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Historias
Sobre lo cotidiano

"Perdón por este largo silencio": una exposición sobre lo universal en lo particular

Pablo Córdoba, el realizador del proyecto, fotografió durante cuatro años a los habitantes de la zona norte del Cabo Polonio.

26.03.2024 20:34

Lectura: 15'

2024-03-26T20:34:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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Pablo Córdoba sabía lo que quería retratar y cómo. Tenía claro que sería a través de la fotografía. Buscaba abordar conceptos como la soledad, la intimidad y la identidad. Lo único que le faltaba eran el lugar, y sus protagonistas.

Una ida al Cabo Polonio en 2018 resolvió sus incógnitas. Pero no el que la gran mayoría de la gente asocia al mencionar la reserva natural. No se trata ni de la zona Sur, con esa costa inigualable, ni de los días de verano donde tantos turistas, nacionales y extranjeros, la habitan. La respuesta estaba del otro lado. Los protagonistas serían otros.

"Perdón por este largo silencio" es un proyecto fotográfico que expone las vidas de los habitantes permanentes de la zona Norte del Cabo Polonio. "La foto fija tiene una cosa más solitaria", dice Córdoba, en entrevista con Latido BEAT. En las fotos, se pueden observar la cotidianidad y el día a día, no tan conocido, de estas personas. Sus hogares, y hasta la comodidad de la desnudez. 

Para poder retratarlo con veracidad, Córdoba tuvo que tomarse su tiempo, lograr entablar vínculos y aprender de ellos. También delimitar lo que quería exponer. Durante cuatro años y cada tres semanas, él y su cámara emprendían viaje hacia la playa rochense, en búsqueda de documentar un modo de vida que, en sus palabras, desde el montevideocentrismo muchos desconocen. 

Foto: Pablo Córdoba

Foto: Pablo Córdoba

¿Los fotografiados se mostraron abiertos a participar del proyecto desde un principio, o al principio hubo una resistencia por parte de ellos? 

Lo que se dio fue que yo empecé a sacar fotos de paisajes, entonces les mostraba y empezaron a ver lo que hacía. Les dije lo que estaba haciendo de a poco, que era un retrato del Polonio en ese tiempo. Cada vez que avanzaba, yo tenía más claro lo que iba haciendo. A mi me funcionó la honestidad de decir lo que quería hacer. Pero ya habíamos tomado una cerveza y ya habíamos charlado un montón. Una vez pasó que estaba fotografiando a una persona en un rancho bastante curioso en la zona Norte, cae un extranjero, se pone al lado mío y le saca una foto. Yo lo mire como diciéndole, “no, esto no es un zoológico” y la señora le dijo que no. Estaba todo bien con que yo la retratara, pero apareció otro y le dijo que no. Para llegar a retratar a alguien en su casa, en su espacio privado, tiene que haber una especie de confianza previa.  

¿Eso es algo que tenías claro cuando empezaste con el proyecto?

Me interesaba que el proyecto que yo hiciera fuera de largo plazo. Entonces ya sabía de antemano que, para eso, hay que estar y hay que ir. 

¿Cuándo te diste cuenta que tu proyecto iba a llevarse a cabo en el Cabo Polonio?

Cuando me di cuenta que había cosas. No era que yo ya tenía un proyecto pensado, se fue construyendo. Lo que sí había era material e historias buenas, gente interesante. Entonces cuando vi que había más, decidí que había que seguir yendo  

No me acuerdo de un momento puntual, pero el Polonio tiene una exoticidad. Cuando veía que ya había conocido a tres o cuatro y se abrían las puertas yo dije, "acá hay algo". Fue una cuestión de inercia, nunca sabía hasta dónde iba a ir. Este proyecto es durante el año, no es en verano, entonces volvía cada tres semanas. Me daba cuenta que había más para hacer y que tenía que ir, pero cuando volvés, empezás a ser mas selectivo con lo que vas persiguiendo.

Foto: Pablo Córdoba

Foto: Pablo Córdoba

Comenzaste sacándole fotos a paisajes y llegaste a un nivel de intimidad en el que retrataste a los habitantes desnudos y en sus casas. ¿Definirías al proceso de definición del proyecto como inductivo?  

