Escribe Juan Gabriel López | @galopezjuan
Muchos lo catalogan como el primer gran long play de David Bowie. Lanzado hace precisamente 53 años, Hunky Dory (1971) funciona como una bisagra en la carrera del músico británico. Golpes de buena y mala suerte, celos y venganzas, un manager audaz y muy, pero muy poco tiempo fueron las características que forjaron su nacimiento.
La lengua castellana no tiene una traducción literaria del significado del nombre. En algunos portales de fanáticos, indican que fue una expresión para indicar “estoy bien, estoy re hunky dory”; dicha frase era usada dentro de la comunidad gay, pero rápidamente se expandió a toda la sociedad.
Otras versiones señalan la etimología del título en la Marina Británica, o mejor dicho en la flota aliada denominada ABDACOM y formada por Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia y los Países Bajos, en 1942. Según cuenta la leyenda, existía un prostíbulo al que los marines asistían y que estaba ubicado en la calle Huncho-Dori, en Yokohama. De ahí la asimilación de “estar bien = estar en un prostíbulo como un soldado” y la consecuente traducción a Hunky Dory.
Lo cierto es que la portada del álbum, diseñada por George Underwood y fotografiada por Brian Ward, se ha convertido en una de las imágenes más icónicas de Bowie y lo muestra vestido de mujer. Este dato aportaría más sentido a la elección del nombre y los rumores suscitados. Inspirada en la estética del cine mudo y en estrellas clásicas como Greta Garbo, la tapa muestra al cantautor con un aire glamoroso y teatral, marcando un contraste con su imagen más sobria de trabajos anteriores.
El proceso de creación de la portada reflejó el cambio de Bowie hacia un enfoque más experimental y estilizado en su música y su identidad. La foto fue tomada en blanco y negro y luego coloreada manualmente, un detalle que añadía un aura pictórica a la imagen. Este enfoque no solo capturó la esencia camaleónica de Bowie, sino que también sentó las bases para su iconografía en los años venideros.
No era la primera vez que el inglés se travestía. La historia se remonta a que, sin siquiera pensar en Hunky Dory, su mánager Tony Defries tenía la obsesión de hacer el camino de Elvis Presley y conseguir el éxito en Estados Unidos antes que en Gran Bretaña (dicho en sus propias palabras). De hecho, el álbum anterior, The Man Who Sold The World (1970), había salido primero en Norteamérica debido a los problemas financieros de Mercury, el sello con el que trabajaba el artista por aquel entonces.
Si bien el duque tenía 3 discos en su haber, no era una figura súper reconocida en las Américas. Fue así que la estrategia diseñada para llamar la atención de los medios fue la de vestir a Bowie de mujer en sus ridículamente grandes ruedas de prensa.
La coronación de estas acciones fueron que Tony se hizo con todos los derechos de las canciones de Bowie (contrato que desató polémica luego, pero éxito de inmediato) y que, nada más y nada menos, que RCA les ofreció grabar en septiembre y lanzar el nuevo disco un 17 de diciembre de 1971.
El apuro se notó. Hunky Dory demostró al máximo la capacidad de Bowie para combinar elementos de distintos géneros, como el pop barroco, el folk y el glam rock. Este eclecticismo musical, unido a sus letras cargadas de simbolismo, marcó el inicio de una nueva etapa creativa en el duque.
En el corto plazo, la crítica dió a entender que el trabajo tuvo un éxito moderado, pero se convirtió en un hito tras el lanzamiento de The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars en 1972. Desde su concepción, Hunky Dory ofreció una visión musical que combinaba experimentación artística y referencias culturales, al tiempo que consolidó la narrativa de Bowie como un camaleón creativo capaz de reinventarse constantemente.
La creación de personajes, el Bowie “teatral”, como lo llamaban en ese entonces, empezó junto a su primer álbum pero llegó a una madurez exuberante en Hunky Dory y su punto máximo de apogeo, un año después, con Ziggy Stardust.
Algo de ese Bowie teatral, más relajado y auténtico y no tanto en una búsqueda constante, se vio en sus canciones. Mucho de ese Bowie se veía en vivo, pero algo también se asomaba en detalles como el detrás del disco. La leyenda de los créditos cuando reconoce a los productores, menciona al gran Ken Scott, máximo responsable de la sonoridad del disco, pero también a un tal “The Actor”, haciendo una autorreferencia y creando, a la vez, a lo que algunos dicen sería el primer personaje surgido del alter ego en la historia de la obra del autor.

