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Contenido creado por Agustina Lombardi
Entrevistas
La ley de las leyes

Daniel Drexler: “Tuve la constatación de que llevamos la vida remando contracorriente”

El músico hará un show “guionado” el sábado 29 de abril en la Sala Zitarrosa, donde hablará sobre la entropía en distintos lenguajes.

20.04.2023 19:40

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2023-04-20T19:40:00-03:00
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Daniel Drexler dice que, por ahora, toca madera: “Lo peor que nos puede pasar a los músicos es quedar en blanco. Siempre encuentro alguna historia para contar o alguna idea que me movilcie, ya sea religiosa, científica o poética”. Desde 1998, cuando publicó su primer disco, La llave en la puerta, no paró de componer. O sea, de escribir. Y para escribir se necesita de inspiración: “El ser humano me sigue sorprendiendo”, cuenta.

“Capaz que eso tiene que ver con que estoy con una pata metida en la ciencia y otra en el arte, entonces es como una encrucijada, donde permanentemente me van apareciendo ideas”, dice Drexler, médico y músico, igual que su hermano, Jorge.

En su último disco, la entropía fue el concepto que lo mantuvo inspirado. El proceso que le llevó producir La voz de la diosa Entropía hizo que Daniel Drexler se sorprendiera —otra vez— del ser humano; de su capacidad de luchar en vano contra el desorden natural de las cosas.

El sábado 29 de abril, Drexler presenta el disco, que publicó en 2022, en Sala Zitarrosa. Promete que el show sea “una gran lucha épica entre el caos y el orden”, que bajará a tierra a través de distintos lenguajes escénicos que utiliza para armar su show sobre la entropía. 

Las entradas están a la venta en Tickantel.

Daniel Drexler. Foto: cedida a LatidoBEAT

Daniel Drexler. Foto: cedida a LatidoBEAT

Además del apellido, manejás un lenguaje musical similar al de tu hermano. ¿Cómo lo describirías? ¿De dónde viene ese sonido?

No sabría cómo definir el tipo de música que hago. Me es difícil definirlo desde adentro. Lo que sí quizás es una buena pista para entender de dónde viene ese estilo es habernos criado escuchando cantar a nuestro tío, Gabriel Chiquito Prada, el padre de Ana Prada. Entonces, si hubiera que buscar por algún lado la forma de cantar, de tocar la guitarra, me parece que está relacionada con lo que vivimos escuchándolo a él de chico.

En tu último disco le hacés un homenaje al Faro de Santa María, un lugar que también es mencionado en Tinta y tiempo. ¿Qué significa ese lugar para vos con relación a la familia?

El Faro de Santa María es una presencia continua en mi vida, un enorme tótem lumínico de 40 metros de alto, en la cornisa atlántica del Cabo de Santa María, en La Paloma. Yo me crie a orillas de ese faro, y hasta el día de hoy he quedado imantado al increíble poder magnético que tiene sobre mí. Estoy pegado a esa geografía, a las canaletas, al desplayado del faro. Tengo la sensación, a esta altura de la vida, de que el poder magnético de ese lugar tan particular le cambió para siempre el mundo a mi vida.

Comentás que en este último disco armaste “una obra guionada” y que eso te hace estar “contento”, porque es un lugar en el que te sentís “cómodo”.  ¿A qué te referís y por qué te genera comodidad?

Yo creo que hay dos maneras opuestas, dos extremos, de cómo hacer un concierto. Liberarlo totalmente al azar, ir tocando las canciones que te aparecen y punto; una forma hermosa de hacerlo, de hecho, lo hice muchas veces. Y, en el otro extremo, está guionar todo; tener ordenadas las canciones, saber qué decir entre canción y canción, qué va a pasar en cada una de las canciones. Hay toda una gama de posibilidades en el medio. En particular, para este concierto, yo opté por el guionado, porque estoy empezando a trabajar con gente que proviene del teatro. La dirección escénica la está haciendo Abril Pereira y una persona que está arriba del escenario conmigo, Martín Pisano, un musicazo; toca el teclado y maneja Hableton en vivo. Pero también es egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático, entonces hay una impronta muy teatral en este espectáculo y por eso me interesó guionarlo. Incluso hay un monólogo en la mitad del concierto, que dura como cinco minutos, en el que intento explicar toda esta lucha cósmica entre el orden y el caos, la entropía y la biología. Todo eso me llevó a optar por la opción de guionar.

¿Por qué la entropía es una “diosa”?

Claramente la entropía no es una diosa, es un delirio mío. Empecé a imaginarme que existe una especie de Olimpo moderno que, a diferencia del Olimpo clásico de los griegos, que tiene a Zeus, Afrodita y Dionisio, tiene a cada una de las grandes leyes de la ciencia.

