Por Carlos Dopico
Carlos Dopico
En 2020, en medio del confinamiento por la pandemia del covid-19, el hasta entonces músico, compositor y docente argentino Martín Ameconi colgó los instrumentos y se puso a dibujar. La experiencia no era nueva, aunque sí distante en el tiempo; evocaba una práctica que había transitado durante su infancia en el vértice inferior derecho de sus cuadernos de la primaria. “Por entonces, de pibe, hacía animaciones sobre las puntas de los cuadernos y al pasar rápido las hojas se generaba el movimiento”, explica Ameconi.
En ese contexto, en el que venía de estrenar junto a Los Pulpos (su más reciente banda) el disco El baile de los salvajes, sin mayores pretensiones se puso a jugar. Necesitaba refugio y una célebre legión de amigos con los que permanecer en el mundo desde otro lugar. “Además de la pandemia, la estaba pasando bastante mal, con algunos quilombos familiares. Era una forma de ponerme en una situación agradable cuando no lo estaba”, confiesa Ameconi.
El personaje enmascarado sobre el que había edificado el concepto de sus últimas canciones tomó vida y, de repente, comenzó a poblar las Animaciones Salvajes que lo llevarían a viajar.
“En la tapa de aquel disco yo aparezco con una máscara de zorro y la idea viene desde ahí”, aclara.
Dibujos sencillos de trazo variable, un protagonista como testigo privilegiado, una banda sonora clásica e icónica y fragmentos gloriosos del universo creativo de artistas del rock hicieron que esta serie web animada de grageas musicales captara mi atención.
Desde tomarse un vino con Lou Reed o Joni Mitchell, un whisky con David Bowie o unos tragos con Fito Paéz tocando al piano, a sentarse al fuego junto a Mercedes Sosa, con los pies en el río junto a Liliana Herrero, en el bar del cuadro de Hopper (Nighthawks, 1942) junto a Tom Waits o salir de ruta con Bob Dylan montado en su Triumph T100, las posibilidades eran infinitas.
Pasaron ya más de dos años y lo que comenzó como un chiste entre amigos devino en toda una serie animada y sus derivados con miles de seguidores; distintos proyectos laborales y vínculos con celebridades musicales a las que quizá alguna vez soñó con telonear.
Salva es el personaje tras el antifaz de zorro (no el héroe a caballo creado a principios del siglo XX por Johnston McCulley), es el testigo silencioso de las reveladoras confesiones de toda una camada de artistas de la escena musical argentina y mundial: Charly García, Fabiana Cantilo, Luis Alberto Spinetta, Andrés Calamaro, Gustavo Cerati, Nina Simone, Keith Richards, Patti Smith y tantos más.
Desde su departamento en Buenos Aires, entre los teclados y la táblet para dibujar, el hoy músico pero también ilustrador y realizador Martín Ameconi, conversó con LatidoBEAT sobre las tres temporadas de su proyecto Animaciones Salvajes; la apertura del concierto para Fito Páez; los videos animados para los temas más recientes de Andrés Calamaro; las influencias de The Midnight Gospel o los piques que robó de Los Simpsons y Bojack Horseman; la novela gráfica que pergeña y las revelaciones entre cientos de frases del ambiente musical.
Al día de la fecha, Animaciones Salvajes prepara su cuarta temporada y se vienen nuevos episodios de la serie El mundo de Salva.
Leí que al momento de la pandemia venías componiendo canciones frenéticamente —a lo Calamaro— y de pronto comenzaste a dibujar como un demente. ¿Por qué?
Creo que estaba un poco agotado de las canciones, o al menos sentí que ya había hecho mucho. Venía de presentar un disco que era El baile de los salvajes, que de hecho es de donde nace el nombre del proyecto y deviene Animaciones Salvajes. El baile… era el último proyecto musical que había tenido y el último disco que había hecho antes de la pandemia. Al comienzo me presentaba como Martín Ameconi y Los Pulpos y a fines del 2019 el proyecto fue El Baile de los Salvajes. Pero llegó la pandemia. En la etapa de aquel disco yo aparezco con una máscara de zorro y la idea viene desde ahí.
¿Qué encontraste en el dibujo que no te daban las canciones?
