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Contenido creado por Federica Bordaberry
Teatro
Está en sus cuerpos

Carla Zúñiga, la chilena que muestra el dolor de una sociedad arruinada con un díptico

La dramaturga estará presentando dos obras en la Sala Verdi, como parte de la programación de la Comedia Nacional de este 2024.

12.03.2024 20:49

Lectura: 15'

2024-03-12T20:49:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Sobre un escenario comienzan a circular personajes. Uno detrás del otro, se paran en fila. Cuando es su turno, se presentan con un gesto frente al público. Mientras tanto, uno de ellos filma con una cámara de video que se proyecta en una pantalla detrás. Las tablas donde se apoya todo eso, se encuentran en el Teatro Solís, la sede de la Comedia Nacional. 

El texto que siguen, que les indica qué hacer, qué decir, el que los coreografía, se llama La trágica agonía de un pájaro azul, que fue escrito por la dramaturga chilena Carla Zúñiga (1986) y dirigido por el uruguayo Domingo Milesi. Es Montevideo, es invierno, es el año 2022. 

Carla Zúñiga, esa mujer que, después de escribir en 2009 su primera obra, ya superó los 27 textos dramáticos. Que se dedica a enseñar teatro y a seguir aprendiendo de otros. Que en 2019, recibió el reconocimiento Premio a las Mejores Obras Literarias por Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual en la categoría dramaturgia que entrega el Ministerio de las Culturas chileno. Que fue invitada a ser la directora artística de la XX Muestra Nacional de Dramaturgia junto con Bosco Cayo. Que ha publicado cinco de sus textos con Chilenadedición y Ediciones Oxímoron.

Durante ese mismo 2022, también en Montevideo, comenzaba a aparecer en el teatro uruguayo la obra Constante, escrita por Guillermo Calderón y Gabriel Calderón en base a El príncipe Constante de Pedro Calderón de la Barca. De ahí el chiste promocional: Calderón, Calderón y Calderón. 

Esa misma obra fue la que circuló por varios festivales internacionales, en varios países del mundo. Entre ellos, uno en España donde el elenco de la Comedia volvió a cruzarse con Carla Zúñiga, aunque de forma presencial. Vieron otra de sus obras, esta vez La violación de una actriz de teatro, que sigue con la línea tan típica de Zúñiga de cuestionar mandatos patriarcales entre la ironía y lo descarnadamente real.

Les cerró, entonces, traer a Zúñiga y a esa obra para la programación de 2024 de la Comedia Nacional, llamada "Otros mundos". Pero esa obra era muy corta para ser presentada por sí sola, así que llegaron a un díptico: La violación de una actriz de teatro más Un montón de brujas volando. Dos obras diferentes, dos tonos distintos, pero las mismas actrices y la misma escenografía. 

El Díptico estrena este 14 de marzo en la Sala Verdi, con funciones de jueves a domingos, con entradas disponibles acá

Siendo chilena, ¿qué de tu vida en Chile está inevitablemente en tus obras?

Ahora que estoy acá, que estamos en diálogo con las actrices, vemos que compartimos nuestras miradas, nuestras formas de ver el mundo. No sé si es algo de Chile, o algo mundial, pero todas las obras sí tienen mucho que ver con esta rabia de las injusticias de la desigualdad, siempre muy desde mi experiencia como  mujer. Es algo muy latinoamericano, el cómo lo pasamos las mujeres acá. Que, de pronto, si uno va a Europa es distinto. Pero, acá, si vamos a Colombia o a Argentina, hay muchos puntos en común con respecto a esa temática. Obvio que hay cosas distintas, o que se aborda de distintas maneras, pero creo que esa rabia que inevitablemente conlleva ser mujer está siempre presente en todo y tiene mucho que ver con la sociedad chilena, con cómo se vive allá la desigualdad y la violencia. 

Es que hay una experiencia común en las mujeres latinoamericanas que están vinculadas al patriarcado y al colonialismo. ¿Vos lo sentís así?

Claro que sí. Obvio que todas estas temáticas están presentes... colonialismo, patriarcado. Ha sido muy bonito trabajar con actrices de acá, abrir estas mismas conversaciones, poder contarles por qué escribí ese texto, que ellas me cuenten su punto de vista con respecto a esas temáticas, que me cuenten cómo es acá, por ejemplo. Ver cómo es allá. Acá el aborto es legal, entonces hay algunos textos en la obra que, a lo mejor acá no hacen mucho sentido porque en Chile sí es ilegal, pero acá ocurren otras cosas que me han estado contado.