La fotografía es una herramienta de vínculo, si sacaba la cámara pasaba a ser un turista. Entonces sacaba paisajes y estaba muy bueno, pero en el fondo no era lo que quería. Quería retratar personas y llegar a su intimidad.

Antes de tener claro el lugar, sabías que querías abordar conceptos como el de la intimidad, la soledad y la vinculación entre individuos, ¿por qué crees que tenías esa necesidad? 

A mí me interesa el concepto de identidad. Como uruguayo siempre me interesó mucho nuestra identidad. Un concepto un poco curioso, porque todos somos, en mayor o menor grado, descendientes de otras culturas y tenemos una mirada, quizá por país chico, hacia fuera. Entonces el concepto de identidad, de una manera bastante general, me es interesante, es algo que discuto, que hablo y si hay algo que pueda leer sobre el tema, lo leo.

Cuando encontré el lugar y cómo se vivía dije, "bueno, los temas que me interesan están acá". No me interesaban los lobos marinos, el faro en sí mismo, cosas más ligadas a lo turístico, yo sabia que ahí no tenía nada. Es un lugar de gente que están abiertos al arte en muchos sentidos y vieron que yo daba parte de mí. Cuando uno va a hacer eso tiene que dar también, no es que voy a sacarte la foto y me voy a ir. Hay que compartir momentos, charlas, empatizar con el otro, mostrar que es genuino tu interés. Cuando vieron que estaba comprometido con lo que hacia se dio ese intercambio. Esa coherencia fue la que me habilitó.  

En la fotografía vos podes retratar la realidad de alguien más, pero desde tu punto de vista. ¿Qué elementos tuyos identificás en las piezas de este proyecto?

Es mi mirada sobre el lugar, no es la mirada oficial. El Polonio no es solamente esto. Es mi mirada y mi relación con el lugar y con las personas que encontré en ese momento. ¿Qué encuentro que sea mío ahí? La manera de retratar. Me gusta ver a las personas de frente, me gusta acercarme. Lo que a mí me gusta del proyecto es la cercanía que yo obtuve y lo veo reflejado. En lo estético hay un uso repetitivo del rojo y del azul. En realidad, tengo muchos objetos rojos y en un momento una amiga, con la que trabajé en el proyecto desde acá, me dijo, "¡cuántas cosas rojas y azules!". Y no es que el Polonio esté lleno de esos colores.

Entonces ahí hay un patrón mío, lo encuadré y lo puse. Después fui consciente y no es que lo buscaba, pero ya era mas consciente de que lo estaba poniendo. Me gustaba la idea de la intimidad, es un lugar más vulnerable donde nos ponemos y me parece que hay una riqueza en poder ver al otro desde la cercanía y desde un lugar amable. No había intención de comprometer a nadie y en situaciones donde podría haber pasado lo deje afuera. Todos veían sus fotos y todo lo que hacíamos lo pactábamos. Habían cosas que las hacíamos en el momento porque estábamos ahí, a veces me las pedían, pero siempre se habló. Cuando no se habló es porque ya había un nivel de confianza en el que yo podía sacar la cámara en cualquier momento. Al habilitar eso, ya hay confianza y ya fluye.  

Foto: Pablo Córdoba

Foto: Pablo Córdoba

¿Fuiste capaz de visualizar la polaridad que existe, no solo entre la temporada alta y la temporada baja, sino también entre las dos zonas del Polonio?

Yo ya conozco a Rocha en invierno porque tengo casa en La Paloma y voy todo el año. Soy un fanático y tengo amigos allá. Conocía bastante eso, pero no conocía puntualmente a la gente del Polonio. Hay un grupo de personas, rondando las cien, que viven ahí todo el año. Casi todos viven en la zona Norte y la Cañada, un barrio previo a la zona Sur. En su gran mayoría, las casas de la zona Sur son de verano, entonces no hay nadie. Como yo estaba concentrado en las personas y en sus espacios, en la Sur no tenía tanto para hacer. Hice algunas cosas, pero pocas, porque no es que lo quería borrar del mapa. 

¿Hubo una intención de redescubrir un lado B del Polonio? 

