"Autopoiética, hegemónica, autónoma, ibuprofénica", cantaba Mon Laferte (1983), rodeada de cuatro bailarines que, durante las más de dos horas de espectáculo, harían numerosos cambios de vestuarios, agitarían abanicos y se adaptarían a la versatilidad del repertorio.
Más de veinte años de carrera. Mon Laferte ha jugado con diferentes géneros y varias versiones de sí misma, pero lo perenne es su talento, su carisma y la potencia de su voz. En un show que comenzó pasadas las 21 horas y culminó casi a medianoche, las pantallas se encargaron de mostrar su trayectoria al final de cada uno de los siete bloques.
Desde las canciones que integran su nuevo álbum, como "Obra de Dios", hasta lo más exitoso, como una versión acústica y cantada junto al público de "Tu falta de querer". Acompañada tan solo por su guitarra, como también por una percusionista, un guitarrista y dos músicos a cargo de los instrumentos de vientos. Canciones en inglés y en español.
Una escultura de ella al costado, y gráficos de todo tipo en las pantallas. De yapa, la cercanía al público como una constante. Los intercambios con su audiencia no faltaron, e incluso le dedicó canciones a algunos de sus espectadores.
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