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Contenido creado por Agustina Lombardi
Entrevistas
PLACER Y VÉRTIGO

Con Rozalén: “Hay muchos tabúes alrededor del suicidio y que son muy dolorosos”

La cantautora española regresa a Montevideo para celebrar su décimo aniversario y presentar en el Teatro Solís un viaje por su repertorio.

28.10.2022 17:40

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2022-10-28T17:40:00-03:00
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Por Carlos Dopico

Su nombre completo es María de los Ángeles Rozalén Ortuño, pero en buena parte del mundo la conocen tan solo como Rozalén. Hace una década que la española comenzó su carrera artística como cantante y compositora, pero hace más de tres que, en su Albacete natal, se empeñó en tocar la bandurria, y al menos un par que comenzó a balbucear su repertorio propio. Su pasión es la música, pero su vocación hizo que cursara la carrera de psicología social. Hoy tiene 36 años, cuatro álbumes de estudio, múltiples reconocimientos y una creciente popularidad. A la ligera, su trabajo artístico podría enmarcarse dentro del pop español, sin embargo, bien lejos está de los temas banales y bien cerca de la canción de autor. Ha encabezado festivales rockeros, grabado con la banda punk sevillana Reincidentes o el grupo Boikot, pero del mismo modo, sueña grabar con Silvio Rodríguez, Juan Luis Guerra, Rubén Blades, y declara a Jorge Drexler su devoción.

Trascendió por canciones pegadizas de trazo amable como “Girasoles” y sorprendió con otros estandartes musicales como “La puerta violeta” o “Yo no renuncio”, que grupos feministas han tomado como bandera de manifestación. Su repertorio bien puede incluir ritmos bailables, cantes flamencos y hasta pasar por temas cruciales como el suicidio o la opresión.

En sus videos y presentaciones en vivo la acompaña una interprete de lengua de señas, con quien comparte protagonismo en pro de la inclusión. Hoy siente el placer y el vértigo de estos diez años, y confiesa que necesita tomar aire y darse el tiempo para atravesar el duelo y continuar la maratón.

Llegó a Montevideo por primera vez en 2019, y ahora regresa con toda la banda para tocar en el Teatro Solís, donde promete fiesta y emoción. Desde una habitación en Santiago de Chile, donde descansa previo a su presentación, enciende el Zoom en su tablet para una charla amena en la que va de la risa al llanto y donde habla de todo: sus miedos, sus duelos, sus cicatrices, sus anhelos, sus proyectos, sus hazañas y su compromiso con la canción.

“Hay que meter caña en las canciones y decir cosas importantes”, dijiste hace unos años, en entrevista con el diario El País previo a tu primer concierto en Uruguay. ¿No temes quedar presa de ese precepto autoimpuesto?

Pues sí, la verdad es que a veces tengo miedo de esa presión. Tengo la necesidad de decir cosas profundas, pero no todo el rato. La vida es profunda y una tampoco está apta para opinar de todo, o involucrarse en diferentes causas… Sí que es verdad que valoro mucho la poesía. Me encantan las canciones comprometidas y me sale de manera natural hacerlas, pero pienso: ¿si en algún momento necesito hacer algo ligero se me va a castigar por ello?

En todos los discos creo que hay canciones más cañeras, como dices, pero también otras en las que intentamos evadir las cosas. Lo sano es el equilibrio entre todo.

¿Qué cantautoras son referentes para ti en eso de meter caña en su repertorio?

Violeta Parra, que además lo hacía desde la suavidad profunda, Ana Tijoux me encanta (la rapera mexicana que junto a Drexler grabó “Sacar la voz”) o Amparo Sánchez de Amparanoia.

¿Y cuándo te convenciste de que podías desarrollar una veta de canción de denuncia social pero con un estilo de música pop?

En realidad, todo depende de la producción, porque todas las canciones nacen a guitarrita y voz, al menos las mías. Pues así sería el más puro estilo cantautor, pero luego, el vestido que se le ponga hace que estén dentro del pop, el folk o el rock. Todas las canciones de rock son canciones de autor de primeras… A mí, además, me gusta mucho delegar. Somos un equipo muy grande; mi productor es el mismo de todos los discos y mi banda es la misma de toda la vida, también participan mucho de eso. Nos encantan los ritmos muy bailables… Creo que no está reñido. Pues ahora, los cantautores estamos dentro de festivales de rock y de pop… pero, el trasfondo, o la canción de protesta, está detrás.

