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Contenido creado por Manuel Serra
Música
Periodismo ganso #1

Crónica de un periodista perdido en el Este como pinchadiscos en un saloon de Santa Mónica

Un reportero con vinilos bajo el brazo desembarca en el Pionero, un lugar en las dunas que tiene una sola religión: el rock and roll.

03.01.2023 23:15

Lectura: 7'

2023-01-03T23:15:00-03:00
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Por Manuel Serra

Este es el segundo año que vengo a Pionero, esa iglesia del rock and roll erigida entre las dunas de Santa Mónica. ¿Qué es Santa Mónica? Es una pregunta más que válida; de hecho, yo me hice la misma cuando vine por primera vez. Me gusta definir al balneario esteño como el “desfiladero entre el océano y la laguna” que separa La Barra de José Ignacio. También resultaría poco descriptivo no mencionar a las hermosas dunas que tiene.

Pero volviendo a lo que nos atañe: si mi primera temporada en este hermoso recinto cultural fue de exploración e investigación, esta segunda ya venía con información atrás y con el objetivo de disfrutar —y vivirlo— de otra manera. Cabe decir que, tanto en mi debut como hoy, oficio de pinchadiscos —DJ es una palabra que no merezco— cuando lo requiere la ocasión. Sin embargo, hasta este mismo 2023 nunca había ejercido mi otra profesión: la de periodista o cronista, si se quiere. Podemos decir que estoy comenzando tecleando estas primeras palabras.

Mi llegada en 2022 fue muy casual y es mérito toda de mi amigo Federico Dinamita Pereda, enorme guitarrista y mejor persona —y esto no va en detrimento de sus aptitudes como músico, ya que es, sin lugar a dudas, de los mejores “violeros” que tiene este país—, quien me insistió para me viniera con mis vinilos. En mi vida había pasado música en un bar; no obstante, solo dios sabe por qué, decidí tomar la posta y me vine sin pensarlo. Nota mental: sí, a veces tomás buenas decisiones. Pero solo a veces, tampoco te copés.

El hecho es que para la experiencia Pionero 2.0 decidí, además de surfear entre los surcos, dejar registro escrito de lo sucedido. Obviamente, desde una interpretación personal. Alguien podrá decir que, desde mi condición de observador participante, a esto puede llamársele periodismo gonzo. Nada más alejado de la verdad, si de alguien estoy lejos es de Hunther Thompson. No porque no me guste su obra, sino porque no tengo la valentía para tomar los riesgos que él si tomaba. Así que llamémosle periodismo ganso. Pero que ninguno entienda que esto tiene algún atisbo de referencia a los Guns N’ Roses. Digamos que es por mi parecido con el animal. Sé nadar muy bien. O eso dicen.

Este es el primer día de “Mi diario de pinchadiscos en el Pionero” y espero que sea de su agrado. Voy a intentar plasmar desde mi subjetividad experiencias que realmente me resultan reconfortantes para el alma. Si es que tengo una, yo creo que sí.

El lunes 2 de enero lo comencé en Cabo Polonio; desde chico veraneo allí —así que si algo no soy es un punta boy— y es donde paso las fiestas en familia. Mi condición de “forastero” o étranger me da, quizá, un punto de vista diferente de lo que sucede. La cuestión es que arribé con mis bandejas al Pionero (ruta 10, km 177,5), no sabía dónde iba a quedarme —algo que fue solucionado a la postre y con mucha altura— y me recibieron Nico Primo Pereda, Luquitas —ambos stages y sonidistas de Tranqueras— y Santiago. De ahí, me dispuse, sin mucho apuro, a esperar a Dinamita para que me viniera a buscar y guardar mis cosas. Eso no sucedió hasta que terminada la noche. Tampoco me estresé.

Calibramos las bandejas, escuchamos algunas discos, tomamos algún caliborato, preparamos —yo miré, en realidad— el escenario para The National Reserve, una enorme banda neoyorquina amigos de Dínamo, que los conoció en el legendario —al menos, para los uruguayos— Skinny Dennis de Williamsburg, Nueva York. Sí, New York, baby. En ese ínterin sucedieron cosas: me interiorice aún más con la movida pionera —hay que decir que el lugar tiene mucho de Far West, así que el nombre entra como anillo al dedo— hasta que llegaron Sean Walsh y Brian Geltner, cantante-guitarrista y baterista respectivamente.

