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Contenido creado por Manuel Serra
Música
La contracorriente del Salmón

Con Andrés Calamaro: “En este gremio pasar los 27 años ya se celebra”

El músico argentino regresa a Montevideo en el marco de una intensa gira internacional y conversa a la distancia con honestidad brutal.

09.11.2022 12:18

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2022-11-09T12:18:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

El salmón es una especie que nace en agua dulce, migra al océano y vuelve al río para procrear. Se le atribuye la capacidad de regresar al mismo sitio donde nació, olfateando la química de su río natal. A Calamaro el apodo le quedó como estampado luego de publicar su séptimo disco en solitario, el sucesor de Honestidad brutal, aquel trabajo de insomnio autoinfligido, brillo y oscuridad, de prosa desbordante y visceralidad bestial.

Para ese álbum, Calamaro hacía las maletas de un viaje intenso y turbulento que lo llevaría durante nueve meses y cientos de madrugadas desde Madrid a Buenos Aires, pasando por Nueva York y Miami hasta volver a su hogar.

A 23 años de aquel disco doble, incontenible, sucesor de Alta suciedad, el Salmón nadó contra corriente, exactamente diez discos atrás, para volver a revisar la crudeza de aquella obra monumental regada de excesos y lejos de la castidad. “Fueron nueve meses de los que Ian Dury estaría más que conforme cuando acuñó la frase que reúne a la santísima trinidad del rock”, confiesa el propio Calamaro.

Como antesala de esta gira mundial que lo trae a Uruguay luego de treinta conciertos, el músico argentino que decidiera hace tres décadas migrar a Madrid y detonar con Los Rodríguez, se zambulló nuevamente en aquellas aguas y reeditó esta vez Honestidad extra brut, una caja de seis CD y 45 temas inéditos, disponible también en plataformas.

Su concierto será este jueves 10 de noviembre a las 21 h en el Antel Arena. Y, a la distancia, sin vernos la caras, pero sabiéndonos conocidos, tuvimos esta charla para LatidoBEAT que se estableció por mail.

Los excesos, las quinielas, los detalles barridos bajo las alfombras voladoras del olvido, la hoja en blanco y el toreo del silencio, la intensidad de las giras, las décimas, el respeto, el culto funebrero, la canción y las nobles responsabilidades al servicio de la música son parte de esta entrevista servida sin alcoholes, aunque quizás con otras hierbas.

37 canciones, 9 meses de días y sus noches, 50 muchachas, 3 países y 15 estudios”. Así sintetizás la travesía de Honestidad brutal en el librillo que acompaña esta reedición Extra brut para contextualizar la supuración creativa de aquella herida. ¿Cómo viviste esta zambullida en aquel mar tumultuoso de grabaciones y descartes?

Volver a escuchar “inéditos y alternativas” de aquel disco fue “entretenido y saludable”; hace un año y medio estábamos sin giras y sin grabaciones prolongadas. Estábamos en Madrid, lo conversamos con David Bonilla (DRO) y nos pusimos a hacerlo. Tengo un archivo monumental de grabaciones en todos los formatos entre los cassette del Tascam y años de recitales grabados; abrir Honestidad brutal fue la primera de las revisiones antológicas: escuchamos cientos de cosas con agrado y fuimos decantando mientras pensábamos en el tipo de edición deseadas, fuera de las plataformas donde supongo que esta todo disponible. Compartimos con David [Bonilla] cada compás de esta reedición “monumental” desde los rescates de archivo, la selección y el diseño, con asociados del fuste de Joe Blaney, Ricky Faulkner, German Wiedemer, Fly Factory, Martin Pomares y Patricio Pron, que escribe un prefacio exquisito.

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Fragmento del prefacio:

“Cuando escribió Honestidad brutal, Andrés Calamaro tenía veinte años menos que ahora y tal vez todavía no supiera que iba a escribir algunas de las mejores canciones en español de las últimas décadas; pero parecía veinte años mayor, y le ha tomado todo ese tiempo volver a tener la edad de su disco. De modo que feliz juventud, Andrés. Y gracias por llevarnos al otro lado y permitirnos volver de él justo a tiempo.”

No solo mis personas cercanas temían por la integridad física y moral, estaba en las quinielas de los posibles muertos. Así respondés en una de las entrevistas sobre la visceralidad brutal con la que transitabas aquellos días. ¿Qué fue lo que te sujetó a la vida y rompió las apuestas?

