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Historias
“Naturalmente psicodélico”

A medio camino entre Pelé y Rimbaud: el Rey Cantona y la construcción de su propio cielo

Los múltiples impactos en la cultura popular de un ícono del fútbol que eligió retirarse a los 30 años para hacer otras cosas. Y las hizo.

19.12.2023 16:56

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2023-12-19T16:56:00-03:00
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Por Sebastián Chittadini

Abonado a las frases célebres, el alguna vez talentoso e indomable delantero francés Éric Daniel Pierre Cantona dijo un día que nunca iba a poder diferenciar entre el pase de Pelé a Carlos Alberto en la final de México del setenta y la poesía de su compatriota Arthur Rimbaud. Quizás, por eso, no haya sorprendido su retiro del fútbol profesional con 30 años, entendiendo que 13 años como profesional eran demasiados y sus otros intereses no podían esperar.

Como futbolista, Cantona fue uno de los símbolos de una época: la del nacimiento de la English Premier League. Con la camiseta roja del Manchester United conquistó títulos, fue autor de goles de exquisita factura técnica, creó la tendencia de jugar con el cuello levantado y se hizo aún más famoso por pegarle una patada voladora a un hincha del Crystal Palace que le estaba dedicando insultos xenófobos. En aquellos años noventa, todo en él revestía un carácter que trascendía los límites del siempre impecable césped de los fields ingleses. Verlo jugar, rebelde y transgresor, era ver a un artista en constante necesidad de expresión.   

Ganador desde el momento de su llegada al Leeds United, fue más inglés que los propios inventores del fútbol y se llevó puesta a una rivalidad entre naciones que venía desde la Guerra de los Cien Años con la misma contundencia con la que desparramaba defensas. De la mano de un francés que hizo que los hinchas ingleses cantaran La Marsellesa en el estadio, se construía un imperio deportivo comandado por Sir Alex Ferguson desde el otro lado de la línea de cal. Al terminar el siglo XX, monsieur Cantona sería elegido en votación popular como el mejor jugador que tuvo el club de Manchester en esos cien años.

Naturalmente psicodélico

Se entiende a la psicodelia como un componente contracultural que ofrece una vía de escape a ciertas estructuras impuestas por un sistema dominante y ha tenido influencia en diversas manifestaciones culturales. El término es la adaptación al español del inglés psychedelia, un neologismo inventado por el psicólogo británico Humphry Osmond a partir de las palabras griegas psychí (alma) y dilotikó (manifestar).

Nacido en los sesenta, como el movimiento que buscaba formas expresivas a partir de los efectos producidos por las drogas alucinógenas, Éric Cantona dijo en una reciente entrevista en la revista Culture del diario The Times que él no precisa hongos porque es naturalmente psicodélico. Su alma siempre encontró diferentes maneras de manifestarse.

En 1995, siendo todavía el número 7 de los Red Devils, empezó a mostrar su carácter en otras manifestaciones artísticas que también serían bien recibidas en el Reino Unido. El cine lo vio debutar con un papel en La alegría está en el campo (1995), al que siguieron participaciones en títulos como la producción británica Elizabeth (1998, interpretando a un embajador francés), La fortuna de vivir (1999) L’Outremangeur (2003), Buscando a Eric (2009, dirigida por Ken Loach), Encuentros después de la medianoche (2013), The Salvation (2014) o Alias (2023). Además, ha sido responsable de documentales para televisión a través de su productora Canto Bros. Production. Entre ellos la serie Looking for Eric (2013), Foot et Immigration (2014) y Rebeldes del fútbol (2012).

Old Trafford, el estadio del Manchester United al que tantas veces Éric Cantona tuvo a sus pies, es conocido como “el teatro de los sueños”. Acaso un presagio de que otras salas lo tendrían como protagonista. En 2010, el Teatro Marigny de París estrenaría la obra contemporánea Face au paradis (Frente al paraíso, 2010), de Nathalie Saugeon. En un decorado apocalíptico, el hombre que festejaba sus goles parándose en seco con los brazos abiertos interpretó a Max, un moribundo sepultado bajo los escombros. La duración de la obra era de 90 minutos, pero el aforo ya no era de 74.000 espectadores, sino de 400. 

