Por Nicolás Medina
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Al bajar del avión y pisar Berlín por primera vez, no fue ni cerca lo que pensé. Eran las seis de la tarde de un miércoles. Si no hubiera tenido reloj, hubiera pensado que era de madrugada. Me hacía ruido el silencio: abismal, inesperado. Se suponía que acababa de llegar a una de las capitales más importantes del mundo.
Para el frío y la lluvia estaba preparado. La oscuridad de las calles, vagamente iluminadas por las luces de los autos y algún que otro edificio, desconcertaban. Es inevitable compararlo como la experiencia del Festival de Cannes, donde los críticos llegan generalmente de día y el viaje del aeropuerto de Niza al Boulevard de la Croisette está lleno de estímulos, calor, playas, glamour, caos.
El traslado, cortesía del festival para sus invitados —en mi caso, como jurado de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica)— me dejó en lo que se supone que es el centro de la ciudad. Mientras caminaba hacia el hostel donde planeaba quedarme esa noche, me cuestioné si estaba en el lugar correcto. Todo parecía aún más vacío.
Mi primera impresión de Berlín es la de un pueblo fantasma.
Busqué comida: todo cerrado. Al final, cené comida mexicana en el único lugar abierto que encontré. Me acerqué al Berlinale Palast, el lugar donde se suponía que pasaría la mayor cantidad de tiempo en las próximas semanas. Volé al hostel esperando que la noche terminara y la mañana me sorprendiera o, al menos, le diera un poco de vida a la ciudad.
A la mañana siguiente, faltando todavía un día para el comienzo del Festival Internacional de Cine de Berlín, me propuse caminar, recorrer, despojarme de mi función de crítico y volverme un turista, comer algún Currywurst, algo. Terminé en Oranienburg, donde está el campo de concentración de Sachsenhausen, y en el viaje terminé de entender: Berlín es, efectivamente, una ciudad fantasma.
No, no está abandonada, pero cada uno de sus rincones está habitado por todo tipo de fantasmas que son justamente lo que la hacen tan rico histórica y culturalmente.
Nosotros, los turistas, paseamos asombrados por los sedimentos de las tragedias que, de una u otra manera, tocaron a toda la población alemana. Quién no es familiar de una víctima del Holocausto, es familiar de soldados o perpetradores. Y, mientras el Estado busca capitalizar eso con cientos de lugares turísticos, placas conmemorativas en varios idiomas y exhibiciones permanentes, el local pasa por ellas indiferente, mirando al piso y con la cabeza a gacha como si cargara una mochila pesada en la espalda.
Los edificios en constante estado de restauración o remodelación dan la impresión de que se busca un lavado de cara constante.
El festival de cine que comenzaría al día siguiente, parece no tener un impacto sustancial en la gente de Berlín. Cannes es una ciudad que vive, respira y le debe su estatus a su festival de cine. Berlín es una ciudad que alberga un festival de cine durante dos semanas en invierno.
The big five
En la movida de los festivales de cine, a veces se habla de los “tres grandes”: Cannes, Venecia y Berlín. Otros hablan de cinco y suman a Sundance y Toronto. Pero los primeros tres son lo que se conoce como festivales de "clase A". Festivales que, generalmente, se limitan exclusivamente a películas que busquen su estreno mundial. Las películas, en caso de ser seleccionadas, obtienen su sello de calidad que será, generalmente, una especie de validación de calidad. Ni que hablar donde una película o sus responsables se hagan con algún que otro galardón en uno de estos festivales, estas estatuillas tienden a marcar la agenda de la temporada de premios por venir y, aparte, le adelantan unos cuantos casilleros en cuestiones de distribución a los filmes.
