Por Nicolás Medina
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En una sala de cine llena a tope, más de 600 personas esperan a que la función comience. El entusiasmo del público es palpable. No esperan a que empiece la película ganadora de los premios Óscar, ni la nueva entrega del universo cinematográfico de Marvel, ni tampoco son las vacaciones de invierno, que congestionan las salas con una cartelera cada vez más insulsa. Están esperando que comience una película uruguaya.
Detrás del fenómeno está Cimarrón, la productora audiovisual a cargo de Santiago López, Hernán Musaluppi y Diego Robino a la que se deben no solo la mayor cantidad de cortes de calle por rodajes en Montevideo, sino que también son unos de los principales responsables de poner a Uruguay en el radar de las plataformas de streaming internacionales a las que les brindan servicios de producción para sus series y películas. Pero, de nuevo, en este caso se trata de una idea original y una producción mayoritariamente uruguaya.
Algo está claro: Cimarrón tiene estrategias, conoce a su público, a la industria y cómo generar obras que apuntan a lo comercial, a que la gente vea sus contenidos y de paso pueda callar a algún que otro distribuidor, exhibidor e incluso espectador que diga que el cine nacional no merece un espacio en las salas comerciales.
El autor de la obra en cuestión sube al escenario. Guillermo Rocamora es en quien Cimarrón decidió confiar para uno de sus grandes estrenos del año. Luego de una emotiva presentación, comienza Temas propios.
Temas propios se promociona a sí misma como “una playlist familiar”, y sin dudas lo es. Es una de esas películas que cada vez se ven menos: una comedia para toda la familia que no carece de (y de hecho es impulsada por) conflictos humanos y momentos emotivos, y a la vez es también un coming of age muy universal.
La historia gira en torno a Manuel (Franco Rizzaro), quien es mayor de edad y está en ese precioso momento en el que el sistema dice que hay que elegir qué ser el resto de la vida. A los mambos comunes que vienen al terminar la adolescencia se le suma que sus padres se acaban de separar; su madre,Virginia (Valeria Lois), le insiste para que dé un examen y estudie ingeniería. Su hermano Agustín (Vicente Luan) tiene 15 años y está por perder el año en el liceo. Su padre, César (Diego Cremonesi), es un pendeviejo al que sus hijos idolatran porque, hablando claro y pronto, no les rompe las pelotas.
Pero ninguna de esas cuestiones son problemas para Manuel. Su problema es mucho más grave: se quiere dedicar a la música.
Contra los deseos de su madre, Manuel decide formar una banda con su mejor amigo, su hermano y Eli (Ángela Torres) —también interés amoroso de Manuel—. A falta de un bajista, los jóvenes no tienen mejor idea que invitar a su padre recién divorciado a formar parte de la banda (ya que aparte de ser el padre canchero, integraba Los Autómatas, una banda de rock under en los noventa).
Un hijo que intenta definir quién es con la misma dificultad que compone un tema original, un padre que se cuelga y se proyecta en los sueños de su hijo, las dificultades que implican no solo querer ser artista, sino que más específicamente querer pegarla en un mundo tan competitivo como hostil.
A pesar de la lectura un tanto contradictoria que puede darse al reconocer que tanto Rizzaro como Cremonesi y Torres son actores argentinos encarando a personajes uruguayos, es importante entender que, por un lado, el casting funciona muy bien, sobre todo si lo vemos como un contenido que aspira a lo comercial y que tiene como uno de sus mayores méritos la universalidad de los temas que atraviesa. Y, por otro lado, estos diálogos estratégicos son muchas veces lo que demanda un acuerdo de coproducción entre distintos países.
Pero la firma uruguaya está por todos lados. Sobre todo, en la música, con la experiencia de los músicos y productores musicales Juan Campodónico (El peyote asesino, Bajofondo, Campo) y Martín Rivero (Campo, Astroboy) a cargo de la supervisión musical. Las canciones (y presencia en pantalla) de Niña Lobo como parte del soundtrack de la película —el tema principal que compone Manuel es, de hecho, una nueva versión de “No soy yo” de Niña Lobo— y las actuaciones de los uruguayos Alfonso Tort como frontman de Los Autómatas (cuyo himno es la canción “Psychosound” de Chicos Eléctricos) y Roberto Suárez como Charly, el ingeniero de sonido de la banda.
Desde LatidoBEAT entrevistamos a los principales referentes de la película: el guionista y director Guillermo Rocamora; miembros del elenco integrado por Franco Rizzaro, Diego Cremonesi y Ángela Torres, y los encargados de la música: Juan Campodónico y Martín Rivero.
¿Qué te resultó atractivo al recibir el guion?
Franco Rizzaro (actor): Estudié un año Ingeniería, que pensé que era lo que me gustaba, y después dije “esto no es para mí”, y re tiene que ver con Manuel, mi personaje. Son esas cosas de los proyectos: uno elige el proyecto, pero el proyecto también lo elige a uno. Y yo cuando leí el guion dije “che, pero esto me pasó a mí”. Es algo que me re atravesó y me sentí re identificado. Y me encanta cómo Manuel lo atraviesa en la película. Hay una unión hermosa de la música y lo personal, pero que, bueno, después pasan algunas cositas y se empieza a ir todo para cualquier lado, que es lo divertido de la peli. Aparte el guion precioso que hizo el director, Guillermo Rocamora, eso me encantó. Fue como el corazón ese que uno busca también al hacer un proyecto de cine.
Diego Cremonesi (actor): Al momento de leer el guion por primera vez me identifiqué mucho con el personaje de Manuel, de mi hijo [en la película]. Me vi mucho ahí en un momento mío que fue muy gris, muy raro; de búsqueda, de no apoyo en tu casa con lo que estás buscando. De buscar ese destino que no sabes ni cuál es. Y así con todo, con las bandas de garage que se juntan después de años e intentan retomar. Vi todas esas cosas en el guion y si eso sucede para mí es porque el autor logra transmitir cierta humanidad. Te das cuenta de eso cuando vos te lográs identificar con alguien, con alguno de esos seres. El poder leer un guion y decir “hay profundidad, hay complejidad vincular, hay ambigüedad”. Como la vida misma.
Ángela Torres (actriz): Cuando recibí el guion me entusiasmé mucho porque sentí que era una peli que tenía un corazón particular. Y en este mundo tan loco, donde hay tanta información por todos lados es difícil a veces recibir un guion donde decís: “Bueno, esto está es escrito por el director, dirigido por el, y hasta hay cosas de su historia personal en la película”. Yo lo leí y sentí que había algo especial en lo que estaba leyendo. Las grabaciones fueron muy amorosas, muy especiales. Es uno de esos proyectos que te guardás en el corazón por siempre, posta. Me pasó pocas veces y con esta peli fue una de esas. Además, es una peli que la acompaña la música, que es algo con lo que yo hoy en día estoy muy conectada. Tenía la posibilidad de con este proyecto cantar, que es algo que me súper atrae últimamente.
Guillermo, por lo que todos dicen, hay algo personal tuyo en la película, ¿no?
Guillermo Rocamora (guionista y director): Hay, sí. Cuando mis papás se separaron yo tenía 12 y mi hermano 16 o 17, y mi hermano invitó a mi papá a tocar en una banda que tenía, a tocar la batería. Esa es como la génesis del proyecto. Eso siempre me quedo a mí en la vuelta y siempre me interesó la cosa de la música y de las bandas amateur. Eso andaba dando vuelta a mi cabeza muy fuerte, hace mucho tiempo, allá por 2008. Y un día estaba en un festival desarrollando mi primera película, Solo, y había un guionista, Guillermo Arriaga, que dijo que “los conflictos son más interesantes cuando los que lo transitan son familiares”. En ese momento, uní, así como en una explosión cerebral, ese recuerdo que estaba ahí, pero no estaba asociado a un proyecto, y quedó ahí. Lo escribí rápidamente y después de haber hecho Solo estaba haciendo un documental [La libertad es una palabra grande] y estaba yendo a estudiar guion a Argentina con Esteban Student y como parte del desarrollo del taller con él había que hacer un proyecto. Le llevé como tres ideas y esta fue la que nos pareció que era la mejor para elaborar y me puse laburar en el guion. Después hay otras referencias. Mi hermano y yo tenemos una relación muy muy linda, que yo creo que se refleja en la relación entre Manuel y Agustín. Mi mamá era profesora de inglés y daba clases en mi casa. O sea, hay cosas que están fijadas ahí en ese en ese ambiente y en ese momento. Fue el punto de partida y para mí uno conocido, y eso siempre ayuda un poco a desarrollar por lo menos de los personajes.