Para un hombre que siempre entendió al fútbol como una forma del arte y desde niño soñó con el clamor popular, todo se explica a partir de la interacción con el público. Cantona es un performer de alma, un alma irreverente con una constante necesidad de expresar y de interpretar roles, como siempre hizo. En 2020, la pandemia lo pondría en las pantallas de millones de personas en todo el mundo como protagonista de la serie de Netflix Recursos inhumanos, basada en una novela homónima de Pierre Lemaitre. En ese implacable relato sobre la miseria humana y los monstruos que crea el sistema capitalista, la noticia fue que también era un talentoso actor.

Haciendo su propio cielo

Durante la pandemia de covid-19, las inquietudes de Cantona siguieron su curso. Empezó a acercarse a la guitarra para tratar de aprender a tocar y componer canciones. No avanzó mucho con el instrumento, pero al final del proceso tenía 30 canciones propias que compartir con esos públicos que ya están habituados a dejarse sorprender con nuevas jugadas.

La gira Cantona sings Éric llevó veinte de esas composiciones por diferentes escenarios de Francia, Inglaterra e Irlanda. Tres de las primeras cinco presentaciones que lo revelaron como un crooner oscuro y sensible con reminiscencias a Nick Cave o Leonard Cohen tuvieron el cartel de sold out. Sigue habiendo algo en esa mezcla perfecta de potencia y sensibilidad que expresa en cada una de sus múltiples facetas.

Ahora de pantalón deportivo rojo, abrigo negro largo, barba canosa y sombrero, empapado de sudor tras sus interpretaciones; la fascinación sigue ocurriendo. Cantona canta y lo hace bien, pero sobre todo sigue diciendo cosas. Lo suyo siempre fue producir impacto; con su capacidad de arrastrar marcas y de habilitar las subidas de los carrileros, de hacer goles y de darlos, de cuidar siempre las formas por sobre el contenido; declarando políticamente, caminando en la cancha o en la alfombra roja del festival de Cannes con el pecho erguido, poniendo el alma frente a una cámara o a un micrófono, ante un estadio lleno o sobre las tablas de un teatro.

Recientemente, publicó cuatro temas dentro del EP I’ll Make My Own Heaven. Algunas de esas canciones están en francés, otras en inglés. Una representación de lo que fue su carrera deportiva y su vida entre una Francia que se muestra escéptica ante su faceta artística, como alguna vez lo hizo con su fútbol, y una Inglaterra que lo aclama de una manera todavía inimaginable para los franceses.

En Je Veux (Quiero), canta que espera ser “viejo / pero rodeado de amor / de gente feliz”. Sus letras evocan a la muerte, hablan de los amigos perdidos y de las metamorfosis que los seres humanos vivimos a cada momento. No sorprende, viniendo de quien supo hacer 200 goles como profesional y en otras de esas vidas fue un pintor expresionista o un fotógrafo analógico. En cada una de esas manifestaciones humanas hay una expresión de belleza, que conmueve y a la vez da un sentimiento de eternidad.

En aquel fútbol inglés de los años noventa, nadie pegaba más fuerte que Vinnie Jones, un carnicero del mediocampo, también devenido en actor, que varias veces impactó sobre la humanidad del Cantona futbolista, que se levantó siempre sin el más mínimo gesto o palabra. Como lo hace ahora cuando la crítica especializada en música no es demasiado elogiosa con su incipiente carrera musical. Acaso desconozcan el motivo de fondo por el que el ex número 7 del Manchester United siente la necesidad de expresarse de diferentes maneras: la libertad.

Podrán amarlo, odiarlo, o incluso temerle, como se teme a aquellos que se salen del molde; pero el artista punk en constante movimiento llamado Éric Cantona tiene claro que solo será juzgado por él mismo. Y, como reza el título de su EP, será él quien construya –a su manera– su propio cielo.  

Por Sebastián Chittadini