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Música
Trap for rockers (and dummies)

Con Nicki Nicole: “Muchas veces pienso cómo me hubiera gustado nacer en la época del rock”

La artista rosarina que domina los charts mundiales llega este 14 de octubre a Uruguay. Antes, viajamos a Argentina y hablamos con ella.

15.09.2023 12:27

Lectura: 14'

2023-09-15T12:27:00-03:00
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Por Manuel Serra

Cuando me subí al barco estaba escéptico. Me tocaba viajar a Argentina para hacer una nota y la cobertura de un show. No era la primera vez y, sin embargo, estaba nervioso. ¿Por qué? La respuesta es simple: la entrevistada era Nicki Nicole. Contrariamente a lo que puedan pensar, mis miedos no venían por el volumen masivo de su fama. Es más, hasta que me enteré que me correspondía esta tarea, apenas la conocía de nombre. Mi recelo venía por mi ignorancia casi absoluta de su música, su imagen pública y de esta nueva ola de cantantes de “música urbana” —o como sea que definamos llamar el género— que, en los últimos años, no solo conquistó los charts regionales, sino los del mundo. No confieso mi desconocimiento con orgullo, simplemente como un dato de la realidad. Entonces, fue cuando empecé a bucear un poco en Nicole Denise Cucco —el nombre que aparece en el DNI de la artista rosarina— y me encontré con un mundo de datos, récords y números. 

Por ejemplo, que su último disco, Alma, hace más de dos meses que es el más escuchado, con creces, en Argentina. O que con seis Movistar Arena llenos de cabo a rabo se presentó ante más de sesenta mil personas. O que tiene colaboraciones con Duki, esto es para los más expertos en el género, pero el que nunca haya escuchado hablar de este cantante porteño seguramente estaría mintiendo. O que tiene más de veintidós millones de oyentes mensuales en Spotify, algo así como más de seis veces la población de Uruguay. O que su canción “DISPARA XXX” roza los noventa millones de escuchas, mientras “qué le pasa conmigo?” tiene ochenta clavados. O que estuvo en el programa de Jimmy Fallon, el mismo espacio en el que los Rolling Stones vienen de anunciar el lanzamiento de Hackney Diamonds, su primer disco en dieciocho años, y presentaron el videoclip de “Angry”, el primer single del álbum. 

Al empezar a acumular esa catarata de datos y logros, el asunto empezaba a ponerse pesado; igual uno, con sus prejuicios, seguía dubitativo. Sobre todo, quizá, por el miedo por no saber con qué se iba a encontrar. O el entrar a un mundo que, evidentemente, no era la zona de confort personal. La cuestión es que, tras algunas horas de viaje, el buque llegó a destino y tras una migración bastante larga —como suele suceder últimamente siempre que se entra a Buenos Aires con el convoy enorme de uruguayos que viaja diariamente—, arribé al hotel, donde dejé las valijas, me pegué una ducha, agarré el grabador y me tomé un taxi rumbo a Villa Crespo, barrio donde queda el Movistar Arena. Allí, en una pizzería, nos encontramos con el resto del crew de periodistas uruguayas que también habían viajado. Cabe destacar que Nicki se estará presentando este 14 de octubre en el Antel Arena —fecha para la que quedan los últimos tickets— en el marco de la gira Abre tu alma. Esto fue, en cierto sentido, una suerte de misión de reconocimiento para observar qué es lo que se viene a nuestro país. 

Caminamos por unos minutos hasta que encontramos la puerta para entrar al recinto, aún estaba cerrado porque faltaban horas para el concierto de esa noche, pero igual pasamos con nuestro salvoconducto de periodistas orientales. Tras ir sorteando varios puestos de control, finalmente nos recibió una de las productoras argentinas del show, que nos hizo subir las escaleras hasta llegar a una habitación enorme, con una gigantografía enorme con la cara de la cantante y toda la estética de su gira, además de puffs y asientos para comodidad de los presentes. Tras avisarnos que “Nicki estaba un poco demorada”, nos trajeron bebidas—analcohólicas, no sean malpensados— y comida, gesto que fue bien recibido por todos, para hacer más corta la espera. Sin embargo, no habían pasado más de diez minutos cuando la rosarina llegó, acompañada de su mánager y otros miembros de su staff. 

Desde ese momento, obviamente producto de mi ignorancia antes mencionada, me vi inmerso en un mar de sorpresas. La joven, no olvidemos que tiene apenas 23 años, llegó con la fuerza de un huracán y, al instante de entrar al salón, se comió la cancha y demostró un manejo de la situación más asociada quizá a artistas con una trayectoria más larga. Y no solo eso, se manejó con un desparpajo que daba una actitud, que no voy, o no quiero, decir rockera, porque sería un anacronismo, pero sí con algo de comerse al mundo que me remitió a artistas de otras generaciones. Eso sí, sin perder en ningún momento el profesionalismo, con las cosas claras y atendiendo a la —aceptémoslo— aburrida tarea de tener una serie de entrevistas al hilo pocas horas antes de salir al escenario a cantar. 

No sé cómo se definió, pero me terminó tocando el último lugar —quizá por eso de las “damas primero”—, algo que agradecí porque le permite a uno medir al entrevistado y ver las dinámicas de las charlas. Tras dos o tres diálogos, llegó mi turno. Seguía nervioso, pero tenía la certeza de que, al menos, íbamos a navegar derroteros diferentes a las preguntas a las que se ve sometida normalmente. Y entonces hablamos de posmodernidad, de relaciones efímeras, de desnudarse, de sentirse mal, de rock and roll, de la herencia que dejó y de lo que es ser artista en tiempos de redes sociales y de exportación musical. 

Foto: Cortesía de producción

Foto: Cortesía de producción

Estaba pensando cuando veía el título de tu disco y el leitmotiv de tu gira Abre tu alma, que, en estos tiempos de relaciones exprés, de consumo humano del “úselo y tírelo”, de posmodernidad o del bombardeo de cosas efímeras, hoy en día, desnudar el alma es hasta mucho más íntimo que desnudar el cuerpo. ¿Cómo viviste todo el tiempo de composición del disco y también de largarlo a la cancha? ¿Te sentiste vulnerable? 

Fue bastante duro, porque yo estaba en un momento en que precisaba largar todo, pero, a la vez, tenía ese miedo del qué dirán. Me estoy abriendo, estoy mostrando un lado mío mucho más personal y, en vez de dar mi 50% en lo personal, siento que estaba dando mi 100. Y fuah, mostrarse vulnerable en estos tiempos es heavy. La gente puede ir para los dos lados: ir, por un lado, y escuchar, o utilizar el poder que tienen al verte mal y hacerte mierda. 

Entonces sí, fue difícil. Pero en un momento dije: “Necesito mostrarle a la gente lo que soy”. Porque, además, seguramente hay muchas más personas pasando por lo mismo, sin poder mostrar lo que sienten y yo quiero conectar con eso, ¿entendés? Y creo que eso sucedió. No solo eso, me gusta ver a la gente en mis shows no solamente cantando las canciones, sino sacando la emoción en vivo. 

Claro, porque incluso, hoy en día, hasta se podría decir que vivimos en una dictadura de la felicidad. La gente en las redes sociales están todo el día subiendo fotos sonriendo, por ejemplo. Entonces, esto de desnudarse puede ser hasta un acto de militancia. De decir “mirá, también puedo estar triste y no está mal…”. 

Hoy en día, las redes también, lo que pasa, es que te llevan a mostrar una versión de cuando ya está todo bien, ¿viste? Por eso, yo siempre pienso y digo que son solo 1% de lo que somos. O sea, es muy poco probable que alguien suba una foto llorando porque la gente puede pensar “y esta qué hace…”. 

