Como "feminista, pero de las buenas", o como una de las chicas de Sex and The Munro. Como Josefina, la aspirante a actriz que se mete en situaciones insólitas en Por Ahora. Recientemente también como Paloma, la policía en División Palermo (2023). Los personajes con los que uno puede llegar a conocer a Charo López son numerosos. Son el resultado de una carrera que no solo cuenta con una gran trayectoria, sino que también demuestra que juega en varias canchas.
"Tengo mucha suerte de poder trabajar de mi oficio y no sé si soy buena, pero es lo único que sé hacer", dice en entrevista con LatidoBEAT. Más allá de la modestia, la formación de López siempre estuvo muy relacionada con la improvisación, un método que el teatro le permite explorar en mayor profundidad y que en Mi amor, su nueva unipersonal, utiliza para la creación de tres monólogos.
¿Es un buen o un mal momento para el amor? Según la actriz, es un momento "buenísimo". " El amor abarca muchas formas y me parece un gran desacierto estar mirándose el ombligo todo el tiempo y no registrar que el amor mueve muchas más cosas de las que parece", explica y lo contrapone con la situación social actual, en la que reina el individualismo.
No es la primera vez en el año que se presenta en Montevideo, y para ella venir a Uruguay "ya forma parte" de algo cotidiano. En esta ocasión, y en vísperas de fin de año, presentará Mi amor en la Trastienda, este 20 de diciembre. Las entradas se pueden adquirir aquí.
Cortesía de la producción
Has trabajado en bastantes formatos, desde lo audiovisual hasta el teatro, pero también con diferentes conformaciones de equipo. ¿Qué tiene de especial para vos trabajar en una unipersonal?
Yo siento que son oficios bastante distintos. Cada formato tiene su punto, por más que todo pertenezca a la comedia, y en cada situación las cosas cambian mucho, las opciones y las herramientas. Hacer shows en vivo tiene algo del secreto, de la inmediatez y de la complicidad con la gente, de que lo que está pasando ahí es nuestro y de nadie más, hay una magia, un extra. Aparte, la adrenalina de la construcción en tiempo real y todo eso tiene otra intensidad que es interesante.
Sos parte de División Palermo, una serie de Netflix que ganó un Emmy recientemente. Algunos podrían definirlo como “irse para arriba”. ¿No te ves dejando de hacer teatro para concentrarte en proyectos de ese estilo?
“Irse para arriba” es algo que depende de la perspectiva. Yo nunca tengo satisfacción para arriba o abajo. Como te decía, para mí cada espacio de trabajo es un oficio diferente. No creo que trabajar en grandes producciones tenga la capacidad de cambiar tu obra, lo que pensás o lo que decís. O, por lo menos a mí no me gustaría que me suceda eso. Nunca se me pasa por la cabeza que estar en División Palermo es mucho mejor que estar haciendo funciones en el teatro: estar en División Palermo es alucinante y estar en el teatro también. No me gusta tampoco la palabra “carrera”, no siento que uno tenga que estar corriendo hacia un lugar donde hay cosas mejores o peores. Obvio que Division Palermo tiene todo el éxito, y tenés más posibilidad y alcance a más países, pero no permito que una cosa opaque a la otra, son cosas muy diferentes que no deberían competir.
En Mi amor profundizas sobre el amor y las relaciones humanas. ¿Es un buen o un mal momento para el amor?
Es un momento buenísimo, porque creo que en todo este proceso de avance de la extrema derecha estamos en un momento tan individualista, también de quitarle crédito al amor y a todo lo que tracciona el amor muy lejos de encasillarlo como amor romántico y nada más. El amor al que tenés al lado, a la patria, a tu gente, a tu oficio, a tu trabajo, a tu familia, si tenés una pareja, el amor a vos misma. El amor abarca muchas formas y me parece un gran desacierto estar mirándose el ombligo todo el tiempo y no registrar que el amor mueve muchas más cosas de las que parece.
¿Cómo surge la idea de Mi amor y cómo fue el proceso creativo?
Nació durante una época de tensiones acá en Argentina. Sentí que la gente estaba muy cebada y con ganas de hablar. Me acabo de dar cuenta de esto: una de las veces que fui a Uruguay, una persona, que no sé si estaba medio mamada o qué, se levantó en un momento, atravesó toda la sala con una birra en la mano, hablando en voz alta, y yo tuve un ida y vuelta con ella. Me dijo que la semana anterior había estado en el show de Buenos Aires y que también habíamos hablado, y yo creo que le dije algo como que estaba pagando para cagarme los shows. Esa secuencia, para mí, fue una de las bases para que yo quiera volver a hablar con la gente. Me dieron ganas de reencontrarme más con mi antiguo oficio que es el de improvisar y volver a tener ese mano a mano de construir con lo inesperado.
Muchas veces se subestima la capacidad del humor para transmitir un mensaje.
Yo siento que soy tan solo un payaso. No siento que yo tenga la capacidad para cambiar la realidad de una persona, porque para eso está el Estado y están los políticos. Lo que intento es generar espacios donde importe la palabra, lo que se dice y para qué, un lugar donde importe el fin. Se me remite mucho a la palabra refugio. A veces uno recibe tantas noticias de “no me importa lo que le pasa a un jubilado, a los estudiantes, a la salud ni al país”. Entonces, de repente, crear un paréntesis entre eso para decir: “importa lo que sentimos, importa cómo nos hablan, cómo nos tratan, el acceso que tenemos al trabajo, lo que sentimos cuando no estamos trabajando del oficio o de la pasión que tenemos”. Al menos intento acercarme a tener la herramienta de reflexionar sobre eso, no sé si con eso después pasa algo bueno o malo, pero sí invita a una pausa.
¿A la hora de hacer humor uno tiene que perder el miedo a ofender a otro o siempre tiene que estar presente el cuidado?
Siempre tiene que estar el cuidado. La verdad es que mi intención nunca es ofender a las personas o hacer sentir mal a nadie, todo lo contrario. De hecho, siento que es algo a lo que estoy muy atenta, y lo noto en las columnas de Gelatina de los discos, que es tratar de sacar todo lo bueno de cualquier objeto. Y un poco eso también pasaba con el club de lectura que hacíamos con Noli en “Qué Olor”, jugábamos a tener las herramientas de hacer reír o poder filtrar lo bueno de cualquier libro, de cualquier disco. Poder ver la belleza o la diversión en las más inesperadas y diversas obras. Cuanto más raro es el libro o el disco siento que hay más cintura o más oficio para tener la capacidad de ver lo bueno.
Qué significado tiene para vos haber sido parte de proyectos como Cualca y Por Ahora junto a Male Pichot, Julián Kartún, Julián Lucero y Julián Doregger?
Significó algo zarpado. Para mí lo que tiene de lindo, sobre todo Cualca, es que no teníamos idea de lo que estábamos haciendo, siempre estuvimos muy divertidos y concentrados en armar esa fantasía y divertirnos nosotros. Era bastante egoísta todo, porque hacíamos lo que nos divertía a nosotros, no pensábamos mucho en la consecuencia. Ninguno de nosotros imaginó que esos videos iban a tener tanta difusión, que iban a estar vigentes por tantos años. Tiene más de 10 años ese material y envejeció rebien. Me parece que el truco es ese, nosotros estábamos haciendo lo que queríamos sin mirar lo que estaba o no de moda, ni lo que hacían los demás.