Sos docente titulada de ARCIS, pero también dramaturga, ¿qué es enseñable del teatro y qué no?

Creo que las cosas técnicas son enseñables, pero todo lo que tiene que ver con la sensibilidad no es enseñable. Porque eso ya tiene que ver con cómo tú mirás el mundo, con cómo percibes las cosas, con qué te conmueves, qué te da risa, qué te genera empatía, la capacidad que tienes de volver a algo que te pasó a ti, de poder transformarlo en algo universal, en algo que le hace sentido a muchas personas. Yo creo que eso no se puede enseñar y es muy triste, a veces, pero eso tiene que ver con la experiencia de vida. 

¿Existe el buen alumno de teatro?

Sí, pero tiene que ver con puro trabajo. Me voy a desdecir de lo que dije en la pregunta anterior, porque puede ser que alguien que no sea tan sensible o que no esté tan en contacto con su sensibilidad. A lo mejor es el trabajo que hay que hacer como docente, lograr poner en contacto a esa persona con su sensibilidad porque todo el mundo tiene su propia sensibilidad. Pero son el trabajo, las ganas. Esos estudiantes que no tienen ganas... no puedes estudiar teatro o algo artístico si no tienes ganas, porque todo es tan terrible afuera. Uno trabaja mucho y a nadie le gusta lo que uno hace, o nadie te paga, y sin las ganas... es vocación. Esos son los buenos estudiantes de teatro.

¿Qué sentís que te han podido enseñar a ti y qué no?

No sé cómo será acá, pero al menos mi experiencia en la academia en Chile fue bien nefasta, en verdad. Tuve una muy mala experiencia. Fue un lugar muy de violencia. Estudié ya hace rato, cuando era otro mundo, y donde estaban permitidas ciertas prácticas que espero que ahora ya no lo estén, pero fue una experiencia muy violenta, muy traumática. Yo estudié para actuación porque allá no hay carrera de dramaturgia, y no volví a actuar nunca más porque salí muy traumada de la escuela de teatro.

La escritura era para mí un lugar mucho más seguro, que igual es bien expuesto. Aprendí cosas muy importantes en la universidad, pero a actuar, por ejemplo, no aprendí. Aprendí después, dirigiendo, trabajando con mi compañía, de otros compañeros.

Al menos en Chile, hay un problema grande con cómo enseñar arte porque se toman las mismas estructuras que se ocupan en ingeniería y en arquitectura. Y es diferente. Es súper importante el tema de los protocolos, de la violencia. Ahí trabajamos con el cuerpo, hay como una exposición muy grande. En Chile es necesaria una nueva mirada y se está haciendo mucho lo de los talleres. Hay gente que está aprendiendo cosas por fuera de la academia y eso me parece bien porque son espacio más seguros, más libres, con otra mirada no tan puesta en el resultado, sino en también pensar en el proceso. 

La Comedia Nacional ya estrenó La trágica agonía de un pájaro azul, ¿por qué crees que a un espectador uruguayo podría atravesarlo esa obra?

Cuando estrenaron esa obra acá yo nunca había venido a Uruguay, no conocía Uruguay. Tenía amigos y amigas uruguayos, sí, conocía a Gabriel Calderón, pero no sabía mucho de la cultura, de cómo era la sociedad acá. En verdad, me generó curiosidad esta invitación. Lo encontré hermoso, no lo podía creer. Yo conocía a Domingo Milesi, que fue quien dirigió la obra, y ahí al tiro empezamos a conversar, a dialogar. El también empezó a darme luces con qué se fijaba, qué cosas le hacían sentido, qué cosas no, y eso estuvo muy entretenido.

Después yo vi el video, porque no pude venir a verla, y me encantó. Me gustó mucho la puesta en escena, la mirada que tenían desde el diseño, las actuaciones. Me pareció que dialogaba mucho con lo que yo pensaba que era la obra y eso lo encontré hermoso. Y, por ejemplo, después me contaron que había sido un tema acá el suicidio. En Chile como que nadie se fijó que hablaba de eso. 