Lo de las quinielas no es un invento mío, son bromas de humor negro normales entre los músicos porteños. Supongo que el sarcasmo y la ironía nos ayuda a sobrellevar las adversidades. Me consta que hay formas más brutales de tratar el cuerpo, tampoco fui especialmente atrevido o suicida, al contrario. En este gremio pasar los veintisiete años ya se celebra. Hemos perdido muchos amigos y gente querida, prefiero no quejarme ni adoptar el injusto papel de sobreviviente. No fue para tanto el reviente; como mucho unas pinceladas de “cruda” y algunas noches sin dormir. Las venas intactas de América Latina.

Foto: Tomas Cannet

Foto: Tomas Cannet

Honestidad brutal no fue un álbum programado que se entró a grabar con un repertorio preconcebido. Fue un disco accidental, incontenible, y arrollador (N. del R.: se registraron más de 100 canciones, con una inversión que rondó los 250 mil dólares). Seguramente esa característica irrefrenable sea, en buena parte, la que lo inviste de culto. ¿Cómo fue el proceso aventurado en aquel 1999 de ingresar en las zonas de peligro y cuotas de volumen?

Habíamos terminamos una gira sudamericana en Buenos Aires, con un cuaderno garabateado de letras. Fuimos al estudio semiprofesional de mi hermano pensando en grabar un B Side para Alta suciedad, disco entonces en plena efervescencia. Grabamos una semana en ADAT… sin equipos de guitarra ni casi micrófonos. Tocando tres de nosotros y grabando. Los resultados fueron interesantes, un buen puñado de canciones sonando bien (la mayoría de las cuales quedaron en el disco en sus versiones originales) y, por lo visto, quisimos seguir grabando en ese plan: terminar las canciones en el estudio y grabarlas con los músicos disponibles cada día y noche. Transferimos las grabaciones domésticas a dos pulgadas mientras grabábamos en distintos estudios en diferentes países; hasta 14 estudios entre Buenos Aires, Madrid, NYC y Miami.

Este año se cumple además un cuarto de siglo de Alta suciedad, el disco antecesor a Honestidad brutal, que alcanzó cifras desorbitantes de ventas en Iberoamérica (N. del R.: vendió más de 700 mil copias, y fue así el segundo más vendido en Argentina, superado solo por El amor después del amor de Fito Páez). Se han escrito ríos de hipótesis sobre alguna de las canciones que la integran. ¿Qué sentimiento tienes en relación a aquel material? Y ¿cómo se produjo la reconstitución afectiva con Charly García, si es que alguna vez verdaderamente se fracturó?

Con Charly nos conocemos hace cuarenta años, tenemos una amistad constante y posible. Charly es como es, tampoco nacimos para agradar a todo el mundo, los detalles se barrieron bajo las alfombras voladoras del olvido. Las letras de Alta Suciedad no merecen tantas hipótesis, es un formidable disco instrumental; las letras acompañan el texto, casi siempre son títulos desarrollados como humildes letras. Sílabas o versos. No cobijo sentimientos con los discos ya grabados, creo en la música como “tiempo real”, en la que vamos a tocar pasado mañana (o cuando corresponda), en las grabaciones ocurriendo. No practico la nostalgia ni me interesa recrearme en sentimentalismos.

Este 2022 se conmemoran también cuatro décadas del debut discográfico de Los Abuelos de la Nada y nada menos que tu consagración con Sin Gamulán”. A la distancia, ¿qué valoración y qué recuerdos te produce aquella canción de espera eterna con cadencia reggae?

Creo que “Sin Gamulán” no era un reggae, al principio me acompañaba con piano. No estaba pensada ni como reggae ni como éxito, ni recuerdo por qué la grabamos: supongo que por consejo de Charly, que grabó aquél disco como titular de producción en el estudio. Podría vivir perfectamente “Sin Gamulán”, ni soy especialmente friolento. A la distancia no la valoro como nada especial.

Torear el silencio me vino bien, te escuché decir en una reciente entrevista, y me disparó algunas preguntas: ¿Torear el silencio es más complejo que enfrentar una hoja en blanco? ¿Qué instrumento es al que recurres cual capote para desafiar el vacío?