Es un lado real del Polonio, lo que uno conoce en verano, a veces, es más fantasioso, para pasar bien unos días. Lo que yo hice fue retratar a personas que estaban viviendo ahí, algunas estaban hace cuarenta años y otras hace uno, pero todas tenían rutinas, trabajaban y tenían un vinculo con el espacio de una persona que vive ahí. Es una parte del lado A, por más que se pueda ver como el lado B. Pero al vivir todo el año, ellos deberían ser el lado A.  

La playa Sur es una de las playas mas lindas de Uruguay, particularmente en verano. Que la gente viva en el lado Norte tiene que ver con el viento, el lado Norte está mas refugiado. Con los años y la conformación del pueblo, imagino que es por eso que están de ese lado. 

Foto: Pablo Córdoba

Foto: Pablo Córdoba

Es tu primer gran proyecto como fotógrafo, ¿cómo fue tu proceso de adaptación al pasar del video a la foto?

Siempre usé las dos y estudié las dos. Me parece que este tipo de trabajo no es tan técnico, lo hice con una cámara y dos lentes, no use trípode. A veces, cuando filmás, necesitás más herramientas técnicas para hacer cosas, según se necesite. Lo interesante y lo que me gustaba en este caso, es que lo que se fuera a dar iba a ser más producto de la relación con la persona y mi mirada sobre el lugar, que cualquier producto que tuviera. Siento que a veces se recae mucho en lo que usaste y me es muy poco importante. Estamos hablando de un formato, a mí lo que me importa es lo que alguien muestra. Ni que hablar que cuánto mejor sea la cámara que tengas, la parte plástica puede verse mas interesante, pero también depende del proyecto. Si el formato para vos dice mucho, es que el proyecto no dice nada. Es algo que, hoy en día, veo bastante, cómo se acentúa el formato. No es lo esencial.  

Hay un espectro de emociones y sensaciones que conviven en el proyecto, si bien existe un hilo conductor. Al haber diferentes vidas y edades, uno puede percibir la soledad de diferentes maneras.  

Creo que en la ciudad, a la soledad la entendemos más como algo negativo. Creo que cada uno vive la soledad de distinta manera, no es lo mismo la soledad buscada que encontrada, ni en un tiempo corto o en un tiempo largo. Hay una cosa melancólica en el proyecto, que creo que tiene que ver un poco con que el Polonio, en sí, tiene una cosa melancólica. A mi me importaba que la persona que retrataba viviera ahí y que lo que retratara la representara, no podía ser un invento mío. Esas fueron dos condicionantes que tuve para conmigo al desarrollarlo. Me parece que la melancolia es parte del lugar, por eso la aceptaba como algo bueno.

Tenía que ser real y de esa época. No es un trabajo fotoperiodístico, ni me guié por una pauta fotoperiodística. Es un trabajo documental que tiene un montón de información y una búsqueda. En Uruguay somos montevideocentristas, miramos mucho desde ese lugar y a veces pasamos por alto lo que es el interior, que es enorme y diverso. El polonio representa un lugar de diversidad, un grupo de gente que habita en un lugar, a su manera y de forma bastante diferente a la mayoría. Me parecía muy genuino y muy rico ver qué encontraba ahí.  

Foto: Pablo Córdoba

Foto: Pablo Córdoba

Durante el proceso de realización, ¿cambió algo de tu perspectiva al respecto de los conceptos que evocaste? 

No sé si cambiaron, pero uno integra y aprende mucho de la experiencia que vive. No creo que hayan cambiado, en el sentido de que yo ya tenía una idea, no llegué a un lugar que no conocía, ya tenia mucha información de mi propia experiencia. Pero te encontrás con gente muy diversa, que viene de mundos muy distintos y escucharla aporta un montón. Es importante empatizar, no es una puja por ver quién tiene la razón, vas abierto al encuentro. Empezás a entender mucho al otro, entendés por qué habla, dice y piensa ciertas cosas. El Polonio tiene su cultura propia y vas ahí a meterte. Aprendés desde temas climáticos y de pesca, hasta por qué esas personas están ahí y qué las hizo llegar.  

¿Nunca sentiste la necesidad de que las fotos fueran acompañadas de un video o un texto?  

