Por Diego Paseyro
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El año 1994 comenzó un sábado. Mirándolo en retrospectiva, cuesta creer que hayan pasado treinta años. Esos mismos 30 años que, a comienzos del 2000, nos hubieran llevado a los albores de la década del setenta, que en ese entonces se antojaba tan lejana. Es curioso cómo llevamos la cuenta del tiempo. Tan igual a sí mismo, tan recto, y en apariencia, tan uniformemente acelerado. Pero esas arbitrariedades gregorianas para llevar la cuenta de las vueltas al sol, bisiestas cada cuatro ciclos, a veces no nos alcanzan. Porque es posible que para todos los que nacimos a mediados de los ochenta, la década de los 90 siga estando más cerca de lo que el calendario indica. Porque nos negamos a reconocer que cuatro años hoy, significan cuatro años en cualquier otro momento.
Si retrocediéramos cuatro años desde el 1° de enero de 1994, nos daríamos de frente con un mundo donde la URSS todavía existía, Argentina era la actual campeona del mundo, y Maradona seguía en el Napoli. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tendrían cuatro álbumes de estudio, y faltarían cinco por llegar, Jurassic Park no se habría estrenado aún, y Freddy Mercury, Isaac Asimov, Federico Fellini y Frank Zappa seguirían en este mundo.
Se me dirá que si retrocediéramos cuatro años hoy, estaríamos en medio de la pandemia del 2020, Maradona seguiría vivo y Argentina no sería la actual campeona. Cada año, por más irrelevante o anodino que se presente, está cargado de efemérides, tensiones geopolíticas, amores e injusticias. Pero por otro lado, también da la sensación que este primer cuarto de siglo, queda un poco empalidecido frente al del siglo pasado, que ya tenía en su haber la Revolución Rusa, el Tratado de Versalles, una Guerra Mundial, la teoría de la relatividad, el primer vuelo de un avión y el naufragio del Titanic.
Pero volvamos a ese 1994. Ese en el que Mandela fue elegido presidente de Sudáfrica y Kurt Cobain se suicidó. En el que, el 1° de mayo, Ayrton Senna no pudo tomar la curva de Tamburello, en el circuito de Imola, estrellándose de manera frontal contra una pared de cemento a 218 km/h. Fallecían Nixon, Bukowski y Onetti. El 25 de junio Maradona era tomado de la mano por una falsa enfermera rumbo a la prueba de antidoping que lo sacaría del mundial, y el 17 de ese mes, mientras se jugaba el quinto partido de la finales de la NBA entre New York y Houston, la transmisión del partido dividía la pantalla en dos para pasar en vivo la persecución de la policía a O.J. Simpson en su Ford Bronco por la interestatal de Los Ángeles, al ser acusado por doble asesinato. Pulp Fiction, Forrest Gump, Sueños de Libertad, La Máscara, Máxima Velocidad y El Rey León fueron estrenadas ese año, mientras el quark, la partícula subatómica, era descubierta.
Sí, todo eso, y es posible que esté omitiendo algún otro episodio memorable, sucedió en ese año que quiso ser una especie de Aleph temporal desde donde mirar una conjunción abrumadora de decesos y nacimientos. Ese año, también, apareció la primera PlayStation.
Entre tanto acontecimiento, en este arbitrario, y seguramente inexacto recuento, quise detenerme caprichosamente en uno, que por distintas razones merece más que una semblanza. Me refiero al acaecido en la noche del 22 de setiembre del año en cuestión, cuando NBC ponía al aire por primera vez la sitcom Friends, creada por Marta Kauffman y David Crane. No creo que sea necesario contar la trama de esos seis amigos neoyorquinos que viven en el West Village de Manhattan y deben hacer malabares para pagar el alquiler de su apartamento, en una década que fue un parteaguas para la ciudad, ya que el alcalde de ese entonces, Rudy Giuliani, dirigió, entre 1994 y 2001, la controvertida "limpieza cívica de Nueva York”. Es muy simbólico, y otro capricho del Aleph del siglo XX, que la serie que, a la postre, sería la más vista de la historia de las comedias de situación, comenzara el mismo año que el mandato del alcalde que vino a “limpiar” la ciudad.