Cuando uno quiere entender de qué va el universo, por lo menos cuando yo trato de asomar a ese tipo de dudas, las respuestas las busco en la ciencia, sobre todo en la física cuántica, no tanto en la teología, o quizás la física cuántica sea una especie de teología moderna. Entonces me imagino un Olimpo en el que cada una de las grandes leyes —la ley de la relatividad especial, de la gravedad, de la evolución, el principio de incertidumbre— está controlando la forma en que funciona determinado sector del universo. Y hay una ley suprema, que todos los científicos y filósofos coinciden en que probablemente sea la única inmutable y eternamente verdadera, que es la ley de la entropía.

Me la empecé a imaginar como una diosa suprema del Olimpo moderno, una especie de Zeus moderno. Es una ley muy sencilla, simplemente dice que todo espontáneamente tiende al desorden, nada liberado de su propia evolución tiende a ordenarse. Entonces tuve la constatación de que llevamos la vida remando contracorriente, contra la principal fuerza motriz del cosmos que lleva hacia el desorden. Nosotros, como entidades biológicas, intentamos generar orden, remamos contra la corriente, embestimos molinos de viento. Tareas que son preciosas, que pueden ser amorosas y creativas, pero tenemos que saber que con tareas que hacemos en vano también. 

¿Tuviste que investigar para hablar de la entropía?

No, investigar no. Fue más bien que la entropía me empezó a aparecer en varios lados. Me apareció de forma muy clara en un libro de Steven Pinker, que se llama En defensa de la Ilustración; hay un capítulo entero que habla de la entropía y una especie de lucha cósmica entre ella, llevando todo al desorden, y la biología intentando generar orden. Tampoco me puse a investigar desde el punto de vista científico, porque yo no estoy hablando científicamente de la entropía, no es mi intención. No soy físico, sería un atrevimiento de mi parte. Estoy hablando desde un punto filosófico o poético. Me parece un concepto absolutamente fascinante; entender que todo el cosmos se mueve en una dirección y nosotros vamos con una bandera al viento, remando contracorriente, intentando generar un mínimo de orden para poder establecer vínculos humanos satisfactorios, economías que funcionen y mantener a nuestros cuerpos funcionantes. Me pareció una imagen superpoética; estamos permanentemente haciendo un esfuerzo, sabiendo que llegamos a la vida con un contrato a término y, sin embargo, quizás en ese esfuerzo, en esa forma quijotesca de hacer el esfuerzo, está la capacidad de disfrutar la vida. Como dice esa vieja frase: “Vivir no es necesario, navegar es necesario”.

Siendo músico y médico: ¿qué representa para vos el sonido?

Soy médico, magíster en ciencias médicas, una maestría en neurociencias sobre sistema auditivo, no soy otorrino. Es una confusión habitual porque mis padres eran otorrinos. Obviamente el sonido fue el hilo conductor en mi vida, eso recién lo empecé a notar en los últimos diez años, cuando toda mi actividad musical y científica empezaron a confluir en cuestiones que tienen que ver con el sonido. Tengo mucho amor y fascinación por el sonido. Hasta hoy, ha sido la respuesta para unificar mis dos mundos, que en apariencia son incompatibles. Pero el sonido fue el caballo sobre el que cabalgué para poder unificarlos.

¿Por qué para el show de La voz de la diosa Entropía te motivaste para hacer una puesta en escena?

Lo que me motivó fue que es un tema que me parece fascinante y que está bueno poder usar otros recursos expresivos. A veces los músicos somos muy tarados. Nos creemos que lo que importa es el acorde y cómo estamos afinando y cómo suena todo, obviamente que eso recontra importa. Pero hay muchísimas más vías de comunicación para la emoción. Hay muchos recursos expresivos que a veces no estamos usando, ahí fue que surgió mi intención de trabajar con gente de teatro, porque ellos manejan una paleta expresiva muy amplia, que tiene que ver con cómo mirás, gestualizás, cómo te movés arriba del escenario. En la prosodia del lenguaje utilizás todos esos recursos, son maravillosos.

En la Sala Zitarrosa del 29 de abril, yo quiero poner arriba del escenario una gran lucha épica entre el caos y el orden. Hay momentos que corro, otros que bailo o estoy quietito, sentado, tocando mi guitarra. Mi objetivo es poder generar emoción en el público y que cuando la gente salga de la sala, y se enfrente a 18 de Julio de vuelta, sienta que hay un choque; que 18 de Julio sea como volver a la realidad y que quede [el show] como un espacio mágico encapsulado en el tiempo y el espacio.

¿Qué te gustaría que sintiera la gente al escuchar tu música?

Me gustaría que la gente se emocione, y la emoción no tiene signo. Puede ser hacia la alegría la tristeza, puede ser hacia la melancolía, la esperanza. Uno de los reductos que nos va quedando a los seres humanos, en esta era de la inteligencia artificial, es la emoción, y es un producto maravilloso. Si a través de algún mecanismo o expresión artística uno logra emocionarse y emocionar a los demás, para mí eso es un privilegio. Ojalá que la gente que escuche mis canciones se emocione.