Me encontré en el 2020 con los dibujos muy de casualidad. La verdad que lo arranqué como un chiste, casi; como un pasatiempo recuperado de algo que hacía cuando chico. Por entonces, de pibe, hacía animaciones sobre las puntas de los cuadernos y que al pasar rápido las hojas se generaba el movimiento. Yo pensaba hacer cuatro o cinco animaciones: una con Charly, con Fito, Spinetta y Calamaro. No esperaba hacer tantas. Las primeras las hacía con audios de mis amigos y unos primos chiquitos. Pero en un momento se me ocurrió algo más desarrollado.
¿Hubo alguna influencia detonadora que te empujara al papel en blanco?
Bueno, en 2020 salió The Midnight Gospel, una serie que estaba en Netflix que me había encantado la idea. Es una serie hecha sobre un podcast que existía previamente. Hay veces que la animación dialoga con lo que se está diciendo y hay otras veces que no, y es uno quien hace la unión entre la imagen y el audio. Cuando la vi, me gustó mucho la idea. Porque cuando hacés un dibujo animado siempre pensás en que alguien ponga posteriormente la voz a la animación. Esto era al revés; ya existía el podcast previamente. Cuando lo vi dije: esto está bueno para que lo haga alguien de acá con audios argentinos, pero nunca pensé que lo terminaría haciendo yo. (Risas.) Siempre proyecté que lo hiciera alguien que supiese dibujar. Y me encontré con que terminé haciéndolo, con bastante menos presupuesto.
Fue muy de a poco, paso a paso, mientras la gente y yo mismo nos íbamos entusiasmando. Era un lenguaje que yo había dejado en un momento de mi vida, cuando me volqué cien por ciento a la música. Tuve que empezar a investigar en el mundo de animadores, dibujantes, novelas gráficas. De repente, luego de años en la música, me encontré con un universo nuevo a descubrir.
Y ¿qué herramientas disponías para comenzar el juego?
Al principio las animaciones las hacía en el celular, para que tengas referencia. (Risas.) De hecho, la primera animación la hice con el dedo, no tenía ni un lapicito. Después conseguí un lápiz; más tarde me prestaron una táblet, y con eso trabajé bastante. Pero los software, tanto para celular como para táblet, no son tan poderosos como los de una compu de escritorio. Y como tenía ganas de hacer el pasaje a programas más sofisticados, conseguí una tableta gráfica que se conecta a la PC y duplica el monitor; puedo dibujar mirando en la tableta, casi como dibujar sobre papel. En la temporada 2 se ve el salto de calidad. Empecé a mirar videos de YouTube y estudiar también los programas de edición. En internet podés ver fotograma a fotograma las animaciones de Los Simpsons o Bojack Horseman, y de ahí robé bastante información.
Ahora ya tengo una tableta bastante grande y también una computadora nueva. Son herramientas muy importantes porque la animación lleva mucho tiempo y ocupa mucho espacio. Para que se mueva un brazo de un personaje de forma fluida de repente estás varios días.
“Para escribir y hacer canciones no es necesaria la guita; hace falta tiempo”, dice Fito Páez en uno de los fragmentos que utilizaste. ¿Lo mismo encontraste en la animación de dibujos?
Sí, para hacer arte —sin ponerlo en un lugar inalcanzable, porque es un oficio más— hay que dedicarle mucho tiempo. Es difícil contabilizar la producción; esa cosa de que de acá a hasta acá se me van a ocurrir ideas buenas… No funciona así. (Risas.) Te ponés de tal hora hasta tal hora para ejecutar la idea, pero no para concebirla. Sí, necesitas tiempo. Mientras más herramientas y recursos tengas, más vas a poder acceder a otra cosa, y eso sí lleva inversión y dinero. Pero lo básico es el tiempo, incluso comprando un cuaderno. Del mismo modo, con una guitarra parchada podés hacer música. El tiempo es fundamental.
Esta vez, una de las grandes diferencias, además del contexto, es Salva, ese personaje enmascarado —especie de avatar o alter ego— que te ha permitido ponerte en escenas inimaginables.
Sí, claro. En principio fue como una firma, porque como yo no era dibujante no tenía un sello claro. Ahora tampoco lo tengo, pero me he envalentonado en decir: hice algunas cositas lindas. (Risas.) Pensé: si pongo siempre el mismo personaje, en toda animación, cualquiera que lo vea va a saber que viene del mismo lugar. Estaba firmando con el personaje.
