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Cine
Detrás de la pantalla

“El cine es luz, sombra, y gente atribulada en medio”: con el cineasta luso João Botelho

Visitó Uruguay para el estreno de su filme “El año de la muerte de Ricardo Reis”, basado en la novela homónima de José Saramago.

19.04.2022 09:36

Lectura: 8'

2022-04-19T09:36:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

José Saramago (1922 – 2010) dijo en más de una ocasión -una de ellas fue en Montevideo, en diciembre de 2000- que su obra podía dividirse en dos etapas bien definidas. La primera de ellas, que calificaba como “exterior”, se caracterizaba por un trabajo literario “de afuera hacia adentro”, como un escultor lo haría sobre una piedra. La segunda, denominada “interior”, vio su origen a mediados de la década de 1990 con una de sus novelas más famosas: Ensayo sobre la ceguera. En esa nueva fase, el autor -según explicara- trabajaba en el relato desde adentro hacia afuera, priorizando la esencia sobre la forma.

Si bien es innegable que sus obras más célebres corresponden a la segunda época, algunos de sus lectores -entre los que se cuenta el autor de estas líneas- prefieren la primera. Y dentro de esta, una de sus obras más singulares: El año de la muerte de Ricardo Reis, publicada en 1984.

La acción de la novela transcurre entre el 29 de diciembre de 1935 y el 8 de setiembre de 1936. Ricardo Reis, heterónimo o “escribiente vicario y ficticio” del poeta Fernando Pessoa, regresa a Portugal desde Brasil luego del fallecimiento de su creador, ocurrido un mes antes. El artista muerto y su personalidad ficcional inician entonces un juego de encuentros donde la línea entre vivos y muertos -si hay tal- se desdibuja en las calles de una Lisboa castigada por la lluvia y la dictadura. Como telón de fondo – y por momentos con mayor relevancia que las figuras- el avance de los totalitarismos europeos adelanta la tragedia global que marcaría la siguiente década.

En el año 2020, el cineasta portugués João Botelho llevó a la gran pantalla la novela de Saramago, y al hacerlo mató dos pájaros de un tiro: se anotó su primer filme sobre el Nobel portugués, y visitó una vez más la obra de Fernando Pessoa, a quién ya dedicara tres piezas cinematográficas.

La semana pasada, Botelho visitó nuestro país para participar del estreno de su película en el Festival Internacional de Cinemateca, evento que coincidió con las celebraciones que, desde Portugal, organiza la Comisión del Centenario de José Saramago. Durante la visita, el realizador dialogó con Montevideo Portal.

En cuanto a la elección de El Año de la Muerte de Ricardo Reis para filmar por primera vez a Saramago, Botelho esgrimió más de una razón. “Es un libro muy cinematográfico, es cine puro”, aseguró.

“Los otros [libros de Saramago] son muy complicados, caros y difíciles de filmar. En cambio, este es posible. Además, me encanta la historia y la idea de cine que está ahí dentro: elipsis, presente y pasado, fantasmas, muertos, zombis”, aseguró con humor.

En opinión de Botelho, los protagonistas de la obra no son indignos de encajar en la categoría de muertos vivientes, tan en boga en el cine y las series. “Uno, Pessoa, está muerto ya. El otro, Ricardo Reis, no existe: son dos zombis”, insistió.

Para el cineasta, la novela plasma “una pasión entre dos hombres, creador y criatura, hasta que aparecen dos mujeres [Lidia y Marcenda, protagonistas femeninas de la obra] y lo arruinan todo. Es como en las películas del Far West, cuando aparece la maestra de la escuela y el cowboy se enamora de ella”, comparó.

Nueve meses minuto a minuto

La redacción de El Año de. . .  fue posible gracias a una minuciosa labor de archivo de Jose Saramago, cuyo mérito crece si se tiene en cuenta que lo hizo en épocas anteriores a la aparición de Internet. El autor se dio verdaderas palizas de hemeroteca y se documentó a fondo antes de lanzarse a la aventura narrativa.

“Saramago hizo un trabajo prodigioso. Anotó en un cuaderno todos los hechos -relevantes y no tanto- que ocurrieron en Portugal y en el mundo durante los nueve meses en los que transcurre la novela. Ese cuaderno se conserva en la Biblioteca Nacional de Portugal”, detalló el director.

