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Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
Recuérdame mi mejor vez

A setenta años de Darnauchans: el poeta poliédrico de mil caras y su leyenda imperecedera

A medida que pasa del tiempo, la figura del “trovador socrático” finalmente es reconocida por la real dimensión de una obra inconmensurable.

08.11.2023 13:48

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2023-11-08T13:48:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

“Conocerse, claro está, que necesita su tiempo”, cantaba Eduardo Darnauchans a fines de los 70 en el célebre Sansueña, tras musicalizar el texto de Washington Bocha Benavides y reciclar una melodía que había compuesto a los catorce años. Y, claro está, que el tiempo ha permitido hurgar en su obra y su vida, y conocer apenas alguno de sus misterios.

“Está planteando un tema socrático”, explicaba el Darno sobre aquella canción: “Lo que dice parece una cosa bolichezca, pero está hablando de todo eso del ‘solo sé que no sé nada’, o, de repente, rebatiendo esa posición ganadora. […] Solo con esa estrofa está definiendo un destino completo”, relataba el intérprete y compositor a Rubén Olivera en la preciada serie Músicos en la ciudad. Aquella célebre canción, “El instrumento”, hablaba del destemple de cantor, del deterioro de su propia naturaleza física.

El próximo 15 de noviembre se conmemoran setenta años del nacimiento del exquisito trovador y poeta Eduardo Darnauchans, una de las figuras más trascendentes y enigmáticas de la música uruguaya, mientras que ya han pasado dieciséis de su partida.

El aniversario redondo prevé toda una serie de homenajes y recordatorios de su figura y su obra. Habrá conciertos, reediciones literarias, publicaciones especiales, registros inéditos y, por supuesto, mucha música.

Esta nota pretende abordar alguna de sus características, repasar algo de su historia y reunir testimonio y anécdotas de sus amistades y compañeros de ruta.

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En aquella misma entrevista con Olivera para TV Ciudad, Darnauchans explica los secretos de su alter ego: “Encontré la necesidad de generar un pequeño muppet que haga otras cosas que las que yo hago generalmente, o que desarrolle las fantasías que no puedo hacer en la vida real. Fue importante para separar, porque sino yo corría el riesgo de volverme el Darno o ser todo el tiempo Darnauchans. Entonces, generé ese pequeño personaje, ese Charlot; esa cosa que nunca se sabe si fuma o no sobre el escenario, o si se da el coso para el asma o no”.

¿Cuándo era uno y cuándo otro? Es algo que conocen en profundidad quienes lo frecuentaron de cerca, quienes gozaron de su gesto amable y refinada calidez. El resto necesita más tiempo. Claro está.

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En el libro de Nelson Díaz, Memorias de un trovador (editorial Planeta), Darnauchans aporta otras pistas para orientar a quien lea: “Darno y Darnauchans son dos personas distintas. Por ejemplo, ahora soy el Darno, pero en algunos momentos de estas conversaciones también fui Darnauchans”.

Nelson Díaz (ND): El que paga la luz, el agua y la contribución es Darnauchans…

Eduardo Darnauchans (ED): [Risas] Sí, el que se endeuda es él.

ND: ¿Vos considerás que hay una especie de varios Eduardos?

ED: Claro, porque cuando uno se tiene que poner el uniforme de ciudadano, salir a la calle, evidentemente hay otros Eduardos, otros Darnauchanes. Darnos, no. Darno hay uno solo, ¡por suerte!

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A instancias de los quince años de su desaparición física, en 2022 hablamos con varios de sus amigos y allegados. Fidel Sclavo (autor de Como esperando la noche y Zurcidor, el libro sobre su cuarto álbum de la serie discográfica de Estuario) explicaba alguna de las razones de escribir sobre su obra: “Quería derribar ese mito de asociarlo al bajón y la tristeza. En realidad, era una de las personas con humor más fino y delicado que he conocido. Con poca gente me he reído tanto como con él, de una manera completa e inteligente. Simplemente sucede que no barría bajo la alfombra esa tristeza que todos tenemos y aparece cuando aparece”.

Ahí hay una clave precisa para soltar la idea preconcebida y dejar entrar al otro Darnauchans.