El Festival Internacional de Cine de Berlín, conocido popularmente como Berlinale, tuvo su primera edición en 1951 (en Berlín oeste), unos pocos años luego de terminada la Segunda Guerra Mundial y con una Alemania dividida. La película de apertura de su primera edición fue Rebecca (1940) de Alfred Hitchcock. Y, con el pasar de los años fue entendiendo que no tenía sentido competir con la omnipotencia de Cannes, así que comenzó a perfilarse a exhibir un cine de perfil más vanguardista. A diferencia de Cannes, el festival es completamente accesible al público, a no ser por las funciones exclusivas para prensa o profesionales de la industria que participan del EFM (European Film Market), un espacio de industria destinado a realizadores, productores, distribuidores, exhibidores, etc. que sería el análogo en Berlín al Marché du Film de Cannes.
Potsdamer Platz Gallery
Los títulos de perfil artsy no significa que la Berlinale no recurra a la misma estrategia del resto de los grandes festivales de llegar a un balance entre cine de autor, minuciosamente curado e innovador, y alguna que otra película de perfil comercial que ubican en su sección llamada Berlinale Special Gala. Allí, las estrellas que todos conocemos se hacen presentes en la alfombra roja, mientras los fanáticos y fotógrafos gritan desaforados. De hecho, la Berlinale tiene un vallado exclusivo para fans en la entrada del Berlinale Palast.
Las secciones principales del festival son Competencia (las películas más destacadas del festival y las que competirán por los premios más importantes, entre ellos el Oso de Oro), Panorama (películas innovadoras, a veces experimentales y que tocan temas políticos, sociales o culturales), Forum (películas un tanto más arriesgadas en relación a las estructuras clásicas, muchas de ellas que justamente proponen o juegan con diferentes narrativas cinematográficas) y Encounters (una sección lanzada en 2020, que busca alentar filmes que, en palabras del festival, “pedirán a los espectadores que reconsideren sus posiciones en relación con ellos”). A su vez, tiene la sección Berlinale Shorts (para cortometrajes), Generation (películas para un público más joven), Berlinale Classics, Retrospectivas y Homenajes (que cada una a su manera busca celebrar la historia del cine y a algunos de principales exponentes).
El epicentro de la Berlinale es la zona de Potsdamer Platz, que alberga no solo al Berlinale Palast (el auditorio donde se exhiben todas las películas de competencia, ceremonias de apertura, cierre y galas), sino que también está repleta de salas de cine que funcionan como anexos y permiten una mayor cantidad de exhibiciones en simultáneo. Esto incluye a las salas de CinemaxX y de Deutsche Kinemathek. Pero, en total, el festival cuenta con cerca de 15 sedes distribuidas por toda la ciudad. Resulta como una excusa para conocer Berlín, mientras se viaja de una sala a otra, pero cuyo motivo real es que luego de que CinemaxX remodelara sus salas y decidiera sustituir sus butacas por sillones reclinables con bandejas incorporadas, la capacidad de las salas se redujo considerablemente y el festival tuvo que salir a buscar butacas por fuera de Potsdamer Platz.
¿Qué pasó este año en la Berlinale?
La 74ª edición del Berlinale se llevó a cabo entre el 15 y el 25 de febrero de este año, y la tuvo difícil en cuanto a polémicas, cambios y controversias. Uno de los primeros fue el anuncio de que Carlo Chatrian y Mariëtte Rissenbeek, el dúo que llevó adelante el festival durante desde 2018, dirigiría su última edición en 2024 dado que la Ministra de Cultura, Claudia Roth, estaba pensando en cambios estructurales que, según se comentaba por las calles de Berlín, buscaban limitar las decisiones de Chatrian como director artístico.
En la ceremonia de cierre fue de homenajeo a Chatrian, con muchísimo entusiasmo por parte del público y no hubo ganador que no aprovechara su momento en el escenario para agradecerle de corazón por su trabajo de los últimos años (lo cual incluyó sacar adelante el festival durante la pandemia).
Pocos días antes del comienzo del festival, se desató una gran polémica en relación a los políticos de ultraderecha que generalmente eran invitados protocolarmente a la Berlinale. En resumidas cuentas, se hizo público que el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), tenía reuniones “secretas” en las cuales se planteaba la expulsión del país de millones de extranjeros y se los relacionaba directamente con el nazismo. Luego de severas críticas hacia el festival, se hizo público que los miembros de la AfD no serían invitados al festival.