Y supongo porque a los demás tampoco les gusta ver a los otros tristes porque se pueden ver también a sí mismos… 

Exacto. Es una locura lo que pasa hoy en día, pero está bueno, creo yo, poder habitar las emociones. 

Ya sé que a los músicos no les gusta, es más, les sale un salpullido cada vez que se les pregunta qué hacen, qué género o qué etiqueta los define. Pero los humanos son seres que necesitamos taxonomías o categorías para entender y para explicar lo que ven. ¿Cómo definirías hoy tu música? Me imagino que seguramente sea de una forma diferente también de cuando empezaste. 

Sí. Bueno, la verdad, es que si vos me preguntás un género, no siento que haga solo uno. Sinceramente, a mí lo que más me gusta es experimentar en la música o en los diferentes sonidos, pero sí siento que me identifico mucho con el R&B (N. del. R:. rhythm and blues contemporáneo; combina soul, rhythm and blues, funk, hip hop y EDM), o con lo que es el hip hop. A mí me encanta rapear sobre cualquier pista. Igual, los códigos son siempre los mismos; no es que yo al hacer una canción lenta o algo más cercano al reguetón cambio la dinámica, siempre tiro un rapeo o chanteo mío propio. Pero sí, me cuesta clasificarme, no me va a salir un salpullido [risas], pero es medio difícil. 

[En ese momento la charla se vio interrumpida por el ruido de un aire acondicionado desagotando agua, que, sonando cual catarata, se apoderó de la escena y se escucha en el audio. Nicki dice: “Estoy haciendo pis”, y bromea que estamos haciendo la entrevista en el baño, despertando así la risa de todos los presentes. Otra muestra de esa actitud llena de desenfado]. 

De alguna manera, esta ola de cantantes de trap, música urbana o hip hop posmoderno —o como sea que se los pueda definir— vinieron a suplantar al rock and roll. En el sentido de que, en los setenta, ochenta o noventa, era el género que más identificaba y escuchaban los jóvenes. Esto, evidentemente, cambió. ¿Es una carga para ustedes ocupar este lugar? 

Yo creo que son dos generaciones muy distintas. Yo admiro el rock y me encanta. Y, de hecho, muchas veces pienso cómo me hubiera gustado nacer en esa época. Poder hablar con esos artistas, conocerlos. Porque hoy, obviamente, hay muchos que lamentablemente no están. Pero sí siento que son generaciones distintas, que sienten diferente la música y se defienden de otras formas. Por ejemplo, cuando el rock estaba explotando en Argentina, también pasando muchas cosas a nivel político, y los artistas tuvieron que salir a defender determinadas causas. 

Hoy en día, por otra parte, siento que, a nivel musical, es mucho más fácil salir y exportarse que antes. Por eso siento que el rock solía ser tan nacional [N. del R.: Habla específicamente del rock argentino]. Las redes no estaban y entonces era muy difícil. A veces me pasa con amigos que tengo de afuera que les hablo del Pity o de Charly y no tienen ni idea quiénes son. Y pienso para mí: “Pero ¿cómo no vas a saber?”. Entones, les muestro a Charly tirándose del noveno piso. O les muestro al Pity haciendo “Una vela”. Y entonces no entienden nada, es otro mundo para ellos. 

Y, hoy en día, lamentablemente, la gente cree que la música salió cuando aparecimos nosotros. ¡Pero no, chicos! ¡Hay un mundo! 

Pero ¿te sentís heredera de toda esa cultura del rock? 

Heredera es un poco difícil. Ojalá. Me encantaría, pero siento que no. Porque soy la más chica de cuatro hermanos no llegué a vivir esa generación. Sí, llegué más a la de la cumbia, por ejemplo, del estilo de Los Palmeras. Además, soy de Rosario, que es mucho más de esa música, pero te juro que me encantaría haber nacido antes y ser mucho más parte de la cultura del rock. 

