Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
Además de actuar con lucidez y un punto de vista singular, habla y escribe con mucho humor. Y también con cansancio. Algo de su tono oscila entre la risa y el dolor, como si hubiera cierta nostalgia o agonía entre medio, y como si en esa oscilación, en ese movimiento entre una cosa y otra, también hubiera una forma de honestidad muy diáfana.
Una honestidad arriesgada y prudente a la vez. Una honestidad difícil de aceptar fácilmente en sociedad, a pesar de que en determinados contextos también sea celebrada. Podríamos decir que su honestidad es poética y, por suerte, como ella dice en esta entrevista con LatidoBEAT, la poesía todavía no tiene los límites en los que otros discursos ya quedaron inmersos.
Nació en La Falda, en Córdoba, en 1982. Estudió Comunicación Social y Licenciatura en Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba. Su carrera como actriz de teatro independiente arrancó con fuerza en 2009, con el estreno de Carnes tolendas (Retrato escénico de un travesti), dirigida por María Palacios —que también estaba en escena y hacía música en vivo— y apoyada sobre todo en la sala de teatro La Cochera y la proximidad con Paco Giménez. Entre sus otros trabajos teatrales se destacan, Llórame un río (Evocaciones dramáticas sobre Tita Merello y Billie Holliday) y Despierta Corazón Dormido (Un homenaje a Frida Kahlo).
En 2014 estrenó su primera obra como directora, Los Ríos del Olvido, y fue protagonista de El Bello Indiferente en el Centro Cultural San Martín, de Capital Federal. Actuó para la serie de la televisión pública nacional La viuda de Rafael, protagonizó la película Mía de Javier Van de Couter, y también estrenó en teatro como actriz, dramaturga y directora Putx madre y El cabaret de la Difunta Correa.
También es una de las autoras latinoamericanas más reconocidas en este momento. En el 2015 publicó La novia de Sandro, su primer libro de poemas, que recogía una escritura que antes había sido compartida en un blog. En 2018 se publicó El viaje inútil, un ensayo autobiográfico donde reflexiona sobre la escritura, editado de una manera muy cuidada por Editorial Document/A, de Gabriela Halac, una editorial vinculada a lo que fue Document/A Escénicas, otra sala de teatro independiente significativa para la ciudad donde Camila también presentó varios de sus trabajos teatrales.
En el 2019 publicó Las malas, y muy rápidamente la crítica, las ventas, los premios, la internacionalización y la traducción a muchos idiomas, convirtieron a ese texto en un fenómeno. Allí se cuenta el cuento de un grupo de travestis prostitutas que trabajan en el Parque Sarmiento, un parque ubicado cerca del Centro de Córdoba. A la par del testimonio se despliega una poesía y una narrativa que dialoga con la tradición del realismo mágico latinoamericano, conocida antes en el mundo por García Márquez, entre otros.
En 2022, con la publicación de Soy una tonta por quererte, dejó en claro que también sabe escribir muy bien cuentos y hacerlo desde narradoras con voces distintas a la de sí misma. En 2023 se publicó, reescrita y extendida, Tesis sobre una domesticación, que ya había sido editada anteriormente en una versión diferente.
A partir de esa novela, co-escribió el guión de una versión cinematográfica junto a Laura Huberman y Javier Van de Couter. La película va a estrenarse próximamente. Van de Couter la dirigió, y Camila actúa el personaje que escribió primero en un libro, el de una actriz trans famosa que ya no tiene problemas para pagar el alquiler, pero igual vive experiencias horribles en su vida cotidiana.
Camila, además de ser muy honesta, es muy generosa. Cuando una pregunta le parece un poco zonza, se ríe con compasión, pero igual la responde con respeto. Cuando no le es tan fácil responder sobre algo, se toma en silencio el tiempo que necesita y luego arriesga una respuesta en la que cree, ofrece la convicción que pueda entre lo que la sinceridad y el pudor le permiten, siempre con un gran sentido auto-crítico. Al escuchar a Camila, pareciera que reírse de uno mismo fuera fácil. Leer su literatura es expandir el horizonte de lo imaginario y también de lo real, y hablar con ella es un aprendizaje similar.
