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Música
Biromes y servilletas

Ataque Chino publicó “Archivo II” y continúa la “sinergia” entre la música y poesía

La “banda de rock” se presenta en Sociedad Urbana Villa Dolores para celebrar el lanzamiento y el retorno al vivo.

03.07.2023 15:55

Lectura: 11'

2023-07-03T15:55:00-03:00
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Por Agustina Lombardi

Era domingo después del mediodía y estaban reunidos para el único ensayo que tenían antes del show, que sería esa noche. No sabían cómo presentarse. Pero un amigo de la banda, recién vuelto de China, había traído pins para todos. Entonces decidieron ponerse una remera blanca y el pin. “¿Y cómo nos llamamos?”, preguntó alguno: Ataque Chino. Diego Cunha, el poeta y quien recita las letras de la banda, no se acuerda quién se iluminó con el nombre.

Fue bastante variado lo que pasó esa noche, cuenta Cunha; bandoneón, guitarra y piano musicalizaron sus poemas. Y les gustó la devolución que tuvieron. Sucedió en 2011 y en 2014 oficializaron la banda con el lanzamiento de Archivo I.

Hoy, Juan Manuel Herszhorn (guitarra y coros), Germán Pérez (teclados y coros), Nicolás Rodríguez (bajo y coros), Guillermo Zubeldía (batería, percusiones y coros) y Cunha (texto y voz) profundizan el mundo creativo de la puesta en voz de la poesía con Archivo II, que lanzan junto con Little Butterfly Records.

En sus “años de poeta enclaustrado, añorando un libro”, Cunha reconoce la “alta censura” con la que él mismo miraba su obra; es hijo de un poeta y ahijado de Eduardo Darnauchans: “Mi casa siempre estuvo rodeada y llena de músicos, de los amigos de mi viejo y de sus influencias”. Alrededor de los 20 años soñaba con tener una banda, o ser músico, un sueño que “apagó” porque no se reconocía como músico.

Pero una vez alguien importante le dijo: “Si no escribís más nada, quedate tranquilo, porque escribiste este”, cuenta. Cunha destapó su obra y, para el primer disco de Ataque Chino, compartió una colección de poemas que escribió durante su viaje de Arquitectura.

Para Cunha y Zubeldía, entre Archivo I y Archivo II, la banda encontró su propia forma de hacer canciones, una “sinergia” entre el poeta y los músicos, “un entendimiento a la interna”. “Estamos repitiendo una secuencia musical y entonces pienso: la próxima vez voy a decir algo de un reloj. Entonces la batería empieza: tic, tic, tic”, así lo explica Cunha.

La banda vuelve a presentarse en vivo después de un tiempo, aunque no será la presentación oficial del disco. Ataque Chino estará el viernes 7 de julio en Sociedad Urbana Villa Dolores. Las entradas están a la venta en este link.

Comentan que cuando surgió Ataque Chino había un resurgimiento de la poesía. ¿A qué se refieren?

Diego Cunha: Acá, en Buenos Aires, en Nueva York, en Madrid, había festivales de poesía; gente leyendo sus poemas, jam sessions de poesía. Había toda una efervescencia. Ahora se volvió una costumbre. En 2011 había como cuatro o cinco ciclos permanentes en Montevideo de gente que leía sus poemas, performaba. En un boliche, una casa, se juntaban veinte o treinta personas. Muy endogámico, también, sigue siendo.

Guillermo Zubeldía: Es algo que quedó medio establecido, pero en ese momento explotó.

Ataque Chino suma música a los poemas y lo convierte en un formato poco convencional.

D. C.: Pensamos lo mismo. Decidimos ponernos de acuerdo en no decir más que tocamos en una banda de música y poesía, porque la cara de la gente es la misma que ponía yo cuando lo decía; te imaginabas a Pablo y Pachu con la gallina en Grandes momentos de pequeños autores. [Risas.] Ahora, cada vez que nos preguntan, digo que toco en una banda de rock; “¿Y qué haces?”, yo digo que canto. Por adentro pienso: qué sorpresa se van a llevar. Pero que se la lleven ahí en vivo, con la banda sonando, que es una banda de rock.

¿Qué tipo de banda de rock?

G. Z.: Hay un género, pop and word, que es como el más establecido en cuanto a la palabra dicha dentro de un escenario. Pero la verdad es que somos una banda y punto, hemos fluctuado por distintos estilos y momentos. De hecho, el primer y segundo disco son muy distintos, si bien forman parte del mismo mundo, dicen cosas muy distintas.