También así lo recordaba su amiga íntima Dora González Vidriales, exhibiendo las distintas aristas de un personaje célebre y de culto, accesible y consecuente con la búsqueda humanista. “Eduardo era un ser dicotómico en el que se conjugaban la luz y la sombra, lo público y lo privado, la vida y la muerte, la camisa roja y el smoking, la religión y la política, la persona y el personaje. Al igual que su obra, tanto musical como poética, que se desplaza desde lo académico a lo popular”.

Ilustración de Pablo Benavídez, 1983 - Articulo de Nueva Viola, Elbio Rodríguez Barilari

Ilustración de Pablo Benavídez, 1983 - Articulo de Nueva Viola, Elbio Rodríguez Barilari

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Eduardo Darnauchans nació en Montevideo el 15 de noviembre de 1953, pero su infancia y adolescencia transcurrieron al norte del país. Primero, en Minas de Corrales (Rivera) y luego en la ciudad de Tacuarembó, donde tempranamente debutó en los terrenos de la canción. Apenas después de algunas presentaciones en certámenes del interior, en 1971, a sus 17 años regresó a Montevideo para su participación artística como parte de “Los conciertos de La Rosa” en el Stella D’Italia. Dos años más tarde, editó su primer larga duración, Canción de muchacho, y un año después Las Quemas. En 1978, alcanzaría su mayor notoriedad tras publicar Sansueña, un álbum complejo, grabado en medio de internaciones, en el que Jorge Galemire se encargó de la ejecución casi total de los instrumentos.

Hasta entonces, se lucía como intérprete y musicalizador de textos ajenos, pero comenzaba a despuntar una de sus más reconocidas facetas, la de exquisito trovador y poeta. Tal como testimonia el poeta y escritor Carlos Martins en Memorias de un trovador, de Nelson Díaz, Darno fue “labrando y consolidando con los años la faceta del poeta, el poeta que ha optado por dedicarse a escribir letras de canciones, en vez de poemarios para la imprenta”.

En el mismo texto, paginas más adelante y con sobrada modestia, Darnauchans explica las razones: “Me hubiera gustado mucho ser poeta, pero siempre estuve muy desconforme con los versos y los cuentos que escribía. Eran de redacción escolar. Me encanta la poesía. Fue lo primero que mamé: poesía francesa, española e inglesa. Entonces, decidí ser esto que soy”.

Darnauchans junto a Galemire y Eduardo Rivero - Autor desconocido (Archivo Historia de la Música Popular)

Darnauchans junto a Galemire y Eduardo Rivero - Autor desconocido (Archivo Historia de la Música Popular)

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En estos días de celebración y recordatorio habrá varios homenajes y ediciones conmemorativas. Recientemente, en el marco de la Feria Internacional del Libro, se presentó la reedición de la biografía publicada por Perro Andaluz, Darnauchans: Entre el cuervo y el ángel, de Marcelo Rodríguez. A esta publicación, editada originalmente en 2012, se sumó el pasado año Y vendrán las flores... Sansueña, de Eduardo Rivero, testigo privilegiado del registro de aquel material y miembro del proyecto Nosotros Tres. Como mencioné anteriormente, también está disponible Zurcidor, de Fidel Sclavo, como parte de la colección discográfica de Estuario.

A estos trabajos, de corte mayormente biográfico testimonial, se suman en este aniversario número setenta otras dos publicaciones técnicas. Por un lado, se edita Cantar al Darno, una serie de partituras con arreglos corales de su repertorio. Y, por otro, se presenta el Cancionero Darnauchans, del TUMP, un trabajo minucioso de Ney Peraza en la transcripción para guitarra de treintiún canciones de toda su discografía.

“El criterio en este y en los otros cancioneros de la colección siempre es una combinación de factores: que estén representadas sus diferentes épocas, las canciones más conocidas, las que nos parecían más interesantes en lo musical y guitarrístico o particularmente bellas en lo musical”, confiesa el músico, docente y arreglador.

A nivel discográfico, Little Butterfly Records publica por primera vez Canciones de amor, el álbum que contiene el registro en vivo de su presentación en 1992 en el Teatro Solís.

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El alcance de su trabajo en los primeros tiempos estuvo marcado y ceñido por la censura. Entre 1979 y mediados de 1983, la dictadura cívico-militar uruguaya le prohibió tocar. En el 81, luego de superar varios temporales internos, grabó finalmente su cuarto disco, Zurcidor, con muy buena recepción del público y la crítica, pero que no pudo presentar en vivo por la prohibición establecida.

En el 84 llegó Nieblas y neblinas y, cinco años más, tarde El trigo de la luna. Luego registraría toda una serie de presentaciones en vivo: Noches blancas, grabado durante dos conciertos consecutivos en el Teatro Solís en mayo 1991, Entre el micrófono y la penumbra en 2001 y Canciones sefaradíes en 2004. Hasta que, más de quince años después, publicó el que sería su último trabajo de estudio: El ángel azul (Ayuí/Tacuabé, 2005).

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En su repertorio, la muerte y el desamor sobrevuelan las canciones sin complacencia. Es que Darnauchans ha convivido con la parca desde los primeros de sus días, e incluso antes de nacer. Su abuelo materno se suicidó en 1915 y Pitingo Miralles, su abuelo paterno, hizo lo propio en el '77. Luego repetiría la experiencia con su madre y hasta con su propia hermana, aferrándose a la vida.

“Cuando uno está precedido por eso, lo que queda es tratar de trabajar por la vida. Esto no quiere decir edificar flores artificiales”, respondió Darnauchans a Nelson Díaz en Memorias de un trovador. “En mi caso hay todo un altar, un santoral familiar dedicado a la muerte y al elogio de la muerte… cosa que me parece muy bien. Pero hay que trabajar por la vida. (...) Una de las maneras de luchar contra la muerte es conjurarla hablando sobre ella”.

“Sí, es cierto, yo he cantado sobre la muerte, pero no a la muerte… Es una especie de juego mágico: se busca la representación lo más perfecta posible de aquel enemigo, de aquello que uno quiere conjurar que es un enemigo. Vallejo lo decía claramente: Porque no tengo en suma para expresar mi vida, sino mi muerte. Mi pavor a la muerte me hace sentir más vivo”, explicaba Darnauchans a Luis Battistoni para el semanario Opinar, 1981.

Su último último trabajo discográfico abría con “Sonatina” y sellaba, quizás, una especie de testamento:

“He cantado tanta muerte / y muertos de mi costado / y a manera de inventario / trescientas cruces de palo. / Expuse los desamores, / el olvido y otras dudas / y con lámparas heladas / he desmembrado la luna”.

Eduardo Darnauchans Miralles falleció el 7 de marzo de 2007.

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Su aniversario número setenta tendrá varios festejos y Víctor Cunha, quien junto a Benavides conformara una de las más prolíficas duplas con el Darno, está detrás de muchos de estos. “Mi relación con él es como siempre. Cambiante. Intensa. Apresurada y al toque, a veces, y, a veces, morosa, como de subir un repecho con mochila pesada. O sea, exactamente como siempre, como toda la vida y lo que va de la muerte”, respondió Cunha cuando lo consultamos en la víspera de los setenta.

El coautor de piezas tan importantes como “De Despedida”, “Final”, “Tristezas del Zurcidor”, “No existe”, “Dylaniana”, “Canción sin nombre”, “En Tacuarembó si te parece”, “Policanto de la Invención”, “Zoom” o “Los Neo Vampiros” para el proyecto Los Kafkarudos, es quien coordina el Archivo Darnauchans y, desde hace años, se ocupa de celebrarlo. El 10 de noviembre, como parte de los festejos, proyectará en el Solís el trabajo que reúne toda una antología de visuales con registros poco conocidos y varios videos inéditos.

El concierto del próximo viernes en el Teatro Solís tendrá al músico y compositor Ernesto Tabárez a cargo de un homenaje del que serán parte varios de los instrumentistas que han acompañado al Darno en las diferentes épocas de su carrera. Entre estos: Carlos da Silveira, Alejandro Ferradás y Gustavo "Cheché" Etchenique.

“Sin dudas, me parece que Carlos da Silveira y Alejandro Ferradás guardan la esencia del sonido de Eduardo. Sobretodo Carlitos, en el sentido de que en todos los discos clásicos de Darnauchans está su guitarra, desde el primero. Se nota ese estilo clásico de Carlitos que toda la banda disfruta en los ensayos. También está Cheché que tiene mucho que ver con el sonido de batería de Darnauchans y su tipo de arreglística. Y, Ale, que estuvo los últimos años, pero que yo tengo re identificado porque en la mitad de los conciertos que vi del Darno, Ale era el guitarrista”.

Tabárez lo conoció de muy joven y Darnauchans marcó a fuego su línea compositiva. “Fue muy determinante para mí. La música ya estaba en mi vida, pero Eduardo me enseñó el oficio de las canciones que es una cosa muy distinta”, confiesa el líder de Eté & Los Problems, tal como identifica a la banda que habitualmente lo acompaña y que, de hecho, surgió en una noche de conversa. “Teníamos dos nombres posibles: Ernesto & Los Verbos, y Ernesto & Los Problemas. Una noche, hablando con el Darno, nos pareció que este último andaba mejor. De hecho, esa noche de diciembre de 2004, Eduardo tocaba en Guambia en una cosa medio inventada, una especie de despedida de fin de año, donde él se presentó como Eduardo & los Problemas”.

La lista de invitados, ecléctica y multigeneracional, incluye nombres como los de Fernando Cabrera, Alberto Wolf, Rossana Taddei, Samantha Navarro, Nacho Algorta, Raquel Diana, Fede Morosini, Ino Guridi, Flavio Lira, Diego Cunha, Tallo y Coli Quijano.

Fotografía gentileza de Victor Cunha (Alianza Francesa, 1978)

Fotografía gentileza de Victor Cunha (Alianza Francesa, 1978)

El repertorio de Darno 70 surgió de una lista de más de sesenta canciones. “El criterio es que haya canciones de todos los discos y el resto es caprichoso”, explica Tabaréz, y agrega: “Cada canción tiene distintas razones, no hay un criterio para todo el repertorio. Trabajamos canción por canción. Partimos de una lista larguísima y ahora tenemos una lista un poco menos larga”.

Sobre su ausencia, Ernesto confiesa: “Yo lo extraño de un modo raro, siempre siento que está ahí. A veces charlo con lo que pienso que me diría. Funciona como una especie de voz de la conciencia en mí”.

Se realizará el viernes 10 de noviembre, a las 20:30 horas en el Teatro Solís. 

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Eduardo Darnauchans es para la musicóloga e historiadora Marita Fornaro (Revista del Instituto de Investigación Musicológica Carlos Vega) “una de las figuras más significativas de la música popular uruguaya en el último cuarto del siglo XX. Un músico popular vinculado al llamado Grupo de Tacuarembó, liderado por el poeta Washington Benavides (Tacuarembó, 1930) e integrado por poetas y músicos como Héctor Numa Moraes, Víctor Cunha, Carlos da Silveira, Eduardo Larbanois, Carlos Benavides, Eduardo Milán, entre otros”.

Darno y Benavides - Foto de Leonardo Libra´n

Darno y Benavides - Foto de Leonardo Libra´n

Sin embargo, el Darno es, al mismo tiempo, un raro espécimen dentro de la escena musical local, íntimo y refinado. No tiene antecesores y prácticamente tampoco herederos directos, más allá de muchos que podrán sentirse influenciados. Su música abrevaba elementos poco comunes en el tejido sonoro nacional: poesía medieval, aires sefaradíes, el folk y el country tanto escocés como norteamericano, la música celta, la chanson francesa, los rasgueos de milonga, de blues y rocanrol. Su condición irrefrenable de vagar sin género y, clandestinamente, transitar por distintas fronteras reforzó, quizá, lo “impopular” de su obra. Pero, al mismo tiempo, amplió los márgenes para que hoy distintas personas puedan servirse de su repertorio.

“Su legado está desparramado en toda la generación de cantautores que le siguió. Muchas veces, autores tan personales —pienso en Mateo o el Choncho también— no dejan una escuela de músicos que hacen canciones claramente en la misma línea pero, a la vez, son pocos los músicos que no hayan sido influenciados en algún aspecto”, explica Ney Peraza.

“De todos modos no hago una cosa críptica. Manejo más bien una cosa medio lírica, los viejos temas de siempre”, respondió el propio Darnauchans a A. L. Battistoni del semanario Opinar en 1981. “La melodía accesibiliza mucho la cosa… Busco una línea melódica como un vehículo para acceder al texto. El ritmo casi no aparece en mis composiciones, aunque sé que es importante. La melodía maneja el aire, el vuelo. El ritmo, la tierra, el fango, está en relación con nuestras necesidades de expresión corporal”.

Su poesía, forjada con los más finos vocablos y su voz isabelina de registro tenor, conformaban la figura de un trovador irrepetible que en vivo estremecía. A fines de los 80 había desarrollado una presencia escénica cautivante y atractiva. Como si fuera poco, además, estaba su construcción del personaje y “la estética Darno”: ropa negra, botas, lentes oscuros y siempre un cigarrillo humeante.

Camerino del Teatro del Notariado, 1989 - Marcelo Issarrualde

Camerino del Teatro del Notariado, 1989 - Marcelo Issarrualde

“El Darno no era un músico ‘formado’ en cuanto a conocimiento teórico de la música, ni tampoco un gran guitarrista, pero, por otro lado —por su cercanía con el Bocha y toda esa barra tacuaremboense culturalmente inquieta de la que se supo rodear— era un gran escucha con oídos abiertos a músicas de distintas culturas y épocas, así como un agudo lector de poesía. Esto, sumado a su creatividad, personalidad y su maravillosa voz lo convirtieron en un creador, intérprete, músico y poeta genial e irrepetible”, señala Peraza.

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Otro de los conciertos de homenaje tendrá lugar el propio miércoles 15 en la Sala Zitarrosa. Allí, la prolífica cantante, pianista y compositora Sylvia Meyer le rendirá tributo.

Meyer ya había homenajeado al Darno en vida hace casi tres décadas, cuando en 1995 publicó con un disco de 15 versiones, que presentó en el teatro del Notoriado: Darnauchans (un merecido homenaje). Aquella pieza discográfica, donde figuran canciones como: “Final”, “Memorias de Cecilia”, “Cápsulas”, “Como los desconsolados”, “He olvidado la noche”, “Balada para una mujer flaca” o “de Despedida”, instrumentadas entre sintetizadores, pianos y voz. “El recital en el Notariado y el disco Darnauchans fueron consecuencia de Canciones Inauditas, un concierto que hice en el Teatro Circular con canciones nunca escuchadas de Darnauchans. Eduardo estaba prohibido y poder estrenar sus canciones fue muy importante para los dos”, recuerda Sylvia Meyer.

Ambos se habían conocido mucho antes, a mediados de diciembre de 1980. “Pocos días después de la muerte de Lennon hice una canción y un recital con el mismo titulo: ‘La Balada de John Lennon’”, explica la propia Meyer, y agrega: “Darnauchans fue a ver el espectáculo, en eso también era excepcional; Eduardo le prestaba atención a los colegas desconocidos. Su respuesta a mi recital fue una enorme sorpresa y una gran responsabilidad”. El Darno salió tan entusiasta que convenció a los directivos de Sondor de que Sylvia debía grabar y le abrió las puertas de la música “impopular” uruguaya. Fue así que, en el '82, se concretó Cantar en la oscuridad, su debut discográfico, del que participaron los hermanos Fattoruso, Fernando Cabrera y el propio Darnauchans.

Sobre la selección del repertorio para este concierto homenaje, Sylvia tiene una favorita: “’Memorias de Cecilia’, cuando la escuches se explica sola mi preferencia”. Sin embargo, no hay un álbum que pese sobre otro, en cada uno encuentra sensibilidad y belleza. “Él hizo todo lo posible para no tener que correr detrás de nada, nunca le interesaron las carreras. Disfrutaba la maravilla de estar quieto y ejercer su talento. Es muy difícil elegir un disco, hay sonoridades o arreglos más o menos afines pero lo que permanecía en el centro era su forma de decir y de estar en el mundo. Sin otra ambición que ser mas sensible y refinado, esa era su cumbre”.

Darnauchans x Sylvia Meyer tendrá lugar el miércoles 15 de noviembre, a las 19:30 horas, en la Sala Zitarrosa.

Sobre fin de mes (26 y 27 de noviembre), la artista realizará dos presentaciones en el Solís de sus más recientes trabajos musicales.

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico