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Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
Un poco a lo Felisberto

"Montevideano": Supervielle, la Filarmónica y un diálogo entre lo clásico y lo electrónico

Este miércoles, el músico y dj Luciano Supervielle volverá a presentarse junto a la orquesta Filarmónica de Montevideo en el Teatro Solís.

10.06.2024 14:41

Lectura: 21'

2024-06-10T14:41:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

Un tríptico de compositores que fusionaron lo clásico con lo popular y tributado a la ciudad de Montevideo: Jaurés Lamarque Pons, Sergio Navatta y Luciano Supervielle. Eso sucedió el 26 de julio de 2023, en el marco de los 300 años de la fundación de Montevideo. Los arreglos orquestales fueron de la Filarmónica de Montevideo, con piezas mayormente concebidas para piano. Un recorrido musical que acaba de ser editado en vinilo, el primero en la carrera de Supervielle, y lleva el nombre Montevideano (2024, Little Butterfly Records). 

Es que Supervielle es un artista con vasta formación clásica, pero inmerso en el universo de la música rioplatense, la electrónica y el hip hop, (ex Plátano Macho y parte del Bajofondo). Hace ya un buen tiempo que comenzó a proyectar su música de forma orquestada. Tras su incursión con Suite para piano y pulso velado (2016, tercer álbum solista) continuó con la exploración camerística junto al célebre maestro brasileño Jacques Morelenbaum (reconocido por sus trabajos junto a Ryuichi Sakamoto, Tom Jobim o Caetano Veloso).

Toda aquella investigación, la del concepto detrás de Classica Nova, la puso en práctica más tarde con Suma Camerata, el proyecto que ideó junto a Pedro Dalton y Juan Casanova, que llevaron también hasta el Teatro Solís y que proyectan realizar sobre fin de año en el Auditorio del Sodre.

Con esa lógica de tender puentes entre lo orgánico y lo electrónico, lo erudito y lo popular, Supervielle desarrolló, en uno de los momentos más complejos de su vida, la banda sonora de “La Tregua”, una apuesta conjunta del Ballet y la Comedia Nacional.

Este 12 de junio, el músico y dj Luciano Supervielle junto al maestro Martín García volverán a pararse frente a la Orquesta Filarmónica para recorrer los pasajes del flamante álbum e incorporar nuevos arreglos orquestales de otra parte del repertorio del artista y sus universos musicales. Sellarán un trabajo conjunto que se concretó en 2023, pero que venían tramando desde hace más un lustro. Así, presentarán Montevideano en el Teatro Solís (entradas acá). 

Ambos comparten no solo generación (47 años) sino que cursaron juntos alguna de las materias de la vieja Escuela Universitaria de Música, aulas en las que por entonces también transitaron muchos de los que hoy tienen que ver con este espectáculo. Esa es la razón por la que mantuvimos esta charla conjunta para LatidoBEAT, donde hablaron de las coincidencias generaciones, la búsqueda de nuevas herramientas, la composición, la frustración, la amalgama de universos, la pérdida, el duelo, las limitaciones y la consagración.

“Hay que tomar riesgos, ir hacia lugares desconocidos para uno. Es la manera de poder ir avanzando para no terminar girando en círculos”, dice Supervielle. 

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Luciano, Martín, son dos músicos de la misma generación, ambos de 47 años, nacidos en 1976. Luciano, el 30 de octubre en París y Martín el 25 de agosto en Montevideo. ¿En qué otras características sienten una coincidencia?

Luciano Supervielle (L.S.): Hay una coincidencia importante y es que fuimos compañeros de la Escuela Universitaria de Música, actual Facultad de las Artes. Somos de la misma generación, aunque él ya estaba un poco más avanzado. De todas formas coincidimos en clase de composición. O sea que nos conocemos hace añares. Y, de aquella época, tengo también otros compañeros con los que estoy haciendo cosas. Aquí, en la orquesta, está la violinista Clara Kruk, quien es parte además de mi banda y fuimos compañeros de esa época, y Pablo Rey, que es uno de los orquestadores de este concierto.

