Unos niños caminan descalzos en pleno invierno irlandés. Su situación es de extrema pobreza. Beben el agua restante de la lluvia con velocidad y en estado de alerta, como si la estuvieran robando. Como si estuvieran dándose un lujo que no les corresponde.
Jóvenes que quedan embarazadas en un contexto histórico que no avala conceptos tan básicos y a la vez preocupantemente modernos, como la salud reproductiva, la educación sexual o los métodos anticonceptivos. ¿Dónde quedan estas chicas? Abandonadas, por supuesto. A la merced de un sistema al que repugnan y que las obliga a vivir en la vergüenza por haber actuado en el desconocimiento, un desconocimiento que tampoco fue su elección.
Para vivir una vida plena, “hay que mirar el vaso lleno”. Centrarnos en las “pequeñas cosas”. Solo así es que se pasa el juego, solo así se alcanza la meta.
Pero para eso, hay que ignorar forzosamente la otra mitad. Aquellas “pequeñas cosas” abundantes, de sabor más amargo. Las que se van filtrando como pequeñas piedritas que llenan nuestra mochila, hasta no dejarnos caminar.
Pequeñas cosas como estas (2024) gira en torno a esta misma idea.
Con un enfoque sumamente realista que por momentos recuerda al género documental, la película no busca contar grandes tragedias. No nos muestra enfermedades terminales, asesinatos, guerras ni genocidios. Se trata de todas aquellas cosas a las que nos enfrentamos en nuestra vida, y que aparecen cada vez que intentamos superar el reto de un día que comienza, hasta que cae la noche.
El lenguaje cinematográfico persigue el retrato. Se destaca la fotografía, que logra encuadrar una Irlanda nublada y añeja de una manera bastante lúgubre. Por momentos con la simetría, por momentos con planos que parecen estar robándose la escena. Se asoman al marco de una puerta, como husmeando de casualidad qué es lo que pasa en su interior. Porque la trama de la película y las vidas que la componen no son el centro, no son el punto. A medida que el espectador avanza en la película, incrementa la sensación de que podría tratarse de cualquier otra historia de la época. Que no se trata de lo inusual en el relato, sino justamente, de su absurda normalidad. Una normalidad aplastante que nos quita el sueño por la noche, como a Bill Furlong.
Small things like these (2024), Tim Mielants
Todo esto abruma al señor Furlong de una manera insoportable, que ya no encuentra el vaso lleno de su vida. La película se sitúa en una etapa de crisis dentro de la vida de un hombre común de Irlanda alrededor de sus 40 años, en algún momento del año 1985.
Si bien la película exhibe un realismo ensordecedor, Cillian Murphy defiende un papel que carga un vasto simbolismo alrededor de su figura. Se trata de un padre de familia de clase media-baja que hace malabares para que a sus cinco hijas no les falte nada. Furlong es comerciante de carbón: carga durante todo el día con bolsas pesadas sobre su espalda. De acá para allá. Lo hace en modo de inercia, de la misma manera que atraviesa sus días. No piensa en el peso de las bolsas ni en el peso de su vida. Madruga, carga con el peso, lleva el pan a la mesa y se acuesta a dormir. Pero no duerme, no tiene sueño. Mira el techo, mira a su esposa, recuerda su infancia, y vuelve a empezar.
Quienes no tenemos gran cercanía con la cultura irlandesa, podemos percibir una carga fonética susurra ciertas cosas cada vez que escuchamos su apellido. “Fur” lógicamente recuerda a “Far”, con su traducción “lejos” al español. Esta lejanía es acompañada por la longitud: “long”, en español “largo”. Dos sonidos que de manera inconsciente (o no tanto) nos van a hablar de lo arduo. Algo que nos cansa y que no sabemos cuándo termina. Algo literalmente lejano y extenso, como el protagonista percibe su vida en este momento.
Pero si abandonamos las percepciones de simple oído e indagamos en la etimología real, descubrimos que “Furlong” es un apellido irlandés muy típico, y que se traduce como “longitud del surco”. Más allá de ser un apellido, la palabra “furlong” proviene del anglosajón “Fuhr”, que se traduce a “surco”, y “Lang”, “largo”.
Small things like these (2024), Tim Mielants
La palabra se utilizaba en el contexto del cuidado de la tierra, y hacía referencia a la distancia que una yunta de bueyes podía arar sin descansar. Nuestro protagonista se encuentra en un punto crítico en el que el espectador se pregunta cuánto más aguantará. Cuánta tierra podrá seguir arando sin parar un rato a descansar. Furlong despierta luego de varios años de haberse sumergido en una rutina de inercia que parece ya no poder seguir aguantando.
El clímax de esta historia gira en torno a las Lavanderías de la Magdalena, unas instituciones que solían ser administradas por la Iglesia Católica entre el siglo XVIII y el siglo XX. Allí, hospedaban a mujeres que denominaban “caídas”, por ejemplo, aquellas que quedaban embarazadas fuera del matrimonio. A cambio del albergue, las mujeres enviadas a estos lugares debían realizar tareas de limpieza, cocina, costuras y lavado de ropa, etc.
El destino de Furlong se ve íntimamente entrelazado con una de estas instituciones, cuando descubre que una de las jóvenes allí albergadas se escapa por la fuerza en reiteradas ocasiones y se esconde en sus galpones de carbón, rogándole que la ayude y no la obligue a volver con las Hermanas. Este encuentro funciona como la gota que derrama el vaso de la vida de Furlong, un vaso que llevaba mucho tiempo llenándose de pequeñas gotas ácidas, unas que carcomen su vidrio.
El rol de Cillian Murphy en la película es un pilar fundamental. La distancia entre la importancia del personaje de Furlong y el resto es bastante grande, porque la historia va más sobre su mundo interior, y no sobre lo que realmente pasa. Se trata de cómo él se enfrenta a los acontecimientos, y tanto sobre los mismos. Su mirada consternada, su cuerpo agotado y su espíritu introvertido van en sintonía con cada elemento de la película, los cuales se concentran en hablarnos de una cosa sola. El reciente ganador del Óscar a Mejor Actor en 2024 vuelve a sus raíces en una propuesta que deja en claro su capacidad de desenvolverse en producciones de todo tipo. Vuelve de los gigantes estudios de Hollywood para contar una historia de su pueblo, una que se aleja del sueño americano y que nos grita al oído que todo es falso.
Small things like these (2024), Tim Mielants
“Para salir adelante en este mundo, hay que ignorar algunas cosas”. Esta frase de Eileen Furlong, esposa de Bill, resume el punto de toda la película. Pero esto es algo que Furlong ya no puede hacer. Su esposa intenta acompañarlo, pero no lo consigue. Lo observa desde la cama cada vez que su insomnio lo empuja a la cocina, sin reconocerlo. No comprende qué le sucede y no sabe ayudarlo. Las conversaciones entre ambos generan un clima de introspección que hace que Furlong tome perspectiva. Pero él revive su pasado de manera constante. El puzzle que pidió como regalo de Navidad en su infancia, pero que nunca le llegó. La muerte de su madre, una que nunca comprendió y que parece calar hondo hasta el día de hoy. Trozos de carbón que se siguen acumulando.
La fórmula de ataque a la Iglesia Católica es una fórmula que últimamente se está repitiendo en el cine. Ser católico ya no está de moda, y las críticas a este mundo son comunitariamente aceptadas. En este caso, la coproducción de la película se realizó entre Irlanda y Bélgica, siendo Irlanda el escenario histórico en el que estas instituciones actuaron. La película habla muy desde su pueblo hacia su pueblo; trata un tema que comparten y entienden a la perfección. Toman el escenario de la víspera de Navidad como un escenario de potencial alegría, pero esta no se ve. El frío del invierno, la pobreza, el desamparo. El rocío que cae sobre las praderas irlandesas y que empaña los vidrios de las camionetas de trabajo. La sencilla pero inocente esperanza de que un día, quizás, la luz muestre otro color.
“Dios es compasión y amor”, es lo que anuncia la Hermana Mary, interpretada por Emily Watson. Pero el plano que la retrata no nos habla de compasión, sino que nos habla de una villana que intimida, a la que vemos desde más abajo. Lanza palabras de moralidad desde su pedestal, en este caso, el altar de la capilla. Una crítica muy directa hacia la Iglesia como institución que cuenta la historia de una casa de Dios sin Dios.
Lo que aturde en Pequeñas cosas como estas no es el dramatismo de su historia, sino su normalidad aplastante. Una que se logra a través de los planos, la interpretación, y una música prácticamente ausente que deja lugar al silencio de la introspección. A todo aquello que tenemos que ignorar para conciliar el sueño cuando nos vamos a dormir.