Por Catalina Zabala
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Si se entra a Google y se busca “estrenos de cine 2024”, las primeras películas que aparecen son Gladiador II, Nosferatu, una nueva de Godzilla vs Kong, Dune: Parte Dos, Deadpool 3, otra de El planeta de los simios, la segunda de The Joker, Intensamente 2, y un remake de Mean Girls.
Hace algunos años se escucha con frecuencia que el cine perdió su creatividad. Que ya no hay nuevas ideas. Que las biopics, los remakes y las versiones live action de los clásicos ya son abundantes, porque los creativos ya no tienen de dónde agarrarse.
Lo cierto es que el espectador se enfrenta a la pantalla grande desde otro lugar. Uno escucha las palabras “acción”, “comedia” o “suspenso” y ya sabe con qué se va a encontrar. Cuando se llega a los más exigentes límites, los creadores entran en desesperación y, como consecuencia, parecen volver con una vuelta más de tuerca.
El cine de hoy parece dividirse en dos grupos: el que repite fórmulas exitosas del pasado y —como es fácil de imaginar— rompe taquillas, y el grupo con grandes ideas. El peligro de estos planes ambiciosos radica en la posibilidad de su mala aplicación. Que la gran idea no sea trasladada a la pantalla con justicia.
La película Heretic (2024), de Scott Beck y Bryan Woods, mezcla pastel de arándanos, religiones monoteístas y terror, en un guion que parece no tener un suelo sólido, pero que, sin embargo, funciona.

Heretic (2024)
Dos chicas convencidas por un mensaje. Tan convencidas que están dispuestas, como millones de personas en el mundo, a compartir dicho mensaje con el prójimo, aunque esto implique meterse en los hogares de múltiples desconocidos. La primera escena de la película es pudorosa: la hermana Barnes y la hermana Paxton descansan en un banco de la vía pública mientras conversan de algo de lo que no deberían hablar, porque se les nota en la cara. El objeto de la charla son los métodos anticonceptivos, algo que por su convicción religiosa no deberían utilizar. Comparten una mochila llena de piedras aplastantes. Una que se vería acribillada por preguntas tambaleantes en las siguientes horas de la jornada, algo que claramente no sabían.
Uno de los nombres que figuran en la lista de hogares que debían visitar es el del señor Reed: un hombre solitario y, de primeras, sorprendentemente amable, que las invita a pasar y compartir un pastel de arándanos con Coca Cola.
No se puede hablar de Heretic sin hablar de Hugh Grant, una cara sumamente conocida. Su indulgente rol en Un lugar llamado Notting Hill (1999) o el enamorado incondicional en el clásico Sensatez y sentimientos (1995) nos remiten a una palabra: hogar. Quizá calidez, quizá comodidad, quizá pastel de arándanos.
Aunque pueda parecer una contradicción, lo espeluznante del señor Reed gira en torno a esto mismo. A la sensación de que todo podría estar bien, pero no lo está. A un vecino que las recibe con la mejor de las intenciones y que quiere escuchar el mensaje de Dios, pero que parece estar ocultando algo de manera constante.

Heretic (2024)
Una vez instaladas en la casa y entablada la conversación, las hermanas comienzan a sentir que el anfitrión más que de escuchar, tenía ganas de hablar. El señor Reed domina las bases de todas las religiones y creencias y las deja impresionadas.
Pero hay algo raro en el ambiente. Algo no cuadra. De repente, el hombre las cuestiona. Comienza a intentar convencerlas de que su mensaje es irrelevante, y que todos creen tener el mensaje indicado.
Es una película que no parece una película. Se trata de un diálogo, tanto entre los tres personajes como con el espectador, quien debe cumplir un rol sumamente activo durante los 110 minutos de proyección. Este es el primero en ser cuestionado y sumido a una alta tensión, dudando de sus propios ideales y convencimientos. La estructura típica del inicio, el problema y el desenlace se desdibuja en esta historia. El tiempo se para alrededor de una discusión que el propio espectador considera de vida o muerte. Todos quieren saber cuál es la “única y verdadera religión”.
Lo que hace el señor Reed es jugar con los sentidos. Los reta de manera constante y demuestra que se equivocan. Pero una vez más, las hermanas no son las únicas víctimas de su engaño. El diálogo de Hugh Grant en Heretic es con quienes lo observan desde las butacas, la cama o el sillón. Tiene la capacidad de cuestionar todas las vidas de quienes lo conocen, sin que él las conozca a ellas.