La película tiene como eje a la música y lo difícil que es pegarla en ese mundo, pero el conflicto se puede extrapolar a cualquier profesión relacionada al arte. ¿Cómo los interpeló esto a ustedes como artistas?
G. R.: Yo le dije a mi vieja que me quería dedicar al cine después de haber trabajado en Whisky. Imaginate, fue como una bomba en mi casa. Era imposible y fue incomprendido. La otra vez me preguntaron por la música en mis películas, y yo decía que lo veía como una linda herramienta para poder metaforizar acerca de eso. De esos conflictos. En esta tiene que ver con la vocación o con la frustración. Entonces la música a mí me sirve como reflejo o herramienta para poner en escena eso que vivimos, lo que queremos hacer arte, en un momento en que estamos en esa búsqueda de encontrarnos y de animarnos. Encontrar nuestras voces. Es un proceso difícil y complejo donde aparecen los miedos de uno, pero también los miedos de los que nos rodean.
F. R.: A mí me re interpela, me pasó. Me pasó de querer dedicarme a esto y tenía a mis viejos medio queriendo que estudie algo y un poco bancándome. Es algo lógico. El querer cuidar a tu hijo, hija y querer quizás una estabilidad más bien económica. Yo creo que atraviesa a mucha gente y sobre todo a muchos jóvenes que están en la misma. Pero bueno, conlleva con un proceso de atravesarlo. Un proceso primero interno y después externo. A mí me pasó y por suerte lo pude atravesar bien, pude tener trabajo en los primeros años y quizás eso lo facilitó. Pero puede que te pase de no tener trabajo y seguir remando y remando y que cueste, pero yo creo que es importante seguir animándote y mandarte a ese piletazo.
D. C.: Total. Creo que lo central es que te interpela desde muchos lugares. Yo estudié un año de Sociología, después estudié tres o cuatro años de Comunicación hasta que llegué a la actuación. Y si vas por ese camino después te enfrentas a lo que conlleva defender una elección artística, que es muy difícil. Pero a la vez tenés que entender la preocupación de tus padres. Yo hoy, desde mi lugar de padre, si mi hijo viene y me dice “yo quiero jugar al fútbol”, le digo “bueno, pero tenés que estudiar algo también”. Y ahí te volvés un poco careta. Pero está bien eso, debemos ser cautos con ciertas cosas. A mí me parece que la película está buena porque también le escapa a los estereotipos.
A. T.: Sí, en ese sentido siento que además hay algo ahí re fuerte como que se empiezan a mezclar mucho las frustraciones personales de cada padre y de cada madre y las ven reflejadas en sus hijos. Y eso termina privándolos de un montón de libertades, que ojalá eso de a poco vaya cambiando. Existe un montón, yo siento que hay como una cosa armada alrededor de la idea de querer ser artista que es como si el mundo dijera “te vas a cagar de hambre si sos artista”, y en realidad en este mundo tan loco, en definitiva, podés cagar de hambre siendo cualquier cosa. Así que hay que terminar con ese mito de que “el arte es el peor camino posible”. Yo por suerte no atravesé eso porque desde que nací sabía lo que quería ser y fue indiscutible, por mi carácter y porque en mi familia me tocaron personas que se dedicaban al arte.
Yendo a lo musical, que es un fundamental en la película: ¿cómo fue el proceso?
G. R.: La música era central, pero yo soy un neófito completo. Yo soy “Durazno y Convención” y no mucho más. Entonces desde el guion no había ni una estética ni ninguna referencia puntual. Pero sí teníamos que construir los dos universos: el universo de la banda del padre y el universo de la banda del hijo. Yo no tenía las herramientas y en un guion esto es muy difícil. Y por suerte llamamos a Juan Campodónico y Martín Rivero, que son los supervisores musicales, y nos juntamos durante seis meses todos los lunes en el estudio de Juan a hablar de canciones, a escuchar, a probar, a ver estéticas. Y ellos me abrieron ese mundo por completo. Y ahí surgió la historia. Había una banda que los invitaba a tocar como teloneros, y surgió que fuera Niña Lobo. Así apareció “No soy yo”, esta canción que todavía no habían sacado y que Martín hizo una versión que a mí me voló la cabeza.
Juan Campodónico (músico): Hay muchísimas canciones, muchísima música involucrada y temáticas y escenas del mundo de la música. Nos juntamos infinitas veces con Guille y Martín Rivero para crear un poco este mapa de cómo iba a ser la película. Después en la etapa de producción de la película yo no estuve. La producción musical la hizo Martín Rivero junto con Nicolás Demzcylo. Y después la volví a ver terminada y me dio una súper grata sorpresa. A veces, lo que uno se imagina puede ser diferente al resultado final. Pero acá fue mejor. Aparte es de esas películas que son híbridos, con la música en un rol muy importante. Es muy difícil darle al tono que tiene que tener el relato en relación a la música para estar en un lugar que sea atractivo y que no pierda la elegancia.
Martín Rivero (músico): La película tenía muchos desafíos. Porque no es simplemente que hay música en la película, sino que la idea era que los actores cantaran, que pudieran tocar. Que la mayor cantidad de cosas que hicieran en escena se pudiera grabar para después poder utilizar ese material.
J. C.: El sonido en la película mayormente es real y verosímil. Estuvo muy cuidado cómo sonaba todo, fue muy cinematográfico.
M. R.: Sí, no había que sobrepasar la imagen y no había que tampoco sobre producir una cosa que en realidad eran bandas de rock, sino que fuera funcional a la película. Creo que hicimos una banda sonora hermosa porque pasa por todos lados y rescatando temas muy lindos de la música uruguaya y afines. Hay cosas que nos tocan emocionalmente a todos.
Hay algo muy interesante en el título. Temas propios es algo que va más allá de lo literal, o de una línea de diálogo, es algo que se resignifica a medida que pasa la película.
F. R.: Yo creo que sí. El “temas propios” en esta película va más hacia lo interno. En un plan de autoconocimiento. Y, en ese autoconocimiento, conocerse y animarse a hacer lo que uno ama, lo que uno disfruta y lo que uno le gusta hacer. Animarse es encontrarse con un montón de adversidades u obstáculos que limitan y cortan un poco eso. Y bueno, ahí es sacar más el pecho y atravesarlos y que suceda lo que tenga que suceder. Y con eso llegan un montón de cosas que es básicamente el mundo en sí mismo y lo importante es hacerlo y mandarse y confiar.
D. C.: Total, está bueno y también a la vez siento que es casi algo universal, por lo menos para esta zona. Esta cosa de la tradición de las bandas del tocar y cuando alguien les pregunta que hacen dicen “Tocamos, y hacemos covers… pero ¡ojo que también tenemos temas propios!”. Esa presión para mí también esta buena.
A. T.: No lo había mirado por ahí, pero me copa, es verdad. Cada uno siempre está ahí en su mambo personal, resolviendo cosas. Por eso siempre hay que intentar empatizar con el otro porque nunca sabes la batalla personal que esta dando cada uno. Y si, en este caso creo que el personaje de Manu está así, súper conflictuado. Y es que los 18 años son una mierda, ¿viste? Estás como que no entendés nada. No sabés quién chota sos, pero ya tenés que definirte para toda tu vida. Es un momento muy complejo. Creo que también es re difícil encontrar un proyecto donde se refleje con verdad la juventud de hoy en día. Esta generación. Es re difícil encontrar un proyecto en el que digas: “esto me interpela, esto sí tiene que ver con lo que veo a mi alrededor”. Y creo que esta peli lo tiene, hay mucha verdad en cómo cuenta lo que a él —Manuel—; le pasa y también en la forma en la que en la que lo llevaron adelante los chicos.
Y la palabra del director…
G. R.: Para mí tiene ese sabor y lectura. Cada uno está lidiando con sus temas. Y me parece que eso también es una invitación a conectar. Como padre, como hijo, como madre, el que está en un lugar o el que está en el otro. Todos los personajes tienen su tema que están atravesando y me parece que eso le da sí, un sustento más grande al título. Porque le da un poco más de profundidad digamos, más allá de la primera lectura de la banda y los temas originales
***
Temas propios se estrenó el pasado 24 de agosto en cines y no ha dejado de sumar funciones para su segunda semana en cartel (podés chequearlas todas en nuestra cartelera). La película fue seleccionada para representar a Uruguay como precandidata a la 96.ª edición de los Premios Óscar, en un comité convocado por la por la Agencia del Cine y el Audiovisual del Uruguay (ACAU), e integrado por representantes de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU), la Asociación de Directores, Directoras y Guionistas del Uruguay (DGU), la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA), la Asociación de Productores (ASOPROD) y el Sindicato de trabajadores, técnicos y profesionales del cine y el audiovisual (GREMIO CINE).
Por Nicolás Medina
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