Literatura
Bajo el mar

"Caos subacuático": las fotos de lo que se encuentra en el fondo del lago del Parque Rodó

El coautor de "Caos Subacuático" conversa sobre el proceso creativo, el mensaje detrás del libro infantil y su trayectoria en la fotografía.

03.01.2024 13:55

Lectura: 8'

2024-01-03T13:55:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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Guillermo Giansanti ya no se considera fotógrafo. Su camino estuvo determinado por el azar. En 2008, cuando todavía era principiante, se le presentó una oportunidad durante un curso de Photoshop: asistencia en un estudio fotográfico. Para ese entonces, había buscado oportunidades en todos lados, pero, según él, “no es un mundo que funciona por currículum”.   

Conoció la casa de Caetano Veloso y la de Chico Buarque, entre otros grandes artistas, asistiendo en fotografía. También asistió en tareas de realización documental, fotografía arquitectónica y gastronómica. “Fue una escuela tremenda”, afirma. Eventualmente, comenzaron a encargarle trabajos a él.  

Luego, siguió el Máster Latinoamericano de Fotografía Contemporánea en Lima. Para él, fue un cambio de visión. “Dejé de anteponer la técnica al problema. Todo lo resolvía con fotografía, ahora no. Veo el problema y cómo se resuelve”, dice y, de alguna manera, anticipa la esencia de Caos subacuático (2023), el libro cuya autoría comparte con Virginia Mórtola.  

Pero el proyecto en el Parque Rodó data de antes. En 2016, recién llegado al país, participa en el MUFF, el Festival del Centro de Fotografía (CDF). Nuevamente, el azar jugó sus cartas. La limpieza del lago del Parque Rodó estaba en curso. Con un par de botas prestadas y un palo, Guillermo decidió colaborar durante nueve días, sumergirse, y sacarle fotos a los objetos.

Estas formaron parte del proyecto con el que compitió y, luego, de Caos subacuático. Sin saber cómo adaptar el proyecto en un libro infantil, trabajó con Virginia Mórtola y llegaron a un producto que tiene fotografía, texto y una parte lúdica e interactiva. 

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

¿Cuál es el papel de Virginia Mórtola en Caos subacuático? ¿Cómo se distribuyeron los roles?  

Este libro parte del trabajo que hice cuando limpiaron el lago del Parque Rodó en 2016. Yo acababa de volver. Junté alrededor de 150 objetos y los fotografié ahí mismo. Armé un estudio improvisado con unas cárnicas y un flash. Para este libro no funcionaban solas las fotos. Es un laburo muy fotográfico, no precisa mucho más que un párrafo. Con eso las fotos funcionan. Para la galería funcionaba, pero para el libro no.

Sobre todo, tratándose de un libro para niños. Nosotros ya sabíamos eso.  Si eran solo objetos, no tenía sentido. Le dimos vuelta por todos lados hasta que conocí a Virginia en el Premio de Ilustración, donde estábamos trabajando los dos. Se me ocurrió y la llamamos. Ella se ganó la coautoría. Se encargó de la parte de texto, pero participó con tanto compromiso que también llegó al producto. Cooperó para que las partes del libro se rompieran.  

No solo es un libro de fotografía, tiene narración y una parte lúdica e interactiva. Por eso, el libro depende de quién lo tenga en manos. ¿Cómo llegan al producto final?  

Virginia tuvo un rol fundamental. Ella abrazó el proyecto desde el principio. No fue solo, “llámenme que yo escribo”. Estuvo activa. Fue saliendo de reuniones, de una referencia que trajo Virginia, Animalium (2014). Es un libro que se parte en tres y vas mezclando animales. Creo que Animalium no tiene texto detrás, pero fuimos llegando a eso a partir de referencias y darle vueltas. Estuvimos como un año dándole vueltas. Pensamos en ponerle una lupa, después íbamos a poner una historia de un niño que bajaba al lago. En un momento, surgió la referencia de Animalium y bajó.  

¿Cómo pasas de estar fotografiando en el Parque Rodó a convertirlo en un libro infantil?  

Yo trabajo con otras cosas relacionadas a las infancias. Estoy haciendo un proyecto en el que recolecto todas las armas de juguete de la feria. Voy a la feria de Tristán Narvaja, Piedras Blancas, Salto, y a todas las ferias callejeras, y compro las armas de juguete usadas. Les hago fotos y hago una campaña de desarme en las redes, de que los padres entreguen las armas de sus hijos. El proyecto sigue y se abre para cosas no fotográficas, rompo las armas y grabo videos. Hago unas esculturas, las meto en unos corazones de cemento. Me atrae ir por lo simple. Son simples las cosas que hago, yo lo veo así.  