Para terminar, ¿qué le dirías a un uruguayo que escuchó algunas canciones tuyas, pero, en realidad, no te conoce tanto y está dudando de ir a tu show? 

Yo le diría que vaya porque es una experiencia, no es solamente ir a escuchar canciones. Lo creamos para que sea de esa forma. No es como una película, pero hay un principio, algo en el medio y un fin. Y no es algo para una edad particular. Creo que se puede disfrutar desde muchos lados. Se lo recomiendo, aunque obviamente no está obligado. A no ser que me lo cruce. Que tenga cuidado, decile [se ríe socarronamente]. 

***

Luego de terminada la entrevista, Nicki y la producción nos brindaron muy generosamente un camerino para que pudiéramos dejar nuestras cosas y disfrutar del show. Al llegar, algunas de mis compañeras saltaron de la emoción al percatarse de que nos ubicábamos frente por frente con el del Duki. Hay que aceptar que estábamos ante la realeza del género.  

Salimos un rato para hacer tiempo hasta la hora del espectáculo. Al volver, una rato después, la entrada y las puertas del Movistar Arena parecían completamente distintas. Miraras donde miraras, había adolescentes exhalando emoción, pensando en el concierto del que iban a ser parte en escasos minutos. Había cierto ambiente de comunión entre las personas, como si compartieran el sentimiento de que iban a vivenciar una experiencia cuasi religiosa. 

Tras salir de la habitación que nos otorgaron, me dispuse a pasar al campo para ver qué tenía para mostrarnos Abre tu alma. Para hacerlo, pasé por atrás de escenario y vi a los stages trabajando con un sinfín de equipos, consolas y amplificadores, enormes en tamaño y calidad. Ya del otro lado del telón, pasados unos minutos, la rosarina salió al escenario y generó un clamor general entre llantos y emoción. Se notaba que el público había esperado su tiempo para poder ver a su ídola. 

Foto: Cortesía de producción

Foto: Cortesía de producción

En ese momento arrancó la pirotecnia que acompañaría todo el show. Al mayor estilo Kiss, empezaron a salir ráfagas de fuego. Una, dos, tres. Sinceramente, las dejé de contar. Sincronizada con la última, Nicki largó su primer alarido y ya nada sería igual en la noche. 

Mientras se procedían las canciones —quizá sería más certero hablar de hits—, más efectos aparecían sobre el escenario. Desde coreografías de bailarines vestidos con ropa caqui, que tenían un aire a David Byrne, o una suerte de espadas láser que recordaban a las utilizadas en los conciertos de Coldplay o, por qué no, a los de un Jedi de Star Wars. 

Foto: Cortesía de producción

Foto: Cortesía de producción

Pero lo que hay que reconocerle a la cantante es que su afirmación de que el espectáculo era una historia es así. Y uno, al prestar atención, puede ver cómo se va contando un relato que está hilvanado finamente con toda esta serie de efectos especiales, que remiten bagajes cultural personales y por eso enumeré esas referencias a clásicos del rock and roll para describir lo que estaba presenciando. Porque uno también es un ser taxonómico [ver cuarta pregunta en la parte de la entrevista] que necesita categorías para entender y explicar las cosas. Lo que sin duda cabe decir es que el concierto tiene un tono genuino en todo momento. Y que las reacciones del público realmente son impactantes. Es muy cliché hoy, pero podríamos decir que, además de un concierto, lo presentado en el escenario es también una “experiencia”. 

Y en todo momento, Nicole Denise Cucco se para ante el escenario con un dominio extremo, como si lo conociera de toda la vida. A quien escribe, por momentos, le daban reminiscencias a cierto tipo de frontman de otra escuela u época. A fin de cuentas, ¿no dicen que el rock es una actitud? Puede que sí. Puede que no. Lo que no se puede negar es que vale la pena la experiencia de concurrir a uno de estos recitales. Aunque sea por un ejercicio antropológico. Sin dudas, más de una sorpresa se van a llevar. 

Por Manuel Serra