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Contenido creado por Valentina Temesio
Entrevistas
Cantando sobre el misterio

Animales de Poder, el trío que trae lo ancestral y lo transforma en su lugar seguro

Agustina Santomauro, Eloísa Avoletta y Julia Somma presentan su primer disco ‘Augura’ este sábado en el Centro Cultural Artesano.

22.04.2022 14:22

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2022-04-22T14:22:00-03:00
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Por Valentina Temesio

El mundo de Animales de Poder podría ser una tacita diminuta o un mar enorme. Una manifestación donde rompen vidrieras y todo se quema. Un rocío matinal sobre el pasto en un amanecer. Una bruma. Ese instante en el que las luces de la ruta se apagan. Un lugar seguro. Es el vacío y el no vacío. Pero es en sí mundos que se atraviesan entre sensaciones, lo abstracto, lo ancestral, lo experimental, lo rítmico y la poesía. Animales de Poder es uno de estos universos donde Agustina Santomauro con su guitarra, Eloísa Avoletta con su voz y Julia Somma y su percusión crean y se cuidan entre sí.  

Agustina y Julia se conocen desde niñas, cuando vivían en Solymar y compartían la misma escuela de música, el liceo, el club. Cuando siempre se cruzaban por ahí. Fueron también compañeras de banda en Fuego en el Aire de Marte. Hasta que un día apareció Eloísa y se convirtió en una amiga. Otro día se dieron cuenta de que las tres estaban compartiendo algo y fluyeron, y ese algo fue lo que transformó a las letras de poesía que Eloísa escribía en canciones. 

Animales de Poder vino a sus vidas para saciar. Desde lo humano y lo musical. Es una búsqueda despojada, un nuevo código de composición, es una conversación musical. Es también un trío de mujeres que ocupan un espacio que antes para ellas estaba vacío. Una banda de amigas, una que nació de una camada de explosión en la que mujeres y disidencias siguieron apropiándose de los escenarios. 

El 30 de noviembre de 2017 tocaron en vivo en la sala Camacuá y de allí salió su primer EP, que lleva el mismo nombre del espacio en el que se presentaron y es un registro sonoro de lo que ese día dejó. Si bien Julia dice que hay veces en las que se olvida que existe, Camacuá es la primera materialización de sus canciones que derivan del folclore y la música popular latinoamericana. 

Casi cuatro años después, un 20 de marzo de 2021, llegó Augura con 12 canciones que guía en un viaje sonoro, rítmico y visual entre paisajes y ese lugar seguro que las representa, con silencios poderosos que nacen desde la necesidad de escucharse, de generar espacios, de ser pocas. 

Este sábado 23 de abril el ciclo de Augura, como un embudo que ahí termina, comienza a cerrarse. Pasado un año de su lanzamiento el trío se presenta en el Centro Cultural Artesano para empezar el principio del fin, rendirle homenaje a esas canciones que hace tanto tiempo las acompañan y soltarlas, para así comenzar un nuevo camino. 

¿Cuál fue su primer encuentro con la música?

Agustina Santomauro: La música siempre estuvo re presente en mi casa, mis padres escuchaban pila de música y mi familia en general también. Cuando tenía 10 años mi padre empezó a aprender guitarra y, entonces, apareció una en casa. De costado empecé a aprender yo con lo que le enseñaban. En un momento él dejó y yo seguí. Mis padres se acababan de separar, iba a la casa de mis abuelos donde vivía papá y agarraba la guitarra. A los 12 me regalaron una a mí y empecé a ir a clase yo. 

Julia Somma: En mi casa también se escuchaba abundante. También tengo tíos postizos —amigos de mis viejos— re colgados de la música. A los 6 años me mandaron a clases de danza y en un momento la profesora invitó a una amiga de ella que era percusionista para tocar en vivo mientras bailábamos. Y me empecé a re copar. Iba a la clase de danza y en realidad quería tocar el tambor, hasta que la profesora de danza le dijo a mis padres: "Creo que Julia en realidad está más para hacer música que para bailar". A partir de ahí, me anotaron en un taller que era como una introducción a la música, pero había un montón de percusión. Y desde ahí nunca paré, fue el camino. 

Julia, ¿cómo llegas al bombo legüero? 

JS: Lo que tiene la percusión es que es súper amplia y rica, la forman un montón de instrumentos y cada cual trae su historia y sus ritmos. Lo mío fue una mezcla de cosas; me enamoré de alguien que vivía en Argentina y empezó a aparecer más el instrumento, íbamos a un boliche a tocar y de repente había un bombo legüero que, en ese entonces, era algo raro acá en Uruguay. Sobre todo en la movida más under, tocando música que no era necesariamente folclore. En ese momento con Agus teníamos otra banda, Fuego en el Aire de Marte, donde éramos varias percusionistas y tocábamos muchas chanchas —tom grave de las baterías— y me dieron ganas de tener un sonido grave, pero con un timbre distinto al plástico del parche. Y me encontré con el bombo legüero. Primero fue una atracción hacia lo tímbrico, después hacia el universo de ritmos que acompañaban al instrumento. Una vez que me compré el bombo me dediqué a investigar esos ritmos que en sí traían ese timbre. No cubría una franja sonora, sino pensar esto suena así porque carga con otros ritmos que están alucinantes y fue como meterse en ese mundo. 

Separadas, y ahora también juntas, siempre tuvieron ese lado experimental que se refleja en su proyecto musical.

JS: Antes que existiera Animales de Poder, cuando ya tenía el bombo, nos juntamos con Agus a tocar e investigar juntas ritmos folclóricos con guitarra y bombo. Al final terminó naciendo Animales y fue como volcar esa curiosidad que ambas teníamos en hacer canciones. 

¿Cómo conocen a Eloísa y surge la banda?

AS: Juli y yo nos conocimos de niñas, las dos somos de Solymar e íbamos a la misma escuela de música, el liceo, el club, siempre por la vuelta, siempre cruzándonos. En un momento tocábamos juntas en esta otra banda —Fuego en el Aire de Marte— y apareció Elo, hace muchos años atrás, porque era pareja de una persona de la banda y nos hicimos amigas. Ya teníamos una amistad que en un momento decidimos convertirla en banda. 

JS: Lo que pasó también es que más allá de esa banda, con Agus empezamos a hacer cosas juntas, Elo escribía —es poeta— y en un momento tuvimos una conversación —puede que lo esté inventando [ríe]— en la cual Elo planteó que le gustaría que algunas de las cosas que escribía se convirtieran en canción. 

AS: Yo no me acuerdo. Elo cantaba para ella, recitaba en vivo, Animales fue su primera banda como solista. Tenía la intención de cantar. 

JS: Todo sucedió muy orgánicamente, en ningún momento dijimos: "Hagamos una banda". Sino que, de pronto, estábamos las tres compartiendo algo. Siempre fue un tubo, como cuando las cosas fluyen y son. 

AS: En un momento dijimos: “Tenemos que hacer una banda” y empezamos a ensayar formalmente.

¿Cómo surge el nombre?

AS: Recién habíamos arrancado y estábamos buscando uno, escuchamos la frase "Animales de Poder" dentro de otra y nos gustó cómo sonaba. Lo repetíamos y nos gustaba y después fue tomando significados distintos. Creo que ahora nos re representa, pero en su momento simplemente me atrajo cómo sonaba.

JS: Sí. Como que esconde muchas cosas, tiene fuerza. 

¿Qué necesidad sació Animales de Poder?

JS: Humanamente desde la amistad del vínculo y compartir algo como un proyecto, que siempre es enriquecedor, y musicalmente ni que hablar. Con Agus veníamos de esta banda que a nivel instrumental —de formación— era ambiciosa, había muchos instrumentos, no existían los huecos. Y ahora nos fuimos al otro extremo, estamos en una búsqueda más despojada, lo que fue un desafío musical para mí. Venía creando en un código y cambié a otro, uno re distinto, pero teniendo la historia del entendimiento de tocar juntas y haber generado uno en la conversación musical. Por eso todo fluyó.

AS: Me acuerdo que el año previo a que empezáramos a ensayar yo venía muy enojada porque había escuchado muchas veces que "no habían bandas de mujeres" y yo pensaba "tiene que haber". En un momento, me di cuenta de que no había tantas que a mí me gustaran. Creo que parte de eso influyó en esa necesidad de un grupo de amigas. Yo siempre había tocado en colectivos mixtos que están demás, pero las dinámicas son distintas. Ahora en retrospectiva es re loco porque ahora puedo pensar en muchos grupos integrados por mujeres o disidencias, cambió mucho en ese sentido en poco tiempo.

¿Surgieron más grupos integrados por mujeres o los descubrieron?

JS: Para mí nacimos un montón de bandas a la vez. Somos de ese momento. Hoy en día tenemos varias bandas amigas que, si no nacieron en ese año, lo hicieron al siguiente o unos meses antes. Somos de esa camada de explosión.

AS: Otro pensamiento que tenía era que conocía muchas amigas que eran súper talentosas, re buenas técnicamente, pero que no se animaban a subir a un escenario. Me acuerdo de reflexionar mucho respecto a eso: "¿Cómo cualquier amigo varón sabiendo tres acordes va y hace una canción?". Que está buenísimo, pero a nosotras no nos era tan natural. Creo que de a poco eso está cambiando, la gente va encontrando referentes y animándose. 

En una entrevista con Brecha dijeron que el feminismo en su música “es algo orgánico y florece”, ¿lo tienen en cuenta al componer?

JS: Yo creo que es algo que no se puede separar, por eso decía que era una necesidad humana y musical, porque son dos polos que van juntos. Lo que componemos es gracias al cimiento del grupo humano que es este: nosotras, tres pibas que nos atraviesan determinadas cosas en este contexto temporal y espacial, y gracias a eso la música es lo que es. Estamos re atravesadas por eso.

Es parte de ustedes.

JS: En la dinámica de la banda intentamos generar un ambiente cuidado hacia nosotras, priorizando siempre el sentirnos cómodas y bien. Tanto sea en los ensayos, dónde tocamos y con quién compartimos las cosas. Todo eso tiene un foco importante que también termina reproduciéndose en la música o desde donde tocamos.

¿Cómo es su proceso de composición?

AS: Varía canción a canción, pero siempre hay un puntapié inicial que la da alguna de nosotras. No siempre es la misma; en general, es un algo. No hay una compositora que viene con una canción ya hecha y el resto hacemos arreglos. Trabajamos colectivamente, componemos así. No es un proceso muy individual, después cada una con lo que hace sí.

A las letras las hace Elo, yo a veces mecho algo, pero la canción no siempre arranca por la letra. A veces puede arrancar por un ritmo de la guitarra, una melodía o una letra. 

En Augura hay una propuesta audiovisual, ¿cómo surge esa composición entre la música y la imagen?

JS: A lo largo de estos años, el mundo visual de la banda va de la mano de Juan, un amigo nuestro que es ilustrador y diseñador, que le encanta la banda y poco a poco ha ido generando cierto universo visual. Pero nunca le pusimos un foco que naciera de nosotras tres. Nos fueron proponiendo y fuimos yendo. Recién con el pienso del disco tuvimos la oportunidad de pensar un universo más visual que acompañara la música. Entonces con Juan y Juli —la hermana de Agus— se fueron desprendiendo ideas a través de la tapa del disco, una foto que sacamos en conjunto, que además fue respetando las dinámicas humanas que utilizamos para componer la música. También hicimos lo mismo para hacer la tapa: juntamos a las personas que habían sido parte del disco, fuimos un día, cenamos y caminamos hasta la playa, llevamos el espejo, lo enterramos, vimos dónde hacer el fuego, pasamos toda la noche ahí, salió la luna, después amaneció y sacamos la foto. Fue una especie de ritual en conjunto. De esas cosas que hasta que no se materializan no sabes cómo van a quedar. 

AS: Se planteó una experiencia. Es algo que hemos hecho casi sin darnos cuenta, con el final del disco también. No sabíamos muy bien qué queríamos hacer, solo que queríamos juntar a esa gente y sacar una foto, pero no la forma.

JS: Después el video que acompaña el disco fue más o menos como eso: registrar esa experiencia. Confiamos en que esto iba a traer algo realmente bueno porque no podía ser de otra forma. Algo fiel a lo que somos en este punto.

También en el disco hay muchos silencios, ¿qué significa en su música?

JS: Hay algo de por sí, de ser pocas, con un set despojado, donde los silencios se generan. Porque no tenemos ningún instrumento que los llene. También el diálogo constante entre las tres; la rítmica de Elo, la forma de tocar de Agus y lo que da el set despojado que hace que se generen esos huecos. 

AS: De hecho, el set de Juli es súper seco; no tiene platos, el bombo legüero no es un instrumento que se sostenga, eso aporta un montón de silencio. Es algo que se da naturalmente por lo minimal de la propuesta y, por eso, siempre tuvimos un sentido de que cada cosa que hacemos o no es importante. Porque estás re expuesta y no hay mucho. Ahí también hay un trabajo bastante fino de equilibrio entre cada golpe, cada sonido de guitarra. Entonces, eso hace que el silencio resalte más. Después eso fue permeando otras cosas: los abordajes, las temáticas, las letras. El vacío y el no vacío están re presentes. 

JS: También tomó un sentido en el en vivo, eso genera una escucha también re atenta. Así como nosotras quedamos expuestas por generar esos silencios, también la gente si habla o se mueve. Se genera una tensión todo el tiempo que a mí me re sorprendió de la banda. Además, Elo genera una atmósfera re zarpada en vivo, conecta mucho con la gente y les mira muy a los ojos.

AS: Es re poderoso el silencio. Cuando una persona canta sola, hay una voz pelada o contra una percusión, tiene un poder especial para las personas, se callan mucho más que si fuera una banda cantando fuerte. Como que las personas son conscientes de lo sonoro.

¿Cómo es el mundo de Animales de Poder?

AS: En otros proyectos siempre fui más visual y en Animales me pasa que tengo menos paisajes, tengo más sensaciones, movimientos, es todo más abstracto. Yo siento que se mueve entre mundos. Se podría representar muy bien con una tacita de té o un mar, esas cosas que van de lo chiquito a lo grande. 

JS: No sé separar la música de lo que es el lugar para mí. Lo primero que pienso es en un lugar de contención. Es algo muy profundo.

Es muy extraño. Más a lo literal, lo que traen las letras de Animales que es un componente más gráfico, no tan abstracto como la música en sí, también es raro. Si pensara en una imagen sería el rocío en el amanecer, arriba de un pasto, una bruma; en el momento de la noche en el que las luces de la ruta se apagan y aparece ese instante. O puede ser tipo tremenda manifestación rompiendo vidrieras y quemando todo. Los dos extremos a la vez.

AS: Es intenso. Nuestra propuesta lo es. Viene de un lugar intenso y es intenso. 

¿Tienen un animal de poder?

AS: Sí, pero no oficialmente. Yo no conecté con un animal de poder. Pero cada una se asignó uno o lo habíamos hecho, quizás ahora ya cambiaron. 

JS: Ya traíamos en realidad de alguna forma, desde que nací mi familia me identifica con una tortuga y además yo cargo el bombo y es como un caparazón. De pronto la tortuga pasó a resignificarse. Mi vieja me dice ”Tortu” desde que nací y eso se materializó en la tortuga con el bombo en la espalda. No me identifico con un animal. Justo las tres arrastramos una historia. Eloísa es un canario. 

AS: Tengo un álter ego que es un pájaro, con las aves, me gustan. Va cambiando el tipo de pájaro. A veces el animal te encuentra, me pasaron momentos de encontrarme con un ave.

Pasaron de su primer EP, Camacuá, que es parte de un toque en vivo grabado, a Augura, con más producción y más ambicioso. ¿Cómo fue este cambio?

JS: En realidad Camacuá fue un registro, no fue tan pensado. De hecho, elegimos las canciones que quedaron mejor tocadas. No tuvo un pienso, no dijimos: "Vamos a grabar estas canciones, en este orden, por esto y eso". Grabamos el toque para tener material que pudiera ser mostrado y a partir de lo que quedó seleccionamos las que están mejor interpretadas, las que más nos gustaron, quedó de eso. De hecho yo me olvido que existe Camacuá

Augura fue "hagamos un disco" y sí hubo un pienso de determinada familia de canciones que representaban una época y un momento nuestro en un orden con cierta narrativa y grabado de cierta forma que le dio el sentido a todo. 

¿Qué se siente lanzar un disco y presentarlo un año después?

JS: Es raro, grabas el disco y cuando queda pronto las canciones ya son viejas. Porque si las grabas están cerrándose en el momento que quedan plasmadas, las venís trabajando hace mucho. Y después todo el proceso de edición, posproducción, que ya lleva un tiempo y seguir y escucharlo mucho. Lo sacás y decís: "Bueno, la gente ahora quiere escucharlo" y hay que tocarlo y ahora esperar un año. Lo que nos pasa es que ya estamos con otro grupo de canciones y tenemos que recauchutarlas.

AS: Se siente como cuando termina una temporada de una serie, un final. Es lo que dice Juli, es un proceso largo que viene de antes.

JS: Es raro porque cuando sacas un disco y lo presentas enseguida, estás comenzando el camino de mostrar esas canciones y las vas a tocar mucho más. Como a nosotras nos pasó tanto tiempo entre sacarlo y esto, lo vivimos más como un cierre de ese ciclo que como un abrir esas canciones. En realidad, a estas canciones las venimos tocando hace un montón, el año pasado en toques chicos tocamos bastante. Lo estamos viviendo más como un cierre que como una apertura de una presentación. Sentimos que las canciones están en la vuelta hace tiempo, les hacemos el homenaje que se merecen de presentarlas en una sala y seguimos nuestro camino. 

¿Cómo sigue su camino?

AS: No sabemos en qué va a devenir, nada muy concreto. Es lo que nos está invocando más en este momento. Después hay como ideas generales, viajar, seguir tocando. 

JS: Tenemos un grupo nuevo de canciones. Vamos a explorar otras tímbricas dentro de la banda, otras formas de grabar, de componer más desde las capas. 

AS: Este momento nos está absorbiendo tanto, se siente como un embudo que termina ahí el 23 cuando estemos tocando. Mi cerebro no está pudiendo pensar en el futuro ahora. Pero hay ideas, hay ganas y hay intereses. 

Por Valentina Temesio