Tras haber ganado la Competencia de Cortometrajes de JIIFF, la realizadora se presentó en el Short Film Corner del festival europeo..

Tras haber ganado la Competencia de Cortometrajes de JIIFF, la realizadora se presentó en el Short Film Corner del festival europeo.

Un niño de Conchillas visita el Museo Nacional de Artes Visuales. Es su primera vez en Montevideo. Frente a él, está colgado el retrato de Carlota Ferreira, de Juan Manuel Blanes. Está absorto en ella. Entonces le queda claro: tiene que volver a verla.

Uno de los grandes desafíos del cortometraje es lograr el desarrollo de sus personajes, la apertura y clausura de la narrativa y la transmisión de un mensaje determinado en un tiempo limitado. Y Moreira Pagés lo logra con creces. 

La directora cuenta la peripecia de este niño y su familia para lograr que él pueda volver a visitarla en 20 minutos. No cae en vicios comunes del séptimo arte, no peca de pretenciosa. El pulso de su cortometraje reside en un alto grado de humanidad combustionado por la ternura y la simpleza.

Hizo castings en Conchillas, contrató a actores y no actores, y también realizó una proyección del cortometraje en el lugar. "Cuando te empezás a meter en mundos por fuera de Montevideo, empiezan a pasar cosas interesantes", explica en entrevista con LatidoBEAT.   

Puede que haya sido esto lo que llevó al jurado de la última  Competencia de Cortometrajes del José Ignacio International Film Festival a consagrar a "Carlota" como la ganadora. 

El premio era un viaje al Festival de Cannes, en el que la directora pudo participar del Short Film Corner y hacer una proyección para que personas de múltiples nacionalidades y ocupaciones dentro de la industria puedan ver su trabajo. 

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

¿Cómo llegás a la idea de este cortometraje? 

Quería dirigir algo, pero no tenía una historia para contar. Vivía con Maite, una amiga. En un paseo que hicimos por el Museo Nacional de Artes Visuales me contó que cuando eran chicos, su hermano Alejo había flasheado con el cuadro de Carlota Ferreira y le pedía a su familia para ir. Iban y él se quedaba mirándola. A mi me pareció impresionante, vi una semilla para contar una historia. Me interesaba también hacer partícipe al mundo del interior, porque yo soy del interior. Entonces, partí de esa base y empecé a componer con distintas cosas. Hice que el niño fuera del interior en vez de montevideano, y empecé a leer la historia de Carlota a través del libro de Diego Fischer o de artículos que encontraba. Traté de agarrar cosas de la vida de Carlota para componer el personaje de la madre y de Lady, la prostituta del pueblo.

La mamá de Carlota era prostituta, nació y creció en un prostíbulo, ella también ejerció la prostitución hasta que se casó con un cliente, que era el ministro de Hacienda de esa época, y ahí empezó a pertenecer a la aristocracia uruguaya y a tener una vida estrafalaria. Lo que cuentan es su vida más como femme fatale. No era mi idea basarme tanto en eso, pero sí usar partes de su vida, como lo de la prostitución. Un poco fueron naciendo así sus personajes, y una vez que estuvieron más constituidos, los dejé correr.  

Si bien no es lo central, los dos personajes femeninos comparten un momento de complicidad.

En el guion estaba escrito que conversaban entre ellas. Es el momento de dos mujeres a las que les quedan dos horas de viaje. No se conocen, pero son del mismo pueblo. Yo me acuerdo de memorias en Nueva Helvecia, en el que la prostitución todavía era tabú, entonces había un juicio bastante grande hacia las prostitutas del pueblo.

Me gustaba generar esa tensión. Hay varias cosas que se fueron en el corte. Lo construimos con ellas dos, que son buenas actrices. En los ensayos empezamos a jugar con improvisaciones y a partir de eso hicimos la escritura.  

¿Cómo fue el proceso de casting? ¿Son todos actores en el elenco? 

No y sí. Yo sabía que quería trabajar con personas que fueran del lugar. Hay algo en la manera de hablar, de existir y de mirar que es difícil de llevar a un actor profesional en poco tiempo, porque tampoco podíamos ensayar muchísimo. A mi me encanta la actuación y los personajes, mi mayor desafío era que eso pudiera quedar bien. Hay personajes claves que tienen que ser actores porque tienen que colaborar en el rodaje y también en la composición. Sabía que Lady tenía que ser actriz, y ahí apareció Soledad Pelayo, que a mí me encanto. Para la madre hice casting en Colonia, pero me di cuenta de que el personaje era complejo y precisaba que fuera una actriz. Soledad me presentó a Sara de los Santos, ambas son egresadas de la EMAD, se conocieron ahí y ya tienen cierto vínculo de complicidad, entonces eso me venía bien para no tener que crear ese vínculo de cero y trabajar con otras capas.

Salvador, que es el noviecito de la madre, es un actor profesional de Montevideo. Quedaban el niño y el padre para que pudieran ser de allá e hicimos un llamado abierto. Para el casting del niño hicimos casting en Colonia y en Conchillas y apareció él, se llama Manuel y es de Conchillas. Eso para el rodaje nos servía, podía estar ahí, con su casa y sus padres cerca. Fue un hallazgo, se aprendía las líneas, le encanta actuar, a mí me sorprendió muchísimo. Fue su primera experiencia y funcionaba muy bien, podía pedirle cosas difíciles. El padre es de Cardona.  