Fui padre, también, cuadró todo. Entonces, la idea salió de primera: "vamos a hacerlo para niños”. Habría que pensar cómo llevar esta capa de texto y medio interactivo a un universo adulto, pero no sería tan así. Ya se sabía que la idea no era un libro solo con los objetos. Entonces, cuadró.  

¿Ser padre te dio una sensibilidad extra?  

Sí. Estaba haciendo lo de las armas, también. Estoy siempre en el universo infantil.  

En el proyecto de las armas, es muy concreta la elección sobre el objeto que fotografiás y con el que trabajás. Acá es más variado. ¿Hubo una selección fundamentada de imágenes?  

Fue un rompecabezas. Primero, con maquetas, de imprimir los 180 objetos en papel normal. Empezamos a darnos cuenta de que, en algunos, pasaba la magia. En otros, no. ¿Por qué en estos acontece algo interesante y otros no? Es cuando se da una intersección en la línea de tercios. Sino era muy loco, era mucho más abstracto que esto.  

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

La publicación de libros infantiles en Uruguay es compleja, ¿se presentaron dificultades a nivel editorial? 

Conseguimos un fondo concursable, no podríamos haberlo hecho sin ayuda del MEC. Deja en evidencia lo importante que es destinar dinero para la cultura. Capaz que son mini acciones que pasan en lugarcitos chiquitos, pero que van sumando a todo el colectivo artístico. Creo que es importante. Yo no estoy dentro de ese mundo, pero creo que hubiese sido difícil presentarlo a una editorial.  

Por lo general, los libros infantiles contienen otro tipo de objetos. Es osado y novedoso hacer un libro infantil con objetos que estaban debajo del mar.  

Del no universo infantil. Eso estuvo bueno. Virginia siempre nos bajaba línea y nos decía, “no subestimen a los gurises”. A veces, yo, por lo menos, decía que tal vez algo no era adecuado y Virginia insistía con eso de no subestimar a los gurises. Ellos vuelan alto cuanto más vuelo les des. Eso también es lo interesante del libro. Es para leer de a dos, está enfrentado. El texto, por un lado, y las imágenes en el otro. Se entiende que el lector es más adulto que la otra parte. Es un poco pensado para padres y niños. En esos objetos hay de todo, una generación de objetos que ya no existen. Una vuelta al pasado. La contaminación de por medio y la relación que tenemos con los objetos. Creo que en esa interacción entre padres e hijos está buena, se pueden dar conversaciones. Hay objetos que ya no existen más.  

Los libros infantiles, por lo general, tienen una moraleja y planean dejar un mensaje. En este caso, ¿buscabas dejar un mensaje?  

La moraleja es bastante amplia. Lo primero es una llegada a la fotografía. Después, una interacción con los adultos en la que se pueda reflexionar sobre los objetos. Siempre fotografío objetos porque me copan. Qué hacemos con los objetos, cómo nos relacionamos con los objetos, la contaminación. Es un libro local, que funciona acá porque después pasean por el lago con sus padres. Tiene esa cuota de ser local.  

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

¿Qué encontrás de peculiar en los objetos?  

Despojar algo de todo. Al menos, desde la fotografía, me atrae la inercia. Mirar algo que te está mirando. Lo inanimado fotográfico, técnica y, ontológicamente hablando, es muy puro. En el sentido de fotografía documental que parte de que el fotógrafo no intervenga en la escena y se logre algo lo más verídico posible. No hay nada más verídico que esto. Yo laburo con gente y no hago esto. Hice un laburo mucho tiempo con una familia indígena en el norte de Brasil. Estuve tres años yendo y me quedaba uno o dos meses ahí. Hoy veo las fotos y digo, “¿qué sentido tiene esto?”. Lo bueno fue todo lo que yo viví. A mí me queda eso. Viví cada cosa en la que no saqué la cámara y las fotos no lo reflejan. Se sabe que la fotografía no es un reflejo fiel de la realidad, ahora más con la inteligencia artificial.  

¿Querés seguir incursionando en el mundo infantil?  

El proyecto de las armas ganó un fondo concursable y tiene ese lado infantil, que surgió por ahí. Yendo a parques con mi hija veo gurises jugando con armas y me parece una locura. Diciendo que se van a matar. Me pareció muy fuerte. Arrancó ahí. Entonces, el proyecto del año que viene tiene ese guiño infantil, pero también interpela a los adultos sobre la realidad.  

¿Pudiste saber cómo interactúa un niño con el libro? 

Mi sobrina se puso a verlo con mi madre e inventan seres. Al ir mezclando, inventás seres totalmente extraños. Mi madre le leyó las historias. Se pasan el uno al otro e interactúan. Se desprenden historias a partir de objetos.  

Por Sofía Durand Fernández
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