Por Agustina Lombardi
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“Hola, soy Enric Benito. Tengo un mensaje del más allá para ustedes”, decía un mail que en 2020 recibió la productora uruguaya Mueca Films, de Juan y Facundo Ponce de León. El correo tenía adjunto un link de Dropbox que guardaba conversaciones de Zoom entre el doctor español Benito, especialista en cuidados paliativos, y Fernando Sureda, un paciente uruguayo con ELA (esclerosis lateral amiotrófica).
Para Juan, el mensaje les “cayó del cielo”. Los hermanos se tomaron 15 días para ver el material por separado. En el visionado, entre las discusiones sobre el morimiento, la vida, la resiliencia, la enfermedad, la incapacidad y la familia, descubrieron que se aludía a Mueca, o “la productora de dos hermanos”, como una opción para hacer la película de la que Sureda y Benito hablaban en sus conversaciones.
Cuando los hermanos volvieron a verse, acordaron: “Esto es una bomba”. “Con el tiempo nos dimos cuenta de que tenía sentido que nos hubiera llegado a nosotros”, dice Juan con el documental finalizado. Lo anteceden Vivir, De cerca y El origen, tres series televisivas que marcaron cómo Mueca mira la realidad. En su último proyecto también observa un “interés por la persona, lo humano” y “la vejez”. “Es la historia de una humanidad gigantesca”, resume el codirector.
Fernando Sureda pasó los últimos meses de su vida en cama junto con su familia, su enfermera y Enric, que lo acompañó mientras lo ayudaba a tomar conciencia del proceso de su muerte. Al poco tiempo de fallecer, la familia de Sureda y Enric retomaron la idea de hacer una película con el material que habían registrado cada semana que conversaron por Zoom.
Mueca transformó los archivos en el documental Hay una puerta ahí, una historia que, para Juan, les enfrenta un gran desafío: “¿Cómo convencer a alguien de ir a ver una película sobre un tipo que se está muriendo?”.
Hay una puerta ahí se preestrenó en Málaga en marzo, donde fue fichada por una distribuidora española que le permitió a Mueca comenzar a establecer redes en el país. El 29 de setiembre, el documental uruguayo español tendrá una función especial en el Festival de San Sebastián en la sección Made in Spain, fuera del ámbito competitivo.
Con esa experiencia surge otra pregunta: “¿Por qué la gente que la ve se olvida que es un Zoom y que se ve mal?”. Para Juan, la respuesta es clara: “Ves dos humanos, no importa si el plano está fuera de foco o la luz quemada. Hay una humanidad muy fuerte”.
El estreno será el 27 de octubre en la salas de Madrid y Barcelona. “Es el salto a Europa y también al mundo, porque la idea es que esta película trascienda Uruguay y España”, cuenta Juan, y agrega que llegará a las salas uruguayas en 2024.
En los 15 días que te tomaste para ver el material, ¿qué te interpeló y llevó a hacer el documental?
Lo que más me impactó fue la química que tuvieron Fernando y Enric sin haberse visto nunca. Me pareció descomunal. Primero, cómo Enric le saca la ficha a Fernando; una generación como la de nuestros padres, muy cerrada a cosas que tengan que ver con lo que a veces no tiene una explicación racional. Me pareció muy impactante cómo se empezó a dar un juego de poder entre los dos, que después se da vuelta completamente con el humor. Entonces fueron dos cosas: la química y la capacidad de reírse en circunstancias muy dolorosas. Y su inteligencia, cada uno a su estilo. Hay un juego entre ellos todo el tiempo y es algo que se dio de manera muy natural. Es increíble cómo se hacen amigos. Fernando es un paciente muy especial para Enric. Después de ser un paciente, pasó a ser un amigo.
El dispositivo de la película es el uso de las entrevistas por Zoom entre Enric y Fernando. En ese sentido, ¿cómo fue el trabajo de montaje?
Hay dos personas muy importantes en ese proceso. En un momento, con Facundo estábamos un poco trancados y necesitábamos otra visión. Guillermo Madeiro, uno de los mejores montajistas de la región, agarró el material y armó una nueva estructura. Trajo ingredientes nuevos, como la presencia de los mails y el archivo del Parlamento español. Sin alejarse mucho de los Zoom, logró acentuar el dispositivo narrativo. Al final del proceso apareció una tutora argentina, Andrea Kleiman, que nos propuso hacer un corte experimental, sin respetar el anterior. Nos dimos cuenta que en varios momentos la narrativa no avanzaba. Entonces movimos algunas piezas para que se generen curvas emocionales. La película es una montaña rusa; te reís, llorás, después te reís de nuevo. Hay un laburo de montaje mega fino que tuvo muchas etapas. Al final, aparecieron las placas, o capítulos, que le dan un respiro a la película y la colocan en una zona un poco más cinematográfica.
Las entrevistas hacen repensar el valor de la conversación y la profundidad que se puede alcanzar en el diálogo.
Es que quedan resonando cosas después de verla, como hablar de las cosas importantes y tener buenas conversaciones. Y las buenas conversaciones generalmente son incómodas. Por más de que en la película haya humor, hay incomodidad de fondo. Los dos tienen mucha altura, pero cuando aparecen los hijos de Fernando es un momento muy fuerte. Enric le dice que deje de dirigir las emociones de sus hijos. El tipo le dice una verdad del tamaño del mundo y Fernando se ríe. Hay una camaradería entre ellos que es increíble si se piensa que estaban a 10 mil kilómetros de distancia y nunca se habían visto.
Por más de que uno de los personajes es el enfermo y otro el médico, la película plasma una horizontalidad entre ellos. ¿Los observaron de esa forma desde el primer visionado?
Sí, ya estaba. Tuvimos cuidado en que no quedara un superhéroe y un mortal; el médico como el hombre sabio e iluminado. Hay una búsqueda de equilibrio, pero esos juegos de poder se mueven naturalmente en la película. Fernando también descoloca a Enric y cambia totalmente el juego de poder entre ellos dos, lo desinfla, lo saca con humor. Ahí ya no es la relación de un médico y un paciente, es otra historia. Había que distribuirlo bien, pero estaba en el material.
La película tiene un tono esperanzador, ¿cuál fue su visión al momento de construir la historia?
A priori no parecería que lo tiene. Es una película dura, pero al mismo tiempo muy luminosa. Para mí la luminosidad tiene que ver con la humanidad, que atraviesa toda la película. Creo que fue más intuitivo. Cuando nos vimos con Facu y pensamos: esto es una bomba, significa que era muy humano. En el fondo hablamos de humanidad con un tipo que se quiere morir y otro que le dice que antes de morir puede ver la situación de otra manera. Es difícil que haya algo más humano que eso. Si tuviera que nombrar lo que nos guió, es la humanidad de la historia. La humanidad por sobre la vida y la muerte, o la eutanasia y los cuidados paliativos. Porque es muy difícil entrar en esa dicotomía. Con Enric, Fernando termina de darse cuenta de que hay otra manera de ver la realidad. Él estaba muy sesgado, y Enric lo hace aflojar, soltar, encontrar vida ahí. La película muestra la humanidad con sus contradicciones. Los dos son tipos que se contradicen.
El documental presenta los cuidados paliativos como una alternativa a la eutanasia mientras el parlamento uruguayo discute su legalización desde 2020. ¿De qué manera la historia puede aportar a la discusión local?
Nunca lo tuvimos en el centro. Sabemos que la película lo va a despertar naturalmente, pero no queremos que se concentre en eso. Para nosotros va más allá. Evidentemente, hay una muestra de dos fuerzas que están en lucha: Enric con los paliativos y Fernando con la eutanasia. La peli muestra que capaz hay más unión de lo que parece, de que no se trata de Nacional y Peñarol. Cuando conocí a Enric, una cosa de la que hablábamos era de que cada caso es un mundo, hay que tener cuidado. No puede ser algo que se aplique a nivel general. Hay casos en los que los cuidados paliativos pueden ser un antes y un después en las personas, y Enric sostiene que todos tienen que tener acceso a eso. Después el enfermo tomará o no la decisión, pero no queremos que la película se pare ahí.
Tiene un montón de capas más, que tienen que ver con la persona más allá de la enfermedad o la eutanasia, con cómo nos paramos frente a la vida, estemos o no enfermos.
Es evidente que Fernando se ve obligado a esto porque está enfermo, pero Enric trasciende la enfermedad, le habla de cómo pararse frente a la vida. Si la película fuera temática no tendría el impacto que tiene. Cuando tematizás perdés fuerza, porque queda solo en ese círculo. La película va a tener que hablar por sí sola, va a generar un debate, es inevitable. Pero la hicimos pensando en que trascienda el debate paliativos y eutanasia.
Por Agustina Lombardi
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