Y bueno, Manuelito, llegó el momento de salir a la cancha. Pero esta vez no fue como en “Brindis por Pierrot”: yo quería entrar y de golero. Vieron que el pinchadiscos siempre está atrapando los pedidos musicales de la gente. Los vinilos, por suerte, te defienden de eso. Empecé con “Peaceful Easy Feeling” de Eagles —en honor a mi amigo Poly Rivers— y desde ese momento me dediqué a poner la artillería pesada del Laurel Canyon: Jackson Browne, The Byrds, Crosby, Nash, Neil Young y compañía. Obviamente que mi condición me llevó a otros lugares y ni Patti Smith ni Chryssie Hynde faltaron. Pero, quizá, en quién más me detuve —en quién más me vengo deteniendo hace tiempo— fue el querido Duque Blanco. Your Majesty David Bowie.

Sonaba y no podía evitar las fotos de Mick Rock que están por todas las paredes del centro cultural. Esperaba que me guiñaran un ojo o algo. No sucedió, pero, al menos, coseché buenos comentarios. Sean de The National Reserve me dijo “Good records, man” y negaría la verdad si dijera que no se me infló un poco el pecho. Obviamente, más de uno debe haber pensado “¡y este plomo!”, pero, bueno, no fue en la cara. Y si hubiera sido, qué se le va a hacer. Seguramente tengan razón.

Foto: Alejandro Berro @aleberro

Foto: Alejandro Berro @aleberro

Terminada mi incursión en el acetato, fue el momento de la banda. A los dos gringos —como se le dio por llamarlos a la gente—, se sumaron Mucho Montes, bajista de la Swing Factory, y el propio Dinamita. Definirlo como un “huracán de rock” muchos dirán que es exagerar; sin embargo, yo digo que es quedarse corto. Las guitarras, el sonido distintivo de la batería, el acento yanqui de las canciones, el deje de country amplificado por la atmósfera de saloon del propio boliche. Todo generó un tsunami musical que nos dejó atontados. Para bien, claro esto.

… Y fue uno de esos momentos. Sí, de esos que uno agradece a la vida y piensa “algo debo haber hecho bien para estar acá”. Escuchando estos mostros en plena comunión rockera no pudimos evitar abrazarnos con el Primo y con Luquitas. Y con quién fuera que estuviera a nuestro lado. Era más fuerte que nosotros. Si soy sincero, no sé cuánto duro el show, solo sé una cosa: lo justo y necesario. En realidad, dos: la segunda es gracias.

Cuando se bajaron del escenario había una adrenalina que no paraba de correr. Todos nos hablamos arriba de nuestros interlocutores. Queríamos decir algo, pero no sabíamos qué. Gritábamos. Aullábamos (y no sé si muy lejanos a Ginsberg). Y, obviamente, todos dábamos por supuesto que la noche había terminado ahí.

But, amigo, the ansker is not. De la nada, como aparecidos de la neblina de las dunas, llegó un contingente de argentinos. Podría ser un grupo normal, solo que, entre ellos, estaban Fabián Zorrito Von Quintiero, Jimmy Rip, Nico Bererciartúa, Ike Parodi. Y, sinceramente, no merecen ningún tipo de presentación, porque todas quedarían mancas. Y no quedó de otra que Sean y Brian subieran al escenario. Y, sinceramente, creo que esa es una de las particularidades más fuertes del Pionero: puede salir una zapada de clase mundial, así, de la nada. Como por materialización espontánea. Si seguíamos eufóricos, esta ya se nos subió a la cabeza. Y estábamos totalmente borrachos. Pero no de alcohol. De algo mucho más fuerte. De vida. Y así terminó mi primer día de pinchadiscos ganso en Santa Mónica. Este lugar promete…

Todas las fotos musicales son cortesía de @aleberro.

Por Manuel Serra