Escribe Jimena Bulgarelli | @jimebulgarelli


Redefinió el mal y la ternura, le dio un respiro a la maternidad inmaculada, fue la primera Bad Seed, colaboradora elemental de la banda, especialmente para Nick Cave. “Una vez vino una tormenta en forma de chica”, cantó Cave, y todos queremos creer que es ella el verdadero torbellino.

Una vez vino una tormenta en forma de chica. Anita reía por las calles australianas acompañada por chicos altos de pelos negros puntiagudos y ojos bruscamente delineados. Eran los Bad Seeds. Anita Lane and The Bad Seeds. Les enseñó el misterio de la maldad, la mística siniestra de una ternura desbocada. Ella sabía cómo ser extremadamente maligna, con gran humor convertía la timidez en terror.

Nació en Melbourne, Australia un 17 de marzo de 1960. Específicamente en Glen Iris, un lugar tranquilo y de fondo montañoso, criada por padres de edad media en un casa que, según decía ella, estaba “destartalada”. Adoraba a su padre, que había estado en la fuerza aérea y probablemente había visto la guerra, pero tenía una tensa relación con su madre, a quien consideraba conformista e intrusiva. Era singular y creativa, creció en el modernismo de la posguerra, cambiado por la contracultura de los años sesenta y setenta, en una tensión cultural enorme. Escribía y pintaba desde los 16 años.

En una fiesta, su amigo de secundaria, Rowland S. Howard, le presentó a Nick Cave, que tocaba junto a él en The Boys Next Door. Un día después, Cave la llevó al Hilton a desayunar. Era 1977, en ese momento ella asistía a Victorian College of the Arts, pero con 17 años fue expulsada tres meses después por faltar a clases. Con Nick Cave fueron novios adolescentes que creaban violentamente de forma afín. Él comenzó a ver la poesía gracias a Anita, que le enseñó cómo ver el mundo desde ella, a pensar desde ella.

The World´s a Girl (1995)

Cuando se conocieron, Cave escribía letras trilladas y estúpidas. Cave y Howard comenzaron el nuevo proyecto, The Birthday Party, y Lane coescribió “A Dead Song”, con su debut Prayers on Fire (1981). Coescribió, también, “Dead Joe” y “Kiss Me Black”, agregándoles poesía, aprovechando el lenguaje y confiando en la intuición, utilizó el método del “cadáver exquisito”. El papel de Anita en la vida de Cave, acrecentó aún más cuando él se fue para formar los Bad Seeds.

Era una máquina de creación. Se sentaba a crear vestuarios para la banda en su máquina de coser, a dibujar sus retratos milagrosos o extrañas y subversivas pinturas, o a escribir increíbles letras de canciones. Nick Cave dice de Anita que era un caos increíble de creación sin un ápice de ambición, y él y los Bad Seeds debían correr tras ella coleccionando los restos del magnífico arte que iba dejando detrás.

En una entrevista en Bad Seed: La Biografía de Nick Cave (1994), Lane confiesa la constante sensación de angustia que sentía, “como si estuviera lloviendo en mi pecho”. Tenía una resistencia a hacer valer su arte, nada que ver con una falsa modestia, Nick Cave llegó a pensar apresuradamente que se trataba de una importante falta de motivación.

Pero Anita estaba constantemente trabajando en algo nuevo, no se trataba de motivación sino, quizá, de la fuerte influencia que tenía sobre ella el poeta y boxeador dadaísta suizo, Arthur Craven, que mantenía la idea de que el mejor arte no es contemplado, idea que Nick Cave no compartía. Quizá de ahí su afán por crear a escondidas.

"Crucifixion", lámina de Anita Lane (1982)

“Esta es una pintura que Anita hizo de un muñeco kewpie crucificado en 1986. La encontré hace años, atornillada en la parte trasera de un armario en la casa de mi madre. Es una pintura clásica de Anita Lane, inocente e infantil, pero con un tema típicamente problemático, ejecutada rápidamente, arruinada y desechada. Estoy feliz de haberlo resucitado”, dijo Nick Cave al respecto de esta lamina, en la página Cave Things. 

Con una gran inclinación experimental, tanto en lo musical, la poesía y en el arte visual, en ésta última con mano segura y casi despiadada detectaba las debilidades y las dibujaba atravesando a sus amigos. Siempre creaba de manera hogareña, siempre ocupada en algún garabato, como afirma Cave, siempre sentada en la cocina dibujando con un “trazo claro, ligero y lleno de humor, tirando cada dibujo y comenzando otro”.

Para los Bad Seeds coescribió “From Her to Eternity” con Cave, y “Stranger Than Kidness” con Blixa Bargeld. Esta última canción puede que sea una de las más poderosas de ese primer periodo, es una romántica y retorcida canción de amor, asfixiante y tierna, al filo del drama y la tragedia.