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

¿Cómo te ayudó haber pertenecido a Generación J y estar en Working JIIFF?

Working JIIFF viene a ser la parte del festival que es de formación e intercambio. Generación J es para jóvenes realizadores y productores. En 2022 era para productores, y como yo producía y dirigía fui. Es una capacitación, ellos arman tres días con diferentes personas que vienen a dar charlas. Hacen un programa de formación para desarrollar una idea, una película o un corto. Yo ya tenía escrita la historia, estaba preparando la carpeta para presentar en ese momento en ICAU (ahora es ACAU). Vi que apareció esto y me mandé. Hay premios de formación en la New York Film Academy y ellos te acompañan en una tutoría de desarrollo. Ahí conocí a Melisa, que fue la productora asociada para la parte de Colonia. Estuvo bueno empezar a exponer la idea a otras personas desconocidas, a tener la mirada de gente que ya trabaja hace tiempo y empezar a contactar un poco con el mundo exterior.  

¿Estudiaste cine? 

Estudié azarosamente en la Facultad de Bellas Artes, que armó la licenciatura en lenguajes y medios audiovisuales en Playa Hermosa. Viví cinco años ahí, estudiando. Ahora se mudo a Maldonado. Yo no pensaba estudiar cine, trabajaba en un campamento cerca, había estudiado 3 años en Facultad de Ciencias y había dejado, estaba buscando para dónde ir. Y ahí dije, "qué linda esta playa, me gustaría vivir acá". Una amiga me dijo que estaba la Facultad de Bellas Artes de Cine. Nunca lo pensé, pero podía probar.  

¿Quiénes formaron parte de tu equipo durante el cortometraje? 

Yo sabía que iba a hacer la producción ejecutiva y la dirección para poderlo llevar adelante, pero precisaba un equipo para trabajar, o me iba a enloquecer, este proyecto tenía ciertas complejidades. Armé un equipo con personas que estudiaron Bellas Artes y que conocí ahí porque hay un terreno común a la hora de pensar las cosas. Para mí, la formación de esa escuela es buenísima. Mariana Weinstein fue la directora de Arte. Analía Polio fue la fotógrafa, tiene un gran recorrido y fue mi profesora. Ella se armó un equipo con personas de allá, Joaquín Araujo, Belén Schneider. En Sonido estaba Facundo de Castro. En vestuario estaba Victoria Zabaleta, que hizo todo el desarrollo de los personajes, y junto con Nelly, la modista, hizo todo el trabajo de investigación de telas para poder recrear el vestido de Carlota. Ximena Bras estuvo en maquillaje y junto con Victoria componiendo los personajes.  

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

¿Qué ventajas y desafíos encontrás en el formato cortometraje? 

Me interesa la dirección, tengo ganas de enfocarme ahí, pero hay que dar unos primeros pasos. Entonces quise hacer un cortometraje, porque hacer una película te lleva años y preciso pasar por esa experiencia para ver si realmente me gusta. Es un formato difícil porque en poco tiempo tenés que generar muchas cosas. Abrir, pero también cerrar. Me gustó el formato, me dio ganas de seguir haciendo cosas. Hay una idea, por lo menos acá, de que vos hacés un corto para que sea el pie para hacer un largo, tiene ese lugar el corto. Pero es un formato en sí mismo, al igual que un cuento. Lo que pasa es que tampoco tenemos muchas instancias de ver cortometrajes. Como espectador te vas formando, aprendés la estructura de un largo, que si bien hay distintas, la manejás porque ves películas todo el tiempo. El corto es más difícil, lo ves en festivales, es más difícil. Pero yo estoy para seguir profundizando.  

¿Cómo va a ser tu participación en el Festival de Cannes? 

En el festival tenés la parte de exhibición y de competencia de películas, con distintas secciones, pero también instancias de mercado, como el Marché du Film. Esto es una instancia llamada Short Film Corner, son cuatro días donde hay talleres, mesas de exposición, lugares de encuentro. En esto del networking hay gente de la industria que te cuenta un poco el panorama de los cortometrajes, hay programadores, distribuidores, y la gente que está dirigiendo y produciendo cosas. Podés programar una función e invitar, pero no es una competencia.  

¿Cuál creés que es la importancia de que un cortometraje grabado en el interior de Uruguay cruce fronteras? 

Es el jugo máximo de la cultura, del arte y la realización en general: poder compartir tu experiencia de vida en este planeta, el lugar en el que te tocó nacer, vivir, explorar y crecer. Poder aportar mi mirada y vivencia de este lugar y que eso salga al mundo es un placer. Lo recibo cuando veo cosas de otros lugares, que es acercar pedacitos de vivencia que, de otra manera, no obtendrías  porque el planeta es inabarcable.  

Mi cortometraje trata del nexo entre la cultura y las posibilidades que hay en el interior. El niño nunca había salido de Montevideo, era la primera vez que venía, nunca había entrado a un museo ni había visto un cuadro así de grande. Ahora en Conchillas se van a poder ver a ellos mismos en pantalla, es una locura desde su punto de vista. Nosotros en Montevideo, ahora que se produce un montón, estamos un poco más acostumbrados. Cuando te empezás a meter en mundos por fuera de Montevideo, empiezan a pasar cosas interesantes.  

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