Irrumpiste en la escena musical hace menos de una década. ¿Cómo has vivido el vértigo de la popularidad, sobre todo ahora, donde estableces un vínculo con un discográfica internacional?

Pues, creo que ya necesito parar para digerir. Han pasado cosas tan fuertes, unas detrás de otras. Hay veces, cuando en las entrevistas me dicen: has logrado tal y cual cosa, recibido tal y cual premio, compartido con tal o cual artista, pienso: ¿Es a mí a quien le están hablando? Tengo que saborear todo esto, pero me parece muy surrealista. Fíjate que he cantado con todos mis maestros… Es muy intenso viajar y empezar de cero en distintos lugares… Viajar te hace ser mejor persona, alcanzar la empatía te hace más bonito el camino. Es verdad que es muy duro mucho de lo que he vivido; la exposición, la falta de libertad a veces… pero no lo cambiaría por nada.

Eres oriunda de Albacete, antes de comenzar tu carrera, ¿cómo fue tu llegada a Madrid?

Iba a ser psicóloga. Cuando llegué a Madrid a hacer musicoterapia pues, trabajé de mil cosas, muy mal pagadas… (Risas) Iba dejando mis maquetas en CDs en distintas casas disqueras, tocando para 10, 15 personas… Trabajaba con niños en colegios y me pagaban 5 euros la hora. A veces me tiraba todo el día trabajando para hacer 20 euros, y que en una hora tocando en la calle me sacaba más… (Risas). El ritmo de vida que llevo ahora es mucho más machacante.

¿Incursionaste como música callejera?

Sí, claro. Toqué por la calle en varias ciudades. Pero, últimamente, ya sobre todo tocaba en pequeñas salas, guitarra y voz, para muy poquita gente. En mis primeros conciertos por las distintas ciudades, el día que metía 15 o 20 personas era un éxito. (Risas)

Mucha gente lo ve desde fuera como un boom, pero para mí fue un trabajo a fuego lento. Llevo tocando desde los 16 años, e instrumentos toco desde los siete.

La canción “Girasoles” es una de tus composiciones más conocidas, ¿cómo nace?

Es, sobre todo, un canto para la gente buena, que es la que abunda. Es una canción en la que el estribillo dice: “Tienes en los ojos girasoles y cuando me miras, me haces sentir el Sol”, que es como se tiene que amar, encontrar una relación en la que te hagan sentir bien. Así de simple y, a veces, así de difícil.

Llegaste por primera vez a Montevideo en 2019, justo antes de la pandemia, y desde entonces produjiste dos nuevos trabajos discográficos. Por un lado, El árbol y el bosque (con el que está de gira) y por otro Matriz (próximo a editarse), un recorrido por el folclore de las distintas regiones de España, del que has adelantado “Te quiero porque te quiero” junto a Rodrigo Cuevas. ¿Cómo fue el proceso de producción de ese próximo disco? ¿Cuánto de investigación implicó para ti ese álbum?

Matriz va a salir el 11 de noviembre y va a ser muy fuerte. Yo comencé tocando la bandurria a los siete años —que es como el laúd, así chiquitito—, y ahora he grabado canciones que cantaba con mis abuelos, con mis padres, en aquellos tiempos… He cantado en casi todas las lenguas idiomáticas de España: en catalán —con Silvia Pérez Cruz—, en gallego, en euskera, asturiano… Aún así, me faltan, pero era la manera más honesta, más hermosa de decirle a la gente: “Gracias y te quiero”, por estos diez años. La excusa ha sido el décimo aniversario. Yo ya llevaba tiempo queriendo hacer algo de folk, y por fin encontré la buena excusa.