Escucharla otorga una calma inhabitual: la calma de saber que estamos rotos y estamos solos, pero que hay algo en eso que nos une. Desde lugares diferentes, desde singularidades, privilegios y dolores muy distintos, pero estamos rotos y solos y eso es una condición que se puede compartir. Al menos por un rato. Al menos para pasar un rato juntos antes de que nos agarren ganas de matarnos. Mal de muchos, consuelo de tontos, dicen, y es verdad. Pero esos consuelos a veces también son necesarios como bálsamo.
Lo que dejás ver en la prensa y en las redes es que pareciera que, desde Las malas, a nivel laboral te está yendo cada vez mejor. ¿Cómo te sentís con ese recorrido? ¿Cómo te sentís hoy?
Estoy bien, ahora que estoy en casa. Pasaron 10 meses que fueron realmente muy tortuosos para mí, porque mi papá cayó enfermo, le diagnosticaron una leucemia, primero aguda, después resultó que el diagnóstico estaba mal y que era crónica. Todo eso se extendió a lo largo de los meses, hasta que dimos con una oncohematóloga, que fue la que terminó tratándolo, haciéndole sus recetas, etc. En el PAMI estaba todo muy lento. Esa misma doctora lo envió a hacerse un estudio del corazón y resultó que tenía una arteria tapada en un 95%, entonces tuve que esperar que el PAMI enviara los stents y esos fueron 4 meses de agonía, de ir, de venir, de ir, de venir, a la vez.
Yo, ese año, es decir, el año pasado, había tenido 3 meses de filmación de Tesis sobre una domesticación y la experiencia, la verdad, me dejó muy cansada. Muy lastimada, además porque una no tiene técnica y se arroja a las cosas y no se sabe proteger de la industria del cine, es al pedo. Entonces, bueno, fueron un año y 5 meses de muchísima angustia.
Finalmente, el 10 de mayo, a mi papá lo operaron y ya se siente estupendo, así que ya estamos volviendo a la normalidad. Así que no te puedo decir que esté bien. Sí me está yendo muy bien laboralmente porque tengo una agente estupenda, una agente inteligentísima que procura que mis contratos sean cada vez más altos, mejores, que me organiza viajes en los que me tratan como una reina. Eso sí, y bueno, eso influye en mi economía y me pone muy contenta, pero no es una felicidad, no es un bienestar. Es apenas una alegría. Y esa alegría, bueno, como todas las alegrías, siempre se va. No alcanzó todo ese dinero para hacer que esa agonía de mi papá fuera un poco menos agotadora y dolorosa. Y uno podría pensar que sí, pero no pasó. Así que recién ahora estoy volviendo a la vida… después de unos antibióticos clavulánicos que me tomé en Roma porque me salieron placas en la garganta. Ya era… Aparte aguanté estoicamente, de esos 10 meses que te digo de angustia, los aguanté estoicamente porque tenía que sostener a mi papá y a mi mamá. Así que cuando exploté, exploté recién durante un viaje… y bueno, acá estoy recuperándome sin poder tomar alcohol, lo cual hace que todo sea más triste.
¿Extrañás la actuación o algo del teatro independiente, ahora que estás trabajando más como escritora?
No extraño, no. No extraño la actuación, no la extraño porque es todo el tiempo una perfo. Todo es una perfo, las presentaciones, las notas, las entrevistas, las reuniones con los editores, todo es una performance, así que no extraño. Sí extraño trabajar uno a uno con un actor, que fue lo que me pasó cuando filmamos Tesis sobre una domesticación. Me pasó con Poncho (Alfonso Herrera) que es el coprotagonista, y me pasó con otros dos actores más del elenco, de darme cuenta después de muchos años de estar sola en escena, porque casi durante 10 años, sí, en 10 años hice casi todos monólogos, salvo Putx madre y Los ríos del olvido. Me pasó de encontrarme con algo de la índole erótica, de ese índole de erotismo entre un actor y una actriz, que no pasa la cama, que no se resuelve en una cama, que se resuelve en escena. Bueno, eso extraño, sí, eso sí lo extraño, pero tampoco es que… No sé cómo decir… Renuncié a querer el teatro, renuncié a querer a tomarlo como algo sagrado, me dejó de pasar en algún momento. Supongo que fue después de la Frida, después de la obra sobre Frida Kahlo, que me desenamoré y pensé que le estaba dando mucho, muchísimo, a un arte bastante ingrato, sobre todo bastante ingrato con las actrices, así que no extraño tanto, te digo, no extraño tanto. Sí extraño eso, de estar con un actor bajo las luces, cara a cara, teniendo que decir cosas hondas, eso sí me encantó, eso sí lo extraño muchísimo.