También era como vos decís, era un alter ego. Más allá de la pandemia, la estaba pasando bastante mal, con algunos quilombos familiares, y era una forma de ponerme en una situación agradable cuando no lo estaba. Ponerme a mí, o a Salva, andando en moto con Bob Dylan mientras te dice cosas increíbles era un momento en el que yo me escapaba también a un lugar mejor del que estaba. Podía estar un rato en un buen momento.
¿Salva tiene las características de Martín o Martín tiene las de Salva?
Un poco y un poco. A veces me gustaría ser más como Salva; ser menos bocón. (Risas.)
Claro, es un testigo silencioso.
Sí, es un testigo absoluto. En verdad, es un oyente. Él escucha pero el chiste es también que el recorte de los audios no es solo cómo piensa el artista, sino la selección que el personaje hace de eso. Yo no estoy dando una opinión; Salva no está diciendo que bien o mal esto o lo otro, pero en el recorte que hago de frases o parlamentos te das cuenta de cómo pienso, o cuáles son mis ideas o intenciones. Siempre tuve mucho cuidado, desde el principio de las animaciones, de que no bajara ningún tipo de línea, que no dijera nunca cómo es la vida. No quería que se pongan solemnes y cuidé que carezcan de cinismo. En ningún momento se está riendo del artista. Si aparece el humor que aparezca desde otro lado, pero no nos vamos a reír del artista. Sería muy fácil hacer eso.
Es gente que admirás mucho.
Sí, los admiro un montón a todos, lo cual no quiere decir que en mi intimidad no pueda reírme de ellos. Porque es muy divertido reírse de alguien a quien admirás, pero no lo quería hacer en esto. Prefiero reírme con mis amigos. Así que ni cinismos ni mensajes de cómo es la vida. Tenía que tenerlo claro sobre todo en algunos pasajes más fuertes, como el que dice Patty Smith cuando dice: “la vida es realmente complicada; perder a gente que amas te rompe el corazón…”. La vida puede ser hermosa y que de todas formas te caguen a piñas. (“Vamos a ser realmente felices y a veces las cosas se van a poner realmente jodidas también”.) No te está diciendo qué hacer o cómo lo tenés que hacer. Cuando los artistas se ponen muy moralistas o aleccionadores, lo descarto automáticamente.
El zorro para algunas culturas es un animal venerado y para otras lo contario. Para algunas culturas es un guía protector, sinónimo de gran sabiduría, pero para algunas culturas es un traidor que espera el acecho. ¿Qué representa para vos?
Yo creo que hay un poco de todo eso. (Risas.) El Traidor no lo vemos… Es curioso porque según lo que vemos de él no parece ni muy sabio ni muy venerado. Todo el tiempo es él quien venera y escucha, pero al mismo tiempo es quien escucha esa sabiduría, es un recipiente que se va llenando y absorbiendo todo. Creo que los zorros son todos lo que aparecen, más que Salva. Justo ahora estoy escribiendo una novela gráfica con el personaje de Salva. Me la encargaron y dije que sí porque me encanta el género. Y me puse a pensar mucho más en el personaje. Algo que resolví en esta experiencia es que ninguno de los personajes que van a aparecer van a hacer mención a que Salva tiene una máscara de zorro. O sea, la máscara es natural. Ni siquiera sabemos si la tiene o es una autoconstrucción de la imagen de Salva.
Hay una novela gráfica que se llama El ombligo sin fondo —la recomiendo mucho—, y es la historia de una familia. Hay uno de los hijos que tiene la cara de sapo y nadie nunca habla de eso. En un momento, él mismo, hablando con una chica, dice: Me siento como un sapo, pero nada más. Es su autopercepción. Me pareció buenísimo ese recurso. Es algo quizá del terreno de la fantasía o no…
La media máscara tiene mucho antecedente también en la Comedia del Arte, y en la repetición de estereotipos: Arlecchino, Pantalone o Pulcinella.
¡Sí, claro, totalmente! Cuando la dibujé intenté bajarle los rasgos, limarle las puntas, para que no imponga tanto respeto. Al principio de la serie parece más inocente, pero luego en otros episodios donde se ve un poco su vida, descubrimos que es como todos, que le pasan cosas como a cualquier persona.
Tomarte un vino con Lou Reed, un whisky con David Bowie y Keith Richards, unos tragos con Fito Páez, al piano, ¿eran sueños hechos realidad?
Son sueños que siguen estando y algunos se acercaron bastante a la realidad. Tuve oportunidad de tener charlas con Fito, con Calamaro e incluso laburar con ellos. Jamás lo hubiese pensado y si lo pensé sería desde la música. Mi sueño quizás era telonear a Fito Paéz, tocando… Nunca pensé que lo iba a hacer dibujando.
Tu animación abrió el retorno de Fito a los escenarios, luego del confinamiento. ¿Cómo fue ese momento?
Sí, la usó en el primer concierto que dio presencial después de la pandemia. Abrió el show con mis ilustraciones; diciembre del 2021. Yo había hecho una animación llamada Ruta Salvaje que era el cierre de temporada 2 y es una animación más larga, de 12 minutos, en la que participaron varios actores y actrices argentinas reconocidas, como Julián Lucero. Sabía que al cierre quería que Fito pusiera la voz, pero no quería poner audios de entrevistas. Yo ya sabía que le gustaba lo que hacía; ya me había escrito por Instagram un par de veces. Entonces le mandé el texto con mil vueltas, onda: Si no tenés ganas no te calientes… blablablá. Y me dijo “mandame el guion que te lo grabo al toque”. A los 20 minutos me había mandado todos los parlamentos. (Risas.) Me dijo “no leí el guion, leí solo mi parte y grabé. Confío en lo que vas a hacer”. Eso fue tremendo… Le encantó el resultado de la animación y a los pocos días me pidió para abrir el show con eso. Fue increíble pero cierto.
Como si fuese poco, el año pasado animaste el video clip de Andrés Calamaro.
Sí, el año pasado le hice dos videos a Andrés Calamaro. Al final salió solo uno, pero el encargo había sido de dos. Hay otro que no salió y no creo que salga nunca, pero fue por un tema de Warner, la compañía. Era una versión de “Cafetín de Buenos Aires”, el tango. El que salió es de “Pero igual”. Una lástima porque había quedado bastante bien. Puedo reutilizar algunas ideas o fondos, pero no el video. Hubo otro que llegué a bocetar y la idea me la guardé… (Risas.)
La verdad que es increíble; he recibido mensajes de artistas que admiro mucho también. Ya solo saber que lo ven es maravilloso. Hablar con ellos es tremendo y trabajar con ellos es un montón.
Ayudame a ordenar cronológicamente la serie: Animaciones Salvajes, El mundo de Salva.
El Baile de los Salvajes es mi proyecto musical. Se llaman “Animaciones Salvajes” todos episodios cortos (1 minuto promedio) y alguno que excepcionalmente dura unos minutos más.
En 2022 hice El mundo de Salva, que es como una producción de Animaciones Salvajes, viene desde ahí. La diferencia que tiene es que vemos un poco de la vida de Salva; qué pasa antes de entrar en el mundo de ensueño en el que se encuentra con los músicos. Vemos cómo de repente está en el living viendo una película, se corta la transmisión y se calza los auriculares del walkman, aprieta el play y entra a una fantasía con un músico, de la que siempre sale y se trae algo, un objeto. Eso va a ser resuelto este año, cuando lleguemos al final de la serie. Por ahora salieron cinco capítulos el pasado año. No pude hacer más porque la nafta me dio hasta ahí. Esos los hago con una artista amiga, que desarrolla fondos en acuarela. Yo hago los bocetos, se los mando y me los devuelve escaneados.
En este derivado o spin off de la serie hay un desarrollo cronológico, con un Salva de niño, adolescente, etc. que te permite ver un poco la cotidianidad del protagonista. ¿De dónde surge la inspiración?
Exacto, la idea era que me permitiera exponer un poco el mundo de Salva. Había una serie en los 90 que era La Serie de Bobby, un niño que andaba en triciclo y se imaginaba todo el tiempo cosas. Un poco juega con eso. La idea era que me diese la posibilidad de meter otra vertiente más allá del artista.
Ahí además metes muchos elementos de la cultura pop: las películas, las revistas, los casetes, el walkman, sin ir más lejos.
Sí, me interesaba que no tuviera que ser para todo el mundo. Viste que ahora todo tiene que ser universal y ser entendido por todos. Esto está claro hacia donde va. No quiere decir que no haya un pibe de 15 años que conozca a Lou Reed, pero voy hacia otro lado.
El mundo sonoro no es Bizarrap, vas hacia otro lado.