Tony Defries y David Bowie (1971)
Pero el álbum fue apurado, y se notó. Las críticas que esbozadas por la prensa especializada residieron en la forma “simple” de componer de David, en comparación a sus trabajos anteriores: "Hunky Dory no sólo representa el álbum musical más cautivante de Bowie, sino que también lo encuentra escribiendo literalmente una vez más, permitiendo que el oyente examine sus ideas cómodamente, sin tener que soportar un aluvión de verborrea aparentemente inexpugnable hasta llegar a una idea clara", publicó Rolling Stone.
Esta verborrea a la que la revista refiere no es más ni menos que la complejidad y la trama que Bowie siempre tuvo en sus letras, quizás la marca registrada más fuerte de su obra y que extrañamente se ausenta en este disco. Si bien dentro de las 11 canciones hay hitazos que le dan al álbum buenamente el mote de histórico, también hay temas para el olvido.
"Changes", "Life On Mars", "Oh! You Pretty Things" y "Bob Dylan" son canciones que escalaron alto y entrarían fácilmente en un top 10 de su obra. Además, a sus 24 años, Bowie demostró en estos tracks un registro vocal que nunca antes había utilizado y que había llegado para quedarse. Pero nuevamente, muchas canciones quedaron en el olvido. El fuerte del álbum está en su conceptualización y en la fuerza y solidez que le dio a su carrera.
Otro problema que surgió en el proceso de consolidación del disco fue que la banda de Bowie se había fugado, con Tony Visconti como principal disidente. La historia es que, por ese entonces, el bajista fue seducido por Marc Bolan y sus T-Rex. Es que David, dicen, no era un personaje con el mejor genio cuando las cosas no le salían, por lo que sus músicos se habían cansado.
David había experimentado una década de lucha por encontrar su lugar en la industria musical. Aunque había alcanzado un éxito moderado con Space Oddity en 1969, sus dos siguientes discos (David Bowie/Man of Words, Man of Music y The Man Who Sold the World) no corrieron la mejor de las suertes.
Pero a la vez, tal como contaron los integrantes años más tarde, Davida también los sabía convencer. Así fue como uno por uno llamó nuevamente a Mick Ronson; Trevor Bolder; bajo, trompeta. Mick Woodmansey; batería y la cara -no tan- nueva, Rick Wakeman.
Uno de los mejores amigos de Bowie fue siempre Mick Ronson. El guitarrista se consolidó como uno de los pilares fundamentales en la evolución del sonido del artista. Ronson, originario de Hull, Inglaterra, ya había trabajado con Bowie en The Man Who Sold the World y pronto se convertiría en el líder musical de The Spiders from Mars. Su trabajo en Hunky Dory incluyó no solo su distintiva guitarra eléctrica, sino que también arreglos orquestales que aportaron profundidad y sofisticación a temas como "Life on Mars?" y "Changes".
La relación creativa entre Bowie y Ronson fue clave para el éxito de Hunky Dory. Mientras Bowie trazaba la visión conceptual, Ronson le daba forma y cuerpo a las ideas, logrando un equilibrio entre lo experimental y lo accesible. Más tarde, Ronson desempeñaría un papel crucial en la consolidación del glam rock durante la etapa de Ziggy Stardust, lo que lo posicionó como uno de los guitarristas más influyentes de la década de 1970.
Sin embargo, el llamado a éste tiene una cuota de venganza. Es que David le indicó, una vez en el estudio, que el disco no tendría guitarras muy protagonistas. En cambio, contaría con muchos teclados y pianos y que para ello lo necesitaba a Ronson, ¡que tuvo que tomar clases del instrumento para aprenderlo!
Para peor, David había llamado a Rick Wakeman para que tocara en algunos temas. Esta bestia del sonido es uno de los mejores teclistas del rock, despachándose en, por ejemplo, históricas bandas como YES. Una pequeña mojada de oreja de David para Ronson, por haberse fugado de su banda cuando las cosas andaban mal.
A pesar de las tensiones, las huidas y los apuros, Hunky Dory terminó por convertirse en una obra bisagra que cimentó la carrera de David Bowie. El álbum no solo reveló una faceta más accesible y teatral del artista, sino que también le permitió experimentar con nuevos registros y enfoques musicales. Hoy es una pieza clave en la evolución del glam rock y la mitología de Bowie.
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