El mundo de Animales de Poder podría ser una tacita diminuta o un mar enorme. Una manifestación donde rompen vidrieras y todo se quema. Un rocío matinal sobre el pasto en un amanecer. Una bruma. Ese instante en el que las luces de la ruta se apagan. Un lugar seguro. Es el vacío y el no vacío. Pero es en sí mundos que se atraviesan entre sensaciones, lo abstracto, lo ancestral, lo experimental, lo rítmico y la poesía. Animales de Poder es uno de estos universos donde Agustina Santomauro con su guitarra, Eloísa Avoletta con su voz y Julia Somma y su percusión crean y se cuidan entre sí.  

Agustina y Julia se conocen desde niñas, cuando vivían en Solymar y compartían la misma escuela de música, el liceo, el club. Cuando siempre se cruzaban por ahí. Fueron también compañeras de banda en Fuego en el Aire de Marte. Hasta que un día apareció Eloísa y se convirtió en una amiga. Otro día se dieron cuenta de que las tres estaban compartiendo algo y fluyeron, y ese algo fue lo que transformó a las letras de poesía que Eloísa escribía en canciones. 

Animales de Poder vino a sus vidas para saciar. Desde lo humano y lo musical. Es una búsqueda despojada, un nuevo código de composición, es una conversación musical. Es también un trío de mujeres que ocupan un espacio que antes para ellas estaba vacío. Una banda de amigas, una que nació de una camada de explosión en la que mujeres y disidencias siguieron apropiándose de los escenarios. 

El 30 de noviembre de 2017 tocaron en vivo en la sala Camacuá y de allí salió su primer EP, que lleva el mismo nombre del espacio en el que se presentaron y es un registro sonoro de lo que ese día dejó. Si bien Julia dice que hay veces en las que se olvida que existe, Camacuá es la primera materialización de sus canciones que derivan del folclore y la música popular latinoamericana. 

Casi cuatro años después, un 20 de marzo de 2021, llegó Augura con 12 canciones que guía en un viaje sonoro, rítmico y visual entre paisajes y ese lugar seguro que las representa, con silencios poderosos que nacen desde la necesidad de escucharse, de generar espacios, de ser pocas. 

Este sábado 23 de abril el ciclo de Augura, como un embudo que ahí termina, comienza a cerrarse. Pasado un año de su lanzamiento el trío se presenta en el Centro Cultural Artesano para empezar el principio del fin, rendirle homenaje a esas canciones que hace tanto tiempo las acompañan y soltarlas, para así comenzar un nuevo camino. 

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