Sí, claro. No quiere decir que en un momento no me pinte hacerlo porque tiene cosas interesantísimas. No me preocupa mucho aún. No quiero que sea muy nostálgica la serie. Son elementos que me gustan, y que de casualidad están en el pasado. No creo que porque sean del pasado sean mejores. Hay algunos guiños contemporáneos. Celebraría un montón si aparece algo que me vuele la peluca tanto como Charly lo hizo en su momento.
En Animaciones Salvajes hay un trabajo importante de selección de fragmentos, la mayoría epifánico, reveladores, casi proféticos, como Lou Reed hablando del desapego y no regodearse en uno mismo, o Keith Richards y David Bowie mientras convergen en aprender a envejecer.
Sí, esa es una charla que nunca existió. Uso tres entrevistas distintas: la primera de cuando Bowie conoció los Stones y que habla de la chaqueta de Little Richards, otra es del documental de Keith Richards (Under the Influence, 2015) y otra de una entrevista a Bowie. Las uní para que parezca que dialogan sobre eso.
¿Cuánto rato le dedicas a la búsqueda de audios pertinentes?
Muchas horas. De pibe miraba muchas entrevistas a músicos y algunas me las acuerdo y las voy a buscar. Tengo buena memoria. Las más difíciles son esas, cuando los hago tener diálogos que nunca existieron. Hay un episodio en el que están en el sillón de Friends, Charly, Fito, Spinetta y me acuerdo que estuve un montón escuchando entrevistas de tres horas a ver si decían algo relacionado a un café… (Risas.) Era un montón.
En general me resulta más divertido cuando encuentro algo que dicen y que veo que puede quedar bien y me dispara algo que no esperaba. Si me río sé que va a funcionar.
¿Y qué pasa con el proyecto musical? [Tiene cinco discos editados]
Está, un poco más apagado, pero está. Cuando apareció lo de las animaciones no fue que lo suplantó, pero esa misma energía continuó en ese otro canal. Por ahora no siento la necesidad. Trabajo de todas formas de eso, doy clases de música así que a diario estoy en contacto.
Fuiste cesionista.
Sí, lo fui, pero ya lo dejé. Ahora estoy más abocado a la docencia musical.
En esencia sos tecladista.
Sí, el instrumento del que tengo un papel que certifica que estudié es el piano. Después toco un poco de guitarra, bajo, he producido un par de discos, pero el instrumento que toco es el piano, el resto los manejo un poco. El piano sí lo sé tocar. Doy clases de piano y lenguaje musical. Cuando tenga ganas, lo retomaré.
Esto que arrancó como un chiste ¿tiene una meta? ¿Dónde querés llegar con esto? ¿Sabés o te dejás sorprender?
Las dos cosas. (Risas.) Por suerte me he sorprendido del proceso hasta ahora; lugares a dónde llega lo que hacés. Después sí, tengo ambiciones artísticas. Ahora con la novela grafica estoy muy entusiasmado y me encantaría que esa novela se transforme en un corto o una peli. Por lo pronto, me gustaría si logro financiar los episodios.
Hacer una película te pondría en otra liga, como ilustrador y realizador —algo que ya sos—, pero en otra dimensión.
Sí, me encantaría que alguna plataforma se involucrara y lo financiara. Me gustaría armar un equipo de animación y no estar solo. De a poco, algunas se van realizando.
Mientras tanto, estoy tomando clases de dibujo para resolver algunas inquietudes en las que siento que hago agua y también para no plancharme y desafiarme.
Con frecuencia me llegan pedidos de animación, videoclips y eso; algunos hago, y algunos los hago porque me gusta mucho pero no dejan de ser elementos extra que tengo que hacer para que me ingrese dinero. No es que me pagan por hacer mis animaciones. Lo cual está buenísimo… pero hay una diferencia entre el trabajo extra y el que hago semanalmente. Esa es parte de la meta, que se sustente un poquito más.
Aquí en Uruguay, Agustín Ferrando comenzó a hacer la serie Tiranos Temblad y al poco tiempo ya estaba desarrollando la idea en el mundo de Cartoon Network, “Otra Semana en Cartoon”. ¿Conocés su trabajo?
Sí me encanta lo que hace, me fascina. Es tremendo. Acá pasó algo igual con Alexis Moyano, que es un animador muy capo y también trabaja para Cartoon Network haciendo lo hace. Es el sueño del pibe, ¡que te paguen por hacer eso que de todas formas vos ya hacías gratis! (Risas.)
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