Esos apuntes, donde los hechos geopolíticos más importantes se mezclan con incidentes menores y locales, anuncios publicitarios y carteleras de espectáculos, dan consistencia a la novela.

“Es totalmente cierto que en aquel entonces llovió cuatro meses casi sin parar, pero cuando yo filmé hacía siempre sol, tuve a los bomberos todo el tiempo arrojando agua”, comentó como anécdota.

Negro sobre blanco

Una de las características marcantes de la película es su uso de un blanco y negro “rabioso” con contrastes extremos y permanentes juegos de luz y sombra. Consultado al respecto, Botelho volvió a invocar en primer lugar argumentos prácticos y económicos.

“El buen cine es en realidad más barato”, sostuvo, y recordó al respecto enseñanzas de uno de sus mentores, el cineasta lusitano Manoel de Oliveira, fallecido en 2015. “Si no puedes filmar el carruaje, filma la rueda, pero fílmala bien”. En ese sentido, el uso del blanco y negro permite resolver -o directamente pasar por alto- algunos desafíos técnicos que requerirían presupuestos abultados.

Más allá de los billetes, también hubo razones estéticas y de argumento para la ausencia de color. “Era una época en la que todo ocurría en blanco y negro. El fascismo da blanco y negro, la guerra civil da blanco y negro, la lluvia incesante es en blanco y negro, en gris”, refirió a Montevideo Portal.

“Para mí el cine es luz, sombra, y personas afligidas en medio. El optimista va hacia la luz y el pesimista hacia la sombra”, sentenció.

Los textos sagrados

Para Botelho “el cine no es un arte puro, es más bien algo propio de vampiros. Roba de la literatura, de la música, de las artes plásticas, de todo. Roba, roba y roba”. Sin embargo, al mejor estilo Robin Hood, también devuelve algo. “Te entrega un caramelo, una galleta”, ironizó.

En El año de. . . “los protagonistas no son los actores, sino el texto. Yo no escribí nada, corté y copié” lo escrito por Saramago. Sin embargo, ese copy & paste no es cosa tan simple como puede parecer, dado que se trata, también, de una forma de escritura.

“Conozco cuatro películas basadas en la novela Madame Bovary. Las cuatro son maravillosas, y totalmente diferentes. Si la novela de Saramago fuera abordada por diez cineastas, también habría diez películas diferentes. Esta película es mi punto de vista sobre el texto”, resumió.

Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve

Además de los motivos antedichos, Botelho tenía una razón más para elegir esa novela de Saramago entre todas las que escribió: la dolorosa vigencia de su argumento y contexto.

En 1936, la dictadura portuguesa conocida como Estado Novo se consolidaba día a día en un Portugal empobrecido, inmovilizado por el torpor social y el miedo. España se desangraba en una guerra civil, y el nazismo alemán se aprestaba a sumergir a la humanidad en uno de los capítulos más oscuros de la Historia.

A diferencia de lo que ocurriera en España, la dictadura portuguesa se impuso de manera incruenta, pero no por ello fue inocente.

“Con el fascismo español murieron dos millones de personas, el fascismo portugués destruyó cuatro millones de cabezas”, sostuvo Botelho. En tal sentido, recordó que en aquellos tiempos la temida PIDE (policía secreta) no era excesivamente numerosa, pero “contaba con más de un millón de informantes”, delatores que, por miedo o afán de situarse como “ciudadanos de bien” no tenían reparo en delatar a sus vecinos y amigos. “Cuando no se puede hablar, ni pensar, predomina la obediencia”, manifestó.

Ahora, con el avance de populismos de ultraderecha en varios países europeos (Polonia, Hungría, España y el propio Portugal, con el partido Chega!), Botelho avizora nubes amenazantes en un horizonte demasiado próximo.

En su opinión, el riesgo de que se produzca una situación similar a la de la década de 1930 “es real” con el agravante de que la remake de aquel filme de horror se rodaría “con armas más mortíferas, y una violencia absoluta”.

“Lo peor es que los líderes de todo esto son personas muy poco cultas. Trump fue presidente en Estados Unidos, Putin en Rusia y Bolsonaro en Brasil. Cualquier mierdoso puede llegar al poder. Y son personas que jamás leyeron una novela, un libro de poesía, o fueron al cine”, concluyó.

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy