Por Enrique Buchichio para LatidoBEAT y Cartelera.com.uy

La objetividad no juega mucho en esta reseña, escrita por un fan incondicional del maestro Ennio Morricone. Basta con decir que el primer CD que me compré, hace muchos años y en mi adolescencia, fue la banda sonora de Érase una vez en el Oeste (1968), una obra monumental y una de sus “tempranas” culminaciones. Se hace muy difícil hablar de “culminación” dentro de una filmografía que suma más de 500 películas y series de televisión, que incluye varios clásicos de la historia del cine, dentro de todos los géneros cinematográficos, y que muy tempranamente había revolucionado las reglas sonoras de un género como el western (con la célebre Trilogía del dólar del director Sergio Leone). El maestro seguiría produciendo, componiendo, reinventando y reinventándose por los siguientes 50 años.

La música de Morricone nos ha quedado impregnada en nuestras emociones como espectadores y en nuestra relación íntima y personal con muchas de las películas que nos formaron. Es por eso que este retrato tan sentido agrega capas a esa relación, al permitirnos acercarnos a la personalidad y las obsesiones del hombre detrás de las notas, al creador de tanta belleza. Y, por supuesto, nos deja con ganas de más Morricone.