Por Juampa Barbero | @juampabarbero
Cada generación engendra sus propios monstruos. A lo largo de los años, las pantallas nos mostraron innumerables aberraciones que nos roban el sueño, y en sus mejores momentos, estas responden a una sociedad ávida de esa adrenalina que desmorona nuestra sensación de seguridad, aunque sea por unas horas. En 2024, La Sustancia parece destinada a ser la película más recordada del año, con su innegable crítica social resonando profundamente. Sin embargo, hay algo en lo que podemos discrepar: con Terrifier 3 pisándole los talones, el título a la más excesiva ya no le pertenece.
Si creíamos que Damien Leone había alcanzado su límite con las entregas anteriores, vamos a tener que replantearnos lo que consideramos tolerable en el cine de terror. Terrifier 3 no solo sube la apuesta, sino que la estira, la retuerce y la corta en pedacitos. Esta nueva incursión en el universo de Art the Clown es una tortura visual diseñada para los amantes del horror más extremo y macabro que, por ahora, podemos imaginar.
La historia se sitúa cinco años después de los eventos de Terrifier 2, en un pequeño pueblo que todavía intenta recoger los pedazos de su normalidad rota. Pero, como una plaga, Art vuelve a surgir, transformando las vísperas de Navidad en una carnicería sin precedentes. Esta vez, Leone nos lleva aún más lejos en cuanto a lo físico, presentando un Art más cruel, más creativo y más implacable que nunca.
No es un simple asesino; es un arquetipo de la maldad pura. Sin diálogos ni explicaciones, su presencia desata un pánico tan visceral que trasciende la pantalla. Damien Leone explora a fondo el potencial de Art como un ícono del terror moderno, amplificando su sadismo y su naturaleza impredecible. Desde la primera escena, una mezcla de lo cómico y lo grotesco, queda claro que el payaso tiene mucho más que ofrecer a su público... y nada de ello es misericordioso.
Las muertes, superadoras en cada secuencia, mantienen la tensión hasta el último momento. Leone se entrega por completo al gore, ofreciendo escenas tan detalladas y perturbadoras que cruzan la línea entre el entretenimiento y la repulsión. Cada asesinato no solo muestra el salvajismo de Art, sino que convierte al espectador en un cómplice involuntario, atrapado en una danza de sangre y gritos que no da tregua.
Terrifier 3 se inscribe en el sangriento terreno del terror navideño, un espacio donde los villancicos y las luces parpadeantes se mezclan con artefactos afilados y risas siniestras. Siguiendo los pasos de clásicos como Black Christmas (1974), Silent Night, Deadly Night (1984), El día de la Bestia (1995) o Al interior (2007), entre tantas otras, Damien Leone transforma la temporada de paz y amor en una espiral de entrañas y locura, usando la iconografía festiva para intensificar el horror.
Para quienes se sorprenden con el alcance de la franquicia, es importante recordar que Art the Clown no nació en Terrifier. Su origen se remonta a The 9th Circle (2008), un cortometraje donde el personaje hizo su primera y espeluznante aparición bajo la dirección del director estadounidense. Más tarde, en All Hallows' Eve (2013), Art tomó un papel más central en una antología que sirvió como campo de pruebas para el tono y la estética que hoy define a la serie. Esto demuestra que Art no es un personaje improvisado; lleva años desarrollándose en la mente de Leone, quien lo perfeccionó como un emblema para la posteridad.

Terrifier 3 (2024), Damien Leone
Damien Leone logró con Art the Clown lo que parecía perdido en el cine de terror contemporáneo: crear un monstruo que no solo aterroriza, sino que se burla de sus víctimas y del público mientras lo hace, reclamando un lugar en el altar de los íconos del slasher. En un género que parecía haber cristalizado sus reglas con figuras como Leatherface, Michael Myers y Ghostface, Leone decidió romper el molde y ofrecer algo radicalmente distinto: un asesino cuya máscara no oculta su alma, sino que la exhibe con un espeluznante sentido del humor.