D. C.: Yo me animo un poco más, por buscar encasillar las cosas. Creo que somos una banda de rock y pop psicodélico. Siento que es lo más acertado, por el largo de algunos temas, por los ritmos que usamos, por lo que son nuestras influencias, creo que eso es lo más certero.

¿Cómo componen, cómo integran la poesía y la música?

G. Z.: Fue bien distinta la experiencia entre el primer disco y el segundo. En Archivo I ya había un backup de poesía. Diego venía con una cantidad de poemas, de su libro. De alguna manera musicalizamos eso que ya estaba. Para Archivo II el proceso fue distinto, porque fueron poemas que se fueron creando en el proceso de banda. Algunos en el ensayo y después Diego los continuaba. Fue algo bastante sinérgico y colectivo. A veces tiraba unas frases y de ahí hacíamos la música, o nosotros empezábamos con un groove y él recitaba arriba.

D. C.: El primer disco creo que fue un proceso clásico de musicalización de poemas. Nuestra forma de componer ahora está ligada a la improvisación. Muchas veces llegamos, charlamos un rato, tomamos algo, compartimos en qué estamos y después entramos a la sala. Al inicio siempre hay un rato de zapada de la música. A veces yo tengo algo escrito y empiezo a insistir, a veces surge ahí. En general estoy muy atento a todo lo que pasa, incluso a los momentos de zapada. Hay temas enteros que tienen momentos clave que parecen buscados, compuestos, pero que simplemente sucedieron la primera vez, son pura inspiración, pura zapada.

Igual, hay una búsqueda en la manera de recitar.

D. C.: Al principio, yo era una especie de pequeño dictador, porque no me sentía para nada seguro. Le dábamos la forma el tema, pero [se ríe], veníamos al siguiente ensayo y ellos tocaban de cualquier otra manera. Me quería ir, no estaba acostumbrado a ese ejercicio, todos ellos venían de bandas, del ensamble, la improvisación. Tenían incorporado que era algo muy libre. Yo no tenía experiencia de banda, de exponer mi voz. Hay que pararse al frente y llevar la cosa… Fui tomando valor y coraje, fui aprendiendo, con ellos, que fueron aprendiendo mis posibilidades, es evidente que hay un montón de cosas del estilo compositivo de la banda que un poco están puestas al servicio de mis capacidades.

Diego Cunha. Foto: Javier Noceti

Diego Cunha. Foto: Javier Noceti

¿En algún momento intentaste cantar?

D. C.: Canto todo el tiempo, lo que me hace muy consciente del producto. Mi cercanía con Darnauchans hace que para mí haya límites que sean difíciles de pasar. En los ensayos canto, muchas veces las letras aparecen en forma de melodía. Después hago un trabajo para ponerlo en un lugar donde me siento cómodo. Fui a clases de canto con Camila Sapin, me entrené. Y la verdad es que entendí, mirando lo que pasa alrededor nuestro, que está lleno de gente que canta bien y lleno de bandas con gente que no canta bien y lo intentan igual, y a mí eso no me convencía. 

¿Qué te hizo salir de tu época de poeta enclaustrado?

D. C.: La terapia… Empecé a escribir a los 12, 13 años. Creo que en torno de los 26 miraba las carpetas que había en la computadora, la cantidad de poemas, y algunos no me daban vergüenza. Se fueron dando a partir del viaje de Arquitectura, que fue una experiencia creativa impresionante, se me caían los poemas. Me encontré con algunos colegas a los que les acerqué cosas y me dieron para adelante. Lo que tienen los eventos de poesía es que el feedback es inmediato: “Cuánto hablás de los niños”, me decían. Algunos de esos poemas también los escuchó mi viejo [el poeta, Víctor Cunha]. Y me animé a mostrar un poco más.

¿Qué caracteriza a tu poesía?

D. C.: Trato de usar palabras simples, me gusta la poesía sencilla. No la demasiado elaborada, cargada, barroca. Me gusta llegar con ideas simples a cosas un poco más complejas. Creo que es una poesía que tiene unas primeras lecturas accesibles. Yo mismo me doy cuenta mucho después que tiene otras capas, pero simple. 

¿Y en cuanto a las temáticas?