En el jurado oficial, presidido por la actriz Lupita Nyong'o, hubo tensión desde el primer momento, luego de que el jurado español Albert Serra diera declaraciones que lo etiquetaron de “admirador de Putin”, y esto generara ciertas rispideces con su co-jurada ucraniana Oksana Zabuzhko.
Pero lo que probablemente fue más notorio en la ceremonia de cierre, fue cómo prácticamente todos los ganadores aprovecharon sus segundos de fama en el escenario para expresar su apoyo a Palestina y hacer pedidos de alto al fuego en Gaza, llegando algunos a pedir al estado alemán que dejara de apoyar armamentísticamente a Israel. Y, entre cambios, despedidas y discursos políticos, el festival llegó a su fin más como una plataforma política, y dejando a lo que realmente convocaba a todos allí, el cine, en segundo plano.
And the Golden Bear goes to…
En cuanto a las estatuillas del festival —las cuales suponen los primeros grandes premios del 2024—, no hubo grandes sorpresas ni grandes ovaciones. En la entrega de premios, la tensión y las malas caras de los integrantes del jurado fue palpable en todo el auditorio. El Oso de Oro a la mejor película del festival fue para Dahomey (2024) de la directora franco-senegalesa Mati Diop.
Un documental acerca de la repatriación de 26 tesoros originarios del Reino de Dahomey, desde París a la actual República de Benin. Se trata de una propuesta bastante tibia tanto en forma, como en contenido, donde su mayor mérito es probablemente incorporar breves pasajes de ficción dándole voz a uno de estos tesoros. El resto, consiste en exponer durante 67 minutos (la película más corta de toda la competencia) de una manera bastante indicativa el problema que el contexto de repatriación de estos tesoros supone simbólicamente para Benin.
El segundo premio, el Oso de Plata y Gran Premio del Jurado, fue para el veterano Hong Sang-soo por A Traveler's Needs, protagonizada por la francesa Isabelle Huppert. El premio supuso el cuarto Oso para el surcoreano que lo sumó a su colección de premios de la Berlinale del 2020, 2021 y 2022. Iris (Huppert), es una enigmática mujer perdida que se presenta como una profesora de francés. Hong Sangsoo, crea una comedia sutilmente desconcertante que invita a los espectadores a llenar los espacios en blanco. Jugando con la repetición de escenas y diálogos, explorando las sutiles variaciones en los encuentros de Iris con diferentes personas en Seúl mientras se emborracha tomando makgeolli. La película es simple y más que digna, aunque quizás el premio era demasiado. De hecho, el mismo Hong Sangsoo se dirigió al jurado al recibir el premio y dijo: “No sé exactamente qué vieron en mi película, me da curiosidad”.
El dominicano Nelson Carlo de los Santos se llevó el Oso de plata como mejor director por su película Pepe, una ficción inspirada en hechos reales que reflexiona sobre el colonialismo, la existencia y el sentido de pertenencia de una manera original que incluye el zoológico privado de Pablo Escobar, un hipopótamo como protagonista y una propuesta que oscila entre la fábula y la fantasía. Dato no menor, la película será exhibida en Cinemateca como parte del 42° Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay junto con otras películas estrenadas en la Berlinale.
En charlas con otros críticos reincidentes en la Berlinale, muchos coincidieron que la selección era una de las más flojas de los últimos años. Sin embargo, hay varios títulos que vale la pena tener en cuenta o que, al menos para quien suscribe, vale la pena recomendar.
La Cocina de Alonso Ruizpalacios
Las películas ambientadas en cocinas y restaurantes se han vuelto ya casi un subgénero en sí mismo. En este caso, la coproducción entre México y Estados Unidos protagonizada por Raúl Briones y la increíble Rooney Mara ofrece una adaptación audaz de la obra de Arnold Wesker, trasladando la acción a un restaurante en Times Square, donde los trabajadores migrantes enfrentan la precariedad y la falta de derechos. Con una puesta en escena cargada de planos secuencia y actuaciones intensas, la película se aleja de las obviedades para explorar un terreno personal y refrescante, convirtiendo clichés en una sátira monumental y estimulante.