Martín García (M.G.): Yo fui compañero también de Álvaro Hagopián, quien es un año mayor que yo y es uno de los orquestadores del concierto pasado y el disco.

L.S.: Y Fernando Rosa que es el copista (músico que se encarga de transcribir la partitura) que también fue compañero, un ex Club de Tobi.

¿Qué otras cosas generacionales encuentran en común?

M.G.: Uno que está en esta actividad está siempre pensando en qué público viene, para qué público tocamos, cómo es el público de hoy… Y te diría que hay una cuestión generacional, muy de la generación nuestra, y ni que hablar de quienes vinieron después, cuya característica es poder saltar por distintos géneros y distintas músicas, poder cultivar y consumir distintas músicas con una libertad que las generaciones anteriores no se permitían. Esta generación son músicos que han cultivado y trabajado tanto la música clásica y académica, pero con una pata en la música popular. Pablo Rey tocaba con Tabaré Cardozo y luego desarrolló un trío de guitarras criollas. Fernando Rosa como violinista en El Club de Tobi y otros mil proyectos. Ambos son compositores. Pablo tiene obras académicas, además. De hecho, el año pasado ganó un premio por una obra de lo más especulativa y con un lenguaje muy distinto. Y Luciano ha también navegado por esas dos corrientes. Creo que en su caso es un tránsito que se da con mucha comodidad.

L.S.: Sí, totalmente. En esa época yo tenía bastante claro que estaba en la Escuela Universitaria de Música transitando piano y composición como una manera de adquirir herramientas para hacer otra cosa. Nunca me visualicé a mí mismo como un concertista de piano, esa es la realidad, a pesar de que cuando hice piano superior en el conservatorio había un nivel de exigencia importante. Fue el momento en que más toqué el piano, y hasta el día de hoy. Cada tanto vuelvo a estudiar un poquito pero nada a ese nivel. Rápidamente entendí que mi carrera musical iba a ir por otro lugar.

M.G.: Yo lo fui adquiriendo. Siempre, de niño, tuve noción de que mi vida iba a ir por el rumbo de la música. Además, parece que cuando uno va descubriendo la vocación es una mezcla de aquello que más nos gusta y aquello para lo que nos parece tenemos más facilidad. Es una mezcla.

L.S.: Uno hace lo que le gusta y lo que puede. 

M.G.: Fui definiendo que quería dirigir por aquellos años. De hecho, los dos abandonamos medio simultáneamente la clase de composición, cada uno por razones distintas.

L.S.: En esa época, la licenciatura de composición era como ocho años, después cambió.

M.G.: Era el plan 87.

L.S.: Creo que habían solo dos egresados a esa altura, una recuerdo que era Beatriz Lockhart.

M.G.: Yo fui el segundo egresado de dirección, y egresé en el 2001. Era un plan de estudios de siete años, el equivalente a un grado y posgrado. Pero tenía una cierta vetustez porque incluía materias que nunca se habían llegado a dictar, o se habían dictado sin profesor. Dirección de orquesta empezó a tener una continuidad y presencia recién después de Federico García Vigil, y luego apareció esta generación. Por allí andaban Alvaro Hagopián y el maestro Martín Jorge, hoy al frente de la banda sinfónica.

L.S.: Dicho sea de paso, García Vigil también tuvo su pasaje por Camerata Punta del Este, o sea que de por sí ya tocaba en vertientes de música popular.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Luciano, en esa época, ¿ya eras parte de Plátano Macho?

L.S.: Sí, yo estaba simultáneamente en Plátano Macho y verdaderamente en mi cabeza estaba más enfocado a ese mundo. Me sentía más cómodo en esa parte creativa mía. Digamos que, antes de entrar a la Escuela Universitaria, venía de una formación en la que no tenía pares. En el liceo éramos tres o cuatro que hacíamos música y éramos los mejores. Pero cuando entré a la Escuela Universitaria, claro, había tipos de mi edad y más jóvenes incluso que ya tocaban mucho mejor que yo, eran más capaces y uno se va generando ciertas frustraciones y confrontando con unos muros que… Elegir ir hacia ese lugar iba ser un nivel de sacrificio, concentración y compromiso con esa carrera que no era lo que quería. Lo asumí bien en la lógica de adquirir alguna herramienta, y también lo mismo en composición. Hacíamos ejercicios de música orquestal contemporánea y yo sabía que eso no era lo iba a hacer nunca en mi vida, pero sí me servía para adquirir herramientas para aplicar en otras cosas.

