Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
Para Ana Katz, el descanso es como un vacío que se expande.
Por ahí comenzó con las respuestas a esta entrevista.
Llegaron por mensaje de audio, mientras ella tomaba el buque que la trae a Montevideo, para dar junto a Inés Bortagaray en el Teatro Solís un taller de poesía que se llama “Damas tirando piedras”, y también para presentar su última película, El perro que no calla (2021), esta noche en Cinemateca.
¿Quién es Ana Katz? ¿Quién es esa mujer que empieza la entrevista por el final y habla con tanta lucidez y tanto sosiego? ¿Quién es capaz de resignificar la palabra desaparecer hacia una connotación positiva, un poco gracias al tono en que se expresa la voz, otro poco porque lo utiliza en primera persona, y otro poco gracias a las otras palabras que ofrece alrededor de ese signo?
Es una actriz, guionista y directora de cine argentina. Que nació el 2 de noviembre de 1975 en Buenos Aires. Que estrenó en 2002 su primer largometraje, El juego de la silla, y desde entonces continuó trabajando en cine, teatro y televisión. Es una persona que tiene amigos y amigas y disfruta de trabajar con ellos. Que le gusta Uruguay, y viene seguido.
Las preguntas eran varias, pero ella comenzó sus respuestas por la última. ¿Por qué? Porque se le ocurre (No es necesario aclarar que eso es motivo suficiente).
¿Qué hacés para descansar?
Ana Katz (A.K.): Empiezo con la última pregunta, porque se me ocurre. Es una gran pregunta, porque últimamente no queda tan claro, al menos, desde mi punto de vista y en los tiempos que vivimos, cuándo se esta descansando y cuándo se está trabajando y, sobre todo, qué actividades producen descanso. Así que... (Suena una sirena muy chillona de fondo). Este sonido de fondo es el buque, estoy sentada acá, a punto de salir para ahí... Me pasa muchas veces que me quedo atenta a los momentos en los que siento que algo se expande.
Creo que el descanso tiene que ver cuando hay un vacío que se expande y me produce placer y, en principio, te puedo decir que me lo produce la naturaleza, claramente, me lo produce la ruta avanzando, al lado de mis ojos... y me lo produce leer. Y si me apurara y lo analizara con torpeza, y agregara otros momentos que también me gustan, me da la sensación de que descanso cuando dejo de ser consciente del tiempo, de la lista de cosas a hacer o del mundo a mi alrededor.
(La sirena chillona de fondo se va convirtiendo en un ruido o una música, no se podría precisar tan bien la diferencia, de a ratos parece tango, de a ratos parece la cortina musical de un informativo un poco amarillista)
Hay algo de la hipercomunicación, de la sobrecomunicación o de la hiperconciencia que claramente no me ayuda a descansar. O sea que hay algo de la sustracción que me genera mucho disfrute.
O, por ejemplo, un tiempo largo transcurrido con un amigo o una amiga, también es algo que me hace desaparecer… Ese otro tiempo que a veces me lleva al resoplido, como decimos con mi amiga Inés Bortagaray.
¿Qué tenés ganas de hacer? ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
A.K.: ¿Qué tengo ganas de hacer y cuáles son mis próximos proyectos? Estamos escribiendo con Inés Bortagaray y con Daniel Katz una película que se llama Águilas plateadas, tal vez sea mi próxima película. Hace tiempo que la estamos escribiendo. Es una película de acción o de suspenso, con algo de terror… psicológico sobre todo, que cuenta la historia de parte de un equipo de handball y una profesora, que tiene que escapar en medio de una ruta. Es un proyecto que me tiene muy conmovida porque me está gustando mucho mucho, y porque también lo estoy escribiendo con Daniel e Inés, que son dos personas a quienes, además de disfrutar el guion, disfruto de escucharlos, leerlos y pensar juntos. Entonces, tiene como una especie de combo de mucho gusto el proyecto. Después estoy actuando en Esperando la carroza en Buenos Aires desde abril, es un proyecto que empezamos a ensayar con la dirección de Ciro Zorzoli en enero, y lo estoy disfrutando mucho, y como siempre que disfruto mucho aprendo un montón, tengo compañeros y compañeras que me encantan.
Un bebé empieza a llorar con fuerza en el buque. Ana dice “Uy, pará” y corta el audio. Y luego continúa.
¿Qué tengo ganas de hacer? Ver amigos, viajar, leer. Las películas están siempre. Tengo un par más de proyectos de cine. Uno que se llama Conferencia de Prensa de Cine Argentino, y otro que tiene un nombre todavía impreciso, pero como sabemos, en este momento el Instituto de Cine Argentino está sin funcionar, entonces, bueno, no puedo precisar cómo sigue y cómo avanza todo.
El Instituto de Cine Argentino está sin funcionar. Esa situación que relata la entrevistada, con una trayectoria profesional indiscutible, que no sólo contribuye a su desarrollo artístico individual, sino que también alimenta a la industria nacional (y por lo tanto a la economía del país) en términos materiales y culturales, es una situación que mantiene en vilo a muchos trabajadores y trabajadoras argentinas. Los organismos públicos que sostienen, financian y viabilizan el desarrollo del arte y la cultura en Argentina están sin funcionar. A los cineastas se les complica aún más hacer cine. A las editoriales se les complica aún más imprimir y editar libros. A los artistas plásticos se les complica aún más comprar materiales y formarse. Y a los lectores, a los espectadores, al público, a los ciudadanos, no se les hace más fácil acceder.
Cuando las autoridades de un lugar toman la decisión de que dejen de funcionar algunas cosas para que supuestamente funcionen otras, siempre hay un costo. Eso es así y es parte del juego democrático que aceptamos y del cual participamos. Ahora bien, ese costo a veces se traduce en muerte, en hambre, en impacto en la salud mental, en suicidios. Venimos de una época pandémica en la que todos parecíamos coincidir en la importancia del arte y la cultura. En nuestro hambre de producir y consumir arte y cultura. En algún momento parecíamos estar de acuerdo en que realmente lo necesitamos como sociedad.
El Instituto de Cine Argentino está sin funcionar.
Y en Uruguay todavía no se ha implementado la Ley de Teatro.
Por supuesto que es más importante que no haya desnutrición infantil y que las personas no se mueran de frío en la calle. Pero pensar que necesariamente “una cosa quita la otra”, más que un desacierto lógico, parece un entrevero digitado.
En relación a El perro que no calla, ¿Cómo apareció la poesía en El perro que no calla?, ¿Por qué titular la peli en relación a un personaje no humano? ¿Qué de la humanidad y qué de la animalidad abordás allí? ¿Cuál te parece que es el vínculo de nuestra sociedad con el silencio? ¿Qué no podemos callar, qué no podemos dejar de decir? ¿Qué ladridos y aullidos nos invaden? ¿Creés que los escuchamos, que los ignoramos, que hacemos lo que podemos a pesar nuestro?
A.K.: En relación a “El perro que no calla”, el título surgió desde el inicio de la película. Aparecía ligado a ese puntapié inicial, a esa relación de cuidado tan amorosa del protagonista, Sebastián, hacia su perra. Él plantea un problema aparentemente sin solución, que era el de una perrita que lloraba cuando sus dueños la dejaban para ir a trabajar. Y lo que eso producía en su entorno. A mí me parecía importante que desde la posición de los vecinos nadie fuera evidentemente malo o no solidario, sino que cada persona con su pequeño drama se encontrara ante una situación de impotencia e imposibilidad sobre tener un animal que lloraba. Que por cierto es algo que en la película no se escucha adrede.
La película da un salto poético en relación a tu filmografía: saltás al blanco y negro, decidís contar con ilustraciones y animaciones partes del relato que filmadas quizá no hubieran tenido esa contundencia en términos de simbolismo y belleza, y abrevás en ciertos "tópicos" de la ciencia ficción o el futuro distópico, sin perder nunca el anclaje a la mundanidad. ¿Cómo apareció esa poesía? ¿Cuál te parece que es el vínculo de nuestra sociedad con el silencio?
A.K.: Creo que algo difícil es que muchas veces la manera que se encontró, por lo menos a nivel sistémico, de vivir en sociedad, es callando. No escuchando lo que aqueja o lo que conmueve a las personas. Es como si tuviera que producirse un estado de indolencia para poder formar parte de un todo. Y tal vez la película busca sobre todo eso, acercarse a lo que yo encontré como palabra más cercana, y esa palabra más cercana es la escala humana, que es la escala que tiene que ver con lo que toca a una persona a través de su vida. Por eso es como una especie de línea de tiempo emocional la que se cuenta en la película, más que argumental. Es como un proceso emocional que vive Sebastián, el personaje.
El perro que no calla es la película que se presenta en Cinemateca hoy, en doble función, a la noche. Además de virtuosismo técnico en todos los rubros (las actuaciones son increíbles, la fotografía cautiva mucho), hay belleza y un cuento enigmático. En un momento los personajes se ven obligados a caminar agachados porque si están a la altura de las circunstancias se ahogan.
Las películas de Ana Katz desautomatizan la percepción, resignifican nuestra mirada sobre lo cotidiano. Nos otorgan claves de lecturas nuevas, más complejas y más estéticas, sobre realidades que no difieren excesivamente de las realidades que nos rodean. En sus películas las personas lloran, se ríen y se la aguantan para no demostrarlo, sueñan y se desvelan, se juntan y se separan, se aman y se pelean (a veces, al mismo tiempo). Lo más bello es que no hay moraleja, no hay enseñanza moralizante: hay un testimonio artístico capaz de soportar contradicciones y aún así hacer sentido. Acaso lo que luego la historia transforma en documento (si quienes la escriben deciden tomarlo en cuenta). Un retrato de que vivir nos duele y de que igual intentamos, como podemos, juntarnos con otros y hacer belleza con eso.
¿Te gusta venir a Uruguay?
A.K.: Me encanta viajar a Uruguay. Es gracioso, en la película “Whisky” (2004), de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, en la escena en la que éramos porteños que visitábamos Uruguay, junto a Daniel Hendler, una de las frases era esa: “A mí me encanta Uruguay”, que es una frase tan argentina, es tan una manera de bautizar también un país. Bueno, en mi caso, la verdad es que se ha vuelto mucho más profundo. Mis hijos son mitad uruguayos y mitad argentinos, y tengo amigos y amigas muy, muy queridos acá. Gonzalo Delgado, Pablo Stoll, Inés Bortagaray, que es a quien precisamente estoy acudiendo en este momento para compartir este taller de poesía que vamos a poner en la Sala Zavala Muñiz en el Teatro Solís, y mañana para presentar “El perro que no calla” en la Cinemateca. Más allá de eso, es como si se me hubiera vuelto familiar, impensadamente familiar, este cruce de Río de la Plata para mí. Y así se dio en mi vida y ahora lo siento parte de mí, entonces siento el cariño, no sé. El cariño del entorno y del lugar, y me siento muy a gusto viniendo cada vez que puedo.
¿Cómo es tu vínculo con Inés Bortagaray? ¿De qué se trata el taller de poesía?
A.K.: La tradición de amistad que tenemos con Inés es, para mí, muy valiosa. Inés y yo compartimos guiones desde hace mucho tiempo. Empezamos con “Una novia errante” (2007), donde muchas veces, y más en ese momento y esa edad, teníamos ese espacio de las noches largas y la agenda más distendida, todavía sin hijos. Yo creo que nuestro encuentro, que para mí es muy preciado, se caracteriza por una conversación a la deriva, muy íntima, de mucha cercanía, y que a la vez en el medio aparecen temas artísticos, ligados muchas veces al cine o a la literatura, y desde ese viaje un poco artístico saltamos sin solución de continuidad a lo doméstico y a nuestras vidas. Y creo que hay algo de esos saltitos que siempre nos quedó cerca, incluso en los momentos donde no estamos escribiendo un guion juntas. Para mí, es maravillosa la mirada de Inés, escribiendo guiones, escribiendo sus hermosísimos libros. Es una mirada muy importante en mi camino, así lo siento, y además es muy amiga.
Otra película de Ana Katz es Mi amiga del parque (2015). También la escribieron en conjunto con Inés Bortagaray. Allí, hay personajes femeninos que se hacen amigas cuando van al parque a jugar con sus hijos. Esa amistad las potencia y también las pone en peligro. La película es muy buena porque es crítica, potente y honesta, pero también porque se puede encontrar mucha ternura y mucho humor en ella. Algo de eso ayuda a pensar, a entender, cosas que desde la subjetividad, los privilegios y las limitaciones singulares, pueden ser complejas de entender de otra manera.
Sos actriz, guionista y directora, ¿cómo creés que las prácticas se retroalimentan entre sí?
A.K.: No sé si puedo como asegurarlo con solemnidad, pero al menos en mi caso, son un poco lo mismo, o surgen en un mismo lugar. Así lo siento, la escritura, la actuación, la dirección tienen un punto en común que es un mundo ficticio, un universo que convive, que imagino y desde el cual se me regala como una especie de pasaje a un mundo posible. Yo creo eso. Mirá, me acuerdo, en el primario yo tenía 7 años y había escrito un cuento y hecho los disfraces e invité amigas a hacer ese cuento actuado. Yo vivía disfrazada. Lo cierto es que a veces me parece que la realidad no hace tanto lugar a eso, o lo hace, pero desde formas un poco más inconexas con lo que supuestamente hay que hacer. Hay cierto modo de vivir más ligado a la imaginación que para mí está ubicado socialmente en la actividad artística, pero en realidad yo creo que es también una manera posible.
Es como un par de lentes posibles para usar y que te posibilitan atravesar las situaciones, como también me pasa con el humor, de una manera distinta y más cercana, con cómo veo las cosas…
El audio se entrecorta, pero luego llega otro.
A.K.: Bueno, me voy a quedar sin señal pronto, porque el buque está zarpando. Allá voy. Cuando escribo, creo que puedo hacerlo también sin las manos en la computadora. Por ejemplo, actuando. Y cuando dirijo a actores, creo que sí puedo compartir algo de las sensaciones que por ahí entiendo mirando compañeros o compañeras, que son las que a veces aparecen cuando uno está probando. Es difícil, perdón. Probando personajes que a la vez tal vez son personajes Frankestein de personas que uno observó a lo largo del tiempo, sin siquiera saber o poder precisar de dónde vienen. Tal vez me apoyo en “Una novia errante”, por ejemplo, con Inés, ya que estamos haciendo este viaje que fue tan juntas.
¿Cómo surgió Una novia errante? ¿Por qué las novias erran?
A.K.: "Una novia errante" fue una peli que surgió de un estado emocional, un estado de una mujer, de Inés. El chiste que teníamos era que yo la actuaba y la nombraba. Llevaba el nombre de ella en mi cuerpo. Tratamos de pensar en ese estado desesperado, de fuerza centrípeta, de una emoción que no suelta y que es desgarradora, pero que también se piensa con humor porque todo es importante o todo es una estupidez, depende de cómo se observe. Y en ese sentido creo que el estado de enamoramiento o el problema del enamoramiento fue algo que todo el tiempo pulsó en el proceso de trabajo. Desde ahí surgían muchas posibilidades, la relación de Inés con los hombres, los momentos de seducción… Y creo que tal vez, en ese sentido, lo que comparte la escritura, la actuación y la dirección son las aguas. Los temas, que para mí son como las aguas en las que decidís trabajar y ahí estás, más allá del rol específico que ocupes.
Y en el caso de “Mi amiga del parque” aparecía un estado de novedad, aparecía el estado de maternidad y puntos muy fuertes como la alianza entre mujeres, la mirada entre clases sociales, a través del estado de maternidad, la pregunta sobre la maternidad y la aventura, que es algo que para mí es importante. Hay muchos de los temas que aparecen a los que perfectamente podría volver. Creo que hay algo, una pregunta, una necesidad social que siempre se estableció en relación a la maternidad y a la necesidad de quedarse en la casa, que está generando muchas preguntas, porque obviamente hoy aparece una cuestión económica, social, distinta de la que aparece en aquellas personas que estuvieron maternando a lo largo del tiempo.
Acercándome un poquito más a lo que preguntaste, a esas preguntas de “Una novia errante”, yo creo que no es exclusivo de las mujeres, de hecho, me pasó de hombres que se acercaban muy identificados con la película. Creo que hay un estado de enamoramiento que es ciego y que solo puede dar lugar a una percepción de uno mismo deformada y eso es un poco lo que le pasa a Inés. Hablábamos con Inés siempre de la imagen de una mosca enchufada a sí misma, creo que esos estados son totalmente vigentes y tienen que ver con una persona que de alguna manera, como siempre, trata de olvidar todo, trata de olvidar la finitud, por ejemplo, y bueno, es bastante perfecto el estado de enamoramiento para eso.
El buque está por zarpar. Ana Katz se apura para responder a la última pregunta.
La pregunta es sobre la amistad. Sobre lo que nos une y nos separa. Resulta poético y significativo que la responda atravesando el Río de la Plata.
A.K.: Bueno, ahí sale el barco… Sobre la amistad, ¿qué es para mí? La amistad es como la compañía. Es esa manera de formar parte del viaje del otro, intentando no invadir e intentando, yo creo, acompañar esa travesía. Con sonrisas, con silencio, con momentos compartidos. Yo valoro muchísimo la amistad, para mí es esa relación con pares que están haciendo lo mismo, básicamente que es vivir y me parece que de ahí surge mucho cuidado y mucha empatía. Bueno, me voy, zarpo, adiós, espero que te sirva.
La amistad es compañía.
El descanso es un vacío que se expande.
El enamoramiento es un estado perfecto para olvidar la finitud.
Es necesario encontrar maneras de desaparecer momentáneamente, sin matarnos, porque sino, nos vamos a morir.
Ana Katz está en Montevideo para compartir junto a Inés Bortagaray, lo que saben, lo que ignoran y lo que piensan. Su última película se estrena esta noche en Cinemateca.
El Río de la Plata es un puente de agua. Lo que se comparte son las aguas.
De ahí zarpamos, al nacer. Desde ahí nos vemos cuando miramos la rambla.
Es posible que, después, volvamos al agua otra vez.
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