Con un Antel Arena colmado de público por unas 8 mil personas, Los Fabulosos Cadillacs, la mítica banda argentina de rock mestizo fundada a mediados de los 80, regresó este sábado a Montevideo, donde trazó un repaso por canciones de todos sus discos en un concierto que duró casi dos horas.

A lo largo del show, que abrió su gira mundial “El León del ritmo tour”, reinó un continuo clima festivo que se prolongó incluso varios minutos después del último de los bises, dando una muestra más que clara de que el público se fue agradecido por aquel viaje en el tiempo.

Si bien el sonido no fue una constante de calidad —se escuchaba poco definida la voz de Vicentico, hubo un pequeño acople en la sección de vientos casi de continuo, y el micrófono del tambor saturó la mayor parte del tiempo—, el espíritu de la banda siempre se mantuvo encendido. El trío compositivo, Vicentico, de sobretodo y bastón; Cianciarulo, de bermudas y remera de Cadillacs, y Rotman, de traje y frondosa melena alborotada, fue el que agitó sobre el escenario, recorriendo el proscenio y llegando a los lados.

Si bien esta es una gira cuyo título tributa su sexto álbum de estudio (El León para toda la banda fue la punta del iceberg de su carrera), repasaron tan solo cuatro canciones de aquella placa fundamental: “Manuel Santillán”, “Carnaval”, “Siguiendo la luna” y “El aguijón”. La primera de esas fue el segundo tema con el que irrumpieron sobre el escenario, y que sucediera a la apertura instrumental de Cadillacs. Aquel tema —autoría de Flavio Cianciarullo— es claramente la insignia del disco consagratorio con el que los Cadillacs irrumpe tras el momento del bajón de popularidad. El León (del que celebran tres décadas) es un disco compuesto en la barranca abajo del éxito que hasta entonces habían conseguido.

Luego de años de crecimiento vertiginoso, abonado tras la publicación de Yo te avisé (disco con el que llegaron a hacer tres estadios de Obras Sanitarias), a fines de la década de los 80 —tras la publicación de El Ritmo Mundial—, los Cadillacs comenzaron a perder popularidad y, lo que es peor, a tener que dar varios pasos en reversa; desde entregar las llaves de las casas que alquilaban, a suplicar a la disquera Sony Music que hiciera con ellos una última apuesta. En esas condiciones es que, en pleno cambio de década, los Cadillacs se encerraron a componer y se embarcaron en su primera gira por Estados Unidos y México con la que financiarían su grabación debut fuera del país.

El registro se concretaría en la casa del productor Kc Porter en Los Ángeles. Con aquel trabajo, los Cadillacs abordaban ska, reggae, punk rock, hip-hop, new wave, hardcore, dub y hasta salsa. Y mientras muchos otros seguían orientando las antenas hacia los sonidos de Estados Unidos o Inglaterra, ellos la dirigían ya no a Madness o The Specials —bandas que ya habían escuchado sobradamente—, sino cada vez más hacia el continente latinoamericano, apuntando a artistas como Rubén Blades, sin perder de vista el trabajo de los franceses Mano Negra o Les Négresses Vertes.

En aquel trabajo de 15 canciones, más de la mitad del repertorio es autoría del bajista y fundador, Cianciarullo, mientras que el resto se divide entre Vicentico y Rotman, además de la versión de “Desapariciones” del panameño Blades.

El disco se publicó casi en simultáneo con El amor después del amor de Fito Páez —que a la postre terminaría siendo el más vendido en la historia del rock argentino—. El León (1992) pasó casi sin pena ni gloria, hasta que, meses más tarde, a fuerza de hits terminaría por conquistar nuevamente los oídos de los fanáticos en Argentina y los que comenzaba a cosechar por la región. El repertorio abarcaba desde la celebración capital de “Carnaval toda la vida” hasta “Manuel Santillan, El León” (tema que da nombre a disco y gira), una composición de denuncia festiva en la que trazan la alegoría con las desapariciones forzadas que ordenó el dictador argentino Jorge Rafael Videla y el esparcimiento de las cenizas por el Río de la Plata:

Sin embargo por el viejo San Telmo, en un sucio bodegón

Dicen que un borracho murmuró llorando

Las palabras que eran del León

¿Y cuáles eran, Manuel?

Van al mar, van al mar

Llanto, dolor, sufrimiento

De un pueblo se ahoga en el mar”

El show se completó con cuatro bises que Cianciarulo se ocupó de arengar mientras se despedía de la primera parte: “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, “Vasos vacíos”, “El satánico Dr. Cadillac” y “Yo no me sentaría en tu mesa”, cuyo coro “oh ooh ooohhh” se perpetuaría durante toda la procesión de despedida, incluso más allá de las puertas del estadio cerrado.

Afuera les esperaba una noche brumosa y fría; una cortina de niebla se tendía sobre la explanada del Antel Arena.

Los Cadillacs pasaron por Montevideo y de ahora en más continúan su gira al menos hasta noviembre, donde tienen agendadas 17 fechas con paradas por Argentina, Chile, España, Estados Unidos y México.