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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
El espacio clausurado

“El museo de los esfuerzos inútiles”: Peri Rossi, espacios cerrados y crítica corrosiva

La editorial uruguaya independiente HUM trajo a su repertorio y al país uno de los cuentarios más reconocidos de Cristina Peri Rossi.

27.05.2024 16:00

Lectura: 8'

2024-05-27T16:00:00-03:00
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Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose

La alegoría de los museos aparece en una parte crucial de la obra de Cristina Peri Rossi. Los museos abandonados (1968), por ejemplo, es un compendio de cuatro cuentos donde la mayoría se llevan a cabo en el espacio del museo. En La rebelión de los niños (1980) el cuento que da nombre al libro también se desarrolla en este territorio clausurado y colmado de mobiliario que existe detenido en el tiempo. En El museo de los esfuerzos inútiles (2024, HUM), el último cuentario de Peri Rossi editado en Uruguay, también sucede algo así.

Hay un vínculo entre la uruguaya y los espacios cerrados en los que se da rienda suelta para la generación de personajes que dialogan con problemáticas atravesadas por características sociales de una época, que son fácilmente distinguibles y que se dan en el presente.

En el ensayo "Cristina Peri Rossi: El esfuerzo inútil de erguir un museo natural", la autora Ana Rueda escribe lo siguiente:

"Si, como dijera Borges, el sueño de un poeta es, efectivamente, dar con una nueva metáfora que se una a las grandes de siempre (el mar, el viaje, el espacio, etc.), la uruguaya Cristina Peri Rossi aporta a este proyecto un nuevo ámbito: el espacio clausurado del museo, el cual participa de la característica totalizadora o enciclopédica de la biblioteca borgiana, pero toca específicamente el arte". 

El cuento que da título al libro recorre la historia de un museo que fue inaugurado en 1946 y en el que se albergan, en varios tomos, todos los esfuerzos inútiles que vio la humanidad. Narrado de forma absolutamente fría, aunque natural, Peri Rossi utiliza este escenario para explayarse sobre lo absurdo a la vez que sus esfuerzos están destinados a realizar una crítica social completamente constructiva, aunque burlona, donde ataca directamente a esa cultura que es exclusivamente apoyada por el gobierno.

Un lugar en el que detectives privados trabajan en pos de recopilar en grandes volúmenes todos los esfuerzos inútiles para almacenarlos en un museo atendido por una sola empleada de nombre Virginia. Está la historia de un hombre que intentó volar siete veces, el intento de varias prostitutas de cambiar de trabajo y el peculiar relato de un señor que dedicó veinte años de su vida para conquistar a una mujer, hasta caer en la realización de que era imposible y se suicidó. 

Entre Virginia y el visitante también existe una charla sobre Lewis Carrol, un boxeador que perdía todas las peleas por el título e, incluso, un hombre que intentó evitar una guerra y terminó muriendo.

Un museo dedicado a los perdedores. Quizás puedan ser los beautiful losers de los que hablaba Luca Prodan, pero terminan siendo aquellos que se ven arrastrados por perseguir sus pasiones.

Uno de los epígrafes aparece en las primeras páginas del libro es ese de Novalis, en el que dice: “El auténtico cuento debe ser al mismo tiempo representación profética —una representación ideal— y una representación absolutamente necesaria. Los auténticos escritores de cuentos son visionarios del futuro”.

Y qué presión, esa. Roberto Bolaño podría argumentar que nada más alejado de la realidad. Que los cuentos tendrían que ser representaciones fidedignas de lo que uno quiera plasmar, que la importancia no cae en si uno es o no un visionario del futuro. El tiempo lo dirá. Lo importante es ser valiente, aunque sea triste reconocerlo.

Muchos de los relatos que aparecen en este volumen de 30 cuentos bien podrían haber sido escritos hace cinco o seis años. Su vigencia es evidencia de que el mundo cambia y se mueve en el tiempo, pero las personas conservamos ciertas costumbres, ademanes y formas de desplazarnos por el mismo. Los personajes no destacan por su inteligencia emocional, sino por ser cotidianos. No hay héroes, ni actitudes, ni mucho menos acciones deslumbrantes.

“El corredor tropieza” trata sobre un velocista brasileño al que los periódicos daban como favorito no solo para ganar la carrera, sino también para establecer un nuevo récord. Ahonda ilustrativamente en los esfuerzos, en este caso, extraordinarios. Los físicos, que se sienten como latidos secos debajo de las costillas, una opresión que dificulta el respirar.

Otro esfuerzo existe en “La navidad de los lagartos” donde un cazador espera la lluvia mientras que su presa espera el sol. Construido en la periferia de un pequeño pueblo, el personaje espera a que llegue el Niño de la Virgen ya que con él, quizás, venga la lluvia. Ese es su esfuerzo, la inusitada espera.