Martín, tu fuiste quien pensó en Luciano como uno de los compositores contemporáneos para llevar a cabo un concierto de la orquesta dedicado a la ciudad de Montevideo y a su universo musical. ¿Por qué? ¿Qué características en su obra te sugerían eso?

M.G.: Durante un tiempo Luciano estuvo en vistas como director artístico del concierto en la Bahía del Cerro (enero 2024), pero finalmente no se dio. En el caso de Luciano, se da toda una conjunción de poder transitar con comodidad distintas músicas de una manera orgánica, sin complejo de ningún tipo y con una organicidad que permite que esto no sea un parche orquestal sino que realmente sea una amalgama. Últimamente estamos usando esa palabra.

Es también propia de la generación, además de las piezas metálicas dentales.

M.G.: Es verdad. Ahora se usan las resinas. La música de Luciano se presta para eso. Muchas de las músicas de Luciano surgen a partir de la mano en el teclado, como tantos compositores pianistas y que en tantísimos casos dialoga con la tradición a la que pertenece la orquesta Filarmónica, más clásica, que viene del sinfonismo. En el caso de Luciano es además un sueño cumplido de hace unos cuantos años, estábamos hablando de hacer algo juntos por lo menos desde 2016 o 2017.

Luciano, si bien hace mucho rato que la veta clásica y pianística está en tu trabajo, a partir de tu tercer disco solista Suite para piano y pulso velado es que profundizás en la búsqueda con mayor definición. ¿Qué fue lo que desató esa exploración?

L.S.: Ese es un proyecto que nació un poco por casualidad con un tema que es “Sabelo” y tiene mucho sentido que vuelva a estar en este disco porque es bien de esa línea. La melodía de “Sabelo” la compuse como una base de hip hop, para ser rapeada encima, e iba a ser parte del disco Presente de Bajofondo. Finalmente terminó siendo una versión instrumental con una melodía que tiene una impronta clásica, pero es muy hiphopera. Durante esos años que salimos de gira con Bajofondo, en todos los tiempos muertos que teníamos en las pruebas de sonido, yo aprovechaba para tocar. Ahí surgió ese acompañamiento arpegiado, medio beethoveniano por decir de alguna forma… Calzaba muy bien esa melodía. Mis colegas de Bajofondo me dijeron: “Eso está buenísmo, ¿por qué no lo desarrollás?”. Y a raíz de eso empecé a desarrollar un proyecto más pianístico. Por primera vez en muchísimos años me puse más en un rol de solista, porque toda mi vida con Bajofondo, con Drexler y Plátano Macho ni que hablar, mi rol como tecladista era más ser parte de un conjunto. Nunca me visualicé a mí mismo como solista. Empecé a jugar con eso sin pretender ser un concertista de piano, no lo soy ni estoy formado para eso. Pero dentro de mis limitaciones y posibilidades fui buscando cosas que sonaran interesantes o agradables, y que siempre relacionaran las influencias de la electrónica y el hip hop con lo clásico. Llegar a este proyecto más orquestal es una continuación natural de lo que empezó siendo una cosa más pianística.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

El trabajo conjunto con Jacques Morelenbaum desplegando una orquestación de cámara, ¿creés que fue un paso previo para una proyección a toda una orquesta?

L.S.: El concierto que hice con Morelenbaum, “La Esfera”, fue con una orquesta más pequeña, de cámara. Originalmente ese proyecto lo habíamos comenzado con Martín. Ahí ya había algunas inquietudes de hacer una pieza pensada en una concepción más orquestal. En este caso, creo que el corazón de este disco y concierto es la “Suite del Ballet ‘La Tregua’”. Esa música, por más que también esta “Sabelo” y “Un poco a lo Felisberto” —compuestas para piano—, fueron compuestas originalmente con una cabeza orquestal. Ahí es donde se llega a lugares más logrados de conjunción de dos mundos diferentes.

