Por Sofía Durand Fernández
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Tu mirada infernal y divina,
vuelca confusamente el beneficio y el crimen("Himno a la belleza", Las flores del mal, Charles Baudelaire, 1905)
No es la primera vez que Sergio Blanco escribe sobre el amor, la violencia y la muerte. De hecho, estos conceptos son la columna vertebral no solo de su obra, sino del arte en general. Pero al igual que el río de Heráclito, ni Blanco ni sus textos son los mismos. En palabras del dramaturgo: “En la autoficción uno corre menos riesgo de repetirse porque como siempre se trabaja a partir de lo que uno va viviendo y la vida va cambiando, en cierta forma lo que va surgiendo también va cambiando”.
Confesiones nace a partir de la idea de que algún día todo va a desaparecer. Pero también se gesta por la "multiplicidad del yo". Por un lado, todo lo que conocemos va a dejar de existir. No se sabe cuándo, ni cómo. Por otro, en una sola persona coexisten varias, "estamos compuestos de varios hogares".
En el centro de ese péndulo, se intercalan conceptos centrales en la vida del ser humano. Sin embargo, en la actualidad se evaden, se diluyen y se intentan correr a un costado. ¿Por qué hablar de esto en 2024? "Los seres humanos necesitamos ser continuamente interpelados y perturbados acerca de nuestra condición", responde Blanco.
¿Dónde exponer nuestras incomodidades si no es a través del arte, en el teatro? Y no solamente exponerlas, sino también echar luz sobre las contradicciones que representan en su naturaleza y el autoengaño al que nos inducen.
Confesiones está conformado por tres conferencias: "Divina invención o la celebración del amor", cuyas funciones se llevaron a cabo del 25 al 29 de setiembre, "Las flores del mal o la celebración de la violencia", con funciones del 2 al 6 de octubre y "Memento mori o la celebración de la muerte", del 8 al 10 de octubre.
En otra entrevista dijiste que "la muerte y el amor no son dos polos opuestos, sino que están muy ligados". ¿En dónde ubicarías a la violencia?
Tanto el amor como la muerte y la violencia son tres conceptos que están extremadamente ligados entre sí. En estas tres conferencias autoficcionales, una de las cosas que busqué desde el principio fue intentar abordar estos tres temas desde perspectivas que propusieran una mirada diferente a la que habitualmente tenemos. Y para lograr esto último, lo que hice fue ir cruzando estos tres temas. Por ejemplo, con respecto al amor, quería abordar la violencia que hay en todo emprendimiento amoroso, de la misma manera que en la muerte quería abordar la vitalidad que hay en lo mortal y que en la conferencia sobre la violencia quería abordar la belleza que a veces puede residir en esta última, sobre todo cuando está presente en una obra de arte. De alguna manera, en esta propuesta el amor, la violencia y la muerte son como una especie de Santa Trinidad, es decir: tres fenómenos muy diferentes y que, sin embargo, forman parte de una misma cosa. Sin lugar a duda, se trata de una tríada compleja que está interconectada. Toda experiencia humana está atravesada por estos tres temas, ¿no? Eso es lo que hace que la vida sea algo fascinante, enigmático y muchas veces, inexplicable.
Has definido como "Las flores del mal" a asociar belleza en lo que generalmente asociamos a algo terrible. ¿Qué creés que sería del amor y la muerte sin la presencia de la violencia?
Creo que en el amor y en la muerte hay un componente muy fuerte de violencia: la muerte de alguien es siempre algo muy violento y el enamoramiento implica el desencadenamiento de varias zonas violentas de los seres humanos. Me es muy difícil hacerme a la idea de extraer la violencia de la muerte o del amor. Por eso mismo creo que tenemos que aprender a encontrar la belleza que hay en la violencia, y es a eso a lo que hago referencia al utilizar la imagen maravillosa de Baudelaire cuando hablo de las flores del mal. Esto no supone reivindicar o promocionar la violencia, sino reconocer que una vez que la violencia está presente, hay que hacer lo posible para que no nos destruya, sino para que a partir de ella, podamos superarla, construirnos y sobrevivir. Es por eso por lo que el arte siempre ha explorado la violencia como una forma de poder experimentarla en el campo de la ficción y, de esa manera, ayudarnos a salir a delante cuando esta acontece en el plano de lo real.
Acostumbrás a estructurar tus obras con una introducción, tres actos y un epílogo. Pero también suelen tener un punto en común que une a estas partes. En este caso es el dispositivo de lectura, ¿por qué?
El dispositivo de lectura, que es el mismo en las tres conferencias, es lo que le da unidad a las mismas y es lo que permite comprender que se trata siempre de una misma voz abordando estos tres temas. Pero, si bien es siempre el mismo dispositivo –que consiste en un escritorio con toda una serie de proyecciones detrás–, al mismo tiempo en cada conferencia este dispositivo varía un poco, ya que en cada una de ellas cambia no solo lo que hay sobre el escritorio, sino también el relato audiovisual que se va proyectando en la pantalla.
Has dicho que el teatro se debe a su público. ¿Por qué lanzar, entonces, tres de los temas que en la actualidad más se evaden?
El teatro siempre nos convoca para que podamos abordar esos temas que nos atraviesan. Nos hace muy bien como comunidad asistir colectivamente a un lugar en donde los temas fundamentales que nos constituyen puedan ser abordados. El teatro es un sitio de experimentación de nuestras emociones: es el lugar en donde venimos a ensayarnos y a probarnos, y, en este sentido, es el lugar en donde venimos a tratar de comprendernos. Siempre insisto en que el teatro es esa especie de espejo oscuro en donde también venimos a ver lo peor de nosotros mismos. Creo que por medio de la reproducción no tanto mimética, sino enigmática de lo que somos, el teatro nos interroga e interpela como humanidad.
Venir al teatro a ver los temas que en la realidad solemos evadir, es algo que tiene un efecto terapéutico extraordinario: todo lo que en la vida nos hace mal, en el teatro nos hace bien, porque la distancia que impone la ficción es algo que nos protege. En mi caso, por ejemplo, debo confesar que fue viendo tantas muertes distintas en diferentes obras de arte que me fui preparando a enfrentar la muerte en la vida real. El arte es, sin lugar a duda, el ensayo de la realidad. Por eso mismo se trata de algo tan importante no solo para las personas, sino también para la sociedad entera. Hay algo que lo demuestra y es el hecho de que no existe ninguna comunidad que haya podido sobrevivir antropológicamente sin manifestaciones artísticas. Los seres humanos necesitamos ser continuamente interpelados y perturbados acerca de nuestra condición.
Estos tres temas han sido abordados anteriormente en tu obra. Cambia el momento en el que las escribís. ¿En qué momento estabas al escribir Confesiones y qué efecto tuvo sobre tu visión de estos temas?
Estos temas, como bien decís, están siempre muy presentes en todas mis piezas de teatro. Pero aunque mi obra siempre trate de los mismos temas, al mismo tiempo estos mismos temas van siendo abordados desde lugares distintos porque depende mucho de lo que uno está viviendo en ese momento en que está escribiendo. Hay un momento de mi pieza Tierra en donde el personaje del dramaturgo dice algo que se refiere a todo este asunto: “En la autoficción uno corre menos riesgo de repetirse porque como siempre se trabaja a partir de lo que uno va viviendo y la vida va cambiando, en cierta forma lo que va surgiendo también va cambiando”. Esto es lo que hace que los temas, aunque siempre sean los mismos, a su vez siempre terminen siendo trabajados desde diferentes lugares. Cuando escribí Confesiones estaba muy afectado por algo acerca de lo que se habla mucho en estos tres textos: la idea de que algún día todo va a desaparecer. Eso es algo que me interpelaba mucho en los años en que escribí estos textos.
Proponés dos modos discursivos antagónicos. ¿Cómo estructuraste la escritura para poder gestar esto? Es decir, son dos modos antagónicos, pero el que escribe es un solo individuo.
Toda mi concentración estuvo justamente en lograr que estos dos discursos antagónicos se fueran fundiendo el uno en el otro. Y lo interesante para mí, es que el punto de encuentro en donde ambos discursos se dan cita es mi propio cuerpo. En este momento en que estoy dirigiendo estas conferencias con otros intérpretes, mi desafío es que lograr que eso también se pueda dar, es decir que ambos discursos se reúnan en el cuerpo de los intérpretes que lo están encarnando. Es fascinante ver cómo en un mismo ser pueden convivir cosas opuestas, esto es lo que muestra la complejidad de los seres humanos. Yo le llamo la multiplicidad del yo. En realidad para mí el yo no existe, sino que estamos compuestos de varios yoes.
Creo incluso que varios de esos yoes están en contradicción entre ellos. De alguna manera, estamos compuestos de varios hogares. Yo reivindico mucho este mestizaje o esta hibridación que nos constituye. Pienso que es absurdo exigirse o exigirnos coherencia a los seres humanos: yo vivo en permanente contradicción conmigo mismo. Y esta contradicción, este claro-oscuro, me resulta fascinante. Creo que, a fin de cuentas, esta contradicción que reside en el interior de los seres humanos es lo que hace que seamos inexplicablemente complejos.
Por Sofía Durand Fernández
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