Heretic (2024)
El aura de suspenso que envuelve a toda la película no es directamente relacionable con el argumento de la misma. ¿Pero podría ser algo simbólico? El miedo que genera Heretic simboliza el miedo del ser humano a la verdad. Cala los huesos, porque se teme a algo que está fuera de nuestro control. La escalofriante posibilidad de haber estado equivocados toda nuestra vida. De haber elegido el dios incorrecto. El miedo a arder en el infierno.
El descaro de Reed es insultante. ¿Cuál es la diferencia entre una religión y una campaña publicitaria?
Silencio.
El silencio acompaña al diálogo en esta historia como su amante incondicional. Hasta cierto punto uno no sabe qué prefiere escuchar: si el silencio sin fondo y carente de necesarias respuestas, o el ruido irritante de palabras formadas que solo pretenden destapar mentiras infinitas.
De la mano de este razonamiento, plantea un dilema humano que todos parecen evadir. Creer en Dios da miedo. Un ser omnipotente que quizás acuda a nuestra ayuda luego de años y años de súplicas. No creer en Dios da miedo. Todo lo que vivimos carece de sentido una vez atravesada nuestra muerte. Nos transformamos en polvo: “Del polvo viniste y al polvo volverás”, Génesis 3:19.
A simple vista, las chicas parecen enfrentarse a una desgraciadamente frecuente realidad: la del secuestro. Encerradas en la remota casa de un extraño que parece tener intenciones cada vez más oscuras. La pérdida de la integridad física parece inminente, pero en su situación concreta parecen enfrentarse a un peligro peor: la pérdida de la integridad intelectual. Parece no quedar claro cuál pérdida es peor. Tienen miedo de morir, pero el miedo ese día ponía sus ojos en el hecho de que no saldrían de ese lugar como llegaron. La destrucción de sus cimientos.

Heretic (2024)
En gran parte de la película queda claro qué pasa. ¿Se trata de ilusiones ópticas? ¿Se trata de un asesino serial concretando un plan macabro? ¿Todo ha sido un sueño de alguna de las dos hermanas? No importa. No se parece a nada de lo que ya se ha visto. Con toques que incluso parecen traídos del surrealismo, en una esfera onírica donde cada cosa que aparece es más espectacular e inesperada, el punto de toda la película es la atracción que genera la falta de seguridades. Ese precipicio que nos separa de la verdad y que nos susurra, de manera constante, para que saltemos a él.
Heretic pierde fuerza algunos minutos después de la mitad. La primera parte genera un grado de tensión e intriga altísimo que no se logra mantener, el clímax no está a la altura. Si uno a medida que avanzaban las escenas se preguntaba cómo irían a resolver todo esto, cuál sería la verdad, quién es el señor Reed, lo cierto es que los realizadores tampoco parecen saberlo en la segunda mitad de la película. El hilo de la trama se ve cada vez más tensionado, y si no se tiene la sensibilidad necesaria para mantenerlo de esta forma, este revienta, y es lo que sucede en este caso.
Amerita destacar una vez más la idea de que el flujo de los acontecimientos realmente no importa. Que se trata de un diálogo y un intercambio de ideas más que una película de estructura tradicional, en la que uno se pregunta qué pasará después. Sin embargo, las respuestas no parecen ser del calibre de las preguntas planteadas en la primera parte, una que realmente sacudía los cimientos y prometía una mejor resolución.

Heretic (2024)
La idea del control como el rector de la humanidad está muy presente. La idea de una falsa sensación de libre albedrío y una fuerza controladora suprema que nos determina desde la infancia, se pone sobre la mesa. Porque el juego que se desarrolla por estos tres personajes, es en verdad una metáfora de la historia de la humanidad. Y dentro de esta maqueta, el señor Reed es Dios. Sus ingenuas invitadas creen tener el control de sus acciones cuando en verdad todo está planificado. Y nadie quiere ser salvado, por esta utópica convicción de que se está del lado correcto del mundo. Porque todos creen estar del lado correcto, pero la insoportable realidad es que nadie lo está.
Apela a una perspectiva esperanzadora que invita a pensar en las religiones no como un camino hacia la verdad, sino como un recurso necesario. Una que nos consuela cuando estamos tristes y que nos hace querer a quien tenemos al lado. O como diría Karl Marx, “el opio de los pueblos”. Ese narcótico que nunca es suficiente y del que nadie quiere ser salvado. En otras palabras, si bien Heretic reivindica la importancia de las religiones para la vida humana, las reduce y las infantiliza.
Por Catalina Zabala
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