¿A partir de eso, empezás a generar un repertorio más a fin a ese universo?

L.S.: Claro, porque el estilo en que estaba pensando la coreógrafa (Marina Sánchez) era esa mezcla entre lo clásico y lo contemporáneo. En la música original de La Tregua aparece también Beethoven y cosas mucho más electrónicas, del mundo bajofondero. Lo que junto a Martín elegimos para el disco y el concierto es una selección de algunos de los momentos más adecuados para interpretar en esta formación. Aparecen momentos pianísticos y más electrónicos, pero hay una búsqueda de encontrar “un” lenguaje y no la mezcla de dos cosas diferentes. Había que hacer convivir la enorme tradición de refinamiento que tiene un orquesta clásica, un funcionamiento muy complejo, con balances y dinámicas complejas y autosuficientes. ¿Cómo agregar sonoridad extraña? Es un desafío muy grande y muy de estos tiempos. Este proyecto lo enmarco en una especie de tendencia que existe en los últimos años, sobretodo en Europa, donde la música clásica es casi un folklore en algunos países, como Alemania. Muchos artistas han tenido en su formación un fuerte pasaje por lo clásico, pero a la par de influencias de música electrónica. A la hora de pensar en proyectos que unan los dos mundos, ellos tienen conocimiento suficiente como para poder generar algo que suene natural. Ese es el desafío que nos planteamos. Pero es lo mismo que nos ha pasado con Bajofondo, cuando estás transitando el proyecto no sos consciente. Después, te vas a dar cuenta qué funciona mejor y qué va a servir en el futuro.

Foto: gentileza de la Filarmónica de Montevideo

Foto: gentileza de la Filarmónica de Montevideo

¿Lo sentís como una consagración?

L.S.: No lo veo como una consagración porque para mí es un hito, un mojón importante en el que se pudo profundizar en una búsqueda. Pero no lo veo como un final de algo, al revés, abrió un montón de puertas de experimentación que me dan ganas de explorar, de hacer nuevas cosas en base a esta experiencia.

M.G.: Además de que ya sos medio locatario acá en el Solís. ¿Cuántas veces has pisado este escenario? Ya es incontable.

Martín, ¿cuáles fueron los riesgos para ti y la orquesta?

M.G.: No sé si es precisamente un riesgo, pero sí una zona en la que la orquesta Filarmónica se mete con gusto. Es una cosa que hacemos de forma consistente, tanto en esta etapa en la soy director musical como también desde antes. Buscamos identificarnos con la exploración de nuevos repertorios y la presentación de música nueva y, en lo posible, de creadores uruguayos. Hablábamos de Hagopián —arreglador de estas piezas— y te cuento nuestro próximo gran concierto sinfónico de fin de mes lo va a dirigir él, y va a estrenar una obra sinfónica propia, además de obras de compositores armenios como Aram Khachaturian. A lo largo del año tendremos varios estrenos de obras uruguayas. Este fin de semana, de hecho, subimos una grabación nueva que hicimos de una de las obras sinfónicas de Eduardo Fabini. O sea, hay una búsqueda permanente para presentar nuevas músicas. Desde el punto de vista técnico hay un desafío importante, no sé si riesgo, pero es desafiante trabajar con músicas electrónicas, con bases rítmicas que Luciano tira desde su kiosco, y hacerlas convivir con la paleta dinámica de una orquesta y la amplificación de los instrumentos.

Luego está el factor importante de cómo está orquestado. Ahí te diría que se juega buena parte el partido, por eso no dejo de destacar el trabajo de Alvaro Hagopián del año pasado, para traducir ideas orquestales que Luciano trajo y que hoy desarrolla Pablo Rey. Además de decir cuáles son los instrumentos que quieren que se toque.

Luciano, ¿sos tú quien propone la instrumentación?

L.S.: No, hay mucha propuesta de Álvaro. Yo nunca escribí para maderas, por ejemplo. Puedo tener algunas ideas pero hay un juego de relaciones y técnicas de orquestación que yo no tengo. Estoy más acostumbrado a escribir para conjuntos chicos, de cámara, cuartetos de cuerdas por ejemplo. La invitación de Martín tiene mucho que ver con eso, con abrirme a recibir propuestas.

