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Contenido creado por Federica Bordaberry
Cine
Viaje al origen

Bosco, una película de Alicia Cano sobre un pueblo que empieza donde termina la carretera

La guionista y directora uruguaya cuenta el proceso de elaboración de su documental más personal.

03.08.2022 10:58

Lectura: 10'

2022-08-03T10:58:00-03:00
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Por Federico Medina

“Veo las casas cerradas, sentimiento por verlas cerradas. Veo la fuente que llevó mi abuelo al Bosco. Veo a la familia Menoni sentada en una mesa, muy pocos de ellos y de edad avanzada. Veo el cementerio con todas sus tumbas y sus sepulturas hechas en el mármol blanco. Veo la iglesia con la inscripción en la puerta de los fallecidos. Veo un molino para hacer harina.”

“El paisaje de Bosco, rodeado de montañas, es divino. Nunca fui al Bosco”. 

La nítida descripción del lejano lugar es de Orlando Menoni, uno de los protagonistas de este documental escrito y dirigido por Alicia Cano Menoni —nieta de Orlando—, que ya lleva diez semanas en cartel. No ha parado de recibir reconocimientos del público, de la crítica local y de festivales cinematográficos de España, Italia, Chile y Austria, entre otros.

“Hicimos una doble función gratis en el Teatro Larrañaga y la vieron mil personas”, cuenta Alicia. Ese día, el del estreno uruguayo de la película en Salto, se le ocurrió desafiar a los presentes pidiendo “que levanten la mano los que conocieron a mi abuelo”. La respuesta quedó guardada en su cámara fotográfica y confirmó los motivos de su orgullo. 

Había vuelto a su tierra de origen —como le dice su abuelo, “el glorioso Salto”— para mostrarle a sus parientes, amigos y a toda la ciudad su tercera película: “Mantengo un cariño muy especial por Salto. Siempre que puedo voy por allá. Me encanta hacer cosas allá, filmar e imaginar proyectos. Yo soy de un barrio que se llama Cerro, mi casa de allá queda a cuatro cuadras del río, mi escuela a dos cuadras”.

En Salto vivió hasta los 18, luego se vino a Montevideo para estudiar Ciencias de la Comunicación y, en 2006, gracias a una beca, viajó a Milán para hacer una maestría en audiovisual y además fue a conocer aquel lugar del que tanto le había contado su abuelo Orlando.

Montevideo Portal I Javier Noceti

Montevideo Portal I Javier Noceti

Cuando por fin llegó al Bosco di Rossano, los locales la recibieron como “la parienta de América”, gracias a otro tal Menoni (Camilo), el abuelo de su abuelo, que había llegado por ahí mucho tiempo atrás.

Alicia quedó encantada con la gente y el lugar. Volvió con fotos a Salto. Viajó de vuelta y se instaló en el Bosco. Registró días enteros de vida transcurrida, encontró algo que la atrapó, hizo amigas y amigos. Pasaron los años, hizo dos películas, siguió trabajando, volvió al Bosco muchas veces, pasó más tiempo; vivió un año en la India, y siguió sumando millas de avión.

Una mañana, en el Centro, Alicia dice que por fin se siente a gusto en Montevideo, que encontró un lugar en el mundo, y lo expresa con la soltura y serenidad de quien, con su profesión, logró exactamente lo que imaginó y respira el encanto que provoca su película que viaja de boca en boca, por las calles de Montevideo, como un plan ideal de fin de semana. Al mozo del bar le pide “un flat white” y le explica, por si acaso, cómo se combinan los ingredientes para lograr su bebida.

“Todo eso sabía mi abuelo”, rememora sobre la descripción de Orlando y sus largas charlas. “Imaginate con qué precisión le habrán contado sus padres y sus abuelos sobre el Bosco, que su imagen mental era exactamente igual a la que yo me encontré cuando llegué”. 

El estreno en espejo parece tan soñado como el salteño. Fue en agosto de 2021 cuando los habitantes del pueblo se vistieron de gala, luego de tantos días de rodaje. “Se morían de curiosidad y no podía mandarles un link, ni nada, porque no tienen internet, ni computadoras”, cuenta Alicia. “El día que pasamos la película fue mágico. Los pobladores del Bosco construyeron una pantalla con un algodón antiguo, oscurecieron el alumbrado público, sacaron los bancos de la iglesia para afuera y fue la primera vez que se proyectó cine en el lugar”.

¿Cómo se llega al Bosco?

En tren, hasta Pontrémoli, que es una ciudad que queda al pie de la montaña. A partir de ahí, alguien te tiene que llevar hasta el Bosco, y es una hora y media de curvas, y cuando de golpe sentís que se terminó el recorrido y te perdiste, seguís un poco más y aparece el Bosco.

El pueblo empieza donde termina la carretera.

¿Cómo encontraste tu vocación por el cine?

Fue todo un descubrimiento. Mi interés inicial fue por lo audiovisual y la comunicación. Cuando comencé la maestría, una vez, como ejercicio, me mandaron a hacer una observación durante tres días en la que tenía que registrar lo que sucedía.

Elegí el lugar donde estaba viviendo, que era un conventillo de varios pisos y tenía unos balcones hacia el jardín central. Una casa típica de Milán. A partir de observar cómo vivían mis vecinos y la portera, que también vivía en el edificio, fue que dije: “ta, me encanta esto, quiero hacer documentales”. ¿Viste cuando te despertás feliz por lo que vas a hacer? Me pasaba eso. En esos momentos es como que vibrás mientras que mirás a través del lente y podés retratar un mundo.