Hay muchas canciones de mi zona, de Castilla de la Mancha, de Las Castillas… pero el folclore es infinito. Y sí, hay mucho de investigación. El folclore ibérico es riquísimo, con ritmos que me parecen imposibles de memorizar e incorporar, en plan trece por no sé cuánto… Fíjate que hay muchas letras del repertorio que no están registradas en ningún sitio y, de pronto, alguien conserva un audio de su abuela cantándola… Es inabarcable, infinito. Y cuando empiezas a indagar en la instrumentación ves que, además, originalmente se cantaba en las cocinas, y se tocaba con las cucharas y las sartenes, o con las herramientas del campo. Es amplísimo.

En este disco, pues, he tenido, además, mucha carga emocional. Me ido a grabar a la tumba de mi padre, de mis abuelos… Hay mucho respeto por los ancestros, por las diferentes culturas y tradiciones; están reflejadas muchas partes de España, a través de las canciones que se transmitían por vía oral. También hay piezas de nueva creación: una jota que he hecho para Albacete —que es mi ciudad—, una canción con Silvia Pérez Cruz, que ha compuesto ella, una habanera…

Espero que os emocione y os guste, porque hay mucha riqueza y variedad.

¿Grabaron en cada una de las localidades o trajeron todo el material para grabar en un estudio base?

Casi siempre he grabado en el estudio de Ismael —mi productor—, que es en Torre La Guardia, en Madrid, pero como hemos ido grabando a lo largo de esta gira, algunas cosas las he ido grabado en habitaciones de hotel. Poníamos los colchones contra la pared, llevábamos los micros y consola, y me improvisaban un estudio de grabación en mis habitaciones (risas).

O sea, ¿las tomas definitivas tienen también que ver con tu gira y las habitaciones donde has pasado las últimas noches durante los distintos destinos?

¡Exacto! Y luego, los interludios los grabé caminando con un micrófono por los cementerios de mi pueblo. Ahí se meten las chicharras, las campanas de la iglesia, y se nota lo que me duele a mí la garganta de la emoción.

La edición va a ser casi pegada al término de esta gira. ¿Es un disco que vas a salir a acompañar también con presentaciones en vivo?

Mira, como es en motivo del décimo aniversario no vamos a girar. Lo vamos a presentar en cinco ciudades de España, en diciembre y ya…

¿O sea que no sería formalmente tu próximo álbum de estudio?

En principio no, pero mira, está dando tanto que hablar que vamos a ver… Esas cinco ciudades las haremos antes de parar a descansar y ponerme ya a componer lo nuevo.

Volvamos al disco con el que estás de gira, El árbol y el bosque, ¿es una especie de analogía de Rozalén y su contexto? ¿Lo podrías definir como tu trabajo más íntimo, más autoreferencial?

Mira, el anterior, Cuando el río suena, hablaba de muchas cosas de mi familia, como una especie de constelación familiar. Creo que, incluso, el más intimo fue ese, porque no solo contaba lo mío, contaba lo mío y lo de mi familia, y encima con historias muy duras. Entonces, con ese, que me costó mucho, sentí como que todos mis fantasmas estuvieran encima. Ya El árbol y el bosque fue, quizás sí, el más terapéutico, el más introspectivo; era como: “Vale, ya he hablado de mi familia y contado algunas cosas, entonces ahora me toca ponerme frente al espejo”. Es como si yo me quisiera dar consejos de lo que debería hacer y no hago. (Risas) Quererme más, cuidarme más, descansar más para poder estar pa’ los demás. El árbol… es más existencialista porque, de repente, en la canción “Y busqué” me pregunto qué hago cuando me doy cuenta de que la vida es una eterna búsqueda. Hablo también de la muerte, sobre lo que me gustaría que hicieran el día que me muera. Creo que este disco es de mucho existencialismo, y claro, también mucha crítica social con “La línea” por la crisis migratoria, con “Loba”, que es una canción al opresor, y el homenaje a Silvio Rodríguez con “La maza”; bueno, a Silvio y a la Negra Sosa, que también cantó esa canción.

Fragmento de “La línea” - No solo mata el que asesina, / también arrebata la vida quien deja morir. / ¿Quién dibujó esa línea / que separa a tu alma de la mía? / ¿Quién decidió darle solo a una valor?

