Por Nicolás Medina
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En el vasto y ecléctico panorama del cine contemporáneo, son pocos los nombres que resuenan tanto como el de Wes Anderson. El director estadounidense responsable de La crónica francesa, El gran hotel Budapest, Isla de perros y Moonrise Kingdom (entre muchas otras) ha generado desde sus inicios a fines de los 90 una gran comunidad de seguidores que acompañan el estreno de sus películas en salas de cine cual séquito. Lo defienden como auténtico visionario ante sus críticos y con el correr de los años se han convertido en una especie de secta que lo adora y venera con fervor casi religioso.
Esto está lejos de ser arbitrario, y es que la filmografía de Anderson se define por sus elecciones recurrentes de dirección que funcionan como su sello distintivo y lo hacen extremadamente atractivo, principalmente en su apartado visual. Puede ser su uso milimétrico de la simetría en la composición de los planos, la abundancia de colores pasteles a lo largo y tendido del attrezzo, de los decorados y del vestuario, los movimientos de cámara quirúrgicamente calculados o el tono absurdo establecido por los diálogos de sus personajes o la música de su habitual colaborador Alexandre Desplat: el espectador no necesita de más de un plano para darse cuenta de que está viendo una película de Wes Anderson.
La película se estrenó en la sección “en competencia” de la 76ª edición del Festival de Cannes. La función llenó las puertas del Palacio de Festivales y Congresos de la Riviera Francesa de jóvenes aficionados por el cine vestidos de gala y con carteles solicitando entradas. Periodistas, fotógrafos y críticos de cine se aglomeraban en la entrada de la sala de conferencias de prensa dentro del palacio esperando a cruzarse al grandilocuente elenco que le da vida a los personajes al filme más reciente de Anderson, Asteroid City, que finalmente se estrenó en las salas de cine uruguayas.
Este filme no solo reafirma la posición de Wes Anderson como maestro de la estética cinematográfica, sino que también nos catapulta a un mundo donde la narrativa cautivadora y personajes que atraviesan conflictos, como la pérdida, el sentido de amenaza pero la necesidad de cambio, se entrelazan en una danza de emociones y un espectáculo visual que termina dando forma a la película definitiva de su director, en la que el estilo y la puesta en escena están al servicio de su historia más que nunca.
La película despliega su telón con un giro característico de la narración de Anderson: una historia dentro de una historia. El contrapunto de Bryan Cranston como el narrador nos sumerge en la enigmática producción de una obra de teatro titulada Asteroid City, que da nombre a la película. Esta introducción en blanco y negro, reminiscente de la estética de la televisión de la década de 1950, establece el tono ecléctico de la travesía visual que está por desplegarse. A medida que los hilos narrativos se entretejen, el mundo se llena gradualmente de color, revelando un espectro emocional igualmente rico y variado.
La trama principal (es decir, la obra) nos lleva a la extravagante Asteroid City, una comunidad pintoresca en medio del árido desierto, donde tiene lugar la enigmática Convención Junior Stargazers. El reparto de personajes es tan diverso como los planetas en el cosmos, cada uno con sus peculiaridades y anhelos. Entre ellos se encuentra el carismático Augie Steenbeck, interpretado por Jason Schwartzman, quien guía a la historia, a los personajes y al público a través de esta travesía cósmica. La llegada de Augie a la ciudad no solo desencadena una serie de eventos que desafían las percepciones y relaciones de los personajes, sino que también provoca una reflexión introspectiva en los espectadores sobre la naturaleza del amor, la pérdida y la esperanza.
Más allá de su impresionante estética visual, Asteroid City se adentra en las profundidades de la experiencia humana, tocando temas universales con una sensibilidad que trasciende la extravagancia superficial. La exploración del duelo y la búsqueda de significado se entrelazan sutilmente en la trama, encontrando su eco en las estrellas y los planetas que dominan el horizonte. Cada personaje, desde el melancólico fotógrafo Augie hasta la enigmática y optimista Midge Campbell — una famosa actriz madre de uno de los jóvenes participantes del evento — interpretada por Scarlett Johansson, está inmerso en su propia búsqueda, personificando facetas de la lucha humana por encontrar un lugar en este vasto cosmos.