Resulta extraño como Nick Cave, que relata su experiencia sexual esencialmente masculina, se infiltra en las canciones de Anita, “The Fullness Of His Coming” y “The World's A Girl”, haciendo acompañamientos de voz, como casi mitigándose en el mundo femenino, casi que observando sorprendido. En “The Fullness Of His Coming” podemos verla como una satírica visión que tiene Anita sobre Cave, que aunque le excita, no le impresiona: "Sus botas son ramitas que parten / Tiene botas grandes puestas / Puedo escuchar la tierra que está aplastando / Tiene botas muy, muy grandes".

En 1996 aparece en Murder Ballads, de los Bad Seeds, en una versión de “Death Is Not the End” de Bob Dylan, cantando el verso: “Cuando no hay nadie allí para consolarte con una mano amiga para darte / Solo recuerda que la muerte no es el final”, con la voz más aterradoramente dulce de todo el disco.

Desde Dirty Pearl Sex O´clock (2001), en algún momento salió la luz y no hay evidencias musicales de ese proceso.

En 2001 sale su último disco, Sex O’clock, producido también por Mick Harvey, más dance-electro que baladista. Por una parte recibe muy malas críticas por sus letras y melodías trilladas, pero por otra ha sido muy bien recibido. Un disco sin cursilerías, de humor inteligente, con imágenes cotidianas que trascienden a la poesía, o al menos una verdad que claramente la crítica del momento no quería oír. Da en el palo con lo que Anita buscaba, una estética pop violenta, ya no tan fantasmal, pero sí maligna, una voz más madura que habla de lo que incomoda.

Hizo una pequeña infiltración en la cultura pop, como lo ha hecho Lana del Rey. Habla sobre sexo y relaciones con un lenguaje y musicalidad que están por arriba de lo que la mayor parte de los artistas ofrecen. Su honestidad en la palabra es esencial y se anuncia desde el título. El conjunto de canciones hablan todas sobre sexo y relaciones, pero algunas son sensuales y otras son malignas, a veces, son ambas. Anita Lane estaba hablando de la sexualidad femenina, y desde un lado honesto. Honesto por el hecho de escribir sin miedo, donde el sexo es una salvación y canta que lo necesita tanto, que de hecho podría, “hacer el amor con el primer hombre que vea”.

En “I Love You, I Am No More” dice: “Hay un gatito furioso en la puerta trasera/ Y no sé si los niños han comido/ Parece que hubo una especie de atardecer/ Pero no sabría si estaba respirando”, y más tarde en la canción dice que no sabía “si era tiempo de paz o guerra nuclear/ Te amo, ya no soy”, una serenata de alegría masoquista, donde no se preocupa por nada más que por su amante. Resulta que la lírica de Anita, apresuradamente catalogada de “trillada”, es, en realidad, la esencia del disco, donde nos muestra una sexualidad femenina compleja, espiritual, intelectual, contradictoria, y en donde el deseo aún permanece en la maternidad.

Sus letras son honestas y satíricas. Conceptualmente nos envuelve en un halo del pasado setentero. Pero desde la forma, tanto del lenguaje como de la música, nos proporciona un estado moderno. Como por ejemplo en estos versos de “Do The Kamasutra”: "Me siento como una mala mujer en un pueblo pequeño / Mi cuerpo me dijo con voz agonizante / Creo que mi alma está en el exilio. Necesito vagar por un tiempo”. O en estos de “Do That Thing”: “Llámame a la zona erógena / Al teléfono kundalini”.

Es sin duda, una sexualidad sensual, en donde la delicadeza es prioritaria, y el erotismo es puramente femenino. En la época en la que Tori Amos y Fiona Apple encuentran su camino en abordar nuevos temas, crear espacios honestos y de hermandad, Anita encuentra un espacio honesto en el que no se le exige el compromiso.

El álbum se abre con una versión de “Home Is Where The Hatred Is” de Gil Scott-Heron, sigue con “The Next Man That I See”, luego “Do That Thing” sofisticada, y “I Hate Myself” donde confiesa no poder mirarse al espejo porque odia lo que ve. En “I Love You, I Am Not” olvida si sus hijos han comido, dado su estado emocional consumido por el deseo, y donde, junto a la maternidad, son parte de su identidad.

“Do The Kamasutra” es la voz absurda y la parte más satíricamente palpable. Las voces se tornan dobles de una manera fascinante en “The Petrol Wife”, es ella en su presente junto a su yo de niña: “Mi habitación era rosa cuando era niña/ Había cosas bonitas que mirar”/ Y las sombras eran tan tranquilizadoras”. Para cerrar el álbum, hace una versión del himno de protesta antifascista “Bella Ciao”, fiel a su estilo.

Entre violines, teclados, el ligero ritmo R&B, y su voz susurrada, converge una mezcla caótica que resulta encantadoramente hipnotizante. Su sonido es noventero, hay guiños estéticos al francés como a la lujuria, y en esa dramática musicalización surge un humor inteligente que alcanza otro nivel, lejos de ser abrumadora.

Hay un par de canciones en las que conviven, en primaria armonía, la voz con la música: “A Light Possession”, donde la palabra resbala sobre la trompeta y las cuerdas de forma exquisita, y “Like Caesar Needs a Brutus” que añade sonidos ambientales y coros límpidos. Es una convergencia agridulce que encuentro encandilante. La instrumentación es extraordinaria y sofisticada en todo momento, con arreglos que están a otro nivel.

La impronta de este álbum es malhumorada, pensativa, aún melancólica y triste. Transcurre el disco desde el vivido impulso sexual de una mujer. Deseo sexual y angustia.

Aunque cada canción tiene fuerza por sí sola, en conjunto y como álbum, al igual que Dirty Pearl tienen una especie de alquimia indescifrable.

Con la tradición del enfant terrible que se convierte de la rebeldía a lo sofisticado, y que los Bad Seeds siguieron, ella tampoco se rehúsa. Pasa de esa fantasmagórica rebeldía de Dirty Pearl a un Sex O´clock, elevando el pop con su poesía lujuriosa y elegante que se asemejan a los primeros momentos de Tom Waits y al Gainsbourg de principios de los setenta. Es un disco honesto, sensual y triste, pero que ataca violentamente, y aún nos proyecta una Anita Lane enigmática.

En el videoclip de “Do That Thing”  es elegante, en el de “The World’s A Girl” se ve alegre con su sonrisa y brazos abiertos bailando en Marruecos, en el de “Jesus Almost Got Me” nos muestra su perturbadora inocencia maligna. También tiene videos musicales de “Bedazzled” y “Harley Davidson”. En este último cantaba —desde la moto que le da título a la canción— que no le importaría morir esa noche.

En “These Boots Are Made For Walking” destila y deja ver toda su personalidad tierna e intrincada, elegante, sonriente, traslucida, pero enigmática, y camina de forma poderosa por toda la casa cargando con su hijo bebé, imperturbable. Ella pasa por todos estos videos, con gran humor y sensualidad en medio de toda una iconografía religiosa, el glamur de la Edad de Oro de Hollywood a lo Monroe, simbolismos y monocromatismos subversivos.

En el video musical de “Blume”, que coescribió con Blixa para Einstürzende Neubauten, Anita no aparece, pero curiosamente puede verse por una fracción de segundo a PJ Harvey con un megáfono.

Anita no solía cantar en vivo, pero tenemos documentado el maravilloso dueto con Blixa, interpretando “Subterranean World (How Long We Know Each Other?)” en 1992, con Die Haut en Berlín. Es un hermoso video que muestra a una Anita, como siempre, inocente y terrorífica, de vestido azul, labios rojos y cerquillo despeinado, cambiando magnificas miradas de complicidad con Bargeld.

Desde el 2003, luego de haber vivido en varios lugares como Nueva York, Marruecos y Berlín (cambios geográficos que pueden considerarse como un intento de escapar de la adicción), vuelve a Australia y se asienta con sus tres hijos en Byron Bay. En 2008 vuelve a moverse a Melbourne, a su casa familiar original en el suburbio de Glen Iris. Desde principios de 2020 se había mudado sola a una casa en el suburbio de Collingwood, Melbourne, donde vivió hasta su muerte un 17 de abril de 2021 a los 61 años.

Poco se sabe de su vida personal y de sus últimos días, de cómo vivía su vida. Su lejanía con los medios agranda su mística y mítica figura. Se dice que acogía a adolescentes de la edad de sus hijos en su hogar, que ella vivía en el fondo y la casa principal se la dejó a ellos, sintiendo que “albergaba a la humanidad”. Se sabe que llegó a rediseñar más de doscientas muñecas compradas en tiendas de caridad de las que nadie supo hasta su muerte, que hacía increíbles pinturas sobre alfombras viejas, como un retrato de Raphael y uno de sus tres hijos; y que logró el silencio y atrapó la atención de varios adolescentes en el cumpleaños de uno de sus hijos al formar una ronda y hacer un monólogo que recordaba el motivo de la junta.

En los últimos años Anita se alejó de la composición y se centró, como otra considerada musa Joni Mitchell, en el arte visual. La última obra “importante” que produjo e hizo pública fue “Mary Rug”, expuesta en St Kilda dirigida por Humphries durante 2017: un enorme recorte de alfombra que transformó en un precioso retrato de un trío de mujeres ensangrentadas.

The Mary Rug (2017), Anita Lane. 

Nick Cave nos deja un hermoso testimonio sobre Anita en su blog The Red Hand Files : “¿Cómo podía algo tan luminoso cargar tanta oscuridad?. Bebía gin de una mamadera. Odiaba el concepto de musa, pero fue la de todo el mundo. Hablaba con voz de niña y fue mi mejor amiga. Amaba a sus hijos más que a nada. Eran su orgullo y su alegría. Amarla era tan fácil como aterrador. Deja un gran vacío”. Cuenta también de su gran rebeldía: “Entró a la universidad de arte más prestigiosa de Australia -por capricho- y consiguió que le dieran un lugar allí. Compró un caballete, papel, madera, crayones, se puso un vestido, se arregló el pelo y nunca volvió a entrar”.