Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
Uruguay siempre fue una usina de creadores escénicos. Un caldo de cultivo caleidoscópico en el que diversos actores, directores, productores, diseñadores y dramaturgos trabajan tanto en ámbitos oficiales, como independientes, haciendo que la escena tenga una gran tradición a nivel local, y un gran reconocimiento en su vínculo con las artes escénicas de otros países de Latinoamérica y del mundo.
Al mismo tiempo, las condiciones de producción en Latinoamérica resultan un poco hostiles para los creadores teatrales. Hacer teatro es algo que requiere mucho tiempo y sale caro. La mayoría de las veces no se recupera esa inversión con la venta de entradas, por lo cual, en términos de profesionalización y de posibilidades laborales reales, si el Estado no está presente acompañando también a ese sector de la cultura y la industria, es verdaderamente complejo para sus hacedores poder vivir de la actividad. Es muy común que las dramaturgias escritas por autores jóvenes o sin tanta visibilidad dependan casi exclusivamente de la autogestión, o bien de la autogestión sumada al apoyo del Estado, para que las obras puedan llegar a escena y encontrarse con el público.
El encuentro con el espectador siempre es el pulso, el latido del corazón poético de quien escribe para teatro con las ganas de que alguna vez eso se vea en escena. Encontrarse en comunidad para emocionarse y pensar juntos es una necesidad humana básica e indiscutible, y en la última pandemia fue muy evidente la importancia que tiene para una sociedad la atención de esa necesidad.
Haciendo eco de estas necesidades y de esta característica prolífica y diversa de la dramaturgia nacional, es que hace cuatro años surge el Festival Nuestra. Un festival de teatro organizado por el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE) junto a la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura, que propicia la producción y el encuentro con el público de proyectos escénicos con dramaturgia de acá. El festival se realizó por primera vez en 2021, y durante tres años eligieron 10 obras de autores de distintos lugares del país para apoyar su producción y su puesta en escena.
Este año, en su cuarta edición, las obras que se presentan son 15. Será desde 31 de enero al 22 de febrero. Las entradas son gratuitas y casi todas las funciones se van a presentar en el Auditorio Nelly Goitiño, con la excepción de la propuesta performática Tentacular, que va a ocurrir en la sede del INAE.
Pero, ¿qué es la dramaturgia nacional? Podríamos decir que es el conjunto de los textos producidos por autores en este territorio a través de los años. ¿Hay temas, perspectivas, patrones artísticos y formas estéticas que se compartan entre las obras?
Si la dramaturgia uruguaya dialoga con las formas de ser de las personas en Uruguay, ¿cómo es ese vínculo entre la dramaturgia y la idiosincrasia? ¿Cómo dialoga la dramaturgia uruguaya con su tradición teatral?¿Sería deseable una dramaturgia nacional con un perfil identitario definido, o es mejor que ese perfil se construya desde líneas difusas, con rasgos fluidos, con puntos de fuga y experimentaciones diversas?
Estas preguntas dan lugar a más preguntas. Latido BEAT conversó con Álvaro Ahunchain, director del INAE desde 2019 hasta marzo de este año y responsable del festival junto al Ministerio de Educación y Cultura, y también con Rocío Reyes, Gerónimo Pizzanelli, Camila Parard, Elaine Lacey y Federico Guerra, cinco de los 15 autores seleccionados por sus obras, que van a estar presentándolas en esta edición.

Álvaro Ahunchain. Foto: Nicolás Celaya
Tanto la organización del festival como los dramaturgos coinciden en que la importancia de esta instancia radica en el encuentro de los espectadores con las propuestas, pero también en la posibilidad en términos prácticos —materiales y económicos— de producir y presentar las obras. Esto sería bastante más complejo si no hubiera un festival de estas características —a pesar de que existen otros y otras maneras en que el Estado apoya y coparticipa en la producción de obras de artes vivas, así como de otras disciplinas—.
La mayoría de los dramaturgos entrevistados confiesan que se presentaron al festival sin demasiadas expectativas, pero motivados por el hecho de que en el caso de quedar seleccionados podrían encontrar una manera de financiar la producción. A la vez, comprenden el privilegio de que sus proyectos hayan sido elegidos por sobre otros que quedaron afuera y que se les otorguen fondos públicos para poder hacerlo. Perciben una responsabilidad ética y estética que es diferente a la que tendrían si lo hubieran hecho de manera autogestiva y completamente independiente.
Para Álvaro Ahunchain, que el Estado fortalezca a la dramaturgia nacional fue uno de sus objetivos desde sus inicios en la dirección del INAE: “Existe un prejuicio arraigado, tanto en el teatro como en la televisión y el cine, según el cual la ficción nacional no tiene la ‘calidad’ de lo que viene de afuera. Es un prejuicio provinciano que no tiene nada que ver con la realidad. Como dramaturgo siempre me dio bronca esa sutil discriminación, que solo caía cuando el autor triunfaba fuera del país”.
Ahunchain, entonces, decidió juntarse con Mariana Wainstein y el equipo de gestión del INAE para dar vida a dos programas que atendieran este tema: el de publicaciones (del 2020 al 2025 han publicado 36 libros, la mayoría de ellos de dramaturgia y varios de investigación en artes escénicas) y este festival, que comenzó solo con dramaturgia uruguaya pero que ahora lo extendieron también a danza y performance.
Consultado por cómo es el criterio de selección y cuál es el perfil de las obras que el festival intenta propiciar, destaca a la diversidad precisamente como el aspecto que él encuentra más característico, y por tanto, el que más le preocupa seguir estimulando: “Cada edición fue programada por un jurado de tres miembros que seleccionó las obras con libertad. Nos limitamos a solicitarles que tuvieran en cuenta siempre las mismas perspectivas que cuidamos nosotros al elegirlos: que hubiera obras tanto de autores clásicos como consagrados y emergentes, que hubiera propuestas provenientes de distintos departamentos del país y no solo del área metropolitana, y que se atendieran géneros y estilos diversos. Nuestra es entonces una reivindicación de la cultura nacional, no con sentido chauvinista, sino como contrapeso de esa penetración extranjera tan fuerte, que a los teatreros nos hace competir todo el tiempo con las series de Netflix y todo eso”.

Rocío Reyes, autora de "Letanía"
Rocío Reyes es la autora y también la directora de Letanía. Es su primera obra, por lo cual, este festival le otorga la posibilidad de presentar de manera profesional su ópera prima. La propuesta, a la que ella define como una trágica comedia, es un monólogo en el que Lucía Flores —estudiante avanzada de la EMAD— interpreta a Juana, un personaje que en una noche de insomnio se cuestiona su vínculo con las mujeres de su familia, sus relaciones con parejas anteriores, y así llega a cuestionarse cómo llegó a estar como está. Para la autora, Juana “está realmente en un mambo muy grande, es alcohólica y está chupándose un montón de horas sin que nadie entienda muy bien el porqué. Desde ahí es que empieza a cuestionarse su vida y cómo subsistir siendo una persona de casi 30 años, que yo creo que es un poco lo que nos pasa a todos en esta edad”.
Rocío se autopercibe como “nueva” en esto de la dramaturgia: su obra es fruto de su entrenamiento en un taller —en el que escribió el texto—. También realizó uno de dirección, en el que empezó a probar distintos procedimientos posibles de puesta en escena con esta actriz. Desde ahí, afirma que es un gran orgullo y un placer haber sido seleccionadas, “siendo que todas somos como principiantes, bastante nuevitas en lo que es el teatro. La mayor parte del equipo son estudiantes de la EMAD”.
Para ella, presentar su dramaturgia en el festival también fue una prueba para sí misma de que el texto tiene valor, más allá de su propia percepción y la del equipo con el que estaba trabajando. "Yo me siento orgullosa y creo que es difícil, porque como artistas no siempre nos sentimos orgullosos de lo que escribimos. Pero este proyecto a mí me daba ganas y me despertaba la necesidad de compartirlo con el mundo, porque creo que tiene que ver con ser mujer, joven y adulta, y eso es algo con lo que distintas espectadoras y espectadores pueden empatizar”, explica.