M.G.: Hay un factor que es la eficacia del arreglo escrito, para que cuando Luciano haga lo suyo, no tenga que estar parando por nosotros. Debe estar escrito de forma eficaz y Hagopián, además de poseer una creatividad y sensibilidad enorme, es muy eficaz.

L.S.: Con Hagopián ya había trabajado porque él me corrigió el libro que edité de partituras de Suite para piano y pulso velado.

Foto: gentileza de la Filarmónica de Montevideo

Foto: gentileza de la Filarmónica de Montevideo

El título de este álbum hace evidente referencia a Mario Benedetti y sus primeros textos narrativos, Montevideanos, publicado allá por el 59, en el que el autor retrata la ciudad a través de distintos personajes.

L.S.: Sí, hace referencia a varias cosas. Eso está ahí presente y es una idea de Martín. Era el título que iba a tener el concierto que hicimos el año pasado y que al final no llevó ese título, pero el concepto era ese, traer distintos compositores que se relacionaran con Montevideo en distintas épocas, y de distintos estilos como (Jaurés) Lamarque Pons. Yo no sabía pero durante años Lamarque Pons fue pianista de piano bar. Es tremendo compositor, me encanta Lamarque Pons. Y después está dado por la obra en sí, La Tregua, donde la ciudad es un personaje más y, de hecho, aparece incluso sonoramente. Está sampleada la ciudad. Es como un homenaje a la ciudad y lo que me ha dado. Yo no podría haber hecho esta música si no me hubiese formado acá como músico.

M.G.: Cuando pensamos el espectáculo, dijimos: "la música de Luciano que es inconfundiblemente montevideana, y esta es la orquesta Filarmónica de Montevideo, vamos a ponerle Montevideanos”. Pero pasados unos días dijimos: "No, vamos a ponerle Supervielle al concierto".

L.S.: El título quedó finalmente en el disco.

Este año se cumplen dos décadas de tu incursión solista y debut con aquel Supervielle, producido bajo el paraguas de Bajofondo. ¿Qué significó para vos, para tu carrera, aquella concreción discográfica solista?

L.S.: Fah, mirá vos, claro 2004. Ese disco es re importante para mí. Siempre recuerdo que lo presenté en la Zitarrosa y luego acá, con invitados como Fernando Cabrera, Lágrima Ríos, Daniel Melingo y todos los Bajofondo, Santaolalla y compañía. Lo tengo grabado en DVD. Yo era muy joven ahí, tenía 20 y pico. Siempre recuerdo ese teatro Solís como una enorme oportunidad que se me dio. Yo estaba arrancando como artista y fue un trampolín muy grande, por eso tengo el recuerdo tan presente. Después he vuelto a tocar varias veces, pero aquella presentación fue un antes y un después en mi vida.

Martín, tu métier es la dirección, pero ¿te dan ganas de componer y desarrollar tu propio material cuando te acercas tanto a un compositor de tu generación?

M.G.: Me dan ganas, sí, por supuesto. Pero tengo una impronta muy pragmática, y no lo veo compatible con lo que hago. El tipo de exigencia que me demanda la dirección, tanto por el hecho mismo de dirigir la orquesta y los ensayos, como el hacer toda la otra actividad del director, no lo hace compatible. Me encanta, y me encantaría, pero si además de ensayar y dirigir tuviese que corregir errores de mi música no lo podría hacer. No lo veo compatible. Dicho lo cual, hay una pléyade de directores compositores, alguno de ellos maravillosos. Es algo que admiro y forma parte del universo de seres que uno admira. Pero estoy muy a gusto intentando navegar y presentar la música de otros colegas, como Luciano. Es un rol que me gusta mucho. Cuando abandoné aquel camino de composición que hoy hablábamos, me ocupé de destruir las partituras y no dejé rastros. 

¿Es en serio? ¿Por qué?