Claro, es un tema que nos atraviesa mucho a los uruguayos. 

Sí, en Chile en nuestra puesta en escena actuaban hombres de mujeres, los personajes femeninos los hacían hombres, como que la gente se fijó en eso y se escandalizó más. El suicidio pasó a un segundo plano. Pero acá no. Cuando llegué me contaron un poco qué pasaba con ese tema que allá en Chile obviamente que es un tema muy importante, pero tal vez menos visto.

En aquella obra había dispositivos escénicos como una cámara. ¿Esas son cosas que se te ocurren a ti, o son cosas que vas dialogando con el director? 

Eso se le ocurrió a Domingo Milesi y encontré que era un acierto. Habían escenas que se veían hermosas. Esa escena con el payaso quedó hermosa. Fue muy lindo y muy diferente a nuestra puesta en escena allá en Chile. 

¿Cómo es recibir propuestas de un director, que no sos tú, y que va a estar montando esa obra? ¿Cómo es ese diálogo?

Creo que eso es lo que pasa siempre que uno escribe, que puede resultar todo bien o no. En Chile intento ir mucho a los procesos, voy a algunos ensayos, pero otras veces no puedo y llega el día del estreno y pienso "qué va a pasar". En general, no me gustan las puestas en escena, es como una de las razones por las que me puse a dirigir, pero con un par de directores que me llevo bien allá he logrado ir al estreno y decir "wow". Lo que me pasó con el video de la Comedia Nacional fue pensar, "¿eso sacaron de lo que yo escribí?" Cuando ocurre esa sincronía es muy lindo. 

¿Cómo creés que puede atravesar a su público la obra que van a estar haciendo ahora?

Insisto con nuestra unión latinoamericana y en cómo suceden las cosas cuando hablamos de violencia de género, violencia patriarcal. Siento que no estamos muy lejos de cómo suceden las cosas. Ambas obras atraviesan esos temas. Las dos obras hablan del dolor, hablan de la violencia, de cómo sigo después de haber sido abusada, cómo sigo viviendo. Temas que no son tanto locales de Chile, sino que también tienen un tono más existencialista o más universal. Obvio que habla de un tema de género, entonces, tal vez está más dirigido a las mujeres o a las disidencias. Pienso que se podrían interesar, pero obvio que cualquiera puede ir a ver la obra y reflexionar porque finalmente la violencia no es un problema de nosotras. Nosotras tenemos que salir a marchar y nosotras nos tenemos que hacer cargo, pero es un problema que tenemos que resolver todas las personas, los hombres también. Ojalá todos puedan ir y pensar "cómo formo parte yo de este problema", también. 

¿Cómo llega a ti la propuesta?

Me invitó Gabriel Calderón, que yo lo admiro mucho. Él había visto una versión que hicimos con mi compañía de La violación de una actriz de teatro. Coincidimos en una gira en España, él estaba con Constante. Vieron la obra y les encantó.. Después de la función pudimos conversar y hablar de estos temas, y ahí les hizo mucho sentido al elenco de Constante y a Gabriel la temática, la forma en que se hablaba. De ahí que Gabriel había tenido esa idea de hacer esta obra acá. Lo intentamos el año pasado y no se pudo porque fueron otras las temáticas las de la Comedia. El año pasado recibí la invitación y la obra era muy corta, así que dijimos de hacer dos, porque tengo otra obra similar en estructura. Eso funcionó, así que tremendo desafío. Son las dos actrices en las dos obras, así que han sido semanas de trabajo muy intenso para ellas, sobre todo. Pero hemos ensayado harto. 

Lo bueno que tiene la Comedia Nacional, cuando hace teatro, es que tiene recursos. Como cualquier dramaturgo, imagino que habrás pasado por los momentos en que no hay recursos, ¿cómo has manejado eso de intentar montar obras sin recursos? 

