Por Federica Bordaberry
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Sobre el escenario, sobre el borde del escenario, se arrodilla Stefanie Neukirch, actriz del elenco estable de la Comedia Nacional y también dramaturga de sus propias obras. En un inglés más que natural, se dirige a la primera fila de asientos de la Sala Verdi. Hace preguntas, varias. Y, al recibir la respuesta del reconocido dramaturgo francés Pascal Rambert (1962) desde abajo, mira a Diego Arbelo, también actor del elenco estable de la Comedia, y le traduce rápidamente las indicaciones del director.
El intercambio, entonces, se da en un huracán idiomático entre el francés, un inglés con claro acento afrancesado, un español uruguayizado, y un inglés un poco más internacional.
Arriba de ese escenario están ensayando. La escenografía está prácticamente pronta, aunque todavía faltan días para el estreno de Finlandia, la obra que Pascal está estrenando en Uruguay como invitación de la Comedia Nacional, como parte de la temporada Otros Mundos.
Una obra que trata sobre pareja que se amó apasionadamente, y que ahora se destroza con el fin de lograr la custodia de su hija. Tres personajes, entonces: la madre (Stefanie), el padre (Diego) y la hija (Nina, interpretada por Julieta Correa).
Una obra que vendrá después de grandes estrenos de la Comedia como El Público, dirigida por Marta Pazos con una puesta en escena que fue extremadamente aplaudida, de La máquina del tiempo, dirigida por Luciano Delprato y Martín López Romanelli, un reestreno de La gayina de Adrián Caetano y el Díptico de Carla Zúñiga.
Finlandia, por su parte, fue estrenada el pasado 4 de mayo y continuará los jueves, viernes, sábados y domingos hasta el 9 de junio (entradas acá).
Una obra cuyo paisaje principal es este: una habitación, de paredes blancas. Una cuarta pared que no está, pero que se respeta. Una cama de sábanas, almohadas y acolchado blanco. Una actriz vestida de calzas azul fuerte y una remera blanca. Un actor con una camisa rosada fuerte y unos bóxer blancos. Una niña ya vestida, pronta para irse, con un celular en mano que usará como distracción de la pelea entre sus padres.
Y, alrededor de esa escenografía minimalista, blanca y moderna, la Sala Verdi como símbolo del teatro clásico. Arriba, la lámpara araña que estará iluminada en un 80%, oscureciendo la sala, haciendo todo un poco más tenue. Pero en el escenario, no. En el escenario los caños de luz colgados horizontalmente sobre las cabezas de los actores dejan entrever todo.
Como un escáner, todo.
Los personajes ensayan, repasan. Van, vienen. Caminan, frenan. Gritan, hablan, se escuchan, hacen silencio. "Me acerqué demasiado", dice Stefanie. "Mucho, sí", le responde Diego, cuando practican una de las escenas del principio, donde expresar el desamor, el enojo, y la rabia tiene mucho que ver con la corporalidad.
Cuando lo miran a Pascal para pedir la corrección, hace de sus manos dos perros que se atacan. Cuando uno acciona, el otro reacciona. Y, sobre este, reacciona el primero. Lo ilustra con ladridos, con una pelea de perros. Y, así, ellos entienden el tono de la discusión. Y de la obra en su totalidad.
El espíritu de Finlandia es ese, una pareja que se pelea como dos animales luchando por su vida.
"No está mal. En París nunca decimos que las cosas con geniales, siempre decimos que no está mal, lo que significa que está muy bien. No es como en Estados Unidos donde todo el mundo dice que todo es genial, ¿sabés? ¡No está mal, no está mal!", dice Pascal en voz alta, festejando la iluminación correcta.
Nacido en Niza, el dramaturgo francés lleva varios premios debajo del brazo, como el Émile Augier de Literatura y Filosofía por Ensayo (2015) y el Premio de Teatro de la Academia Francesa en 2016 por la totalidad de su obra. Desde 2017 es artista residente del Bouffes du Nord, en París, el teatro fundado por Peter Brook, pero también ha desarrollado proyectos cinematográficos, por ejemplo, junto a Isabelle Huppert.
"Siendo público, quiero entrar y sentir que hay electricidad en esa cama. No quiero sentir que es una pareja dulce que está durmiendo", dice Pascal para explicarle a los actores la tensión entre los personajes.
La cama será el centro de la acción, donde irán y vendrán, donde se sentará Nina a esperar a que sus padres terminen de pelear, donde alguna vez los personajes fueron amantes y ahora enemigos. De la intimidad al campo de batalla.
—De noche pensamos distinto, ¿entendés? De noche pensamos acostados y no nos llega la sangre a la cabeza. Yo no puedo pensar acostada— dice Stefanie.
—Yo no tengo ningún problema en pensar acostado. Pensamos acostados toda la vida, Stefanie. Durante años planificamos todo tipo de cosas y estábamos acostados. Y, cuando te dije que quería un hijo, estábamos acostados— responde Diego.
Se responde diciendo Diego y Stefanie, como sus nombres reales, como si fuera una técnica actoral para poder discutir mejor, para traer la ficción a la verdad, para levantar del fondo de la vida de los actores todo aquello que se desempolvará en Finlandia.
Y, de hecho, lo mismo sucedió cuando Rambert estrenó su obra en Madrid, en 2022. En una habitación de hotel en Helsinki, similar a la que ahora se encuentra en Montevideo, quienes pelean son Israel e Irene, dos personajes interpretados por los españoles Irene Escolar e Israel Elejalde.
"Te tengo miedo, no puedo más. Lo único que quiero es poner silencio entre vos y yo", dice y dirá Stefanie en algún momento de la obra. Quizá, frases como esas tengan que ver con el hecho de que Finlandia fue escrito de manera brutal. Según el propio Rambert, fue hecho sin pausa, rápido y siendo expulsado hacia el exterior.
Esa obra que comienza con luces apagadas, con luces tenues, con dos actores durmiendo. Esa obra que se volverá una tormenta que comienza con un cigarrillo, iluminación máxima, la sentencia "levantate" y un diálogo preocupantemente acertado.
Por Federica Bordaberry
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