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Contenido creado por Valentina Temesio
Literatura
Los libros y sus autores

“Pasajeros permanentes”, un libro que José Arenas escribió sobre el disco de Laura Canoura

Para el escritor, “la miseria es tratar de convencerte de que nada de lo que sucede a tu alrededor tiene que ver con decisiones políticas”.

03.08.2023 14:58

Lectura: 7'

2023-08-03T14:58:00-03:00
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José Arenas es un escritor y músico uruguayo. Ejerció el periodismo cultural en diversos medios locales y argentinos. Escribió las novelas Los rotos (2017), Con un hilo de voz (2019), Papeles suizos (2019) y Maricas muertas (2021). En poesía publicó Fueye hembra (2014), Sofía, el tango y otros desaciertos (2015, 2016) y Teoría de la milonga (2020); también un libro doble de cuentos y poesía, Si ves alguna lágrima, perdón / El chico del delivery y otros poemas (2020). En 2022 publicó El favorito de los Hados, un perfil de Gustavo Nocetti.

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

Al pasado. El futuro ya se entrevé como bastante espantoso.

Si pudieras ser un personaje de tu libro, ¿cuál serías?

La última novela que escribí fue Pasajeros permanentes, sobre el disco de Laura Canoura, para la colección Discos de Estuario. De todos los que aparecen allí quisiera ser Laura Canoura.

Si pudieras combinar el final de cualquier libro famoso, ¿cuál elegirías y cómo sería el nuevo final?

Si pudiera cambiar el final de cualquier libro famoso, cambiaría el final de La Tregua, al final Martín Santomé se pegaría un tiro en la Torre de los Homenajes y caería sobre una tribuna de Nacional vacía en pleno partido.

Si pudieras vivir en el mundo de cualquier libro, ¿cuál elegirías y por qué?

Viviría en el de Peregrinaciones profanas, las crónicas de Fernando Noy, siendo Fernando Noy, claro.

Si pudieras invitar a tres personajes literarios a cenar, ¿quiénes serían y por qué?

Si pudiera invitar a tres personajes literarios a cenar invitaría a el o la protagonista –nunca se sabe en el libro– de Los burgueses de Silvina Bullrich para compartir su acidez y reírme. También invitaría a Emma Bovary, a ver si corro con la misma suerte que sus otros dos amantes y la muy cachonda me beneficia luego de la cena. Y por fin, invitaría a Lestat, el vampiro de la saga de Anne Rice, así nos liquida a todos al final y quizá, pueda convertirnos ya que está.

¿Cuál es tu técnica más extraña o inusual para superar el bloqueo de escritor?

Plagiar.

¿Qué cinco cosas guardarías en una cápsula del tiempo?

El bandoneón de [Aníbal] Troilo. Partituras de algunas obras de [Astor] Piazzolla. El libro Sobre roca resbaladiza, de Alfredo Fressia. Un disco con la grabación de Danza de la moza donosa, de Ginastera tocada por Martha Argerich. Pedazos de discos molidos de las orquestas de Donato Racciatti y Miguel Villasboas, como muestra de errores cometidos por los humanos.

Tu autobiografía en una frase

Me obligaron a venir y ahora no me dejan irme.

Contanos qué estás leyendo ahora

Estoy leyendo tres libros, mitad por trabajo y mitad por placer. Viento del este, de Liliana Villanueva. Son crónicas de su paso por China. El año en que nació el demonio, una novela de Santiago Roncagliolo que me tiene realmente atrapado. Recrea la Lima del Siglo XVII, y ahí hay terror, política, todo con un lenguaje increíblemente bien logrado. Y como escribo una serie de microensayos sobre cuestiones queer estoy terminando de leer #LesRares de Verónica Dema y Alejandro Viedma. Son una serie de relatos en primera persona de cómo diferentes protagonistas que pertenecen a la comunidad LGTBIQ+ se han ido parado en el mundo. Me sirvió para elaborar algunos conceptos.

Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?

Podría haber sido con Idea Vilariño. Tomaríamos anís o licor de menta –cosas de viejas– y hubiéramos hablado de tango. Le podría haber aclarado algunos conceptos que publicó muy desacertados en los dos prólogos donde habla del tema. Y como sus libros nunca me interesaron, todo saldría redondo. Una charla de señoras y no tener que leer esos choclos.

José Arenas. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

José Arenas. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Si tus libros fueran adaptados al cine, ¿a quién te gustaría que interpretara al personaje principal?

Lo pensé con Maricas muertas, que salió por Estuario, también: Tomás Fonzi haría de Sebastián y Tomás Wicz haría de Gonzalo. En el caso de Papeles Suizos, que salió por Pez en el Hielo, a La Gringa la haría Maite Lanata, y la voz del que narra la historia la haría Nico Furtado.

El primer verso que te viene a la mente.

“Yo no quiero volverme tan loco”

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

Para escapar a un mundo donde el lector es omnipotente. Más allá de las descripciones, les pone cara a los personajes, les imagina una ropa, un paisaje, el acero de una espada, la madera de un escritorio, el perfume del pelo. Si el poeta es un pequeño Dios, como decía Huidobro, el lector también. Hace lo que quiere. Qué mejor amparo que ser Dios.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

Nada, porque hago ayuno intermitente. Moriré, en ese caso.

Contanos sobre esa buevez que un lector te reconoció en la vía pública

Hace unos meses iba caminando con una remera que dice “Hoy no lloré”, que me hicieron en “Muerta Viva”, y una muchacha al pasar, en un cruce de semáforos me dijo “soy tu fan, y me encanta esa remera”. Un cumplido perfecto.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria

Toy viejo. La idea de felicidad es estar con mi familia, mis amigos, cocinarles. Eso.

La miseria es tratar de convencerte de que nada de lo que sucede a tu alrededor tiene que ver con decisiones políticas.

Pasajeros permanentes, de José Arenas. Foto: HUM y Estuario

Pasajeros permanentes, de José Arenas. Foto: HUM y Estuario

Fragmento de Pasajeros permanentes

Me encontré con Laura Canoura por primera vez en la adolescencia. En el interior sabíamos de su nombre y, cuando yo era casi niño, ella había pasado por Nueva Helvecia con su espectáculo “Esencia”. Pero entonces no estaba en edad de decidir la música que me iba a gustar. Cuando uno es niño tiene una enorme caja indiscriminada de partituras en la cabeza, desde la radio más pop hasta las melodías más viejas e insospechadas que pueda cantar un viejo canturreador del barrio. Así uno se va armando la banda sonora de la infancia. Luego, cerca de los veinte años, eso cobra cierto sentido y uno lo compara con las cosas que ha elegido, así se encuentra con esa criatura musical que tiene a Madonna, a Jaime Roos, a Mariano Mores, a Laura Canoura. En conflicto llegará más adelante y todo se peleará por dentro. Algunas melodías y voces seguirán siempre, otras serán un paisaje nostálgico al cual volver con la hostilidad del mundo exterior. Siempre hay un jardincito del espíritu que nos espera con aquella canción inoxidable, aunque sea en secreto. Por aquel entonces yo era un niño dark y estaba tomado por su versión de “Ne me quite pas”, de Jacques Brel. Sabía que algo de eso me pertenecía aunque la letra en francés me fuera totalmente lejana. Tanto pasaba que, en la casa de mis padres, cada tanto soltaba un “…ne me quite pas…” cantado, con pudor. Una vez mi madre me dijo: “¿qué? ¿ahora cantás en francés, también?” remarcando mi rareza. Cantar esa canción era el broche de oro para un adolescente raro…”