Los lagartos llegan y él logra hacerse de sus pieles y, en el proceso de venderlas, de ofrecerlas, arriba a una iglesia de la que luego huye para introducirse en un pozo, donde lo espera un abuelo con un par de latas incitándolo a que las agiten ya que ese ruido, a veces, atrae al agua.

Uno de los cuentos titulado “Aeropuertos” es primo hermano del que da nombre al libro. Es un relato dividido en secciones en el que el narrador refuerza el concepto irracional del amor hacia los aeropuertos y concluye que recae en la concepción de poder. El deseo de la mundanidad, el arrullo de los parlantes que anuncian los próximos vuelos, los embarques, la sensación de suspensión entre una ciudad y otra. También se extiende en el sueño de escapar que tienen muchos, ya sea de sus matrimonios, de sus casas o de sus barrios. Todo demostrado bajo la premisa de un congreso a realizarse en Toronto que reúne a todos aquellos viajantes que no han logrado partir.

De cierta manera, se acerca a otros libros de cuentos de la autora. Existe cierta relación no solo material, sino emocional, con Habitaciones privadas (HUM, 2014), libro en el que Peri Rossi se posa en territorios visitados para retratar la soledad del hombre en el siglo XXI, a la vez que juega con esa crítica corrosiva que caracterizó su narrativa y que la hizo vincularse, incluso, con el humor.

Si en Habitaciones privadas se habla de las consecuencias de un capitalismo agresivo que no da lugar al ocio, y exige un constante estado de producción de capital, en El museo de los esfuerzos inútiles algunos personajes se ven atrapados en ciudades artificiales, hasta incluso ficticias, arrollados por las fuerzas de la represión política o el avance tecnológico.

Las esperanzas frustradas de una niña que mantiene una afinidad con la cuerda, una mujer que sobrepiensa el hecho de abandonar la cama o una historia de amor que se ve truncada por una costilla que cambia de lugar y se clava en el estómago, obligando al amante a cargar con el organismo de la amada hasta que sus cuerpos se amalgaman, volviéndose uno.

Cristina Peri Rossi hilvana, a través de todas estas historias, una sola imagen: un puñado de protagonistas enfermos de soledad que envían cartas para no obtener respuesta, neuróticos, que lanzan sus gritos de ayuda buscando rememorar tiempos gloriosos, aquellos que no se volverán a repetir.

Humor ácido e irónico. Destaca en cuentos como “Sesión” en el que un psicoanalista se apoya en un paciente cuando descubre al segundo amante de su mujer. A partir de esta premisa se construye un relato, con la precisión literaria que caracteriza su obra, en el que se le hacen críticas satíricas a esa profesión históricamente rechazada por grandes escritores como Artaud, Burroughs, etc.

O, en “Las avenidas de la lengua”, donde el lenguaje escapa por todos lados, creando carriles anchos y largos y en el que la narradora en primera persona reflexiona sobre la sintaxis inocente. Pone ejemplos como ‘’bajé abajo’’, al tiempo que medita sobre el destino de su vida para llegar a la conclusión de que no hay nada más hermoso que caminar sin rumbo fijo, acompañados del lenguaje.

Se insta, entonces, a entrar en un universo sofocante, pero en el que la belleza no es ajena ni tampoco compartida. Convive dentro de cada uno de los personajes que acá Cristina presenta. Aguardando salir a la luz y, de esta forma, inundar la escena. Un deseo intrínseco por la conexión. No solo humana, sino también con el entorno que los rodea.

El tiempo y el espacio son productos de la percepción. La impresión de no pertenecer a ningún lugar se logra palpar mientras uno navega en las páginas, mientras se excava en lo profundo y en los símbolos que se emplean. Cristina es exiliada política, conoce esa sensación y sabe manejarla, transmitirla y transmutarla a los vínculos amorosos, a los vínculos con el presente y a los vínculos con los lugares.

Quizá, sea una observación delirante e incluso disparatada, pero esto puede reconocerse fácilmente en la nula ubicación temporal que tienen estos cuentos. Los esfuerzos terminan siendo en vano. No consiguen ser útiles. Pero eso es relativo, por supuesto: es la pasión lo que persiguen estos protagonistas. Ese esfuerzo está sustentado por un deseo, una motivación, y cada uno le aporta el valor que quiere a la dicha.

Que este cuentario se publique en Uruguay significa que vuelve a recuperarse una obra que Reina Roffé (1951), escritora argentina, catalogó como “uno de los mejores libros de cuentos del siglo XX”. Entonces, un libro extraviado vuelve a recorrer los anaqueles de las librerías uruguayas, aunque quedan perdidos otros tantos de la autora, deseosos de ser redescubiertos.