Lo que distingue a Art no es solo su brutalidad, sino la manera en que la cámara lo abraza. A diferencia de los slashers clásicos, donde los asesinos son sombras que emergen para matar y desaparecer, Art es un anfitrión macabro, un maestro de ceremonias que controla cada acto de esta horrenda ópera sangrienta. Vemos sus preparativos, sus momentos de satisfacción perversa, incluso sus bromas privadas, como si nos permitiera entrar en su intimidad. Es más Chucky que Jason, pero incluso más incómodo porque su silencio amplifica la monstruosidad de cada gesto. Y a diferencia de los clásicos mencionados, su barbarie no tiene reparos en acabar con niños.
Leone desdibuja la línea entre el terror y la comedia grotesca. Como Freddy Krueger, Art se permite ser irónico, pero su humor no tiene palabras: todo está en sus mirada, en su mueca fija, en su corneta, en la bolsa que arrastra, en la violencia coreografiada que despliega con una precisión que se siente casi ritualista. Es como si la masacre fuera su lenguaje, y la pantalla, su lienzo. La escena de la ducha, la cual es mejor no entrar en detalles, tiene esa fluidez pictórica cuando cerramos los ojos para no ver lo que está sucediendo, mientras vemos todo salpicarse de rojo en clave action painting de Jackson Pollock.
Art no es un simple eco de los slashers que vinieron antes. Es una criatura de este siglo, una mezcla de meme, pesadilla y performance. Leone entiende que el terror contemporáneo no solo debe aterrar, debe quedarse incrustado en la mente del espectador, como una mancha imposible de borrar. Art no es solo el asesino; es la película misma, un reflejo oscuro de nuestra obsesión por mirar lo que no deberíamos.

Terrifier 3 (2024), Damien Leone
El extremo nivel de violencia que caracteriza a Art the Clown no es un mero recurso gratuito para impactar al espectador; es una respuesta visceral y perfectamente coherente con el contexto cultural de nuestra época. Vivimos en un tiempo donde la sobrecarga de estímulos es la norma, donde plataformas como TikTok ofrecen una sucesión infinita de contenido que capta nuestra atención con imágenes cada vez más impactantes. En este paisaje de saturación sensorial, Art se convierte en un reflejo exagerado pero profundamente significativo de esta realidad. Porque siempre hubo gore, pero nunca fue tan popular.
Art the Clown encarna una forma de entretenimiento que, en la superficie, apunta a la banalización del sufrimiento y la espectacularización de lo grotesco. Su violencia no solo es física, sino también psicológica: va más allá del simple susto y se adentra en una zona incómoda, donde el espectador no puede evitar preguntarse por qué está tan fascinado por lo que está frente a sus ojos. En una época donde los videos violentos, las bromas pesadas y las tendencias de shock pueden volverse virales en cuestión de minutos, la figura de Art funciona casi como una alegoría de cómo la violencia está más cerca de lo que creemos, tanto en la ficción como en la vida real.
Art carece de cualquier justificación moral o narrativa. Esto lo acerca más al absurdo nihilista que caracteriza a muchos contenidos virales actuales, donde lo chocante no necesita sentido, solo impacto. Es como si Art entendiera perfectamente la lógica de las redes sociales: cada acto suyo parece diseñado para capturar nuestra atención, desconcertarnos y dejarnos con la sensación de haber presenciado algo que no podemos borrar de nuestra mente.
Art the Clown, en este sentido, es tanto un producto de su tiempo como un comentario sobre él. En un mundo donde los límites de la moralidad y la sensibilidad están constantemente siendo empujados, Art representa la culminación de esa desensibilización colectiva. No busca justificar su maldad ni darle un significado trascendental. Y esa es quizás su crítica más aguda: vivimos en una época donde la violencia no necesita contexto para existir, basta con que sea efectiva para captar nuestra atención. Art es el asesino perfecto para una generación que consume la violencia de la misma manera en que desliza el dedo por un feed infinito: rápidamente, sin pensar demasiado, pero incapaz de mirar hacia otro lado.
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