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Cine
Silencio sagrado

“Cónclave”: la reyerta por el pontificado que se posiciona discretamente para el Oscar

La película dirigida por Edward Berger corre con chances de ser galardonada como mejor película y se abstiene de polémicas.

06.02.2025 18:49

Lectura: 6'

2025-02-06T18:49:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
sofdurfer

Serruchar pisos, pisar cabezas, y sálvese quien pueda: la campaña por el Oscar está siendo feroz.

Las acusaciones de uso de IA por parte de la producción de The Brutalist, Timothée Chalamet (encargado de interpretar a Bob Dylan en A Complete Unknown) paseándose por diferentes programas de televisión estadounidenses, y qué decir de Emilia Pérez y Karla Sofía Gascón. En resumidas cuentas: Netflix —productora del filme que ha dado tanto de que hablar— está haciendo de cuenta que la actriz española no protagoniza la película, eliminándola de las giras de prensa y hasta de los pósteres promocionales.  

¿Desde cuándo pesa más la campaña de comunicación que el desempeño cinematográfico? Esa pregunta da para otra nota y tampoco viene al caso. Lo cierto es que hay una película al costado de la reyerta mediática, y con serias chances de ganar la estatuilla dorada a mejor película. 

En Cónclave, la competencia es igual de descarnada que en Hollywood, pero el escenario es la Ciudad del Vaticano, y el premio final el papado. Comparte notas de salida con producciones como House of Cards (2013-2018) y Game of Thrones (2011-2019), pero también plantea preguntas atinadas para una época en  la que ni la sociedad ni la misma Iglesia Católica se ponen de acuerdo sobre dónde están parados ante ciertas cuestiones. 

Al igual que otras instituciones milenarias, como las monarquías, la Iglesia Católica se ha visto embretada en el dilema de no perderse en la vetustez sin abandonar sus principios. ¿Qué postura adquirir ante la diversidad de género, la participación de las mujeres, las otras religiones y tantas otras realidades contemporáneas? ¿Hacia dónde ir de cara al futuro? 

Los dos papas (2019), dirigida por Fernando Meirelles y con actuaciones de Jonathan Pryce, Anthony Hopkins y el argentino Juan Minujín, abordó este conflicto poniendo al frente a dos figuras: el papa Benedicto XVI y el papa Francisco.

En este caso, se trata de una adaptación de la novela homónima escrita por Robert Harris y publicada en 2016. Además, explica cómo funciona la elección de un nuevo papa, algo que es casi que desconocido para el grueso de la gente. 

En el universo de Cónclave, la muerte del papa —perteneciente a la línea liberal— no solo desencadena el proceso sucesorio del colegio cardenalicio, sino también una “guerra” de bandos. Los que consideran que hay que continuar con la renovación, enfocada en una mirada actual del mundo, y los que entienden esto como el camino hacia la debacle, abogando por la tradición.  

Los cuatro cardenales que encabezan la carrera hacia el papado se encuentran repartidos en este espectro. En los extremos se encuentran el cardenal Bellini, principal defensor de la labor realizada por el finado pontífice, y el cardenal Tedesco, tradicionalista hasta la médula. Interpretados por Stanley Tucci y Sergio Castellito respectivamente, la construcción de sus personajes permite que generen simpatía, más allá de lo ideológico. Más cercanos a la línea de Tedesco, están Tremblay (John Lithgow) y Adeyemi (Lucian Msamati).  

Cónclave (2024), Edward Berger

Cónclave (2024), Edward Berger

Y es que Cónclave es de esas películas cuyo elenco ejerce un peso diferencial en su éxito. En el rol protagónico del cardenal Lawrence, quien preside el cónclave, está Ralph Fiennes, cuya actuación le valió una nominación a mejor actor en los Oscar. Pero, además, en un papel que discretamente se roba la pantalla, aparece Isabella Rossellini, orgullosa nepo-baby, hija de nada más ni nada menos que Roberto Rossellini e Ingrid Bergman.  

Los aspectos técnicos son sobresalientes. La recreación de espacios como la Capilla Sixtina y los Museos Vaticanos lleva a preguntarse si realmente el rodaje no fue llevado a cabo ahí mismo. En realidad, se realizó en el mítico Cinecittà de Roma.

A su vez, si bien es cierto que la estética católica (una mixtura entre lo barroco, lo renacentista y lo románico) ayuda, la dirección de fotografía realiza un trabajo de lenguaje y metáfora constante. La banda sonora utiliza el Cristal Baschet de manera reincidente a lo largo de todo el largometraje.  

Pero si estas facetas marcan la solemnidad y gravedad del asunto, los movimientos estratégicos a lo largo del cónclave se contraponen y muestran lo evidente: aquí nadie es un santo. Los conflictos morales, éticos y religiosos se presentan de manera constante, y causan que cada personaje actúe según le convenga. Por momentos, también dan lugar a que el humor, y la sensación de estar viendo un culebrón, se filtren. 

Como en toda trama que transcurre alrededor de la lucha por el poder, los vínculos entre sus involucrados consisten en la volatilidad, y logran que el ritmo se agilice, tras un principio que parecía circular con el freno de mano puesto. 

Cónclave (2024), Edward Berger

Cónclave (2024), Edward Berger

En un ambiente esterilizado de lo que ocurre por fuera de esas paredes y que busca que ningún factor externo "contamine" las votaciones, rápidamente queda demostrado que esas pretensiones son una idealización que atenta directamente contra la elección del nuevo papa.  

Pero subyace también la cuestión espiritual.  

“La certeza es el gran enemigo de la unidad, el enemigo mortal de la tolerancia (…) nuestra fe tiene vida precisamente porque camina de la mano con la duda. Si solo hubiera certeza, y si no hubiera duda, tampoco habría misterio y, por lo tanto, tampoco habría necesidad de tener fe”, declara Lawrence en una predicación.  

Se traza la división entre religión e iglesia. La batalla exterior consiste en un puesto, pero a nivel interno, existe una crisis de fe que se materializa en el cardenal decano.

En principio, estas dos parecen correr en paralelo para el resto de los personajes, menos para él, que asume un rol de alta responsabilidad con pesar y que se encuentra lejos de desear ser la cabeza de la Iglesia. Su único cómplice en este dilema es el cardenal Benítez, que aterrizó en un paracaídas en el cónclave, pero que, con trabajo, se gana la confianza de Lawrence.

El aire novedoso de Cónclave es lograr profundizar tanto en la institución como en la religión sin caer en clichés o juicios demasiado evidentes. Plantea más incógnitas que certezas, y así  logra una coherencia con la historia que pretende contar. 

Habrá que esperar al próximo 2 de marzo para ver cuántas de las 8 nominaciones que tiene a los Oscar logrará ganar. Por lo pronto, y frente a las peleas de barro en las que están los otros contendientes, Cónclave parece tomar una postura tranquila. 

Por Sofía Durand Fernández
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