El año pasado produjiste una canción referente al suicidio, “Agarrarte a la vida”, una problemática que bien conocemos en Uruguay —un pequeño país con una de las más altas tasas de autoeliminación en Latinoamérica y el mundo—. ¿Cómo fue ese trabajo compositivo, para el que echaste mano también a tu formación como psicóloga social?

Es que con todo el tema de la pandemia esto se ha disparado muchísimo y sobre todo se da que es una causa de muerte de muchos adolescentes y gente muy joven. Sorprende porque una cree que es cuando menos debería ocurrir, porque están en la primavera de la vida. Creo que llego tarde a hacer la canción, por la formación que tengo, pero como muchas otras cosas de la vida, hasta que no te pasan cerca, se posponen. Tengo muchos casos, tanto en la familia como en mi entorno cercano en donde, últimamente, han habido intentos de suicidio, depresiones profundas, y se me ha puesto delante.

Para hacer la canción he recurrido hasta profesores míos de la carrera, porque es un tema tan delicado que no quería que hubiese frases que, sin querer, dijesen todo lo contrario. Es una canción que ojalá la gente que está en el pozo le acaricie o le calme. Pero me he dado cuenta, por los comentarios de YouTube, te das cuenta de lo poco que se ha hablado de esto. Hay mensajes de familiares que han perdido alguien de esa forma. También ves cómo la culpa o la responsabilidad está tan presente en este tema, ya no solo por quienes se van sino por quien se queda. Puede ser una canción que te ayude a entender qué le pasa por la cabeza a alguien que decide quitarse la vida.

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En España, en 2021 se registraron 3.941 suicidios; 11 al día, 1 cada 2 horas. A pesar de esto, mientras que la tasa general de suicidios en Europa es de 15,4 cada 100 mil habitantes, en Uruguay, la problemática es aún mayor. El año pasado se registró un aumento de casos con 758 suicidios, 21,39 por cada 100 mil habitantes; más de 2 suicidios por día. Para entender el tenor del asunto, vale tener en cuenta que en nuestro país hay más suicidios que homicidios y muertes por accidentes de tránsito. Según datos de la OMS, alrededor de un millón de personas en el mundo se quita la vida anualmente, una cada cuarenta segundos.

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Mucha de la inspiración provino de un caso muy próximo, una amiga muy cercana… ¿Cómo vives el hecho de reintepretar en cada show una obra arraigada tan íntimamente a tu vida?

Sí, esta amiga de toda la vida está aún en recuperación. Está en el proceso. Todas las canciones que tienen una temática relacionada con lo vital hacen que, al momento de interpretarlas, vuelvas a vivir parte de los motivos, del por qué la hiciste, a revolver cosas y desear que todo vaya bien.

En ese trabajo y compromiso en la composición sé que estuviste leyendo muchas cartas de suicidas, esa última correspondencia que, casi como un ritual, dejan escrita quienes lo intentan. ¿Qué te dejó esa experiencia? ¿Encontraste un hilo transversal en todas ellas?

Mira, la verdad que es muy intenso. Internet está repleto de cartas suicidas, pero también hay libros completos sobre el tema, incluso de personajes famosos que se han quitado la vida y han dejado una nota última. Pues, eso lo que permite es acercarte a la mente suicida y a mí eso me interesa por el tema psicológico. Yo amo mucho la vida, pero no puedes meter tu pensamiento en el de los demás. Se nota que en ese momento lo que quieren es dejar de sufrir. No es una cuestión de cobardía. Es tal el sufrimiento que es la única salida aparente. Están tan concentrados en su dolor que no pueden contemplar el dolor que van a dejar fuera.

Hay algunos versos de la canción, de la estructura original, que tuviste que modificar por entender más claramente la problemática.

Sí, precisamente. La canción comienza diciendo: “Sé de los fantasmas que habitan en ti, del pozo frío u oscuro del que no logras salir, de los cristales atravesando tu garganta gris, y ya solo contemplas una forma de dejar de sufrir”. Pero antes esa frase decía: “Solo contemplas una forma de huir”, y mi amiga me dijo: “No me llames cobarde porque yo lo que quiero es que este dolor pare. Quiero dejar de sufrir”. Eso es algo que se comenta mucho en este tema. Luego cometí un error grande como psicóloga, que también corregí. Decía: “Todo puede volver”, y eso no es así. Ese verso cambió por: “La ilusión puede volver. Distinta, pero puede volver”. Porque yo no puedo devolverle a una madre un hijo que acaba de perder… no es real. Pero la vida tiene distintas etapas y diferentes ilusiones que la arropan, entonces, ese color distinto, esa luz nueva, puede traer un respiro. Esa frase puede calmar o animar de manera real.

Imagino que estaba la premisa de dar esperanza, hacer foco en lo posible.

Sí, totalmente. Yo también tenía dudas con la estrofa “Lo que daría por agarrarte a la vida. Conduciría a todos tus monstruos hacia el paredón. Lo que daría por agarrarte a la vida, pero solo tú, solo tú puedes jugar a ser Dios”. Sobre todo tenía dudas sobre esa última frase; no quería causar responsabilidad o culpa en las personas que están cursando ese proceso. Comentándolo con varios expertos me dijeron que estaba bien, a pesar de lo fuerte de la sentencia, porque les decía que solo ellos tienen el poder de decisión. Tenía miedo porque podía generar diferencias, ya sabes… A la gente que se suicidaba no la enterraban en camposanto, con eso de que es Dios quien quita y da la vida… Hay muchos tabúes alrededor del tema del suicidio y que son muy dolorosos.

“La puerta violeta” o “Yo no renuncio” son de esas composiciones que te han perfilado claramente en una perspectiva feminista, inclusiva, y se han tomado como bandera.

“La puerta violeta” es una canción que tengo claro que voy a cantar toda la vida. Yo escribí esa canción para hablar de la violencia psicológica. Acababa de vivir una relación súper tóxica… Creo que no me pudo humillar más de todas las formas sin tocarme un pelo. Y yo pensaba que no estaba siendo explícita, pero con la ola feminista de España del 8M sonaba todo el tiempo. Ahora la usan los colegios, educan con ella y es muy fuerte… Esa canción ya no es mía. Me sorprendió que la acogieran como canción contra la violencia machista. Imagina la cantidad de mensajes y barbaridades que me cuentan miles de mujeres…

Es fácil presumir que te ha traído también agresiones y toda una embestida machista.

Bueno, cuando haces algo y a cierto sector le quitas privilegios, pues claro, hay una reacción. Al principio me sentía más atacada porque creía que cuando 20 personas te dicen “ojalá te mueras”, el mundo entero estaba contra ti. Pero en absoluto, yo me siento querida. Es de ellos el problema.

Has dicho que, para triunfar, además de talento, “se necesita suerte, trabajo y timing”. ¿De esas tres, cuál es la vertiente que más dificultad te genera, la que más debes perseguir a diario?

Bueno, la suerte te llega o no. El tiempo es lo más valioso. A veces necesitas el tiempo de vivir cosas para poder contar historias… Hecho de menos el tiempo para eso… Es muy loco, tengo cosas preciosas, pero no tengo encuentros…

¿No sales de fiesta en las giras, no te reúnes con amigos?

Muy poco. Cuando tengo mucho trabajo me cuido al extremo. Pero me encantan las fiestas y tomarme un trago con los amigos.

Es muy interesante la inclusión de Beatriz (interprete de señas) dentro del espectáculo y, sobre todo, eso de darle un espacio central y no a un costado, como algo accesorio. Al mismo tiempo, quiero saber si en algún momento lo concibieron como algo performático, porque no deja de estar bailando a tu lado.

Mira, qué coincidencia, precisamente, Jorge Drexler, la primera vez que nos vio, me dijo: “Es como si llevaras un cuerpo de baile al lado”. Es verdad, le damos mucha importancia a la parte artística de la lengua de signos. Por eso, precisamente, queremos que esté en el centro. Ellas suelen estar en una esquina, y de esta manera compartimos protagonismo. Las personas de un simple vistazo nos ven a las dos. Ella intenta también hacer señas de signos de una forma muy visual, más entendible e internacional.

¿Hay alguien en tu familia o tu entorno cercano que curse esa dificultad y te haya motivado a ti a esta conciencia inclusiva? ¿Has aprendido ya algo de este lenguaje de señas?