En Chile no existe una figura como esta, hay un Teatro Nacional que funciona pésimo. De ninguna manera así. Entonces, a mí y a mi asistente de dirección nos parece que qué bonito cómo se trabaja acá, tenemos todo lo que queremos. Un equipo hermoso. Y hay financiamiento para hacer las cosas. Eso no ha sido un estrés para nosotros. Pero en Chile es muy difícil, existe solo un fondo al que postulan 200 personas y se lo ganan 20. Hay algunos centros culturales que hacen coproducciones, pero está difícil. Durante mucho tiempo mi compañía funcionó, y esto parece un chiste, pero no lo es, porque el director de la compañía que es mi amigo Javier, su familia tiene botillería. Él trabajaba en la botillería todo el verano y con esa plata hacíamos las obras, porque no teníamos de dónde sacar. Yo escribía gratis. Era, en el fondo, una inversión para nuestra carrera. Así estuvimos trabajando siete años y ahora, de pronto, nosotros tenemos más facilidades para buscar una coproducción o algo así, pero ser emergente en Chile es el desierto absoluto. Lo que uno hace durante mucho tiempo es tener dos trabajos y en el tiempo libre hacer obras y casi siempre pagarlas uno mismo. No creo que vayan a cambiar las cosas.

¿Por qué un díptico? ¿Qué similitud tiene con el objeto, que suele ser un papel doblado en dos, con una obra de teatro que suele doblarse y desdoblarse en cientos de partes?

Creo que la clave son las actrices. Van a ver a las mismas dos actrices, que hacen un trabajo increíble de habitar. La primera obra que es La violación de una actriz de teatro es drama, tiene otro peso, hacen dos personajes muy distintos a la segunda obra que tiene un tono más de comedia. Un tono, porque tampoco es comedia, comedia. Creo que en el cuerpo de ellas está del díptico. La escenografía también es la misma. Eso y las dos actrices.

Va a ser entretenido ver ese trabajo de transformación de ellas, que creo que lo hacen muy bien, y poder ver cómo dialogan dos textos de una misma autora. De pronto, uno lee muchos textos de un mismo autor y ver cómo hay cosas que se repiten, me encanta hacer a mí ese ejercicio. Estas son dos obras que escribí en pandemia, siendo muy diferentes también se encuentran. Son dos personajes mujeres que, de alguna manera, coinciden en muchas cosas. Ese ejercicio creo que está entretenido de mirar y poder analizar. 

¿De qué escribís? ¿Qué temas son los que te atraviesan?

Creo que escribo mucho sobre la violencia, sobre el trauma, sobre mi mamá. Me repito en los mismos lugares muchas veces. Escribo mucho de mi mamá y de mi relación con mi madre, que creo que es mi primera vivencia de mujer y con la maternidad también. Escribo mucho de la maternidad porque creo que no es necesario ser madre para escribir de la maternidad y que la experiencia de la madre, como madre, es crucial para todos y para todas. Es un tema que me interesa mucho hablar. También de la representación y la ficción de los temas, qué cosas son culturales, cuáles de la naturaleza. Creo que me paseo por esos temas, de alguna u otra manera. Y la muerte, también. 

Todo el arte en general tiene algún tipo de pata en la realidad, en las experiencias del creador vividas. No por eso dejan de ser ficción, pero, ¿cómo es ficcionar las experiencias de hija, en este caso también de madre o de no madre?

Ese trabajo de especulación es algo que me gusta mucho a mí. Creo que ahí tenemos muchas más posibilidades que en la vida real. También están todas estas preguntas de de qué puedo hablar yo como autora: ¿puedo hablar de cosas que no me han pasado? ¿Puede un hombre hablar de feminismo? ¿Puedo yo como mujer blanca hablar de una mujer afrodescendiente? En fin, obviamente son preguntas que vienen de un haber pocos espacios, de que hay desigualdad. Pero la ficción es algo que nos permite explotar esas cosas de las que queremos hablar que, de pronto, me pasó algo a mí cuando yo tenía ocho años y cómo hago que eso te interese a ti o hago que te conecte de alguna manera.

A mí no me gusta tanto la autoficción, o sea todo bien, pero a mí me sirve mucho ficcionar porque inevitablemente vamos a llegar. Si yo empiezo a escribir una obra sobre cualquier cosa, inevitablemente voy a llegar a las temáticas de las que me interesa hablar. Inevitablemente. Inconscientemente se verá en cómo creo a los personajes. También creo que permite abrir las posibilidades y que una no se da ni cuenta, y dice de qué estoy hablando. Ni una misma tiene el manejo total de lo que estamos hablando.

Por Federica Bordaberry