Por Juampa Barbero | @juampabarbero

Una lista de películas polémicas en internet no está completa sin Pink Flamingos (1972). Suele suceder que la gente la encuentra aberrante u ofensiva, y está bien. Dicen que esa clase de contenido te daña la cabeza, y está bien. Que el guion es una mierda y la fotografía aún peor, y está bien. Al igual que a quienes se quejan de asustarse en una película de terror, solo se les puede responder una cosa: el cine de John Waters no es para almas sensibles.

“Durante años, si un espectador vomitaba viendo una de mis películas, yo lo interpretaba como una ovación”, afirmó el icónico cineasta de Baltimore tiempo atrás. Con una galería de excentricidades impresa a lo largo de su filmografía, John Waters siempre dejó expuesto al espectador para sentir la verdadera incomodidad. Si no te atrae, ni te da risa, es difícil aguantar. 

En contraposición a los elegantes travellings y las cuidadas producciones de Hollywood, donde se pulía cada detalle y planeaba cada movimiento con precisión quirúrgica, John Waters optaba por el encanto descuidado y el caos calculado. En Mondo Trasho se puede notar a los transeúntes mirar a la cámara con asombro, zooms tan descontrolados que uno casi puede sentir vértigo y una estabilidad de cámara tan ausente como la modestia en una alfombra roja. Esta elección estética, lejos de ser accidental, la mantuvo durante varios años como una bofetada irónica al refinamiento. 

Mientras algunos lo desprecian por su supuesta falta de calidad y valor artístico, otros, seducidos por lo sucio, lo adoran por su audacia y su capacidad para romper moldes. John Waters emerge como un ícono en este panorama, un maestro de la transgresión, cuya Trilogía Trash conformada por Pink Flamingos, Female Trouble (1974) y Desperate Living (1977) son testimonios de su genio provocativo e insignia queer.

Divine en Pink Flamingos

La censura siempre fue un adversario constante en el camino de John Waters, quien se cagó en los límites impuestos por los guardianes de la moralidad en el séptimo arte. Desde los albores de su carrera, John Waters plantó su bandera en terrenos prohibidos, sin temor al qué dirán. A diestra y siniestra, sus películas fueron marcadas como objetivos por la ética puritana y la corrección política. A pesar de los intentos por condenar su arte subversivo, Waters se mantuvo firme, desafiando a los censores con una sonrisa burlona y rechazando cualquier intento de amordazar su creatividad infame.

Pero lo que hizo a Divine más que una simple actriz fue su destreza para encarnar la rebeldía y la liberación en su forma más pura. En un mundo donde la sociedad dictaba quién podía ser considerado bello o aceptable, Divine violentaba el establishment con su presencia escandalosa. Encarnaba la idea de que la belleza y la dignidad no tienen por qué seguir los estándares convencionales, y que el verdadero poder reside en la autenticidad y la autoaceptación.“I’m So Beatiful” repite una y otra vez la cantante, actriz y drag queen en su canción más exitosa al ritmo del ítalo disco.

Durante los años en los que no pudo dirigir películas, John Waters canalizó su creatividad a través de la escritura. En Carsick, combinó ensayo, ficción y crónica para explorar el arte del autostop en Estados Unidos. Ahora, con la novela Liarmouth, su primera incursión completamente ficticia, nos lleva en una trepidante road movie que oscila entre la realidad y la fantasía. Este nuevo proyecto también marca su retorno al cine, ya que los derechos de la obra fueron adquiridos para una adaptación cinematográfica bajo la dirección de él mismo. ¿Quién mejor, si no? 

A sus 77 años, el más freak entre los freaks vuelve a la carga con su primera película en casi 20 años. El proyecto, anunciado en 2022, sigue las peripecias de la estafadora Marsha Sprinkle, una ladrona de valijas y maestra del disfraz, en un tono típicamente bizarro del creador de Hairspray. La actriz Aubrey Plaza está prevista como protagonista, y aunque el proyecto fue inicialmente aplazado debido a las huelgas de actores y guionistas, la preproducción fue retomada en las últimas semanas. Se espera que Liarmouth marque un nuevo hito en la carrera de un director que fue durante décadas una voz fundamental de la contracultura estadounidense.