¿Qué te parece que traficás de tu saber como actriz a la escritura?
Mirá, son dos cosas. La primera es, yo siempre me tomo así a los personajes, como si fuera una escultura. Vos vas dándoles forma, cincelando, ¿no? Cada vez más, cada vez más, cada vez más. Se supone que la gloria es conocer tanto a tu personaje que podrías responder en un juicio, supongo, por él o por ella. Querer mucho esos personajes u odiarlos, o necesitarlos, porque sin ellos se te cae una trama. Bueno, eso lo hago en el teatro y lo hago en la escritura también. Los tengo en la cabeza con muchísima claridad, muy claro, es como si fuera otra persona realmente.
Y lo otro es que yo, cuando empiezo a ensayar un espectáculo, empiezo a ensayar y hago siempre un ensayo general. Así sean cinco minutos de obra, vuelvo siempre desde el principio hasta que se arma hasta el final. Y siempre se va haciendo ensayo general desde el principio hasta el final, desde el principio hasta donde se tenga, hasta la mitad, hasta la penúltima parte, hasta donde sea. Y cuando escribo hago exactamente lo mismo, lo reviso siempre desde el principio. Eso por un lado, por el otro, aprendí que las obras mejoran cuando uno las abandona, cuando uno no las hace por mucho tiempo y vuelve a ellas. Las obras mejoran cuantitativa y cualitativamente, se vuelven otra experiencia. Tomar distancia. Una debería poder ensayar una obra, llegar a un ensayo general, dejarla reposar un año y estrenar al año siguiente esa obra, que una preparó con anterioridad. Y con los textos pasa un poco lo mismo. Siempre es bueno volver después de un tiempo a la escritura.
¿Qué no podrías escribir si no supieras también poner el cuerpo y dejarte ver por el público?
Bueno, yo creo que sí, que hay cosas sobre las que no se puede escribir, pero no sé si es esta la respuesta que vos querés… Yo creo que hay cosas sobre las que no, creo que no todo se puede hacer arte… Por pudor, digo yo, creo que hay temas que no, que no me atrevería a tocar. No sé, los crímenes específicos, las muertes frescas, no, no, no. No podría, por ejemplo, hacer un libro sobre los desaparecidos, eso no lo podría hacer. No podría hacer un libro sobre crímenes de mujeres. Sobre abortos. No podría hacer eso, sobre un crimen a una travesti, ¿viste? Eso de tomar algo del diario y convertirlo en una ficción, no puedo. No puedo hablar así sobre esas cosas, tengo que inventarme algo. Eso me pasa, pero no sé si tiene que ver con la pregunta que me hiciste.
Has citado más de una vez a Marguerite Durás. En El viaje inútil la citás más de una vez, hablando del acto de escribir. Para mí, una de sus frases más bonitas es: “Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido”. ¿Qué nos podés decir hoy del acto de escribir y la relación con el silencio, con el aullido, también con la posibilidad de ser una voz relevante en la literatura actual, de ser leída y escuchada desde ese lugar?
Mirá, cada vez subjetivo menos el escribir, cada vez le encuentro menos sentido. Me piden mucho que yo hable sobre eso, sobre determinados rituales, sobre cómo escribo, sobre mis influencias, y ha dejado, cada vez más, de tener sentido para mí. Lo que sí te puedo decir es que me va mejor escribiendo fuera de casa. Yo me hice un estudio acá en el departamento, le colgué banderines mexicanos, le puse plantas. Tengo una parte de la biblioteca ahí y otra parte acá en el living, un escritorio que mira a la Torre Ángela. Y no puedo escribir ahí. Acá en casa me cuesta más escribir. Escribo mucho mejor cuando estoy afuera y soy de esas que no sale mucho de su casa, así que bueno, tengo un problema. Me gusta el ruido para escribir más que el silencio. Al silencio se lo lleva con una, el silencio lo tiene una por dentro. Y se coteja con el ruido de algo que nunca se va a callar, que es el mundo. Es muy ingenuo pretender silencio. Y, después, cómo me llevo con ser una voz relevante. Bueno, soy una voz relevante y no, es extraño lo que me pasa porque soy relevante en ventas, soy relevante cuando los periodistas piensan en a quién hacerle una entrevista. En clics soy relevante. Pero no sé si me toman en serio en la literatura, lo cual no deja de ser una bendición. No deja de estar muy bien que no me tomen en serio. Así que no lo sé, no lo pienso, tampoco intento subjetivar eso.