La frase la dijo Morante de la Puebla (conocido torero español) durante los confinamientos. La hoja en blanco no es nada comparada con las exigencias de una gira en varios países y varios meses. Es el destino del canto tal y como lo define Atahualpa Yupanqui en el verso del mismo nombre: “El destino del Canto”. Tampoco quiero subirle el precio a mis modestas canciones, pero soy un músico reconvertido en cantor, que asume la responsabilidad. Me gusta hacer canciones con aparatos de grabación, es mi herramienta: todos los instrumentos. Ahora mismo no tengo un sistema al que recurra habitualmente. Dejé de practicar con grabaciones digitales.

Foto: Tomas Cannet

Foto: Tomas Cannet

En algún momento atravesaste la etapa de la TASCAM embrujada” y acumulaste valijas de embriones musicales con decenas de horas en casete. ¿Cuánta música hay hoy en día en la grabadora de tu celular?

No uso el teléfono para grabaciones. Hace nueve o diez años sí viajaba con un sistema de grabaciones para hoteles. Subía grabaciones a Soundcloud hasta que clausuraron la cuenta por violación a los derechos de autor: eran 2.233 grabaciones distintas. En mi domicilio no tengo un sistema pero tengo importantes equipos de sonido para escuchar música. Por lo visto invertí en escuchar música; las giras me mantienen cansado y cumpliendo responsabilidades y nobles servicios a la música.

Este año recibiste el Grammy latino por la canciónHong Kong”, que cantaste junto al madrileño C. Tangana. En la ocasión dijiste: Me devolvió a la cresta de la ola”. ¿La sentencia refería tan solo a la exposición artística o a la motivación de componer, salir de los cuarteles de invierno y echarte nuevamente al océano creativo?

Grabar con C. Tangana en El madrileño supone subirse a la cresta de todas las olas. Es una gran persona y artista, quedamos amigos y estoy orgulloso de eso. Por entonces estábamos transitando escépticos los confinamientos, tampoco en cuarteles de invierno. Habíamos interrumpido una gira después del primer (y a la postre, único) recital, en CDMX. Anton Tangana me invitó al estudio, estaba Jorge Drexler, conversamos y escuchamos, luego escribimos juntos los versos y la música de “Hong Kong”. A las pocas semanas filmamos el doble video los tres y elenco. La marea creativa sube y baja sin hacerse notar.

En la introducción del tema se refieren a Jorge Drexler: Qué bueno es en todoDemasiado bueno, el cabrón…” ¿En algún momento cruzaron iniciativas de hacer algo en conjunto? Sé que tienen una profusa comunicación epistolar, y que integraste el selecto grupo WhatsApp de décimas redondillas.

Jorge fue el enlace con Tangana, supongo; creo que le pedí el teléfono para felicitarle por la grabación con Niño de Elche. Extraordinaria. Lo del selecto grupo de décimas redondillas fue un malentendido: me agregaron al grupo pero no distinguí ningún contacto y… me quité. Pero sin ninguna mala intención. Ni llegué a estrenarme en la comunidad de versaros espontáneos. Con Jorge estamos para lo que haga falta, en lo personal y musical. Somos amigos y compañeros en la música, estamos pendientes.

C. Tangana se ha declarado un admirador de tu libertad compositiva y tu pluma sin miedo. ¿Cuál creés vos que es tu mayor virtud: la no concesión o la honestidad brutal?

C. Tangana es un tesoro, tan amable y respetuoso conmigo. Honestidad brutal fue muy bien recibido en España, un hype desde el primer día. Allá es un disco muy apreciado. Creo que Anton lo escuchaba con el papá. Soy admirador del hip hop, me encanta que exista un género donde las letras son más importantes que las guitarras o las trompetas. HB [N. del R.: Honestidad brutal] es un chorro de letras y son casi cuarenta canciones, algunas con versos interminables. Está escrito con desparpajo, con o sin rimas, más o menos honestas, más o menos brutalistas, más o menos divorciadas. En España es un disco respetado e influyente, en el Río de la Plata se celebran las efemérides y se opina según el manual de Mark Fisher, ahora la música se entiende así: quién cumpliría años hoy, fechas redondas que recuerdan estrenos de discos o aniversarios de muertos. La música pertenece a los que escuchan los discos y vienen a los recitales, los demás son los funebreros que prefieren las malas noticias, las entienden mejor y no les incomoda celebrarlas.

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico