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Entrevistas
Cambiaste mareas y corrientes

Con Silvana Estrada, que tocará en Uruguay: “Yo creo que escribir de amor es político”

La artista mexicana se presentará el próximo 11 de octubre a las 21:00 en la Sala Zitarrosa. Antes habló con LatidoBEAT.

26.09.2023 15:12

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2023-09-26T15:12:00-03:00
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Por Valentina Temesio

Silvana Estrada se crio en la montaña, en un pueblo cafetero donde hay muchos ríos, cascadas, plátanos y orquídeas. Coatepec, dice, es parte de una biosfera que se llama bosque de niebla: es muy fértil y todo crece. Allí, en ese rincón de México, donde la selva y el bosque se mezclan, donde el verde predomina, hay también violencia. Cuando Estrada era chica, era muy seguro. Ahora, en 2023, ya no. “Ha cambiado un poquitín”, reconoce.

Ese mismo pueblo, que es uno de los 212 municipios de Veracruz, es también parte del territorio en el que suena el son jarocho, una “música bien colectiva”. “El folclor de mi región es muy generoso, porque elimina la figura del artista: todo el mundo canta y baila”, dice Silvana, la música mexicana de 26 años que ha cruzado las fronteras de su país.

El género de su tierra, dice la cantautora, se remonta al origen “más primigenio de la música”. El son jarocho es comunitario, sanador, genera lazos. Allí, todo el mundo toca, baila y canta: no existe la figura de la cantante o del cantante, del músico o de la música.

Quizá sea por eso que para Estrada, nominada a los premios Grammy Latino, el concepto de comunidad haya sido tan fuerte. Desde el momento en el que se preguntó para qué hace música, resonó el concepto de colectividad: trabajar para la gente que la escucha, generar un espacio seguro durante su show. Porque, para ella, la gente “se vulnera con las canciones”. Porque cuando escribe se muestra “honesta” y se abre al mundo, el mismo por el que escribe, para entenderlo.

A lo largo de su camino artístico, Estrada le ha cantado al amor. Se ha mostrado vulnerable en Marchita, ha hablado a su pueblo, ha creado canciones que, sin buscarlo, representan colectivos como el LGBTQ+. También su música llegó a la lista de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, que hizo para combatir el narcotráfico; compartió con Jorge Drexler; fusionó géneros y encontró (y sigue encontrando) su raíz.

Este 11 de octubre la mexicana tocará en la Sala Zitarrosa junto con su banda.

Viviste en una casa en la que había mucha música por tus padres, que son luthieres. ¿Te acordás en qué momento te impactó?

Creo que siempre me impactó mucho la música, de maneras muy distintas. Los momentos más felices de mi vida siempre tienen música, desde que soy niña. Me acuerdo de las canciones que me cantaba mi mamá para dormir, de los discos que ponía para cocinar, o los que ponía mi papá en el coche. Me impactó siempre cómo los momentos que podían pasar desapercibidos se podían volver tan valiosos con un buen disco. Mi primer recuerdo de estar conmocionada, de que se me cayeran las lágrimas sin sentido aparente, fue en el coche yendo a la escuela escuchando [Piotr Ilich] Chaikovski. 

¿Cuántos años tenías?

Once, por ahí. Justamente, por vivir con tanta cercanía a la música y a los músicos, está bueno no romantizar la vida de los músicos. Vivimos muy normal y trabajamos un montón. Fue muy bueno asentar mi realidad como alguien que hizo de la música su oficio. Me sirvió mucho vivir con mis papás, que hacen instrumentos y se dedican a un oficio súper generoso, porque facilita las herramientas a los creadores. Como creadora también siento que le facilito la música a la gente, crecí mucho con esta idea de eliminar un poco el artista y sentir que todos trabajamos por un bien más grande, sobre todo los que hacemos canciones, que estamos ahí aguantando la música popular, estamos generando cultura para otros.

De alguna manera, mantienen viva la cultura.

Yo me siento bastante contenta de cómo he hecho las cosas, porque me siento muy bien recibida en el mundo del folclor. Creo que lo que hago tiene que ver con la raíz, pero también me siento muy libre. Es ese equilibrio de mantener una identidad, llevar la identidad como bandera sin que te bloquee un poco la experimentación.

¿Alguna vez te sentiste encasillada?

Quizá cuando estudié jazz [en la Universidad de Xapala, Vercruz], pero hubiera pasado con cualquier cosa. Porque cuando te escolarizas, un poco lo haces para sacarte buenas calificaciones o para que un grupo de personas que conviven dentro de un mismo estilo te avalen y aprueben. Evidentemente va a haber una suerte de opresión y de querer pertenecer; en un salón de clases hay que tocar lo que hay que tocar, aunque escribas canciones muy bonitas. En esa época sí me sentí muy presionada por pertenecer al estilo que era lo que se llevaba en la escuela.

¿De la academia?

Sí, una vez que dejé la escuela me pregunté para quién hago lo que hago. Obviamente, para mí primero, pero ya nadie me va a calificar en un salón a meterme un seis o un diez. ¿Para quién estoy creando?

Hiciste una lista en la Rolling Stone, en la que dijiste que uno de los discos que más te marcó es de Mercedes Sosa (Merecedes Sosa En Argentina). ¿Por qué?

En mi familia escucharon muchos discos de protesta, mis papás son de los 60. Teníamos siempre a Chico Buarque, Mercedes Sosa, muchas voces muy poderosas en el contexto latinoamericano. Mercedes me cambió la vida, fue esa persona que me enseñó un poco el poder social de la voz. Yo vengo de un territorio muy azotado por la violencia, por el narcotráfico, por el saqueo; muchísimos malos gobernantes, ladrones, asesinos. Y, un poco, Mercedes es esta voz que me enseñó que se puede hablar y cantar sobre estos temas desde lugares tan diversos. Yo la escucho y es puro amor, y pienso: qué importante es poder transmitir tanto amor y tanta generosidad y cariño y cuidado en temas tan sórdidos y tan duros.

Al mismo tiempo, sos parte de una generación que tiene cosas para decir. Por ejemplo, en “Si me matan” hay una canción que habla sobre la violencia basada en género. ¿Cuáles son las cosas que querés transmitir?

Es bien fuerte porque yo soy una persona muy política, y me preguntan por qué no hago música política. Yo creo que escribir de amor es político, al final soy alguien que escribe canciones de amor y desamor desde un punto de vista que, creo yo, es muy perteneciente a mi generación, no veo tan claramente que alguien existiera.

En tus canciones, sos la protagonista de tu propia historia.

Eso es bien poderoso, ¿no? “Te guardo”, que es muy personal, muy desde mi propia experiencia del amor, ha sido tomada hermosamente por el colectivo LGBTQ+ y me ha impactado muchísimo. Hay historias hermosas. En Cartagena, en España, una chica se acercó y me dijo: “Mirá, esta canción me ha ayudado porque yo tenía mi compañera y nuestras familias hicieron todo para separarnos. Ahora yo me salí de mi casa y esta canción, aunque no podemos hablar, es la que escuchamos para seguir comunicándonos. Nos recordamos a través de esta canción”.

Yo pensaba: qué fuerte, porque al final, los grandes sentimientos, cuando los expresas con libertad, son bien universales. No hay manera de que no sepamos todos los humanos lo que es la nostalgia o la impotencia o la rabia o el amor o la injusticia. Creo que, al ser yo portadora de mi voz y narrar mis historias desde mi punto de vista personal, que al final, desde lo particular, genera una voz mucho más global. Siento que es bien importante.

¿Para vos hacer música es una manera de desahogarte?

Para mí ser música es mi manera de entender el mundo y darle dirección. Siento que, para mí, ser música es tener un lenguaje más amplio y libre. Por eso escribo mucho del desamor y del amor, de estas emociones grandes de las que hablábamos, porque siento que nuestros lenguajes no tienen suficientes palabras para describir tanto que sentimos, ahí entra la poesía, la metáfora, la música. Esa es mi manera de vincularme la realidad.

¿Cómo fusionás las letras con la música?

Para mí es mucho más fácil la música: cantar y generar melodías para mí es bien natural, lo hago mucho. No me da vergüenza, creo que el gran problema siempre es el ego. Escribir, a veces, me hace sufrir, porque no encuentro qué quiero decir. Encontrar qué decir es difícil, porque yo intento ser muy honesta; escribir con la urgencia de escribir, que sea algo pertinente para mí, no irme por las ramas, confrontarme cuando escribo. La melodía y letra, para mí, están conectadas: una palabra ya tiene una música que hay que encontrar.

Marchita, tu último disco, es un disco en el que te mostrás, quizá, vulnerable. ¿Cómo fue?

Es un disco que a mí y a la gente que se ha permitido escucharlo con el corazón abierto, nos ha enseñado que desde la vulnerabilidad se genera mucha fuerza y fortaleza. Es un disco con mucho poderío, porque siento que al ser tan minimalista y tan transparente, tan visceral, tiene mucha belleza y fuerza. Esa vulnerabilidad le da la fuerza que es lo que hace bello al disco. Me he sentido muy fuerte cantando esas canciones, porque las he cantado sola mucho tiempo. Ahora tengo banda, pero muchos años las canté yo con mi cuatro. Eso tenía onda, tiene riesgo, adrenalina, y valentía, la de de contar la historia de una sin querer maquillar nada, pararme así solita con mi instrumento que es chiquito y decir: esta soy yo y ahí les voy.

Tus canciones acompañaron tu propio crecimiento artístico. ¿Cómo lo viviste?

Es fuerte lo que pasa con las canciones, te acompañan y las buenas te cuidan, no te dejan caer. Van significando cosas distintas, también, con el tiempo, se van resignificando, la gente también te da significados bonitos que tú no te imaginas.

Por ejemplo, “Brindo” durante la pandemia fue de despedida para gente que perdió a sus seres queridos. Ahora que perdí a alguien muy cercano, “Brindo” es otra cosa. Hay golpes que reinventan tus canciones. 

Por Valentina Temesio