Una vez, en otra entrevista, dijiste: “Yo creo en mis muertos, que están más allá, creo en la belleza, en la justicia, creo en el poder de la infancia, en todo ese poder concentrado en un cuerpo muy pequeño, creo en la inteligencia, en la literatura, en las historias, en las pasiones… creo en mí”. ¿Seguís creyendo en lo mismo? ¿En qué no creés?
(En esta respuesta, Camila habla particularmente lento y hondo) En la democracia no creo. Dejé de creer en la democracia, como tantos. Dejé de creer que este mundo tiene arreglo. Dejé de creer en la comunidad LGTB. Dejé de creer en el feminismo... Soy muy nihilista... una hija de puta.
En esa misma entrevista también te preguntaste “en Argentina, ¿hace cuántos años que son fieles al peronismo y son fieles al radicalismo?, ¿cuántos años hace que las mujeres son fieles al feminismo?”. Luego, dijiste “el feminismo es un movimiento blanco, de mujeres con dinero que rara vez consideran a las mujeres negras, a las prostitutas, entonces yo digo que es hora de que esa fiesta se termine, o al menos, de irse temprano a hacer otra”. ¿Qué fiesta te gustaría inventar? ¿De qué fiesta te gustaría ser parte?
(En esta respuesta, Camila actúa acento español y habla de forma divertida) Mira, cariño, yo qué me voy a poner a organizar una fiesta a esta a esta altura del partido. No, yo ya no organizo fiestas, no, cari. (Y ahora vuelve a hablar con la tonada cordobesa de siempre) Mi fiesta, yo sola en casa con un chardonnay en la mesa de luz y mi novio HBO prendido. No, no, no, no, no me quiero ni ocupar de salvar el mundo, perdónenme, pero no.
En Las malas reinventás algo de la historia de Córdoba, desde el enfoque particularísimo de una perspectiva singular: la tuya, traficando información biográfica, también. ¿Cómo operás con la figura del ‘yo’ cuando escribís? ¿Cómo pensás en Córdoba sabiendo que sos leída en distintos idiomas y distintas partes del mundo?
(Se ríe) Yo no opero. Escribo como me sale. ¿Para qué te voy a mentir? ¿O para qué le voy a querer dar un contexto académico a esa pregunta? No, no opero de ninguna manera. Escribo como me sale, ¿viste? No sé. Es con lo que tengo a mano. Sí, me gusta pensar que están leyendo a Córdoba, que la primera vez que leen a Córdoba es a través de Las malas. Eso no deja de tener su vuelta chistosa, me parece. Que se caguen, que se caguen, que conozcan a las malas. Que conozcan a Córdoba a través de Las malas me parece una belleza, me parece genial. Porque además, bueno, afuera siguen pensando que Argentina es Buenos Aires, ¿viste? Entonces está muy bien, está muy bien que se trafique eso.
En Soy una tonta por quererte te permitís jugar con otras figuras ficcionales y con narraciones en primera persona incluso más ajenas a ‘tu voz habitual’, ¿esa experimentación fue voluntaria? ¿Qué te divierte de jugar a ser otra? ¿Qué diferencia hay entre hacer eso escribiendo y actuando?
Creo que no hay diferencia entre escribir y actuar cuando interpretás a otro personaje, esto es así. Salió así después de que estaba escrito el libro, nos dimos cuenta de que cada vez había sido una narradora distinta. Y eso está muy bien, eso me gusta. Se supone que lo mejor que puedo hacer es matarme a mí misma cuando escribo. Hay que matar a esa escritora, hay que matar a Camila Sosa Villada, es al pedo.