Architecton de Victor Kossakovsky
Nunca esperé sentirme hipnotizado por una película sobre piedras, rocas y concreto. El documental del ruso Victor Kossakovsky mantuvo completamente inmóviles a cientos de personas durante más de una hora y media. Ciudades y edificios completamente destruidos, secuencias inmersivas de rocas y canteras siendo explotadas, la historia de Michele De Lucchi, un arquitecto italiano que decide crear lo que llama su “círculo de la vida” formado por rocas en el fondo de su casa. Todo eso mientras el director reflexiona sobre una idea presente y de la que nadie habla: ¿por qué las construcciones de la antigüedad eran hermosas y duraban miles de años, y hoy construimos bloques de cemento que duran unas pocas décadas? ¿Hacia dónde vamos? Mediante la yuxtaposición de imágenes y sonidos, la materia cobra vida y se vuelve un personaje al que la sociedad constantemente maltrata.
Love Lies Bleeding de Rose Glass
Más que una película romántica, es una película anti-romántica. Formó parte de la sección Berlinale Special Gala (aprovechando la presencia de Kristen Stewart). Rose Glass nos lleva en un turbulento viaje emocional a través de los oscuros recovecos de una pequeña ciudad olvidada por el sueño americano. Una historia llena de lujuria, homosexualidad, violencia, asesinatos, esteroides e irreverencia de todo tipo. Por momentos puede parecer sobreestimulante, pero es una experiencia puramente visceral, provocadora y con esencia de midnight movie.
Sons (Vogter) de Gustav Möller
Möller regresa luego de la grandiosa The Guilty de 2018, nuevamente, a ponernos en la piel de un agente de la ley y proponer una experiencia claustrofóbica, que dispara sensaciones de impotencia y frustración. En The Guilty (que cuenta con un remake yankee disponible en Netflix), nos tocaba acompañar a un operario telefónico del 911. En Vogter, la protagonista es una guardia penitenciaria que funciona casi como una figura maternal para los internos. Pero todo cambia ante la llegada de un nuevo preso por quien esta parece sentir una bronca personal. La película se sumerge en un análisis profundo de la psicología humana en un entorno opresivo, explorando temas como la compasión, el dolor, y los límites morales en situaciones extremas. La dirección de Möller sigue siendo destacable, recurriendo a una narrativa convencional, pero manteniendo la tensión y el suspenso a lo largo de la película.
All Shall Be Well de Ray Yeung
Desde Hong Kong, Ray Yeung estrenó en la sección Panorama, una película desgarradora que expone la realidad en cuanto al lugar que ocupa la comunidad LGTBQ+ en una región que —aparentemente— es sumamente abierta a pesar de sus tradiciones conservadoras. Luego de que una familia se ve golpeada por la pérdida de uno de sus pilares, Pat, una mujer en sus 60, abiertamente lesbiana, que vive con su pareja Angie, todo comienza a desquebrajarse lentamente. Y, en las grietas que se van abriendo, la película muestra con cierta ternura las consecuencias de una pérdida inesperada, donde la incertidumbre y el caos del período de duelo se ven exacerbados por delicadas y frívolas negociaciones que necesitan ser abordadas en medio de un contexto que no es lo que parecía ser al principio.
Berlín, una ciudad y un festival que, en primera instancia, es fría, opaca, distante. Con el pasar de los días llegan los tesoros: historia, cultura y arte.
Aprovechando el tiempo en Berlín, y los accesos facilitados por la categoría de jurado, en las próximas semanas estaremos compartiendo un ciclo de entrevistas exclusivas de la Berlinale, entre las cuales se encuentran: Gael García Bernal, Renate Reinsve, Isabelle Huppert, Don Lee, Anna Cornudella, Pham Ngoc Lan, David y Nathan Zeller, Jeremy Clapin y Ray Yeung.
Por Nicolás Medina
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