Por Catalina Zabala
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Un acto de empatía, o el inofensivo placer de contar la historia propia. Lilén Halty nunca tuvo referentes claros.
Su motor vital siempre fue su corazón, uno que le gritaba día a día lo que necesitaba y ella lo seguía. El mundo de la danza la abrazó cuando tenía 14 años, aunque se recuerda a sí misma como una niña que bailaba de manera constante.
La vida y la danza en la vida de Lilén se superponen y se intercalan de manera constante, como una hoja de dos caras. Aun habiendo atravesado ciertas crisis profesionales, hoy las recuerda con cariño y las comparte con el mundo, para aquellos que, como ella, no reconocen con claridad la luz de un faro que los guíe.
Vive en España, pero hoy se asoma a sus raíces con su vida hecha obra. Vuelve a Uruguay para presentar en solitario Una entre tantas historias, una obra que —como su nombre indica— no destaca por contar una historia anómala, sino que refleja múltiples vivencias en un único espejo.
La obra fue creada en el marco de residencias artísticas del Centro Cívico Guinardó, en la ciudad de Barcelona. Sin embargo, Lilén cuenta con una larga trayectoria de experiencia escénica en Uruguay que hoy la hace regresar. El solo recoge recursos principalmente de la danza, pero también elementos musicales y teatrales, que la convierten en un todo autónomo y potente. Tendrá lugar en el Teatro El Galpón este 18 y 19 de marzo, y las entradas pueden adquirirse aquí.

Cortesía de producción
¿Cómo fueron tus primeros pasos en la danza? ¿Siempre te interesó?
Desde que soy muy chiquita siempre me gustó bailar. La obra tiene un poco que ver con eso, con mi historia en relación a la danza. Cómo me relacioné con el baile desde niña hasta la adultez, y ya desde un lugar más profesional. Mi formación la empecé más de adolescente, a los 14 años. Comencé a tomar clases con Andrea Arobba, fue mi primera maestra. Con ella hice toda una formación de varios años y después fui tomando clases con distintos profesores, también de distintas disciplinas: de aikido, de música, de yoga, distintas disciplinas corporales. Más adelante hice la Escuela Nacional de Danza en el Sodre; coincidí con la primera generación de la formación de danza contemporánea, que no existía hasta ese momento. Esa formación me llegó un poquito más grande, a los 20 y algo. Ese fue mi recorrido.
¿Cómo fue la experiencia de hacer una obra sobre tu vida personal? ¿Te sentiste expuesta a la hora de compartirlo con el público?
Es interesante esa pregunta, porque la historia es muy íntima. Pero si bien es muy personal, al mismo tiempo —y el nombre lo indica— en esta historia se puede ver reflejada mucha gente también. A muchas personas les pasa eso de tener ciertas crisis con lo vocacional o con lo que eligen para su vida y su recorrido. A mí se me hace muy natural hacerla, es una obra muy honesta. Si bien cuento mucho sobre mi vida, son cosas contables también, y se me hace muy natural. Es un poco abrir la cortina de algo que está ahí, mostrar que esta soy yo, que esto es lo que me ha pasado. La idea es compartirlo, pero también desde ahí conectar con las historias de otras personas y llevar algo que es como muy íntimo e individual a algo que sea más universal.
¿El primer motor para pensar en la obra fue responder a esa necesidad en el otro de identificarse o tener un referente, o simplemente querías contar tu experiencia?
Fue un poco más la segunda opción. Yo no me puse desde un principio el objetivo de llegar a la gente, porque eso además no está en mis manos. Cada quien después lee lo que quiere leer en la obra. En realidad surgió casi como una necesidad mía de tener que sacar todo esto para afuera, porque lo estaba viviendo como una etapa de crisis que atravesaba con la danza. De hecho, esta obra la hice en una residencia que hice acá en Barcelona. Conseguí hacer una residencia artística; fueron unos meses de creación en un centro cultural de acá que me prestaba el espacio.

Cortesía de producción
En primera instancia presenté otra idea que había tenido como para empezar a crear algo, pero en el momento de hacerla no me salió, sino que necesité como "vomitar" lo que me estaba pasando. Estaba tan a flor de piel que fue lo que me salió hacer. De hecho, recuerdo que hubo un momento en el que acá, en el verano, se cerró el centro cultural por las vacaciones, y hubo un mes entero en el que no tuve ensayo. Recuerdo que del último ensayo me fui casi llorando, y a la vuelta me salió de un tirón la historia. Me puse a contarla con palabras al mismo tiempo que me iba moviendo y salió así, casi que de un tirón, fue muy loco.
Fue un poco sin querer, y me di cuenta después que, en realidad, si bien es una historia superpersonal, mucha gente se siente identificada de una u otra manera. De hecho, me pasó que la estrené acá y hubo una charla después de la obra, y mucha gente me devolvió eso. De afuera y de adentro de la danza, y de distintas edades. Una señora de 72 años me dijo que se sintió totalmente identificada. Sin quererlo, digamos, justamente al ser tan genuino lo que cuento, naturalmente hay algo con lo que el público empatiza. Eso está buenísimo, porque además va más allá de la danza en sí. Se trata de la historia de cada uno y su relación con lo profesional, con lo que lo inspira, con la motivación, un poco por ahí.
Está muy presente la idea de la vocación y el sentirse desorientado. ¿Tuviste en tu experiencia personal figuras claras que sintieras que te inspiraban, o es justamente desde esa carencia que surge la idea de la obra?
Andrea Arobba, que fue con la que empecé a formarme, fue una figura muy referente para mí. Fue la que me mostró un poco la relación con la danza y todo ese mundo, y para mí ahí, desde el vamos, ya fue una figura muy importante y referente. Después otras bailarinas de Uruguay, por supuesto, o también referentes de otros lados, ni que hablar figuras de la danza en general. Pero después, más allá de eso, en realidad me pasa un poco lo contrario.
Justo el otro día mi pareja me preguntaba exactamente eso, si tenía personas referentes a las cuales seguir, y me di cuenta de que no tengo muchas. Si bien, obviamente, me encantan un montón de artistas y no solamente artistas, sino gente que hace un montón de cosas, no tengo una persona que sea un ejemplo o un faro. Por momentos me hace sentir un poco más perdida quizás, pero por otro lado tiene lo bueno de que te hace buscar tu forma. Quizás en la combinación de muchos factores que inconscientemente vas absorbiendo, influencias. Todo eso supongo que queda en algún lugar.