Obvio que sí, pero hacer las cosas lleva mucho trabajo y no podés hacer todo. Inicialmente yo queria que fuera foto, podría haber sido video. De hecho, mi cámara filma, podría haber llevado algo más. Sentí que era fotografía fija lo que tenía que hacerse. Cuando lo fui armando dije, "pa, estaría bueno hacer un video". Quería material que se pudiera imprimir y que fuera un trabajo no del todo cerrado. Hay un texto, que es parte de la muestra, y no quería que fuera muy largo, porque no quería dar tanta información que cerrara mucho, sino que uno lo interprete y conecte con lo que le parezca. No quise dar tanta información, a veces pongo los nombres o una descripción mínima. No quería recaer tanto en las historias, que las tenía porque las hablábamos, historias fuertes y muy complejas, pero no me parecía que iba ahí. Era más un estado de ánimo y un retrato sobre un lugar y una época.  

Foto: Pablo Córdoba

Foto: Pablo Córdoba

¿Qué valor tiene para vos documentar estas realidades desde lo audiovisual?

Hay un sobrestímulo de imágenes intrascendentes que estamos constantemente viendo. Me parece que hay trabajos, ya sean audiovisuales o de fotografía fija, que requieren tiempo y no es con lo que estamos siendo bombardeados. Estamos bombardeados por la instantaneidad y por cosas de poca duración, a veces también de poca profundidad. En dos fotitos y dos palabras no podemos ir muy profundamente en nada.

El proyecto tenía unas cien fotos, pero cuando se hizo la exposición quedaron veintiocho. En muchas fotos podés notar el paso del tiempo en las personas, que fue poco, pero más que nada en algunos niños. Me parece que eso da un compromiso con el trabajo, contás una historia desde otro lugar y cercanía que los tiempos actuales no habilitan tanto.  

Un proyecto tan largo es un compromiso difícil de mantener con otras responsabilidades.

Creo que toda labor de este tipo requiere compromiso, porque no son labores redituables, no lo haces por eso. A mí me pasó que yo consideré que el trabajo se iba a hacer en dos años. Cayó la pandemia, el Parque estuvo cerrado durante cuatro meses y no pude ir. Eso lo estiró. Al mismo tiempo, yo estaba filmando mucho. Tenía que esperar a terminar de grabar para irme, eso fue lo que terminó haciendo que dure cuatro años.  

Foto: Pablo Córdoba

Foto: Pablo Córdoba

¿Cuándo sentiste que habías culminado con el proyecto?  

Hay un momento en el que uno ve que no encuentra nada nuevo y se empieza a repetir. Puede ser porque vos no estás pudiendo dar más, o porque ya no hay nada más. Tampoco podés poner todas las fotos que quieras, tenés que elegir para darle una dirección. Yo me fui por el eje de la soledad, la identidad, el cuerpo y el tiempo. Desde ahí fuimos editando y armando, y así te vas dando cuenta cuando estás llegando a un final.

No tenía el final del todo claro, eso me lo impuso una persona, que era la más cercana que tenia ahí, que falleció. Cuando él falleció, yo entendí que ya estaba. Yo lo venía terminando, no quedó abruptamente cortado, pero cuando pasó lo de él, lo terminé.  

¿Es difícil no involucrarse cuando estás realizando un trabajo en el largo plazo y con otras personas?

Te pasa desde el lugar de que, obviamente, tenés momentos muy alegres y conectás con las personas. Cuando uno conecta, expone quién es uno, el otro también. Uno va entendiendo qué le pasa al otro y genera un vínculo, entonces sabés qué le pasa, te lo cuenta, te acordás de que está pasando por algo, entonces le preguntás. Toda la gente que vive ahí es porque quiere, me parece muy valiente, pero los motivos son muy variados. Hay gente que se está escapando de cosas de la vida, o de una vida de la ciudad que no era para ellos. Otros van a crecer desde un punto de vista personal. El fallecimiento de este amigo fue un dolor muy grande, habia una relación construida y sostenida en el tiempo. Uno tiene que empezar a lidiar con eso, porque vos querés al lugar y a las personas, pero también estás en un proyecto, entonces creo que hay poder entregarse sin entregarse por completo. Creo que cualquier proyecto documental implica que te involucres y sientas algo, eso puede traer momentos difíciles también.  

Por Sofía Durand Fernández
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