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Contenido creado por Valentina Temesio
Literatura
Los libros y sus autores

Cecilia Ríos y la literatura “para sobrevivir y para vivir mejor”

Este 2023, la autora, considerada experta en el género negro, publicó “Un desperfecto en la carretera”.

24.08.2023 15:51

Lectura: 5'

2023-08-24T15:51:00-03:00
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Cecilia Ríos nació Montevideo, 1959. Contadora pública, es autora de Sigiloso Dinosaurio (cuentos, 2011) y Crecida (Mención de Honor en el Premio Municipal Juan Carlos Onetti de 2016; categoría poesía inédita). Su obra Cuatro mujeres de campo obtuvo el Tercer Premio Nacional de Literatura/ MEC, 2017; categoría Dramaturgia inédita. Cuentos suyos han sido incluidos en varias antologías y publicaciones colectivas. Sus cuentos de No fumes ni vayas a la guerra obtuvieron el Premio Narradores de la Banda Oriental en 2019. Su anterior novela en la colección Cosecha Roja se titula Volver de noche y obtuvo el Primer Premio Lussich de la Intendencia de Maldonado en 2017. En 2022 publicó Apenas lo conocía, y en 2023 Un desperfecto en la carretera.

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

Al pasado, creo que tendría menos disgustos.

Si pudieras ser un personaje de tu libro, ¿cuál serías?

Leonor, la mentirosa.

Si pudieras vivir en el mundo de cualquier libro, ¿cuál elegirías y por qué?

El de Los detectives Salvajes, de Roberto Bolaño, porque me sentiría bien con Arturo Belano y sus amigos

Si pudieras invitar a tres personajes literarios a cenar, ¿quiénes serían y por qué?

Myrna Savage, de Franck McShane, a ver si sigue con la tarea de médium.  Juntacadáveres, de Onetti, para hablar de los pueblos chicos. Amelia Evans, de Carson Mc Cullers, para que me pase sus recetas naturales.

¿Cuál es tu técnica más extraña o inusual para superar el bloqueo de escritor?

Ir a un lugar aburrido, sola y sin celular.

¿Qué cinco cosas guardarías en una cápsula del tiempo?

Un piano, una guitarra, un libro, un cuaderno y un lápiz

Contanos qué estás leyendo ahora

La carretera de Cormack Mc Carthy, Los hombres de Piedra Negra, de Gabriel Sosa, El mar no baña Nápoles de Ana María Ortese, Los 1001 años de la lengua española, de Antonio Alatorre.

Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?

Antón Chejov, porque ya leí varias veces todo lo que escribió.

Si tus libros fueran adaptados al cine, ¿a quién te gustaría que interpretara al personaje principal?

En Volver de Noche, Margarita Musto. En Apenas lo conocía, Jorge Temponi.

El primer verso que te viene a la mente.

Mar sonoro, mar sin fondo, mar sin fin de Sophia de Mello

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

Para sobrevivir y para vivir mejor.

Tapa de

Tapa de "Un desperfecto en la carretera". Foto: Hum y Estuario

Fragmento de Un desperfecto en la carretera

—¿Quién es el padre del niño?

—No hay tal padre.

El policía que tomó su declaración anotó esto y el juez le preguntó si lo había dicho «por la emoción del momento». Ella contestó sin omitir lo innecesario, lo que no venía al caso.

—Yo estaba cuidando el gallinero de mi tía, que había ido al entierro de su cuñado en Montevideo. De noche le roban gallinas y si los ladrones ven que no está… Él llegó de tardecita, dijo que estaba de paso; tenía un cuarto de capón para vender a buen precio y lo hice pasar. Le ofrecí un tecito, le pagué.

—¿Le trajo el té a la vereda o lo invitó a entrar?

—Él venía cansado del campo y se sentó a conversar en el patio. Se hizo la noche, cenamos y se fue al otro día temprano. No le pregunté el nombre ni de dónde venía y no lo vi más.

—Es raro que nunca haya intentado verla de nuevo. ¿Ni una sola vez? ¿Si lo viera hoy lo reconocería?

—Yo hubiera querido verlo, al menos para contarle. Sí, lo reconocería. No era muy alto, tendría treinta años, morocho, el pelo lacio y los ojos marrones. Tenía una marca cerca del ojo izquierdo, de un perro que lo mordió cuando niño. La voz fina, carraspeaba. Vestía normal, botas de cuero gastadas. Una bolsa blanca de marinero. No, no me contó de su vida y yo tampoco. Hablamos del campo y del pueblo, de las plantas y animales. Me di cuenta al otro día que no le había preguntado el nombre ni yo le dije el mío.

La secretaria del juez parecía abrazar la mesa y el cuaderno grande donde escribía su declaración. Le hacía señas para que le diera tiempo a transcribir cada frase, porque mientras ella hablaba no escribía, la miraba como a una figura extraordinaria.

—Por fin se sabe la verdad —imaginó ella que pensaba la muchacha.

*Este libro recibió un incentivo a la edición del llamado "Felisberto"/ InLet.