Gerónimo Pizzanelli es egresado de la Tecnicatura Universitaria en Dramaturgia y fue seleccionado con el proyecto Páramo, de su autoría, para formar parte de esta edición del Festival Nuestra. Cuenta que Páramo es una reescritura del mito de Edipo que aborda problemas contemporáneos como la autoexplotación, la cancelación, el suicidio y el abuso a menores. Su proceso de escritura pasó por distintas instancias en un vínculo permanente con María Dodera, directora y productora general del proyecto, y Franco Rilla, actor que le pone el cuerpo al monólogo y además hace la música en vivo.

Gerónimo Pizzanelli, autor de "Páramo"
Escribió la obra dialogando con ellos y con otros autores que le aportaban para este proceso, como Alessandro Baricco, David Greaber y Byung-Chul Han: “El proceso continuó en formato laboratorio, en el que yo escribía cosas que tenían que ver con los personajes que me comenzaba a imaginar o comentarios teatrales sobre Edipo rey de Sófocles. De a poco la trama y los personajes comenzaron a definirse, siempre en un intercambio entre las tres partes: actuación, dirección y dramaturgia. Este proceso duró desde noviembre de 2023 hasta abril de 2024. Luego de eso se empezó a ensayar un texto con un comienzo y un desenlace claros, que se fue perfeccionando ya pensando en su puesta en escena, para que fuera dinámico y asimilable para un público externo”.
Al respecto de por qué presentar el proyecto en este festival, también dice que lo tomaron como un ejercicio para ver qué tanto podían concretarlo. Reconoce como una gran oportunidad haber sido seleccionado, ya que esta es la segunda obra que va a presentar de manera profesional. Considera que el Festival Nuestra “es una interesante experiencia para plantearse" a nivel nacional. "Tenemos muchos dramaturgos que no son representados o que tienen muy poca visibilidad, y me parece que es necesario que tengamos estos espacios en los que podamos ver y ser vistos”, afirma.
Camila Parard es actriz. Si bien ya ha presentado varias obras profesionales desde ese rol, esta es la primera vez en la que, además de actuar, presenta una propuesta con dramaturgia propia. Su obra, Hemodrama, está basada en una experiencia personal: “Es una pieza autobiográfica que repasa un acontecimiento de salud que viví en el año 2021, al final de la pandemia. Al parecer el COVID hizo un efecto secundario en mi sangre y estuve internada en el Hospital Maciel. A partir de las escenas que marcaron ese momento, el texto repasa ciertas situaciones claves e indaga en la trama de la memoria personal y familiar, el sistema de salud, el afecto, los privilegios y lo sagrado. Son nueve escenas que utilizan sangre, tejido y palabra como signos de la narración”.

Camila Parard, autora de "Hemodrama"
Camila comenta que “el pulso de vida/muerte/vida” fue lo que le dio fuerza y coraje para escribir, y que luego siguió trabajando el texto y profundizando la escritura en una residencia en Buenos Aires y en intercambios con otros colegas y amigos. También, como el resto de los dramaturgos entrevistados, le interesaba encontrar en el festival un marco sustentable donde llevar adelante el montaje. "Como es mi primera obra, buscaba un espacio donde pudiera poner a prueba esto que escribí y encontrar las razones por las que tiene sentido traducirlo del papel al espacio”, explica. En ese sentido, también considera que el festival es una gran iniciativa: “Para que el trabajo sea redituable y se profesionalice, son indispensables este tipo de instancias, donde las creadoras y los creadores pueden trabajar en condiciones menos precarizadas”.
En cuanto a los aspectos a mejorar del festival, Camila dice que “hubiese sido interesante" tener más tiempo. "La postulación fue en marzo y los resultados llegaron en octubre, para estrenar en febrero. Sería interesante también contar con al menos un día antes para el montaje y pruebas. Ese tema es bastante complejo y no es solo un tema de este festival, si no de la mayoría de los espacios”, dice.
Los otros dramaturgos entrevistados también coinciden en esto: la comunicación de los resultados y el tiempo en la sala son los factores que consideran que podrían revisarse de cara a la próxima edición, pero todos están de acuerdo en la importancia que tiene para poder concretar los proyectos. También destacan la diversidad de propuestas, lenguajes y creadores que comprende la selección.