M.G.: Tenía algunas obras que nada tenían que ver con lo que hacíamos en clase. Venía en una vertiente vanguardista bastante dura desde hacía unos años, muy distinta a cualquier cosa que a mí me interesara. Todo lo que hacía era por fuera de esa clase. Hay alguna cosa por ahí dando vueltas pero no seré quien lo divulgue. 

Foto: gentileza de la Filarmónica de Montevideo

Foto: gentileza de la Filarmónica de Montevideo

Luciano, Montevideano condensa un intimismo importante en tu obra, reúne desde una canción sobre los desaparecidos, “¿Dónde están?”, a “Soltar tu mano”, tema que compusiste en letra y música tras perder a la mamá de tus hijos. O sea, está sintetizada la ciudad de Montevideo pero también el corazón de Supervielle.

L.S.: Sí, es verdad. De todas formas, en relación a lo que viví con la perdida de la mamá mis hijos, está más representado aún en el primer movimiento de la “Suite del ballet de ‘La Tregua’”. Para mí ese es un réquiem en la escena, cuando fallece el personaje, casi al final. La verdad es que estuve a punto de renunciar a ese trabajo. Estuve meses para poder resolver esa escena, fue la última que escribí. Estaba viviendo algo similar en mi vida, mi compañera había recientemente fallecido.

Además, fue difícil el proceso de “La Tregua” porque cayó en el medio la pandemia y generó grandes retrasos. En ese contexto pasó esto en mi vida y me dejó congelado por meses. A través de esa música, y de un trabajo que hice con Pedro Dalton (Con un montón de ojos sobre la cabeza) fue que pude funcionar de nuevo; tuvo un rol de duelo muy importante para mí. Entonces, volviendo a este disco, el primer movimiento de la “Suite del ballet ‘La Tregua’” es donde está representado mi duelo. Después, la canción “Soltar tu mano” es muy importante para mí pero la compuse más, no específicamente para ella, sino como una canción de amor. Después sí, se identificó con ese momento.

Incluir “¿Dónde están?” en el concierto primero y luego en el disco fue una idea de Martin. Es una pieza que nació casi de manera improvisada. A lo largo de los años, en todas las marchas del silencio, intento participar de alguna manera, aportando un granito de arena desde lo cultural, lo musical, para amplificar la causa que por suerte ha ido logrando atravesar a toda la sociedad, cosa que es un gran logro de familiares. Entonces, esa pieza que se volvió muy viral nació realmente de una manera muy pequeña, en mi casa, dos o tres días antes de la marcha. Se me ocurrió hacer la pieza con 197 notas, en ese momento, hoy tiene 196, en relación a individualizar a los desaparecidos. No podemos sostener un concepto abstracto: “los desaparecidos”, sino entender que son 197 vidas, presencias. La idea era que fuesen desapareciendo las notas a medida se van encontrando los restos, marcando la importancia a hacer el duelo por tus seres queridos. Ahí está el concepto de esa pieza de piano. Ni siquiera se me había ocurrido llevarla más lejos que eso, pero Martín propuso hacer una versión orquestal. Ahí hay un trabajo muy importante de Hagopián y también del concepto de Martín de generar un hoquetus (técnica rítmica medieval lineal que consiste en la alternancia de la misma nota, altura o acorde). Es como que se va distribuyendo la melodía a lo ancho de la orquesta para que tenga otra dimensión.

Montevideanos es un álbum que surge del registro en vivo de la experiencia que mantuviste junto a la Filarmónica en 2023, pero este concierto de presentación tendrá otros aditivos. Has generado expectativa de escuchar arreglos orquestales de “Flores en mi tumba” (emblema de Los Traidores), por ejemplo. ¿Qué más habrá?

L. S.: Hay varias piezas más. Hubo otro laburo con Martín por lo que es mi repertorio y algunas canciones que toco habitualmente. “Flores en mi tumba” es del disco de Juan (Casanova) y de Traidores, por supuesto. Lo que pasa es que en el concierto anterior estaba mi participación dentro de un conjunto de otros compositores, entonces hubo menos de media hora de música. Aquí hubo que extender el repertorio y sumamos nuevas piezas que trabajamos con Pablo Rey.

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico