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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Los libros y sus autores

Ana Solari, la uruguaya que sabe armar campos de batalla cotidianos

El primer cuento lo escribió con doce años. Sería escritora. Publicaría, en 2021, Campo de Batalla. Una colaboración con HUM y Estuario.

22.06.2022 16:29

Lectura: 7'

2022-06-22T16:29:00-03:00
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Ana Solari, nacida en Montevideo y en 1957, es escritora, doctora en Comunicación, docente universitaria. Obtuvo las becas de la Fundación John S. Guggenheim (junto con el periodista Andrés Alsina, 2000), de la Fundación Rockefeller (2004) y de la Fundación Bogliasco (2005); también el patrocinio de la International Writers and Translators Center (2005) y la beca del Gobierno de la República Popular China para estudiar chino en Beijing (2007).

Ha publicado, entre otros libros: Zack (1993), Tarde de Compras (1997), Scottia (2002), El collar de ámbar (2006), El hombre quieto (2007), El señor Fischer (2011, Premio Nacional Literatura en narrativa inédita), La última mujer (novela en coautoría junto al escritor catalán Jordi Buch Oliver, 2013), Autorretrato de Homero Alsina Thevenet (2013) y Los geranios (2014).

¿Cuándo empezaste a escribir?

El primer cuento “largo” lo escribí a los 12 años, y le siguieron otros. Escribir, como “escritora”, a los 20 y poquitos. Esa primera novela seguirá inédita.

¿Te acordás cuál fue el primer libro que te marcó?

Sí. Valor de ley, de Charles Portis (del lejano Oeste, vaqueros, indios, etc.), Mujercitas, de Alcott, y Crónicas marcianas, de Bradbury.

¿Dejar de leer o dejar de escribir? ¿Por qué?

Ni lo uno, ni lo otro. Sería como dejar de respirar.

Montevideo Portal I Javier Noceti

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Contanos qué estás leyendo ahora.

Terminé La anomalía, del francés Hervé Le Tellier (muy bueno y original), y estoy con Una mujer sin importancia, de Sonia Purnell, una biografía novelada de Virginia Hall, espía durante la Segunda Guerra Mundial, más que interesante. No sigo con la lista, porque suelo leer varios libros a la vez.

¿Cuáles son tus escritores uruguayos favoritos? ¿Identificás influencias? ¿Cuáles? ¿Alguno que te guste recomendar?

La palabra "favoritos" no me resulta apropiada. Sigo a Mario Delgado, a Carlos Liscano, a Hugo Fontana, a Fernando Butazzoni, a Carlos María Domínguez, a Claudio Invernizzi. Cualquiera de ellos es altamente recomendable y excelentes ejemplares de lo que considero "Literatura", con mayúscula. ¿Influencias de estos escritores en mi literatura? No.

¿Sos de releer? ¿A qué libro solés volver?

No demasiado. Releo a Ballard, a Bradbury, a Thomas Mann. Novelas policiales.

Para este fin de semana recomendanos un libro, un disco y una película.

Libro: La anomalía; disco: ni idea, ya no hay discos, ¿o sí? En todo caso, los discos de Jan Garbarek. Película: entretenida, la última de James Bond, Tiempo de morir. Serie: All the lovers left alive, de Jim Jarmusch (2013), para quienes amamos a los vampiros (y no los mamarrachos del tipo Crepúsculo, etc.).

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública.

No existe esa situación, o no que la recuerde. Salvo los mediáticos, intuyo que, generalmente, nuestros rostros son bastante anónimos.

Tu autobiografía en una frase.

Escribe, lee, trabaja. Escribe, lee, trabaja. Escribe, lee, trabaja. El orden de los factores no altera el producto. Hasta que surgió la pandemia, el cuarto factor era “viaja”. Dejó de lado la vida personal.

Tenés que convivir un mes con una autora o un autor, ¿a quién elegís?

Lamentablemente, están muertos y no creo en fantasmas.

Un lugar para volver.

Kalamata (Grecia); Londres; Dresde (Alemania); Beirut.

Montevideo Portal I Javier Noceti

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El primer verso que te viene a la mente.

Dos: Caminante, no hay camino…// Tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos (de la canción Palabras para Julia).

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

Una ensalada de tomate, aguacate, lechuga, huevo duro y ricota, condimentado con mucho picante.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

Soy una persona feliz. Miseria: que la humanidad siga sin saber ser solidaria y generosa y preocuparse por los más pobres, los más desposeídos, los sin voz ni derechos. Otras miserias son la hipocresía, el egoísmo, la violencia, que son la materialización de lo anterior.

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Sobre Campo de batalla:

Jules tiene algo de acné y quiere ser ladrón de bancos. Louise es introvertida y quiere descubrir lugares desconocidos, donde no haya adultos.

Solari entrelaza un puñado de personajes –niños y adultos– en un campo de batalla cotidiano desde donde poder paliar las confusiones y enfrentamientos de una vida cada vez más incomprensible.

Una novela íntima sobre un mundo no elegido y con cambios permanentes, donde resistir, sobrevivir y adaptarse pareciera ser la manera para cambiarlo todo.

Un fragmento:

El del 6 le cae francamente mal. Incluso, le provoca temor. Quizá por su forma de caminar, sigilosa, pegado a la pared del pasillo, como si estuviera esperando a una presa. Y porque la cara está picada de acné.

La madre dice que debe acostumbrarse a los nuevos vecinos, hacer amistad con alguno de los niños, crecer un poco, en definitiva, ya cumplió doce años, y no puede seguir creyendo que es una niña, ¿o sí?

Pero ¿qué sabe la madre sobre hasta cuándo uno se siente niño o deja de sentirse uno y cuándo realmente quiere asumir que ha crecido y que el mundo es ahora ese lugar horrible al que se han mudado? Al fin y al cabo, uno no elige nacer, sino que un día lo traen y le dicen: anda, vive. Pero eso la madre parece haberlo olvidado, lo de la responsabilidad que le toca en que ella exista. La madre ha dejado de ser niña hace siglos, o quizá jamás lo fue, y por eso insiste en que ella deje de serlo, así se parece a la madre. O tal vez no quiere recordar que fue niña una vez. Ha de ser eso.

Llegaron allí, ella y la madre, a poco de finalizar el otoño, un horroroso domingo en que, no bien tomaron posesión del apartamento, se largó a llover a cántaros y se levantó un viento que parecía que iba a arrasar con todo. Por la ventana de lo que es a la vez cocina, comedor y salita, se ve el patio trasero, que les corresponde por vivir en la planta baja, contrafrente. Hay una barbacoa que nadie ha usado en años y un cantero en el que se alza un limonero, que recibe los embates del viento y parece un prisionero al que están torturando salvajemente. Lo mira, entre curiosa y compasiva, pero después la madre le dice que ordene su cuarto, una cosa diminuta en la que le cuesta imaginarse viviendo, mientras ella, la madre, se ocupará de hacer habitable el resto de la casa. Dice casa, aunque claramente no lo es, pero podría ampliarse el concepto de casa a “sitio donde viviremos de ahora en más”, sin profundizar en definiciones más precisas o propias de la arquitectura. Es que sus padres se han divorciado. Eso significó el adiós definitivo a la casa en la que vivieron hasta no hace demasiado —aquello sí era una casa de verdad—; al jardín que la rodeaba y en la que su padre había plantado cualquier cantidad de árboles frutales y jazmines y ciruelos japoneses, e incluso un sauce y un ciprés, pese a que la madre afirmaba que el ciprés da mala suerte y que los terminaría por arruinar. Quizá la culpa del divorcio haya sido del ciprés. Ha decidido que jamás de los jamases, no importa dónde viva, aceptará un jardín con un ciprés; les declara el odio más profundo y completo del que es capaz. El asunto es que los padres se divorcian, y él la abraza con fuerza, le da un beso en la frente, y promete ir a buscarla pronto —adiós, osita, le dice—, no bien se haya instalado. Ella se sujeta al zorro que él le regaló en su cumpleaños número cinco, que bautizó Foxi, con el que duerme y durante el día sienta junto a ella, y que, ahora sabe, ocupará el lugar del padre. La madre lo apura, que se vaya, hay mucho por hacer. Y él se va en la camioneta y hace adiós hasta que desaparece por la esquina y algo le dice que pasará tiempo sin verlo.

Montevideo Portal I Javier Noceti

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