El elenco, un crisol de talento actoral, infunde vida en estos personajes con una química que ilumina la pantalla. Tom Hanks, en el papel del excéntrico suegro de Augie, entrega una actuación memorable que equilibra ingeniosamente la comedia y la profundidad emocional. Steve Carrel como el dueño del motel donde se alojan los personajes y Tilda Swinton como una científica reclusa, añaden capas de diversidad y color a esta ciudad color pastel.
Al comparar Asteroid City con otras obras de la filmografía de Wes Anderson, queda claro que el director sigue refinando y expandiendo su visión artística. Cada película es como un capítulo único en un libro, pero todas comparten el hilo conductor del estilo inconfundible de Anderson y su habilidad para crear mundos que son a la vez absurdos y conmovedores.
Una de las piedras angulares del estilo de Anderson es su estética visual distintiva. Sus meticulosos encuadres simétricos se han convertido en su sello personal; crean una sensación de orden y equilibrio en cada escena. Pero no se trata solo de la simetría, sino de cómo utiliza los colores de manera audaz y creativa. Los tonos pasteles y los colores vibrantes añaden una dimensión mágica y onírica, transportando a la audiencia a un mundo que se siente tanto familiar como extraordinario.
No obstante, la belleza visual de las películas de Anderson no es superficial; está intrínsecamente ligada a la narrativa y los personajes. En Asteroid City se teje una historia que, a medida que la trama se desarrolla, nos deja más inmersos en un viaje de autodescubrimiento y conexión humana. Los personajes de Anderson son como piezas de rompecabezas únicas que encajan en el universo que ha creado. Sus diálogos peculiares y sus excentricidades los convierten en seres tridimensionales que capturan tanto el corazón como la imaginación.
La música siempre ha desempeñado un papel crucial en las películas de Anderson. La banda sonora cuidadosamente seleccionada eleva cada escena, intensificando las emociones y llevando a la audiencia en un viaje emocional. Desde piezas clásicas que despiertan la nostalgia hasta canciones contemporáneas que añaden un giro moderno, la música encaja perfectamente en el tejido de la historia y se convierte en una extensión de las emociones de los personajes.
Pero más allá de la estética y la música, Asteroid City destaca por su corazón cálido y sus temas universales. En última instancia, las películas de Anderson son sobre la búsqueda de la identidad, la conexión humana y la belleza de lo inesperado. En un mundo donde a menudo nos sentimos desconectados, sus películas nos recuerdan la importancia de encontrar alegría en las pequeñas cosas y de valorar las relaciones que formamos.
Sumergirse en una película de Wes Anderson es como entrar en un mundo paralelo lleno de colores deslumbrantes, personajes inolvidables y narrativas caprichosas. El director ha labrado un camino único en la industria cinematográfica y ha establecido su firma distintiva. Y aunque ha demostrado su capacidad para cautivar tanto a críticos como a audiencias, es innegable que el cine de Wes Anderson puede parecer hermético y desafiante para aquellos que están acostumbrados a consumir únicamente los estruendosos blockbusters de Hollywood.
En un panorama cinematográfico dominado por efectos especiales deslumbrantes y tramas simplificadas, las películas de Anderson requieren un enfoque diferente por parte del espectador. Su estilo visual y sus narrativas exigen una atención detallada y una mente abierta. Mientras que en las producciones de gran presupuesto a menudo la forma se eleva por encima del contenido, en las obras de Anderson ambos elementos se combinan para crear una experiencia única y enriquecedora. Aquellos dispuestos a sumergirse en su mundo serán recompensados con capas de significado que trascienden la superficie, demostrando que el cine puede ser una ventana a la reflexión y la introspección, incluso en medio del deslumbrante resplandor de los reflectores hollywoodenses.
En última instancia, Asteroid City no solo es una película: es un acontecimiento cinematográfico que desafía las expectativas y redefine el arte de contar historias. Esta película cumple con las expectativas del estilo inimitable de Anderson, pero además nos invita a explorar los misterios del universo y a reflexionar sobre nuestro lugar en él.
Asteroid City es un paseo mágico a través de los confines del espacio y el corazón humano. La película nos recuerda que, en medio de la vastedad del cosmos, nuestras historias individuales son las que dan significado al mundo que habitamos. Es un recordatorio conmovedor de que, incluso en un universo aparentemente infinito, cada vida y cada experiencia son destellos preciosos de luz en la insondable oscuridad del espacio.
Asteroid City se acaba de estrenar en cines (podés chequear todas las funciones en nuestra cartelera).
Por Nicolás Medina
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