Después, tuve la suerte de comenzar a trabajar para una serie sobre maternidad para la cadena Fox y fui ganando experiencia, antes de comenzar con mis películas. [En 2012, Alicia estrenó su ópera primera El bella vista y, en 2018, Locura en el aire, codirigida junto con Leticia Cuba].

Montevideo Portal I Javier Noceti

Montevideo Portal I Javier Noceti

¿Siempre sacaste fotos?

Sí, pero nunca se me había dado por filmar. Un poco, siendo estudiante. Pero esa necesidad de registrar un mundo con tanta obsesión me pasó solo con el Bosco. 

Y al principio ni te imaginabas que iba a terminar en una película.

¡No! Yo lo hacía para llevarle imágenes a mi abuelo. Una vez filmé un corto, donde mostraba la vida del pueblo, pero en realidad filmaba por una necesidad personal de tener esos registros. Además, me gustaba mucho estar ahí y sentía una especie de intuición. Algo de que ese pueblo estaba empezando a desaparecer. Cuando yo lo conocí quedaban 30 habitantes y todos eran muy mayores. Hoy quedan 13.

Y, por otro lado, cuando venía a Salto en los veranos, filmaba a mis abuelos y el patio de su casa. Es decir, filmaba en los dos lugares sin saber que estaba construyendo una película. Y cuando mis abuelos tienen que dejar la casa de toda su vida, ahí hubo algo en mí que me movilizó tanto que me hizo volver al Bosco a hablar de estas cosas; como si estas viejas sabias que viven allá pudieran darme una respuesta. Ahí empecé a sentir que todo eso que estaba viviendo y contando podía ser el inicio de una película.

Yo me fui de Salto, después me vine para acá, nunca me encontré demasiado. Me fui a Italia. Mis preguntas tenían que ver con una casa, la pertenencia, el origen. Hasta que en un momento me dije: “este es el momento y la película que quiero hacer”.

¿En algún momento dibujaste la historia de la película en un papel?

Sí. En las notas de dirección yo tenía claro que quería mezclar los tiempos y lograr que un objeto te llevara a otro. Me preguntaba cómo a partir de pequeños objetos podía construir una película cósmica, e imaginaba que esos elementos se empezaban a unir entre sí para generar un relato mayor. Quería que el pasado se fundiera en el presente y viceversa, para dejarte en una especie de limbo atemporal donde lo que importa es lograr una conexión mucho más emocional que lineal o narrativa. Por eso, siempre me costó mucho contar de qué va Bosco en una frase. Siento que son muchas cosas y que todo nace de un sentimiento y de estar en un lugar, de mirar y de escuchar.

¿Cómo es cuando llueve en el Bosco?

El bosque tiene eso impresionante que lo envuelve todo, que parece que te protege. Te aísla, pero al mismo tiempo te amenaza. Cuando llueve, te puede dar miedo.

A mi me tocó vivir un casi aluvión. Se escuchaba el movimiento de las rocas. Se inundaron algunas casas. Fue un momento tremendo. De hecho es una secuencia que estuvo en la película y después la sacamos.

El Bosco tuvo un aluvión en 2011. Yo no estaba, pero me contaron que fue muy traumático porque los pobladores quedaron incomunicados durante dos semanas, sin teléfono y con todas las rutas cortadas. Entonces, a partir de esa vez, cada vez que llovía les daba terror.

¿Qué dirías sobre tu cine en esta película? 

Lo que sentí con Bosco fue mucha libertad, y también fue un viaje muy diferente al de otras películas, porque mi punto de partida es el de una historia muy cercana.

Fue un proceso largo de búsqueda, muy personal, y al mismo tiempo de mucha libertad narrativa y expresiva. Como que dije: “voy a hacer una película que me guste a mí y que sea como las películas que me gusta mirar”.

¿Cuáles son esas películas?

Bueno, estoy muy lejos de las películas de los autores que te voy a mencionar, pero me gusta la forma de abordar el cine que tienen Jonas Mekas, Ignacio Agüero y Alina Marazzi, por ejemplo. 

Alguien podría decir, por ejemplo, que Bosco tiene elementos de cine fantástico.

A mí me gusta mucho mezclar géneros. Y, entonces, para poder llegar mejor a lo que quiero decir, lo primero que me planteo es: ¿cuál es la forma que demanda la película? Y si eso es a través de elementos de ficción, bienvenidos; si es a partir de un retrato observacional puro, o de imágenes de archivo, también. 

Creo que lo experimental que tiene Bosco es que se permite jugar con todos esos elementos y ponerlos en relación. También fue un desafío lograr que el relato no se escapara en una obsesión por lo formal y que quedara algo muy esteticista, pero carente de alma. Para mí el alma era lo más importante de la película.  

Supongo que una de las claves para lo que lograste fue la paciencia.

Sin dudas. Tenés que estar dispuesto a perder el tiempo. Quedarte ahí, estar, esperar a que algo suceda, o no. Estás en la cámara filmando el paisaje, y ves de repente una nube que cubre el pueblo, seguís su movimiento, y esperás a ver qué pasa.

Lo mismo ocurre con los protagonistas de la película. Los empezás a conocer. Pasás mucho tiempo con ellos sin cámara. Compartís almuerzos, cenas, los ayudás a cosechar papas, y después hay momentos donde agarrás la cámara, te alejás un poquito y los dejás ser.

Por Federico Medina