En Tesis sobre una domesticación, desde mi perspectiva, hay un salto poético en tu obra. La narración principal es en relación con una travesti que tiene éxito en su carrera de actriz y no tiene problemas de dinero. La perspectiva sobre lo vital que ya venía en tus libros anteriores, como algo a celebrar pero también hostil y agridulce por momentos, se resignifica desde ese personaje. Has dicho también que ser travesti es una fiesta. ¿Qué estás celebrando en la actualidad? ¿Cuál es la resaca de la fiesta en la que te encontrás por momentos?
Sigue siendo terrible. Pienso en esa actriz, y pienso que sigue siendo terrible vivir con otros. No es mejor, o sea, la idea no es mejor ni menos hostil en el mundo de ella porque haya conseguido no preocuparse por el alquiler, no es mucho o no es enormemente mejor. Al contrario, está viviendo en un infierno, así que no sé. ¿Qué estoy celebrando en la actualidad? Que mi papá está sano, que le están dando bien los estudios, que me dieron bien los estudios a mí, que me hice chequeo, que mi mamá también está bien de salud. Eso celebro, mira con qué poco me conformo. Esa es la celebración. Y la resaca siempre es la misma, la resaca de viajar y que te traten como una reina, pero después vos en algún momento volvés a tu casa. Hay gente que te adora, te lleva regalos, obsequios a la firma de libros y llora delante tuyo. Gente que te mira con muchísimo respeto, con muchísimo afecto y te regala su libro o te regala comida o marihuana o, bueno, no sé, todas esas cosas que suceden en una firma de libro. Y después volvés a tu casa y estás sola, eso es fuerte. Eso es una cosa que puede desquiciar a cualquiera, supongo. Por eso estoy tan mal yo, tan loca. Por eso soy tan loca, porque es como una bipolaridad constante. Todavía puedo vivir con eso igual, me divierte. Esa es la resaca, como el contraste de quiénes somos realmente. Somos gente que está sola.
Además escribís poesía. ¿Qué puede la poesía que otros registros de escritura no pueden?
Ahora cuando estuve de gira, muchas veces dije esto de que la escritura era el territorio de lo infinito. Pero bueno, como está regulada, como la escritura está regulada por el idioma, por el lenguaje, que es lo que no sucede con la oralidad, supongo que sí tiene un límite. Eso infinito tiene un límite, que es la sintaxis, que es la gramática, que es la ortografía, que son las reglas. La poesía todavía no tiene esos límites, por suerte.
¿Te gusta Uruguay? ¿Tenés alguna anécdota en algún paisaje de Montevideo o de Uruguay?
Estuve allá el año pasado, la pasé bien, la gente que me invitó fue muy muy muy muy amorosa, gente muy muy buena anfitriona. Sol Kutner, de Escaramuza, muy agradable, muy hermosa. No vi nada, o sea, me armaron una agenda de prensa de la editorial así que no conocí nada. El último día que me quedé sola, sí, me fui a caminar un ratito, pero por ahí, por el centro, por la parte antigua. ¿Qué más hice? Comí muy rico… Me junté con el Marcos Aramburu, que coincidimos, él estaba presentando Las ceremonias y yo Tesis sobre una domesticación, y la pasé muy bien. Nos emborrachamos, a él le dio diarrea. Y nada más, nos emborrachamos muchísimo, muchísimo muchísimo, me emborraché muchísimo un día. Después llovió mucho, me encontré con el Pablo Brown también, que conozco desde hace un par de años, desde hace poquitos, desde antes de ser “Camila Sosa Villada”. Me gustó Uruguay, sí, me pareció caro, me pareció muy caro. Comí muy rico ¿Qué más hice? Bueno, tengo que volver con más tiempo para que me guste porque en verdad a Montevideo no la conozco. Me preguntás por París y tampoco la conozco, la vi desde un taxi, me preguntas por Roma, también la vi desde un taxi, me preguntas por Torino y también la veo desde un taxi. Madrid y Barcelona, las recorro un poco más, me gustan, me gustan, me parecen lindas ciudades.
¿Qué hacés para descansar?
¿Qué hago para descansar? Duermo, duermo, me tomo pastillas y duermo… Ese es mi secreto de juventud: tomo pastillas y duermo. Y entreno. Contrario a lo que se piensa, entrenar siempre me hace descansar mejor. No se puede descansar, no se puede entrenar cuando estás de viaje, eso es un problema… ¿y qué más? Bueno, me emborracho, me drogo, más que eso no te puedo decir.
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