Fue considerada por The Hollywood Reporter como la mejor serie de la historia, y también votada en 2018, según Ranked, como la mejor comedia de situación de todos los tiempos. Pero representó, tal vez, y aunque en ese momento nadie lo sabía, el comienzo del fin de la ciudad que vimos incansablemente en películas icónicas como Taxi Driver (1976), Manhattan (1979), Saturday Night Fever (1977), entre tantas otras. Aquella que tenía una suciedad tan indeseable como seductora.
Hasta entrada la década de los 90, Nueva York no gozaba del furor turístico que ostenta hoy. Los mendigos, prostitutas, adictos y clubes sexuales, tan característicos en las inmediaciones del Times Square, se fueron suplantando por “valores familiares”. Hoy, donde antes había clubes nocturnos, lap dance clubs, casas de masajes y cines con contenido erótico, es posible que encontremos cadenas de restaurantes o casas de donas.
Ya no queda un solo rincón de Manhattan que no sea transitable o que no tenga un malón de turistas con bolsas de compras a cualquier hora. De hecho, el apartamento donde vivían los protagonistas de la serie, hoy se ha convertido en la zona más cara de la ciudad. Esa que durante la década del sesenta era la escena bohemia, hippie y folk del momento, y donde solo vivían aquellos que intentaban sobrevivir en la ciudad.
Si bien las desventuras de Chandler Bing, Joey Tribbiani, Mónica y Ross Geller, Rachel Green y Phoebe Buffay eran grabadas en estudios de Los Ángeles, todos, excepto Ross y Phoebe, vivían en un apartamento en la esquina de las calles Bedford St. y Grove St. Supuestamente, el emblemático Central Perk, la cafetería que utilizaban para encontrarse a todas horas, estaría en la planta baja del mismo edificio. Lo cierto es que esa era la fachada que eligieron para que fuese el apartamento donde supuestamente vivían.
Llegar hasta allí es muy sencillo, y de hecho, es inevitable no quedar hipnotizado, junto a los curiosos turistas que nunca faltan y que diariamente se acercan de a puñados a observar dónde era que los seis amigos nunca vivieron. Y estando allí, es posible que nunca hubiesen podido hacerlo, aún a mediados de los noventa. Todo el Village, actualmente, ostenta un semblante residencial, silencioso, enigmático, y por sobre todas las cosas, económicamente prohibitivo, que hubiese hecho muy difícil para aquellos veinteañeros vivir en él.
A excepción de Chandler y Ross, el resto debía ingeniárselas para llegar a fin de mes, al menos en las primeras temporadas de la serie. Siendo realistas, hubiese tenido más sentido que vivieran en Queens o el Bronx. Los propios guionistas no ignoraron esta inconsistencia y la explicación que dieron fue que ese apartamento, donde vivieron todos alguna vez, aunque la mayor parte del tiempo lo habitaron Monica y Rachel, era propiedad de la abuela de los hermanos Geller. Por lo tanto, debido al rent control que rige en la ciudad desde 1968, y que congela los costos inmobiliarios, los amigos neoyorquinos pagaron, durante toda la serie, lo que supo pagar su abuela alguna vez. De hecho, el cuarto episodio de la cuarta temporada pone esto sobre la mesa, cuando Trigger, el encargado, quiere denunciar esta situación al propietario y Joey logra convencerlo de que no lo haga, enseñándole a bailar como modo de agradecimiento.
Volviendo a la cuestión de la verosimilitud inmobiliaria, hubiese sido más accesible para todos si la serie transcurriera en el Upper West Side, donde tuvo lugar otra emblemática sitcom, que, no por haber sido tan masiva como Friends, no fue menos genial ni icónica. En Seinfeld, producida por Larry David y Jerry Seinfeld, los protagonistas son cuatro, y su lugar de encuentros recurrentes es un restaurante real llamado Tom´s, en la esquina de la 112th St. y Broadway, que en la serie aparece como Monk`s Cafe.
Tal vez porque era un público más de nicho, con una impronta más ácida y tramas más minimalistas, no tuvo la euforia pop de la reemplazante. Aunque dicho esto, cabe mencionar que Seinfeld supo ser la primera serie que vendió un minuto de publicidad a un millón de dólares.
Con Friends supieron compartir cartelera durante cinco años, hasta que la última temporada de la conocida “serie sobre nada” se emitiera en 1998. En ambas aparece el formato distintivo de la sitcom, caracterizada por episodios cortos, humor y risas grabadas, pero algo sucedió con Friends que la llevó a un escalón más de masividad. Es posible que muchos a los que esta serie supo marcarnos, nos suceda a menudo remitirnos a algún episodio o escena de la serie que arrojó innumerables momentos inolvidables. Desde el capítulo uno de la primera temporada, en el que se presentan a los seis protagonistas en el Central Perk y Rachel entra vestida de novia, huyendo de su casamiento con Barry, la serie no tuvo nunca un bajón en su audiencia y recaudación, hasta que el último capítulo, el 6 de mayo de 2004, fue emitido.
The Big Bang Theory rompería estos números, pero Friends fue la primera serie que le pagó a sus protagonistas un millón de dólares por episodio, algo que sucedió en el 2002, cuando la serie tenía un promedio de 25 millones de espectadores. En los EE. UU., 52.5 millones de televidentes vieron el último episodio, convirtiéndose en la transmisión de entretenimiento más vista desde el final de Seinfeld.
La serie que se extendió por diez temporadas, con 236 episodios, y que en 2021 tuvo un capítulo especial, emitido por HBO Max, y conocido como "The One Where They Get Back Together", fue renovando su audiencia con el correr de los años y hoy, generaciones que no eran nacidas al término de la última temporada también participan del fenómeno. En este sentido, hay que reconocer que la serie ha envejecido con mucha salud. Si bien no ha estado exenta de críticas sobre reforzar algunos estereotipos que hoy, en pleno siglo XXI, se tratan de combatir, como la idea de familia tradicional, amor heteronormativo, conductas machistas o misóginas, cabe decir que la serie es mucho mas progresista de lo que algunos reconocen.
No son pocos los ejemplos de diversidad que la serie introdujo a lo largo de los años. Empezando por la primera temporada, en la que Ross se entera de que su esposa tiene una amante mujer. Los chistes que se hacen al respecto no parecen ser nunca denigrantes en relación a la opción sexual de su expareja y nueva compañera. En la temporada cinco, Phoebe, luego de ofrecerse en la temporada anterior a ser vientre de alquiler, da a luz a trillizos de su hermano Frankie Jr. y su pareja Alice, quien es claramente mayor que él.
En relación a los protagonistas, si bien es cierto que todos eran blancos heterosexuales, y Lisa Kudrow, actriz que interpreta a Phoebe, ha reconocido que si la serie se hiciera actualmente, eso no sería así, no se puede negar que la manera en que todos se vinculan sexoafectivamente tiene mas que ver con el siglo actual que con el precedente. El sexo casual, las aventuras furtivas, las desventuras amorosas, la (des) sacralización del matrimonio, son algunos componentes transversales a toda la serie y a todos los personajes. De hecho, el personaje de Kudrow, autora de uno de los temas más emblemáticos de toda la historia de las series televisivas ("Smelly Cat"), representaba una mujer libertina, algo hippie, ambientalista y heterodoxa en todos los sentidos, siempre abierta a recibir lo excéntrico como algo normal, lo que claramente generaba un choque con la mirada de sus amigos.
Durante toda la serie se hace énfasis en los perjuicios del ser fumador, y en ningún momento esta práctica aparece para hacer a un personaje más atractivo. De hecho, Chandler es al único al que se lo presenta como poseedor de esta práctica, y en el episodio tres de la primera temporada vuelve a hacerlo, siendo severamente criticado por el resto. Es irónico que fuese Matthew Perry quien en la ficción encarnara esa compulsión hacia el tabaco, ya que en su vida luchó infructuosamente contra la adicción a las sustancias, y el 28 de octubre del 2023 fue hallado muerto, a causa de un consumo agudo de ketamina.
El tiempo ha pasado. Actualmente, todos los protagonistas de la serie tienen entre 54 y 61 años. Edades que nos cuesta asociar con ese sexteto de amigos que fueron sinónimo de la eterna juventud y que así se conservan, celosamente custodiados por las plataformas de streaming. Pero no hay suscripción que detenga el incesante transcurso del tiempo. ¿Dónde estaremos dentro de cuatro años? ¿Qué escribiremos dentro de treinta años sobre lo que sucedió en este 2024? ¿Qué fenómenos culturales están sucediendo hoy que marcarán época? Todas éstas, preguntas para otra nota. Solo se me ocurre terminar esta semblanza con una letra de otro neoyorquino; "New York City’s the place where/ They said, ‘Hey, babe, take a walk on the wild side’".
Por Diego Paseyro
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