Por Delfina Montagna | @delfi.montagna
En una conferencia sobre el arte de la ficción en la Universidad de Virginia y en el año 2014, el escritor James Salter reflexionaba: “Ciertos escritores tienen la capacidad de unir una palabra a la otra o enhebrarlas en una secuencia que florece en la mente del lector, o logran describir tan bien las cosas que para este se convierten en algo parecido o equivalente a la realidad. No depende solo del acierto en la observación, también del modo de contar”.
No podemos mejorar la calidad con la que se reproduce nuestro día a día. Y, sin embargo, hay libros que hacen que vivir se sienta más nítido. Cada gesto, por más mundano que sea —abrir una ventana, preparar un café, vestirse para salir— cobra más dimensiones, como si fueran más reales que antes. El mundo se siente más auténtico. Ese es el efecto que produce La distancia que nos separa (2004), la novela de Maggie O’Farrell recientemente editada por Libros del Asteroide.
Stella está en Londres cuando ve a una persona que dispara un recuerdo. Se escapa. Deja su trabajo, su departamento y su vida entera sin avisarle a nadie adónde va. Jake está en Hong Kong con su novia el día de Año Nuevo chino. Se produce una estampida. La familia de Stella es italiana. La familia de Jake es inglesa, aunque él nació en Hong Kong y no conoce a su papá. Esa es la premisa de la novela, su punto de partida.
La trama, con su progresiva revelación de motivos, con todos los países y personas por los que viaja, es mucho más amplia, mucho más intrincada. Más que nunca, esta premisa hace relucir a la trama en sentido literal, como un tejido, con sus distintos hilos y todas las posibles formas en los que esos hilos se pueden cruzar.
O’Farrell es una de las más brillantes artífices en unir historias paralelas. Este complicado juego estaba ya presente en La primera mano que sostuvo la mía (2018), por lo que puede que resulte familiar a sus lectores en español. La distancia que nos separa (2024) es una novedad editorial, pero no una novela nueva. Se trata de la tercera publicación de la autora irlandesa, que originalmente vio la luz 20 años atrás y le mereció el premio Somerset Maugham Award, que se entrega anualmente a autores menores de 35 años.
Su obra recibió siete premiaciones en total, de las cuales las más importantes quizás sean Women's Prize for Fiction y National Book Critics Circle Award. Ambos fueron merecidos por Hamnet (2021), una historia que —con una maniobra similar a la de Gabriela Cabezón Cámara en Las aventuras de la China Iron (2017)— revisita el clásico de Shakespeare de la literatura inglesa, pero desde la perspectiva de un personaje femenino, con todas las reivindicaciones que aquello implica.

Maggie O’Farrell en entrevista con Libros del Asteroide
En toda su vasta obra, vamos a reconocer casi como un leitmotiv el impulso de escapar, el dolor de la emigración y su huella a través de generaciones, la sensación de no sentirse de ningún lado en toda su amplitud. “El club de la nacionalidad compuesta”, le dicen con amargura alegre Jake y Stella. Si echas una ojeada a Sigo aquí (2019), puede que reconozcas el origen de varios de estos temas: “De pequeña era una escapista, una prófuga. Corría, me largaba, desaparecía a toda prisa, salía por piernas siempre que se me presentaba la ocasión. No soportaba que me cogieran de la mano, que me sujetaran, que me retuvieran, que me hicieran andar ordenadamente”.
Otra lectura recomendada, el subtítulo de Sigo aquí es “diecisiete roces con la muerte”. Es impensable la claridad que puede infundir a la escritura la narración de un instante (o varios) en que la vida casi termina.
Más adelante, en uno de los ensayos titulado Todo el cuerpo, O’Farrell recuerda el fatídico día en el que se acercó a mirar las notas de sus últimos exámenes universitarios, que tenían un resultado mucho más pobre al esperado y pusieron fin a sus planes de dedicarse a la vida académica. En ese instante, ante esos números, ella sintió que su vida se acabó. “Tengo la sensación de que me han robado algo crucial para mi existencia: el corazón, un pulmón, una arteria”, comenta con dramatismo y comicidad, ya que en ese momento, con 21 años, todavía no sabe que nadie le iba a preguntar jamás por esas notas.
Su respuesta a esa ingrata sorpresa es, precisamente, subirse a un avión rumbo a Hong Kong, un lugar en el que no tiene trabajo, ni perspectivas, y solo conoce a una persona. Esta parte de su vida parece que hubiera sido racionada en partes iguales para cada uno de sus protagonistas; la prófuga Stella y la madre de Jake, inglesa que emigró a Hong Kong prácticamente con la misma cantidad de preparativos.
Con una narrativa indomable que ignora con altura cualquier orden preestablecido, O’Farrell sigue el ritmo de su propio tambor. En La primera mano que sostuvo la mía (2018), se entrelazan las vidas de dos mujeres separadas por varias décadas. En esta última publicación en español, sin embargo, hay más saltos entre personajes y temporalidades.
La forma de esta novela está complejizada por su enfoque genealógico; en un párrafo estamos con la madre de Stella, en otro con Jake, en otro con la abuela de Jake, otro con la madre de Stella, además de vislumbrar momentos de estos dos protagonistas de adultos, de niños o de adolescentes.
Su escritura parece avanzar, infatigable, por una autopista despejada. Ese desplazamiento entre personajes es la palanca de cambios que le permite que comprendamos cabalmente el universo en el que existen. Delicadamente construidos, permiten que penetremos en sus niveles más inconscientes. Se debe, en gran medida, a este enfoque holístico.
Aunque el progreso no sea cronológico, cada vez captamos más la vida de ellos en su totalidad. Sus dos historias progresan, cada una es atrapante en sus resquicios y particularidades, y poco importa lo separadas que parecen y lo distinto de sus universos. La construcción hacia el clímax tiene una intensidad creciente y alucinatoria. Cuando las dos historias finalmente se cruzan, se vuelve imposible dejar de leer.
“Tiene dos localizaciones muy diferentes, Hong Kong y las Tierras Altas escocesas. Obviamente son lugares muy polarizados, en uno estás constantemente rodeado de gente todo el tiempo, el otro es un lugar en el que puedes estar solo muy fácilmente. Creo que me interesaba mucho el contraste entre las Highlands y Hong Kong, porque puedes estar solo de maneras muy distintas”, comentó la autora en una entrevista con la editorial.
"Banana" es, en Hong Kong, un término despectivo que sirve para quienes se identifican demasiado con los colonialistas; amarillo por fuera, blanco por dentro. Jake no es “amarillo por fuera”. Nació en Hong Kong, es hijo de dos ingleses, habla ambos idiomas. Para los japoneses, es un extranjero. Para los compañeros europeos de su escuela, es japonés. “Se burlaban de los cómics que llevaba en la mochila, se estiraban los ojos por las comisuras cada vez que lo veían llegar a clase”, cuenta O’Farrell.
“¿Qué es blanco por fuera y amarillo por dentro?”, pregunta Jake a su madre. Puede parecer de menor importancia o una adivinanza graciosa, pero para él se convirtió en un asunto crucial. “Un huevo cocido”, le dice su madre después de mucho pensar. Gracias a eso, durante una semana, su hijo no va a querer cenar otra cosa.
La voz de O’Farrell, aquello que compone su genética y su estilo inconfundible, destella siempre por la precisión de sus descripciones, el don que tiene para observar de cerca y darle peso a los detalles. Más reflexivo y austero en diálogos, el relato se erige sobre los elementos concretos; la fascinación que le puede provocar una prenda de lentejuelas a una nena, lo necesario de una caminata bordeando un lago congelado a alguien que lidia con el vacío interior y una atroz incertidumbre, lo apocalíptico de ser excluido de los juegos durante el recreo escolar.
En nuestro mundo cada vez más cosmopolita, globalizado y multicultural, abundan los relatos idílicos sobre la emigración. Puede que no exista algo más tentador que poder empezar de cero, ir a un lugar en donde tenemos la página en blanco. La distancia que nos separa es, además de una historia que desborda de ternura y capta la ambivalencia de muchas relaciones humanas, un relato agudo sobre cómo encontrarse cuando nada nos sirve nuestra identidad en bandeja, y mirar al pasado es abrirle la puerta a los monstruos.
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla reportarcomentario@montevideo.com.uy, para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]