Federico Guerra es un caso interesante entre los autores elegidos, porque la dramaturgia de Snorkel, el proyecto seleccionado, no es un estreno sino una nueva versión de esta propuesta que fue su primera obra profesional, y fue estrenada en 2011 en El Galpón: “Presentarla al Festival Nuestra fue idea del equipo de producción de La Cretina, yo no sabía que existía el festival. En una discusión acerca de la vigencia para hacerla hoy en día, fue que me hablaron de este festival sobre dramaturgia uruguaya y sugirieron presentarla, entonces dije: ‘ok, si quedamos vuelve, si no quedamos no vuelve’. Y bueno, quedó... ahora me encuentro laburando en una reversión en pleno enero, qué se le va a hacer´”.

Federico Guerra, autor de "Snorkel". Foto: María Pía Galvalisi
Sobre el proceso de escritura, comenta que su manera de escribir actualmente mantiene algunos de los procedimientos técnicos con los que comenzó a experimentar en aquél entonces: “Mi manera de escribir, sumado a lo fragmentado de mis historias, requiere un trabajo final de encontrarme con todo el material escrito e intentar armarlo como un puzzle. Primero escribo, luego le busco sentido”.
La propuesta de Elaine Lacey, por su parte, es una dramaturgia que indaga sobre un hecho histórico real vinculado al mundo teatral uruguayo de hace algunos años. La obra cuenta la historia de Nelly Weissell, una reconocida actriz de la Comedia Nacional que en el año 62 es acusada de asesinar a su esposo. El caso es llevado adelante por su amiga y abogada Adela Reta. "El proyecto buscaba recuperar el material escrito por mujeres fuera del canon para vincularlo a las nuevas dramaturgias. En ese entonces, la pesquisa fue intrincada y mis intentos, en su mayoría, fallidos. Nadie quería hablar de Nelly y Gabriela, su única pieza estrenada, había desaparecido. Pasaron algunos años y en el 2024 la retomé para llevarla a escena", recuerda y agrega que se comunicó con con Carmen Vieytes (hija de la pareja) para una investigación "más rigurosa".
Para ella, esta propuesta era particularmente compatible con el Festival Nuestra porque además de ser una obra uruguaya, recupera parte del acervo cultural del país. Esto se vincula con sus búsquedas creativas actuales: “Me interesan los temas y los personajes locales. Hablar de lo que nos pasa o nos pasó para fortalecer la mirada hacia nosotros mismos. Una mirada en la que lo nacional sea puesto en valor”.

Elaine Lacey, autora de "Un tren quebrando la siesta"
Sobre si reconocen patrones comunes en la dramaturgia uruguaya, o si más bien comprenden que es una manera genérica de llamarle a los textos escénicos producidos en el país, los dramaturgos concuerdan con la organización del festival en que la diversidad y la multiplicidad de lenguajes y procedimientos para escenificar y poner escena los temas, es lo que más lo caracteriza. Lacey dice al respecto: “La dramaturgia uruguaya debería parecerse a los diálogos que tenemos con nuestros amigos, con familiares, con compañeros de trabajo y desconocidos. Con el foco siempre afuera, en la escucha. Tiene que traslucir nuestros miedos, los dolores y los problemas que nos rodean, que no son pocos. Una dramaturgia esquiva, extranjera y que no opina, deja de ser riesgosa y pierde el interés”.
Y como aspecto que las atraviesa, Gerónimo Pizzanelli agrega que para él la escritura escénica de acá “tiene un sentido del humor satírico, no tiene miedo de criticar y de hablar de problemas sociales actuales”.
En consonancia con el interés de los dramaturgos en participar, Álvaro Ahunchain dice que el objetivo de esta movida es que los espectáculos trasciendan el festival y puedan seguir engrosando la cartelera cultural del país.
Además de estas cinco mencionadas, hay otras diez propuestas escénicas en la grilla, y tres de ellas son del interior del país: ¡MU! Proyecto La historia hecha teatro, escrita por Matías Vespa y producida junto a un equipo de Fray Bentos, La dama del tango, una obra musical escrita y dirigida por Rodrigo Fleitas con equipo de Las Piedras, y La bruja sabia y la princesa insoportable, una propuesta apta para todo público, escrita y dirigida por Mariana Smilevitz junto a equipo de La Pedrera, Rocha.
La grilla completa del festival puede encontrarse en el siguiente link.
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