No, nadie en mi familia. Y sí, alguna cosa he aprendido con Beatriz y con los encuentros con personas de baja o nula audición. Evidentemente tenemos mucho contacto con ellos. Pero me gustaría aprender mucho más, claro.

¿Dónde la conociste?

La conocí en Perú, haciendo cooperación internacional. A cada una, independientemente, nos habían dado una beca y allí nos conocimos. Yo estudiaba psicología social y ella trabajaba en un instituto con sordos.

En una en una entrevista argentina dijiste que 2023 va a ser un año en el que volverás a componer y en el que necesitas enfrentarte a cosas personales que van a doler. ¿Hay algún proceso particular que vayas a cursar o te referías al dolor de la creación?

Bueno, sobre todo a que me tengo que enfrentar al duelo. En año y medio he perdido a mi abuela, mi padre, a un tío muy querido y cercano… Hoy me dieron la noticia de otro ser querido que se ha marchado… ¡Ya, anestésiame! No sé cómo explicarlo. Mira, de solo hablarlo se me hace un nudo en la garganta. Necesito enfrentarlo y pasar tiempo con mi familia y otras mil cosas personales que necesito digerir. En todo eso va a haber canciones, porque es mi vía de escape. Tiemblo por la Navidad porque va a ser tristísima.

¿Cómo describirías tu admiración por Jorge Drexler, a quién ya le has confesado personalmente y con quien has podido compartir escenario?

Sí, Drexler tiene para mí una carga emocional muy grande. Mi papá se murió este año, en febrero, y el único disco que me regaló mi padre porque él quiso fue Eco de Jorge Drexler. Mi padre era sacerdote —secularizado ya porque conoció a mi madre y tuvo que cambiar de camino—, y se enamoró locamente de la “Milonga del moro judío”. Con decirte que en el funeral de mi padre yo canté esa canción, imagínate. Al mes estuve contando con Drexler en Costa Rica.

Drexler es uno de esos artistas en los que muchas de mi generación nos queremos mirar. Tiene una calidad suprema en la poesía, en lo musical, lo rítmico, los colores… Mezcla con novedad, no solo por la incorporación de la electrónica sino ahora el juego que tiene con C. Tangana y cosas así. A la vez, es popular porque lo entiende todo el mundo. A veces, las cosas que son muy sofisticadas se pierden y quedan en un sitio donde solo unos pocos disfrutan. Drexler no, es transversal… Es el mejor. (Risas) Te das cuenta que lo amo, sé millones de canciones de él. Cada vez que Jorge saca un disco es una celebración para todos los músicos. Y creo que me quiere mucho también.

Has compartido grabación con una gran cantidad de referentes de distintos géneros, desde los sevillanos punk Reincidentes al catalán Joan Manuel Serrat, pasando por el argentino Abel Pintos o la española Silvia Pérez Cruz. Sé que sueñas con la idea de grabar con el uruguayo Jorge Drexler. ¿Con quien más te gustaría?

Hay mucha gente joven que ha hecho cosas muy interesantes. Claro que podría decirte varios: Silvio Rodríguez, Residente de Calle 13, con Rubén Blades… Yo canté para él en los Grammys y hemos coqueteado con la idea… Me moriría por hacer algo con él o con Juan Luis Guerra.

¿Y hay alguna mujer?

Bueno, con Silvia Pérez Cruz acabo de grabar. Con Ana Tijoux me encantaría, con la chavala de Colombia que se llama La Muchacha, con la chilena Francisca Valenzuela, con la mexicana Silvana Astrada, Luz Casal que es otras de las maestras…

Cuéntame sobre el show que darás el próximo miércoles en Montevideo, nada menos que en el Teatro Solís.

Pues, es la primera vez que vamos con toda la banda y va a ser uno de los últimos de la gira celebrando el décimo aniversario. Y claro, va a ser un concierto inclusivo, con Beatriz en lengua de señas de arriba a abajo. Que la gente vaya preparada para pasar por muchas emociones y terminar con un auténtico fiestón, que es lo que nos merecemos.

La cita es el miércoles 2 de noviembre a las 21 horas en la sala principal del Teatro Solís. Localidades entre $ 1.600 y $2.500