D. C.: Hablo de amor, primero que nada, creo que ha sido mi leitmotiv. La distancia y los procesos de maduración son temas a los que he estado muy atento en mi vida. Creo que, en este disco, sobre todo, está muy presente el proceso de autoconocimiento y de desarrollo de las personas. 

Contás que escribís desde los 12, ¿qué leías? 

D. C.: No soy un lector de poesía. En esos años, más chico, en mi casa había un montón de libros. Estaban los clásicos: Neruda, Viglietti, novelas, cuentos, una fuerte influencia nacional. Pero mis influencias son principalmente musicales: Cabrera, Darnauchans, Zitarrosa, Sabina, Serrat, Silvio Rodríguez, en español principalmente. La música en inglés la empecé a escuchar más de grande. La tríada es muy sencilla: Darna, Cabrera y Zitarrosa, en cualquier orden.

El concepto de archivo genera una continuidad entre los discos, pero comentan que en este caso lo renuevan. ¿A qué se refieren?

D. C.: Creo que en el sentido de insistir en el concepto. Cuando hicimos el primer disco, era un conjunto de partes de un momento, ordenadas, un conjunto de textos e historias. Para Archivo II, seleccionamos los temas y nos encontramos con que, de alguna manera, también había un conjunto de conceptos, ideas de recuperaciones. Los textos, en general, van a recuperar los recuerdos que, de alguna manera, es lo que uno hace con el archivo: buscar cosas guardadas. No quisimos expresar que cambiara. Hay una insistencia o renovación, porque también se amplían los temas. En Archivo I están bastante más claros y casi que transcurre una historia alrededor del viaje y del amor.

G. Z.: La diferencia entre los discos, si bien los dos son archivos, es que el primero es como un compendio ordenado de situaciones, pero muy puntuales. El segundo atraviesa más el tiempo y el espacio, porque fueron temas que se construyeron a lo largo de los años y hablan mucho del interior, y lo expresan hacia afuera.

Guillermo Zubelía. Foto: Javier Noceti

Guillermo Zubelía. Foto: Javier Noceti

Diego, al momento de tocar en vivo, ¿sentís la necesidad de construir un personaje?

D. C.: Sí, totalmente. Tengo un proceso de introspección que empieza generalmente una semana antes del show; en las tareas del hogar, lavar los platos, cocinar, hacer mandados, lo que sea, estoy alrededor de la lista que vamos a tocar, sobre qué me gustaría contar. También sufrí un proceso; al principio naturalmente lo que me salió fue pararme ahí como Diego Cunha el poeta. Después me fui retrayendo un poco; saludaba al principio, contaba quiénes éramos y hacíamos todo el show de corrido sin decir nada, era como un ejecutante más. Algunas personas me sugirieron que estaba bueno que explicara alguna cosa, y empecé de nuevo a buscar ese camino. Me siento mucho más cómo ahí. También sucede que en el primer disco soy yo todas las veces, son mis historias, las escribí bajo mi firma, contándolas desde mí. En este, hay algunas cosas que no sé muy bien qué son, si son mías, de ellos … y ubicarme en esos lugares me lleva a cierto desapego de Diego persona.

¿Piensan que el público le teme a la poesía?

G. Z.: Capaz que a la palabra poesía, pero a la poesía en sí misma creo que no. De hecho, escuchamos poesía todo el tiempo en canciones. Simplemente, en la banda tenemos un poeta con nombre y apellido. Pero creo que no, el miedo a la poesía es a la palabra poesía.

D. C.: Sí, yo creo que genera cierta extrañeza. Para el que está un poco ajeno, me da la sensación de que tiene una carga cursi, o media ridícula, o lejana. Pero siento que es una primera respuesta, después empezás a hablar y resulta que mucha gente escribió una poesía a los 10 años para una novia, para una madre. Gente insospechada. Me pasó hace poco con un compañero de trabajo, que conozco hace ocho años. Hace poco, fuimos a tomar algo y de golpe empezó a contar sus poemas. ¿Por qué nunca me dijo? Genera un poco de pudor, la asociamos al amor. La poesía es amor. Genera cierto preconcepto. Insisto en lo que mencionaba al principio, la reacción de la gente cuando decíamos que tocábamos en una banda de música y poesía, por lo menos para mí, era muy evidente que daban un paso para atrás, tipo: no lo voy a escuchar. 

G. Z.: Se quedaban pensando qué sería. [Risas].

Por Agustina Lombardi