Cortesía de producción
¿Cuáles son los principales desafíos a la hora de hacer un solo, en el que no tenés otras personas para apoyarte en el escenario?
Está bueno porque en este caso, por ejemplo, fue un proceso bastante largo, de muchos ensayos, entonces increíblemente tenía tiempo. Tenía mis sesiones conmigo misma, para aprovechar a escucharme a mí, pensar qué necesitaba, qué tenía ganas de hacer ese día, y poder permitírmelo. De repente había días que iba y capaz que ni siquiera me movía y me pasaba escribiendo, por ejemplo, o que escuchaba música para tener alguna referencia, y la primera parte fue bastante en solitario. Estuvo bueno porque era lo que necesitaba en ese momento. Pero después hubo una segunda etapa, en la que por suerte fue gente a ver los ensayos. Varios amigos y conocidos que tengo por acá fueron a ver el ensayo, en una etapa en la que todavía se estaba creando.
Por lo general, los invitados que van a ver los ensayos suelen ir más sobre el final del proceso. En este caso los invité un poco antes, como para que de verdad pudieran meter cuchara en el proceso. Eso fue muy enriquecedor, todas las cosas que me iban diciendo y sugiriendo. Por ejemplo en cuanto al vestuario, en los colores que se imaginaban. Cosas que a veces uno estando dentro del proceso se pierde un poco. Entonces eso estuvo buenísimo, porque si bien trabajé sola, estuve muy acompañada en el proceso. Después también tuve acá ayuda de algunas personas que trabajaron conmigo y que me ayudaron con la música, también con el tema de las luces, así que es eso. Hubo una parte que atravesé sola, pero la otra parte, que fue el detrás de cámaras, implicó mucha compañía y eso también es fundamental para el trabajo.
¿Desde lo creativo te sentís más cómoda trabajando sola, o en general preferís lo grupal?
Creo que cada formato tiene lo suyo, me gustan las dos cosas. Me gusta que haya momentos grupales y momentos individuales, me parece que está bueno atravesar los dos tipos de proceso. Creo que en este caso necesitaba particularmente trabajar un poco sola, justamente también por la temática del ir para adentro y hacer una pausa. Ver qué pasaba y qué salía. Pero me parece que está bueno que convivan las dos cosas, para mí en la obra hay algo de la parte de trabajo en equipo, pero también la parte individual, y me gusta que vayan en paralelo. Hay cosas que uno hace más por la suya, y otras que se hacen en el colectivo. Llegás a cosas diferentes, la modalidad de trabajar también es distinta, entonces me gustan un poco las dos cosas, sí.

Cortesía de producción
Hiciste la obra en España, y ahora la presentás en Uruguay. ¿Encontraste diferencias entre ambas idiosincrasias que condicionaran tu manera de trabajar? ¿Qué rol jugó el haber estado en España durante el proceso creativo?
La hice en el marco de esta residencia, que eso ayudó bastante porque la verdad es que me ofrecieron un espacio muy lindo para trabajar. En este centro cultural tenían unos salones muy cómodos para ensayar, y tenía tiempo; eso es difícil de conseguir. Generalmente, cuando conseguís un fondo o un espacio para ensayar es por tiempo determinado, y tenés que meterle. Esta vez tenía otra tranquilidad de tener ese espacio, que justo además me quedaba cerca de mi casa. Por otro lado, el objetivo de esta residencia era hacer una función, justamente. Eso fue buenísimo, porque ya en el mismo lugar en el que lo ensayé, lo presenté y lo estrené.
El centro ya tiene su funcionamiento, su público. Además, la función era gratuita. Aquí todavía nadie me conoce porque no hace tanto que estoy, y sin embargo la función se llenó, increíblemente. Fue gente de todo tipo, no necesariamente del rubro de la danza. Mucha gente adulta también, adultos mayores. El público era muy variado, entonces algo que sí noto acá es que, al haber mucha gente, se facilita sobre todo el tema de que haya público. Es más fácil que se llegue a un número de personas para el público en las funciones, y eso está bueno. Hay una apertura aunque no te conozcan, por ejemplo, todo el mundo se queda a la charla después de la función, que a veces no sucede. Por lo general, termina la función y la gente se va. Ahí hubo una apertura muy linda de quedarse y ver qué había para compartir. Yo todavía estoy conociendo un poco cómo es el panorama; esta fue recién mi primera experiencia, pero por suerte existen varias instancias y espacios de este estilo. Uno puede aplicar y hacer residencias, obtener espacios para presentar las creaciones. Hay un gran público, y eso ayuda mucho.
Por Catalina Zabala
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